jueves, 31 de mayo de 2018

Don Tancredo, supongo


Cuando Stanley pronunció la mítica frase contaba con la ventaja de que no habría muchas otras posibilidades en el entorno en el que estaba. Pero no siempre las circunstancias son tan favorables.
Hoy, si alguien pronunciará la frase que da título al artículo pensando en mariano Rajoy, y viendo lo sucedido en el congreso, se encontraría con una respuesta sorprendente: No, Rompetechos.
Es cierto que el acreditado dontancredismo de nuestro, al parecer, hasta ahora presidente del gobierno nos ha acompañado durante varios años y más de una legislatura. Es verdad que nos hemos acostumbrado a la indiscutible pericia del presidente en la ejecución de tan complicada arte del toreo. Que sí. Pero el problema del Don Tancredo es que como por casualidad el toro tropiece con el pedestal en el que se sustenta y lo mueva, o derribe, solo quedan la carrera hacia barreras o la cogida que siempre resulta peligrosa.
A mí la postura del señor Rajoy, su pertinaz apuesta por la inmovilidad, su suicida decisión de sostenella y no enmendalla y no permitir a su partido una salida digna que le dé oportunidad de rearmarse para volver a la batalla es, cuando menos, de una miopía propia de un Rompetechos de la política.
Todos hemos oído como Pedro Sánchez le ofrecía la salida de la dimisión. Yo diría que incluso se la suplicaba, porque no creo que ni él se considere preparado para la tarea que inopinadamente, estoy seguro, se le viene encima. Todos lo hemos oído reiterar el ofrecimiento mientras el actual presidente encaramado en su barril seguía inmóvil y mirando al tendido. A un tendido que mañana, muy previsiblemente, le dará la espalda a la espera de no tener que ver la cogida que se augura, la debacle que va a permitir a Ciudadanos ganar, salvo sorpresa, las próximas, de siguientes y no necesariamente de cercanas, elecciones como única opción liberal votable, salvo para militantes, claro.
Y esa miopía política, ese empecinamiento irresponsable, esa terca decisión de no moverse un palmo, se lo va a llevar por delante. A él, y a su partido. A él y a un país que respiraría aliviado con otra salida que no fuera esta y comprueba como la falta de visión de un personaje incapaz de ver la verdad de lo que le rodea lo condena a un gobierno que no desea.
La sentencia de la Gürtel trasciende lo judicial. Trasciende los nombres y las inocencias, porque señala un comportamiento inaceptable. Y entre los señalados los ciudadanos de a pié, se nos den las explicaciones técnicas que se nos den, percibimos las siglas de un partido salpicado una y otra vez por el mismo mal, la corrupción institucional. ¿Qué no es el único? Claro que no ¿Y eso que soluciona? ¿De verdad el “y tú más” es una opción de defensa?
No sé si los planes del PP, con el señor Rajoy a su cabeza, es bloquear al gobierno que emane de esta moción. No sé cuál es la estrategia que creen tener, pero yo le haría una pregunta ¿Bloquear el funcionamiento de un país para salirte con la tuya no es lo que se le reprochaba a Pedro Sánchez? ¿Es patriótico secuestrar a todo un país para demostrar la razón propia? No. No lo era antes y no lo es ahora.
Yo creo que el PSOE no puede gobernar secuestrado por una necesidad permanente de cesión a las presiones de sus socios de votación. Este gobierno nace bajo la sospecha de tener que pactar con separatistas y nacionalistas y causar un daño irreparable. Y sin el apoyo de los ciudadanos. Sin el apoyo siquiera de todos los socialistas. El problema es lo que cree el PSOE, lo que se sienta obligado a hacer para permanecer en el machito porque las encuestas le auguren un abismo electoral insondable.
Debo decir que Pedro Sánchez ha estado en sus últimas intervenciones torero, gustándose, en hombre de estado. Ahora hay que esperar a sus hechos, que me temo que no nos gustarán tanto. Pero si alguien me pregunta yo solo puedo considerar que hay un culpable, Mariano Rajoy transmutado de DonTancredo en un Rompetechos de vía estrecha.
Dimita, señor Rajoy, dimita, aunque sea por España.

