Me siento incapaz de alcanzar escribiendo
el exceso de velocidad de disparates con el que el actual Gran Impostor ha
decidido castigar a una población que le vuelve las espaldas, al tiempo que
alivia su única cuita, su única, en realidad, vocación. Recaudar. Porque al
final esa es la única necesidad del Gran Impostor, alimentar las necesidades
que él mismo crea formando una espiral que solo acaba donde el contribuyente es
capaz de volver a ser ciudadano y dice “¡Basta ya!”, si es que al final del
proceso alienante queda alguien capaz de pensar o de plantarse.
Dice cierto economista y tertuliano de Onda
Cero que el mejor amigo del hombre no es el perro, si no el chivo expiatorio, y
yo añado que el límite de velocidad es el chivo expiatorio de las arcas del Gran
Impostor.
En 1973 se limitó por primera vez la
velocidad a 120 Km/h
debido -¡que casualidad!- a la guerra arabe-israeli que encareció el petróleo y
lo puso a unos precios que el Gran Impostor de entonces, que además casi no
recaudaba impuestos, no podía pagarlo. El argumento fue el mismo pero hoy
cuatro o cinco generaciones de motores después, dos generaciones de vías más
tarde, con motores catalizados, con un consumo medio de casi la mitad de los de
entonces se reduce aún más la velocidad y en las vías principales que, si no
estoy equivocado, son aquellas en las que se puede mantener una velocidad fija
de crucero, no tienen curvas que obliguen al cambio de marchas, no tienen
paradas y arranques, no tienen pendientes, es decir no tienen nada de lo que obliga
a utilizar el cambio de marcha y la aceleración desigual, que al final es lo
que incrementa el consumo. Sin embargo en la red secundaria donde se dan todas
estas características es donde no se reduce la velocidad.
Soy un mal pensado, solo se reduce la
velocidad allí donde está instalado el mayor parque de radares, por no decir la
práctica totalidad, allí donde para hacer caja bastan unas cuantas fotos y una
pareja de la guardia civil y la culpa de pagar lo que a veces no tiene es del
irresponsable, del incívico, del delincuente, del tonto útil, del contribuyente
que voluntariamente se presta a la recaudación, a la infame e infamante
recaudación, del Sheriff de Sherwood de turno y otros ladrones asociados al rey
Juan de estos tiempos, al Gran Impostor.
Y una última consideración. Las personas
que estén acostumbradas a respetar el límite de 120 y no tengan un limitador en
su vehículo será incapaces de medir su velocidad aparente y adecuarla a la
nueva sin estar permanentemente atentos al velocímetro. Claro que mirar con
insistencia el velocímetro o el GPS o el teléfono móvil, o cualquier otro
instrumento, objeto o cualquier otra actitud que presuponga distracción también
es sancionable por no poner la atención necesaria en la conducción.
¡¡¡¡Claro, es eso!!! Acabo de darme
cuenta, a partir del momento en que entre en vigor la norma todos los que
salgan a la carretera serán sancionados, unos por no respetar los límites y los
otros por mirar fijamente al velocímetro. Y si se ve que se escapan muchos se
hace una modificación a la ley y todos los que compren un artículo que tenga
que ver con el automóvil, por ejemplo una revista de coches, pagarán un canon
por posible mala utilización de las carreteras.
¡¡¡Por fín!!! ¡¡¡La VERDAD al desnudo!!!.
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