domingo, 19 de enero de 2020

Al pin, pin, y al code, code


Empiezo a pensar que estaba equivocado. Empiezo a pensar que tanto tiempo quejándome del abandono de un plan educativo que se interese por el futuro  y resulta que lo que hay es una lucha feroz por un plan educativo sectario y aberrante. Empiezo a pensar que tal vez sería mejor que no hubiese plan alguno antes de que pueda triunfar cualquiera de las tendencias que se adivina.
Aún me parece recordar, sin acritud y sin añoranza, cuando a mis siete u ocho años, en el colegio de las monjas, todos cantábamos el “Cara al Sol”, formados en el patio antes de entrar en clase. Ni mis cuatro años en el colegio de monjas, ni los cuatro posteriores en uno de curas, en el que el profesor de historia, creo recordar que era el padre Bernardo, nos leía los hechos del Alcázar y otras lindezas sectarias, en vez lo que el texto marcaba, texto que tampoco era especialmente objetivo, consiguieron de mí hacer un adepto a la ideología fascista, ni un ultra religioso.
Mi entorno, que abarcaba un amplio espectro de las ideologías posibles, servía de balanza a toda esa propaganda, rematada por nuestra recordada FEN, Formación del Espíritu Nacional, que recibíamos en el horario lectivo, y en las actividades complementarias como ejercicios espirituales, peregrinaciones al cerro de los Ángeles o excursiones a centros marianos.
No quiero imaginarme que hubiera sido de mí, de todos los libre pensadores que comparten mi edad como compartieron mi sistema educativo, si el gobierno franquista hubiera reclamado el derecho a educarnos, el derecho a trascender nuestra formación para internarse y fiscalizar la educación ética, en valores, que es responsabilidad, y así debe de ser por el bien de todos, del entorno familiar del sujeto a educar.
Es verdad que en ciertos casos ese entorno cercano del infante o del joven puede ser nocivo, pero seguramente no más veces, posiblemente menos, que es nocivo el entorno que puede vivir asistiendo a clases.
Llevo mucho tiempo haciéndome eco de que esta auto etiquetada izquierda que se supone por la declaración de ideología en ciertos partidos, no es izquierda, porque ideológicamente son un desierto, es anti derecha, porque lo único que le preocupa a su discurso es colocarse frontalmente ante cualquier iniciativa de los partidos de derecha. No todas las iniciativas de la derecha pueden ser malas, ya se sabe que un reloj parado acierta la hora dos veces al día. Lo cual supone una carencia de análisis, una soberbia ética, y un posicionamiento inducido que nada tiene que ver con una izquierda real.
Sin entrar en detalles, solo enumerando grandes temas en los que les falla la ideología como una escopeta de feria: fiscal, territorial, educativa y legal. Una izquierda real no puede ser nacionalista, no puede mantener un sistema fiscal que incentiva la brecha económica, no puede ignorar la separación de poderes, no puede pretender ser el único actor de la educación y formación de los nuevos ciudadanos. Pero lo hace.
Yo supongo, quiero suponer, que la mayor parte de estos errores obedecen a este posicionamiento frentista vacío ideológicamente. Y quiero suponerlo porque de lo contrario las declaraciones de la ministra sobre la “propiedad” de los hijos solo puede despertar los más negros fantasmas de un socialismo decimonónico y caduco como el que se practicó en la URSS o en la China de la Revolución Cultural. Represión, adoctrinamiento y totalitarismo.
No, algún indignado lector ya me ha identificado en alguna foto de una concentración de VOX. No, insisto, la iniciativa de VOX ni es iniciativa, ni es de VOX, ni le importa un ardite la formación de nuestros hijos, como no sea, maldita coincidencia, que adoctrinar, reprimir y eliminar la libertad. Si, justo lo mismo.
VOX no ha hecho otra cosa que hacer suya, como iniciativa, algo que no pertenece más que cualquier ciudadano libre, el derecho a elegir la educación de sus hijos, el derecho a tutelar su formación en valores y el derecho a que el estado le facilite todos los medios necesarios para lograr su objetivo salvo que este esté contra las leyes.
Y esta izquierdilla de panfleto y teatrillo ha picado y se ha lanzado a sacar lo más perverso de sus entrañas históricas. Ya me veo, si dejamos a la ministra, o los de VOX, a todos los niños de uniforme con chaquetilla tipo Mao y una gorra visera de color verde Fidel y con una estrella roja en el frente.
Y es que a mí, en este tema como en cualquier otro, me gusta llamarle al pin, pin, y al code, code. Lo único que necesita este país, y casi cualquier otro del mundo, es un sistema educativo que no dependa de la ideología del gobernante del momento. Un sistema educativo que sirva para todos los ciudadanos del país, que respete la libertad individual, la libertad familiar y la libertad en general a la hora de formar a los futuros ciudadanos.
Lo otro, lo que nos proponen como suyo, lo que otros contestan sin reparar en el fondo de sus palabras, ni es pin, ni es code, ni nada tiene que ver con parentalismo alguno.