sábado, 26 de mayo de 2018

El ansia y la sinrazón


Hay ciertos  movimientos en los que prima el ansia sobre la razón, la poca reflexión de la oportunidad deseada sobre las consecuencias que la obtención de ese deseo puede suponer. Cuando eso sucede en política el primero que sufre las consecuencias es el ciudadano o, dicho según otra terminología, el pueblo. El primero pero no el único porque el que ha torcido la voluntad popular pagará con amplitud las consecuencias.
Posiblemente, y algunos así lo defienden, la moción de censura fuera al final inevitable. Tal vez, pero creo que el primer movimiento real hubiera sido ofrecer al señor Rajoy una salida con una cierta dignidad. Invitarle a la dimisión y ofrecerse para un pacto de estado junto con nuevas caras del PP y con Ciudadanos que diera salida institucional al problema creado, pero el señor Pedro Sánchez se ha lanzado incontinente a la moción de censura sin pensar en lo que quieren los ciudadanos, esos que votan, encelado en una oportunidad para alcanzar el gobierno que no solo es complicada, si no que, llegado el momento de unas nuevas elecciones, le pasará una factura inasumible para su partido.
Sin pensar en lo que quieren los ciudadanos y jugando con la consecuencia de asestar a Mariano Rajoy  y a su partido un golpe definitivo impidiéndole toda capacidad de maniobra, de salida digna, un puente de plata.
Si se hiciera una encuesta seria y global, si se hiciera un referéndum, tan de moda en este momento, se podría comprobar que el primer problema para los españoles es el territorial, es solucionar lo de Cataluña antes que la corrupción, si, incluso ahora, después de la sentencia de la Gürtel, lo que consideramos  la amenaza de una fractura a la integridad constitucional, y más si es por la vía de los malos modos y la mentira, como es el caso, tiene un rango de prioridad  popular más alto que un problema de gobierno, por muy engañados que nos sintamos, que nos sentimos.
Ya nos sentíamos engañados y estafados en las últimas elecciones y los resultados explicaron claramente que el votante anónimo prefería un gobierno bajo sospecha de corrupción que otro con una idea territorial poco consistente o diferente a la actual. Las urnas hablaron y los resultados fueron los que fueron. Y seguramente lo seguirían siendo actualmente aunque cambiaran las siglas que encabezaran los votos.
Inicialmente es una aberración intentar un gobierno que necesita más votos externos de los que tiene el mismo proponente, pero, si además se examina con un mínimo rigor la lista de apoyos necesarios, ese primer inconveniente hasta parece una mera anécdota.
Así que el primer problema del señor Sánchez será encontrar los apoyos suficientes para su moción de censura. El segundo y ya es mayor, es encontrar los apoyos dentro del bloque que defiende la constitución. Bueno, vamos a ser buenos y permisivos, dentro del bloque que no ataca directamente a la constitución para que pueda entrar Podemos. Pero si finalmente, y como es previsible, tiene que recurrir a los votos de los partidos independentistas vascos y catalanes las explicaciones nunca serán aceptadas por la mayoría de los votantes españoles y la debacle del PSOE en unas próximas elecciones puede llevar a los socialistas a la marginalidad representativa.
Ningún voto independentista es gratis, nunca. La historia reciente nos lo demuestra y  la situación actual lo hace palmario. Hagámonos una simple pregunta, ¿Puede  Pedro Sánchez negociar unas reformas, unas concesiones, territoriales que cuando fueron llevadas a las urnas salieron derrotadas con el peor resultado histórico en votos del PSOE? Y si no es con promesas en ese aspecto ¿con que pretenden negociar los socialistas?
Es más, supongamos, que ya es suponer, que el PdeCat y Bildu, le dieran los votos gratis, que el PNV y ERC le otorgaran graciosamente su confianza a cambio de nada ¿se lo creerían los españoles? Ya aviso, yo no.
No entremos ya en la jaula de grillos que sería ver gobernar al PSOE con un partido actualmente inmerso en una deriva imparable hacia el antieuropeismo de extrema derecha como es el PdeCat. Un partido además tan corrupto como el PP, posiblemente más, y que ha hecho del 3% su norma económica más clara. De un partido que ha declarado la guerra política a España y, xenófobo y supremacista, a los españoles.
O con un partido como Bildu, de extrema izquierda, heredero de las prácticas coercitivas de ETA. Sus cachorros derrotados pero no vencidos, ni mucho menos convencidos.
¿Son esos los pilares en los que pretende basar su asalto al poder? ¿Se atrevería a preguntárselo a los españoles?
No, y él lo sabe. Como sabe que si convoca inmediatamente unas elecciones las perdería irremisiblemente y con un resultado aún peor que en las últimas. Por eso habla de un margen de tiempo en el que pergeñar una agenda social con la que comprar posibles votos en caladeros de descontentos. Pero puede, estoy casi seguro, de que incluso esos descontentos antepondrán el problema nacional al personal, y si no al tiempo.
Queda la opción de convencer a Ciudadanos, que ya ha dicho que no salvo si se convocan elecciones inmediatas. Pero ciudadanos sabe que esa moción es un terreno en el que tienen mucho que perder y nada que ganar. Un terreno en el que pueden reforzar a un contrario empeñado en separarse por sí mismo del sentimiento mayoritario de los votantes y encontrase inmerso en un maremágnum de siglas con las que siempre han mostrado un rechazo firme, contundente.
La trampa en la que se ha metido Pedro Sánchez, y en la que ha metido a su partido, es que ya perdió una investidura y ahora no puede permitirse perder una moción de censura que lo abocaría directamente a la profundidad de los infiernos, y eso hará que esté dispuesto a aliarse hasta con el diablo. Aunque el diablo se vista de Prada, o de Puigdemont, o de Otegui.

jueves, 24 de mayo de 2018

La Vergüenza Torera


Es fácil calificar de desvergüenza lo que la sentencia de la Gürtel describe, tan fácil como calificar de sinvergüenzas a los condenados y a los señalados. Tal vez, casi seguro, lo más difícil es concretar quienes son los señalados, entre otras cosas porque entre los señalados están las siglas de un partido y por tanto todos y cada uno de sus dirigentes.
Y entre tanta desvergüenza y tanto sinvergüenza es la hora de la vergüenza, pero no de la vergüenza que deben de sentir los que se sientan señalados por esa sentencia, no, si no la hora de eso que en este país llamamos vergüenza torera. Es la hora en la que los dirigentes actuales del PP, se sientan o no señalados por los jueces, tiren de ese resto de dignidad que todo ser humano, incluso si es político, debe de conservar en las más negras circunstancias y presenten la dimisión de sus cargos en bloque. De sus cargos de partido y de sus cargos institucionales.
Mañana a más tardar, preferiblemente hoy mismo, el Sr. Rajoy, todos sus ministros, todos los diputados y todos los representantes autonómicos deberían de presentar su dimisión en un gesto que intente compensar la falta de integridad con la que su partido ha castigado a los ciudadanos que confiaron en ellos.
No me vale una moción de censura. No me vale que otros intenten ganar lo que no consiguieron de los ciudadanos en las urnas, su confianza, aprovechando unas circunstancias que pueden considerar favorables. No, dimisión colectiva, instantánea, y convocatoria de elecciones por parte de los nuevos responsables del partido.
Hay muchas otras opciones, hay muchas formas de intentar salvar la cara, pero es la única salida que permitirá al PP, desde su más que previsible derrota en las urnas, empezar a expiar una trayectoria de escándalos sin precedentes y conservar para sus siglas algo de la dignidad, de la credibilidad, de la confianza perdidas que permita a sus militantes reagruparse en torno a nuevos nombres, nuevas figuras, que les abran el camino para refundar un partido ahora mismo fundido, abochornado, en proceso de descomposición.
Hay poco más que decir. En realidad hay mucho más que decir pero poco más que se pueda hacer para afrontar la situación desde una perspectiva constructiva y que permita al partido Popular salvar, si no los muebles, al menos sí un resquicio de esperanza hacia el futuro.
Es hora, por parte del PP, de hacer un servicio a España, a esa de la que tanto se han llenado la boca. Es hora, por parte de los ciudadanos, al menos a mí me lo parece, de agradecer los servicios, los honrados, que alguno quedará, prestados. Por ejemplo la contención de la extrema derecha tan activa en el resto de los países europeos. Es hora de coger la maleta, la de presidente del gobierno, la de diputado, la de ministro, la de representante autonómico o cargo del partido, y marcharse. Ninguna otra opción puede valer. Ninguna otra opción puede redimir un escándalo semejante.
Es previsible, y preocupante, que el dontancredismo de Mariano Rajoy intente demorar en el tiempo las  soluciones. Que como de costumbre espere a que el devenir vaya diluyendo y solucionando. No sé si la memoria de un votante es mayor o menor que la de un pez, pero sí sé que la memoria de la historia es inquebrantable.
Señor Rajoy, Señores ministros, diputados y demás cargos públicos y estructurales: Un poco de vergüenza torera, por ustedes, por su partido, pero sobre todo, sobre todo, por su país. El motorista ya está esperando con el decreto de cese junto a su ventana.