martes, 14 de enero de 2020

De Pompeya Sila a Dolores Delgado


Poco podía imaginar Pompeya Sila, nieta de Sila y esposa de Julio César, aquella mañana, cuando se dirigía a la celebración de los ritos de Bona Dea, que a partir de ese día se convertiría en una referencia ineludible en muchos episodios de la historia y de las historias. Poco podía imaginarse que los acontecimientos por venir en tan excepcional festividad la iban a llevar a ser mencionada incluso en la historieta actual de una España que ya poco tiene que ver con la Hispania de sus tiempos y de las cuitas de su esposo.
Cuenta la historia que en ciertas fiestas de la Bona Dea, una festividad absolutamente secreta y exclusivísimamente femenina, tan secreta era que no se sabe si de forma inopinada o perfectamente planificada, aquel día un tal Publio Clodio se levantó con la idea de, disfrazado de encantadora y femenina tañedora de arpa, colarse en una festividad en la que estaba prohibida cualquier presencia, incluso representación, masculina.
Quiso el destino, o Eros, o Cupido, o cualquier enreda sobrenatural, o cualquier avispado humano, o el prosaico apetito carnal, que  Publio Clodio y Pompeya Sila coincidieran en su asistencia a la referida fiesta. Es más, que no solo coincidieran en su asistencia, si no en el espacio físico en el que se desarrollaba. Es más, que sus presencias se hicieran tan próximas, tan tan próximas, tan tan tan cercanas, que físicamente se produjera una interpenetración de la carnes equívocas de Publio en las sorprendidas, o no tanto, e inocentes, seguramente no tanto, intimidades, tal vez no tan íntimas como se presuponía, de Pompeya.
Ya fuera por una indiscreción de alguna asistenta, no de las fámulas, si no de las de lenguaje inclusivo, que contó lo que no podía contar, o que Publio Clodio tuvo la necesidad de participar su éxito amoroso, actitud habitual en el 90% de los hombres, que si no lo cuentan revientan, con lo más amplio de su círculo de amistades, familia y conocimientos, algo más de media Roma, bajo estricta promesa de confidencialidad, o que simplemente los hados, los pobres y socorridos hados, así lo dispusieron, la historia llegó a los oídos de Cesar antes incluso de que las celebraciones, las de la fiesta, y tal vez las particulares, acabaran.
¿Qué cómo es posible que se enterara, si todo era tan secreto? Existen en la historia los misterios y son parte de su salsa, y este no iba a ser menos, pero el caso es que se enteró.
Así que Cesar, con gran cuajo, esperó, respetuoso él con la exclusividad femenina del evento, a su coyundural, palabro inventado entre coyuntura y coyunda, esposa a la salida de la sala de fiestas para repudiarla con aquella frase tan de las costumbres romanas  que reservaban para tales momentos: «Tuas res tibi habeto et vade», o lo que es lo mismo, coge lo tuyo y te largas, o en moderno, que te des el piro.
Como la repudiada Pompeya era de familia bien e influyente en Roma y su repudio podía tener consecuencias políticas, ay¡ la política, para la carrera pública, carrerón el de Cesar, de Julio Cesar, su madre lo llamó a reconsiderar la decisión que había tomado. Claro, la madre no contaba con la increíble capacidad de Cesar para soltar frases históricas y lapidarias, y no solo sobre los galos, así que no se podía esperar que el Gran Julio soltara una frase de esas que todo el mundo, a partir de entonces, dice al menos una vez en la vida: “La mujer del Cesar no solo tiene que ser honrada, tiene que parecerlo”.
Existe una segunda versión sobre la frasecita de marras, sobre cuando fue dicha, en qué circunstancias y con destino a quién, pero también es posible que Cesar, consciente de la esencia histórica de su frase, la utilizara una segunda vez para rechazar una petición matrimonial de cierta amante. ¡Pues menudo era Cesar¡
En fin, que con el devenir de los tiempos aplícase la frase a aquellas situaciones en las que aunque no exista una infracción flagrante de una norma, o un incumplimiento evidente de ley o de convivencia, la ética y la estética, o la estética, o la ética, aconsejan no hacerlo. O sea, por ser más claro, más llano, cuando algo que se hace no contraviene nada, pero no queda bonito.
Y a todo esto, y sin comerlo ni beberlo, yo no venía a hablar de historia, si no a comentar el nombramiento de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado. ¿Qué tendrá que ver Dolores Delgado con la repudiada Pompeya Sila?. Si seguro que ni se han conocido.