martes, 22 de mayo de 2018

Magistral Incoherencia

A menudo la prisa por dar una noticia, por ser el primero, evita que el cronista de turno le de unas vueltas a lo sucedido y a sus posibles consecuencias.
Independientemente de la afinidad, o de la falta de afinidad, con las ideas políticas de Pablo Iglesias, y por tanto de Podemos, hay que convenir en que es un fenómeno, tanto política como mediáticamente. Sus puestas en escena, su permanente ambigüedad rotunda respecto a muchos temas de los que se le plantean, o su rotundidad ambigua en otros, no están al alcance de cualquiera, es más, están al alcance de muy pocos.
Cesarista respecto a su partido, populista en sus planteamientos, canchero y maniobrero respecto a sus opositores internos, nada parece escapar de sus planteamientos, nada parece escapársele.
Y de repente, ¡¡¡zás!!! que diría la famosa historia de: “fly the mariposita in the garden”, metedura de pata “in the garden”, pero metedura de pata de esas que pueden marcar época.
Unos lo consideran traidor a la clase, otros un incoherente patológico, otros un señorito encubierto. Denuncia el acoso y la invasión de su vida privada quién antes defendió el acoso y la invasión de la vida privada de otros personajes de la política. Dice que se siente orgulloso de ser de Vallecas pero se traslada a una zona de clase “¿media alta?”, o algo más. Se filtra el motivo de llevar a sus hijos a un colegio determinado cuando la defensa de la calidad de la enseñanza pública sostiene que cada uno debe de acudir al que le corresponde por zona, usa los recursos de partido para un asunto, inicialmente, privado… Y a cada momento que pasa crece el número de incoherencias que provocan las críticas a las que se suman de forma abundante los líderes secundarios.
Tal vez es que yo soy muy cínico, tal vez, pero creo firmemente que nadie convoca un referéndum sin antes tener unas ciertas garantías de ganarlo, o por ser más exactos, de ganar. Nadie con un sentido mediático tan desarrollado en la colaboración con los medios de comunicación como el suyo puede pensar que lo que haga va a pasar desapercibido. ¿Y entonces?
Yo pienso, y en breve tiempo sabremos si tengo razón, que todo está perfectamente medido, planeado, magistralmente ejecutado por Pablo Iglesias y su pareja. Salga lo que salga Pablo Iglesias y Podemos han ganado una cierta, para mí falsa, aura de transparencia. En un momento en que reina Ciudadanos y en el que la actitud ante el problema catalán acapara los medios y los pensamientos de los votantes, Podemos, su líder Pablo Iglesias, introduce una cuña que acapara al menos tanto tiempo, para ellos solos y sin significarse en el tema principal del momento, como es su táctica habitual, en el día a día de la sociedad.
Imaginemos que Pablo Iglesias gana el referéndum, que no hace falta mucha imaginación. Pablo Iglesias triunfante ha logrado varios objetivos. Eco mediático, un salto social con el visto bueno de sus bases, que seguramente no tendrán opción a lo mismo, y dejar por el camino varios cadáveres de opositores internos que podrían ser incómodos en un futuro no muy lejano. Nada de lo que pase en las elecciones, y que no apunta demasiado bien, será achacable a la actitud del refrendado líder. Y, ojo al dato, podrá solicitarse de los rivales el mismo aval democrático convocando un referéndum de bases hasta para cambiar de marca de papel higiénico. Una pesadilla.
¿Y si lo pierde? Pues como en el chiste, si lo pierde es mejor. Pablo Iglesias y su pareja se retiran a sus nuevos, y acomodados, cuarteles de todo tiempo y prosiguen su vida cotidiana a la espera de que tras un próximo fracaso electoral, previsible según los datos, las bases que les han dado la espalda en el referéndum los reclamen por aclamación para volver y relanzar el partido. Mientras tanto tertulias, colaboraciones, conferencias, la dura vida del que tiene tanto que decir, aunque la mayoría de los mortales no acabemos de tener claro que es lo que ha dicho.
¡¡Bendita incoherencia!! Magistral incoherencia.

sábado, 19 de mayo de 2018

Es Cataluña. Es España


Volver a hablar de Cataluña me produce una pereza indescriptible, las palabras parecen elongarse y deformarse cuando las reclamas al teclado. Todo suena a viejo, a manido, a rancio y poco razonable. Pero a pesar de todo acabas resignándote y empezando a intentar que tus palabras no se aburran a sí mismas.
Tal vez ahora, una vez claro el talante del pretendido procés, perfectamente reflejado en el talante personal de su nuevo y carismático presidente, eso sí, provisional hasta el advenimiento del redentor, algunas cuestiones, que nada tienen que ver con la verdadera cuestión, entren en conflicto, al menos para los votantes, al menos para los más fervorosos creyentes de ciertas ideologías.
¿Puede de alguna manera una ideología de izquierdas votar a un candidato fascista? Pero fascista confeso, no fascista de y tú más como habitualmente se usa, si no detentador de todas las bases ideológicas del fascismo, apoyado en toda Europa por los movimientos de extrema derecha y, naturalmente, por los movimientos extremos anti sistema.
Parece ser que sí.
Está claro que la CUP puede. Es lógico cuando la ideología primordial de la CUP es romper el sistema para acceder a un totalitarismo de esos que solo funciona en fronteras reducidas para desgracia de los que queden atrapados en ellas. Cualquier movimiento que apunte a una disgregación del orden de cualquier tipo, que apunte a un debilitamiento institucional o formal, les vale. Les es útil y les proporciona esperanzas de acceder a ese paraíso socialista que ellos conciben.
Lo de ERC es bastante más incomprensible. Al menos mientras detenten esa E que se supone que apunta a una posición ideológica netamente anti fascista. Es verdad, y no creo que ni ellos lo nieguen, que toda su estrategia se basaba en un triunfo electoral que ellos mismos, con su cesión a la extrema derecha y a la extrema izquierda, dilapidaron. Pero ¿son tan torpes que no se percatan de que los están devorando por ceder en su punto más fuerte? Parece ser que no, que aún no se han percatado de que los extremos ideológicos los han dejado fuera de juego, como fuerza marginal y, de momento, necesaria para constituir una mayoría, pero vaciándolos ideológicamente. Dejándolos sin convicciones, sin proyectos, sin otra función que el seguidismo entregado justificado por la constitución de una imaginaria república que nunca podría ser de izquierdas, salvo liderada por la CUP.
Y falta por analizar ese inconcreto, confuso, inaprensible movimiento político afín a Podemos. ¿Qué pingareta ideológica va a realizar entre redobles  de tambores para justificar su falta de concreción posicional en todo este absurdo? ¿Cómo podrán, aún, mantener esa equidistancia que pretende ser neutralidad y no lo consigue? Algo se les ocurrirá para evitar tener una posición clara y contundente en un tema en el que las ambigüedades solo son leña para el fuego.
Es un árido panorama. Árido, aburrido y desesperanzador panorama el que se abre en la Cataluña de estos días. Un panorama en el que la tibia, tal vez acomplejada, posición de los partidos nacionales para imponer un orden legal, que es claro y de sentir mayoritario, está pasando factura a los principales partidos que hasta este momento eran referenciales. Desde el dontancredismo del gobierno, que nos exaspera a todos, hasta el inoportunismo oportunista de Sánchez que mantiene en vilo a la mayoría de la población de este país, sus acciones, o inacciones, solo auguran un cada vez mayor distanciamiento entre la población y sus pretendidos representantes.
Yo no entiendo, me temo que mucha más gente tampoco, que un grupo de personas con objetivos ilegales declarados pueda acceder a los puestos que necesitan detentar para llevarlos a cabo sin que pueda hacerse nada  para ponerles coto. Es como si me presento en una armería y pido un fusil para perpetrar una matanza en un colegio, y me lo dan con el argumento de que lo único que he hecho es expresar una intención, pero aún no he cometido un delito. Hay que esperar a que lo cometa. Hay que esperar a los muertos.
Es absurdo, es ridículo. Es Cataluña. Es España.

domingo, 13 de mayo de 2018

Schopenhauer y el jamón


A veces, sin buscarlo, se encuentran las fuentes en las que algún tema que te preocupa ha bebido y empiezas, inopinadamente, a entender lo que pasa a tu alrededor. Llevo mucho tiempo denunciando mi absoluta incomprensión sobre lo que sucede en el ámbito político y después de ver “Una Razón Brillante”, película francesa en cuya crítica no voy a entrar, el mundo se ha vuelto mucho más comprensible para mí.
Trata la historia sobre un concurso universitario de dialéctica, esa disciplina básica sobre la que es fácil comprender al cabo de un par de discursos que ninguno de nuestros personajes públicos la ha estudiado ni practicado en toda su dedicada vida. Este conocimiento que era fundamental en las antiguas ciencias y que trata del bien hablar, del bien exponer las razones, sigue siendo un saber apreciado y puesto en valor en sistemas docentes algo más avanzados que el nuestro.
“Lo importante no es la verdad, es conseguir tener razón”. Esta es la base de la película. Esta y las treinta y ocho técnicas para conseguirlo descritas por Schopenhauer en su “Dialéctica Erística o El Arte de Tener Razón”. Al cabo de veinte minutos para mí estaba claro que estaba asistiendo a un curso acelerado de aplicación práctica en el ámbito de la política.
Lo importante es tener razón. No importan las consecuencias, no importan los medios, no importan las víctimas, si conseguimos tener razón, que nos voten, imponer nuestro criterio más allá de su autenticidad o idoneidad el objetivo habrá sido alcanzado.
Pensé inicialmente en Cataluña, en todo el “procés” como claro ejemplo de una aplicación sobre el terreno de las técnicas descritas, la última de las cuales se debe aplicar cuando se advierte que todas las demás han fallado y se está a punto de perder el debate, y es la descalificación, si es preciso brutal, del contrario. El insulto, la vejación. ¿Les suena?
Pero pasados esos primeros instantes, esa identificación meridiana de unos hechos recientes, actuales, me di cuenta de que la realidad es mucho más cruda, mucho más sangrante. Ninguna ideología tendría la más mínima oportunidad de ser asumida por nadie si no consiguiera previamente tener razón más allá de la verdad que contenga. Ninguna persona con una autoestima básica puede seguir a alguien que no le convenza, que no le demuestre tener razón. Pero dado que las ideologías se niegan unas a otras, dado que cuando una sostiene algo, otra sostiene lo contrario, y algunas de ellas más puntos intermedios en distintos grados,  se puede llegar a la conclusión de que ninguna tiene el más mínimo interés en otra verdad que la emanada de sus propias razones.
La sublimación, que Schopenhauer no pudo incluir en su libro pero me permito apuntar como anexo de esta forma de deformar los hechos para apropiarse de la razón, es el mitin. Es esa exposición exaltada de medias verdades, verdades a medias y mentiras constatables sobre los argumentos del contrario que, además, colabora con su ausencia y falta de respuesta. Es esa exaltación de la mentira razonable, trufada, en muchas ocasiones, de insultos al oponente, destinada a la exaltación de los convencidos y que no tiene otra finalidad que la apropiación de una razón que, excepto para los ya captados, nunca pretendió ser verdad, si no simplemente parecerlo.
Y si concluimos, que yo sí concluyo, que nuestra política sigue el antiético guión que Schopenhauer propuso. Si es no solo capaz de seguirlo, sí no que incluso lo supera, ¿Qué clase de sociedad en valores pretendemos crear?, ¿vivir?, ¿transmitir?
Es cierto que el jamón se saca del cerdo que se alimenta con la basura, pero me temo que éticamente no conseguimos este último paso de la sublime transmutación. Nos alimentan con basura y en cerdos nos quedamos, sin llegar a dar jamón, y, seguramente, en muchos casos, sin ni siquiera pretenderlo.

martes, 8 de mayo de 2018

La pertinaz represión


Hay quién considera la firmeza como una garantía de éxito. Yo no estoy tan seguro. Empeñarse en el error cuando este es evidente demuestra falta de inteligencia o incapacidad de reconocer la realidad. Lo peor es cuando el error y sus consecuencias se producen a nivel de sociedad, porque entonces solucionar el problema creado puede costar generaciones enteras.
Y en eso está esta sociedad nuestra de hoy en día, rea de su propia incapacidad de evaluar correctamente, víctima de las prisas de obtener resultados y convencida de que todo se puede solucionar por la imposición y la represión.
Una sociedad en la que es más importante un me gusta que una verdad, en la que se busca más un aplauso que una solución, en la que se valora más un gesto que una idea, es una sociedad mal equipada para enfrentar sus equivocaciones.
Y las cifras, pertinaces, ciegas, inclementes, siguen hablando del fracaso de esas políticas puramente represoras, que por otra parte es la única vía que exigen las fuerzas sociales y la única que aplican los gobernantes de turno, y que llevan al aumento de la persecución, del castigo, de la culpabilización.
Nos basta con elegir dos temas dispares en su concepto, en su objetivo, en su ámbito, para comprobar que ese tipo de políticas no solo no dan resultado, si no que provocan un daño que a largo plazo será difícil de reparar: el consumo de alcohol en los menores y la violencia de género.
Alguien, da lo mismo quién comete los errores porque la culpable es la sociedad que se lo permite, decidió atacar el problema del alcohol y su consumo por los menores. ¿Cómo? Con unas leyes restrictivas de imposible cumplimiento. En el camino se saltaron a los padres, a los tutores, a los educadores y se olvidaron de analizar cuales podían ser las consecuencias y de que medios podían disponer para garantizar su aplicación. Porque legislar es muy fácil, el papel, sobre todo el del BOE, todo lo resiste, el problema es enfrentar la teoría con la realidad. Y la realidad es que a día de hoy los jóvenes, incluso las jóvenas, se siguen emborrachando y accediendo por primera vez a la bebida a edades que la sociedad considera inconvenientes.
El gran problema de la ley es que solo se fija en su faceta represora, pero se olvida de la educación y de la formación. Se olvida de que en España hay una realidad, y una tradición, diferentes a los países anglosajones y del norte de Europa y que una medida fundamental para mejorar el problema es compartir ese conocimiento. Enseñar, educar, hacer entender. Pero eso choca, también con las políticas de consumo que los gobiernos llevan a cabo favoreciendo a la industrias frente a los pequeños productores capaces de ofrecer productos de mayor calidad y menos nocivos.
En España, y en los países mediterráneos en general, el consumo de alcohol era un hábito familiar en el que la tradición enseñaba desde niño a beber en los momentos y cantidades adecuadas, y se bebía, sobre todo, alcohol fermentado, no destilado. Vinos, sidras, eran de consumo familiar para combatir la sed y como celebración de algún evento, y el objetivo nunca era emborracharse. Es más, ese consumo compulsivo propio de los países anglosajones y nórdicos era contemplado con desprecio por la sociedad. El alcohólico era un enfermo al que tratar con prevención y conmiseración. O con desprecio y ostracismo si tenía un “mal vino”
La ley ha puesto en cuestión toda esa labor docente y ha dejado al menor, habitualmente entre los trece y los catorce años, solo ante su primera experiencia con el alcohol. Las tornas se han vuelto. Ahora el más divertido es aquel que es capaz de beber más, de emborracharse más, de perder el control más. El botellón, como rito iniciático, garantiza al mismo tiempo el anonimato respecto a los adultos y la publicidad de la actitud entre el círculo en el que se mueven. La autoridad competente se limita a pedir algún carnet si ve oportunidad, a recoger a las víctimas de coma etílico, demasiado frecuentes, y a multar a los padres a los que previamente le ha quitado toda capacidad de intervención y prevención.
Beber mucho, cualquier cosa, sin que ningún adulto se entere y para ser popular, podría ser el paradigma que la ley ha creado. Pero la única vía que parece ser que se contempla para solucionar el problema es endurecerla. ¿Y la educación? ¿Y la formación? No producen rédito político y por tanto nadie las espera. Mientras nuestros jóvenes beben cada vez más, cada vez antes, cada vez peores alcoholes que dejan réditos en hacienda aunque tengan una calidad infame, y con la base de una cultura que nos es ajena. No creo que haya mucho más que decir. Donde la educación abandona en favor de la represión, el problema se agudiza, aunque las arcas del estado se beneficien.
Respecto a la violencia doméstica, ese terrible problema que nos convulsiona con una frecuencia insoportable, creo que no hace falta otra cosa que exponer sin comentarios la trama habitual del drama. Una parte de una pareja, habitualmente una mujer, decide acabar la relación. Como consecuencia de ello la otra parte no asume la decisión por lo que toma la determinación de acabar con la vida de quién quiere separarse y a continuación con la suya. ¿A quién le aplicamos las penas, su endurecimiento? Es absurdo, cuanto más duras sean las penas, cuanto más desesperado se encuentre el posible asesino, menos eficaz será la ley. Una persona acorralada, desesperada, desequilibrada no se para a pensar cuanto castigo va a recibir, si no cuando va a encontrar su oportunidad. Suena terrible. Es terrible.
¿Y las medidas preventivas? Caras, difíciles de poner en marcha, nada que políticamente pueda interesar. ¿La orden de alejamiento? Un brindis al sol. ¿Vamos a poner un policía a cada posible víctima? ¿Cada dos? ¿Cada tres? No, imposible, por lo que el agresor siempre acabará encontrando la oportunidad para cometer su salvajada. Tal vez si en vez de centrarnos tanto en la víctima nos fijáramos un poco más en el agresor encontraríamos posibles soluciones. No, por supuesto, ninguna definitiva, pero alternativas que hagan menos inevitable el fatal desenlace. Tal vez deberíamos iniciar una ficha especial del individuo que nos dé un perfil de su nivel de violencia, de desesperación, de entorno, de determinación, con el que podríamos trabajar desde la faceta psicológica, o psiquiátrica, hasta una vigilancia electrónica bién planificada o, incluso, un internamiento preventivo. No sé si sería eficaz, si sería posible, pero seguramente es más sencillo e inmediato controlar al agresor que dejar la suerte de la víctima al albur de lo que el destino determine.
¿Y educar en valores desde el colegio? Imposible. Si lo propone el gobierno la oposición lo tirará abajo, sean quienes sean unos y otros. Y encima es caro, y los resultados no sirven para salir en la prensa, y cuando demuestre su eficacia pasará desapercibido salvo para las estadísticas, ya que la norma se habrá hecho normal.
No. Endurecer la ley da votos, aunque cueste vidas, aunque ponga en peligro otras. La represión es popular, populachera, vendible, la educación es solo un concepto que políticamente no es sostenible.
Como dirían los Hermanos Marx, aunque nunca lo dijeran,: “Más madera”, “Más represión”. Lo otro, lo de la educación y tal, cuentos de viejas.