Confieso que he dormido mal.
Confieso que España me duele porque a pesar de mi falta de nacionalismo anti,
soy un ferviente nacionalista de lo mío, que incluye desde mi lugar de
nacimiento hasta este universo que nos engloba. No me gustan las banderas, ni los
bandos, cuando sirven para enfrentar a las personas, porque siempre he intuido
que bajo cualquiera de ellas, englobados en las filas de cada una, hay buenas
personas, que son las únicas que a mí me importan. Y el uso sistemático de
banderas, la creación de bandos o de bandas, para el predominio de razones
inconfesables me parece miserable. Por eso hoy España, esta parte de la
humanidad que ocupa este territorio geográfico, me duele.
Hoy España, todas y cada una de
sus partes, es un erial, un terreno baldío y desangelado habitado por una gran
cantidad de miserables de todo signo que se creen triunfadores, y a los que lo único
que les importa es reclamar su cuota de triunfo, el sacar la mayor cuota de
beneficio, de ciegos y miserables adictos, para sus posiciones. Para sus
miserables posiciones.
Creo que a estas alturas, en esta
historia, en este momento, ya no quedan inocentes a los que salvar, y si quedan
son inocentes manchados por los miserables que los han usado, en claro abuso de
las funciones que les han encomendado con otro fin.
He pensado, por un momento, en
enumerar a los miserables por su grado de responsabilidad en la vergüenza
vivida ayer, pero me he dado cuenta de que es imposible escribir varias
párrafos en un solo lugar. He intentado apartar las vísceras de lo que estoy
escribiendo, pero son tantos los humores dañinos que se me acumulan, tantas las
sinrazones y patochadas oídas, leídas, vistas, que es muy complicado.
Miserable es el gobierno. Miserable
por débil, miserable por mentiroso, miserable por incapaz. Miserable porque
arrastra a la miseria a todos aquellos que hemos confiado en que la ley debe de
ser la razón en tanto en cuanto para eso se ha promulgado. A todos los que
seguimos en esa idea pero nos parece miserable su falta de rigor, su falta de
eficacia, su falta de previsión para garantizar su aplicación. Miserable porque
teniendo los instrumentos y las instituciones a su servicio ha sido incapaz de
cercenar una sedición desde su mismo comienzo instalado en su debilidad y su
falta de iniciativa. Miserable por permitir sin utilizar todos los medios a su
alcance, el día de ayer. Habrá quien piense que hablo de las cargas policiales,
de las algaradas, no. Eso es justo lo que el gobierno nunca debió de permitir
que sucediera. Habrá quien piense que hablo de diálogo. No, no existe el
diálogo cuando una parte se instala en la ilegalidad y en la sinrazón. Hablo,
con amargura, con mala conciencia, porque en este tema no hay otra, de que no
ha cumplido lo que ha asegurado, que ha permitido el peor de los escenarios
para defender nuestra razón.
Miserable el gobierno catalán.
Miserable por mentiroso, miserable por manipulador, miserable por la
utilización de sus representados, miserable por empecinado, miserable por reo
de traición. Ha pervertido las palabras, ha manipulado los conceptos, ha
adoctrinado a sus administrados, ha usado los poderes, las instituciones, para
pervertir el orden que les ha conferido esa misma legalidad que pervierten.
Miserable porque ha vaciado de contenido conceptos fundamentales para la
convivencia: democracia, fascismo, votación, diálogo. Miserable porque es el
primer impulsor de este despropósito. Miserable por permitir que el pueblo al
que dicen representar esté sufriendo lo que a ellos les correspondería mientras
ellos lo ven por la tele. Miserables hasta la náusea.
Miserables los Mossos, que han
demostrado no ser más que una policía de parte, de partidos, de partidarios,
olvidando su deber de mantener el orden público, haciendo dejación de sus
obligaciones, de sus juramentos al orden legal que los contrata para su
defensa. Miserables y traidores hasta convertirse en una de las patas
fundamentales de la jornada negra vivida ayer. Les queda el consuelo de haber
sido vitoreados y ensalzados por “sus” miserables.
Miserable el discurso de ayer del
líder de oposición, lleno de guiños al engaño, lleno de afirmaciones que se
negaban en el párrafo siguiente, plagado de escapismo político y oportunismo.
Miserable por su falta de compromiso con el estado. Miserable por su afán de
lograr rédito de una situación de emergencia. Miserable de puntería amañada,
apuntando en una dirección y disparando a otra diferente. Miserable de falta de
compromiso y falto de verdad en unas palabras imprescindibles en el momento.
Miserable Podemos. Convirtiéndose
en una parte fundamental del problema. Miserable, populista y radical. Nada
nuevo. Pero es vergonzoso, miserable, que piense que va a lograr rédito de una
actitud taimada y frentista. Miserables pretendiendo desviar el problema y
replantearlo en un ámbito absolutamente falso.
Miserable la CUP a la que no le
importan las consecuencias de sus actos, miserables por sacar réditos del dolor
ajeno, miserables como marionetas útiles de poderes internacionales contarios a
las ideologías que ellos dicen defender. Miserables por no importarles el dolor
de las personas a las que manipulan y ponen a los pies de los caballos.
Miserables por organizar, dirigir y alegrarse de las algaradas callejeras en
las que otros son los que ponen su integridad. Miserables todos los grupos anti
globalización, anti sistemas, extremistas con los que comparten ideales.
Miserables los ciudadanos
catalanes que permiten o fomentan la manipulación instalándose y difundiendo el
odio hacia lo español en una clara demostración de profunda españolidad.
Miserables los que les dan cobertura intelectual y los que manipulan la historia, las historias, las leyes y los fundamentos. Miserables y
culpables de permisividad. Miserables por salir a la calle a defender una
mentira, por salir a la calle a ser héroes de historieta romántica. Miserables
por buscar la foto de su participación para poder contarlo. Miserables los que
permiten poner en riesgo a sus hijos y a
sus mayores. Miserables y talibanes. Miserables y candidatos a que les sea
retirada la patria potestad por energúmenos.
Miserables los ciudadanos
catalanes que se quedan en su casa y callan y tragan esperando a que sean los
demás los que les saquen las castañas del fuego. Miserables los ciudadanos
catalanes que contribuyen con su silencio, con su miedo, con su falta de
compromiso, al ruido de los que no piensan como ellos. Que permiten que su
ausencia haga mayor la presencia de los otros.
Miserables los ciudadanos
españoles, del resto de España, que han usado este conflicto para airear sus
odios, sus rencores, sus más ancestrales apetitos de violencia y sus cuentas
pendientes. Miserables, oportunistas y cobardes, jaleando y promoviendo rencor
y violencia desde la seguridad de sus casas. Y traidores, traidores a España
que es todo y no solo su parte.
Miserables los corresponsales
extranjeros en busca de la carnaza que no sacan en su casa. Miserables que
buscan la noticia sin importarles la información, la neutralidad o las razones.
Miserables que se permiten opinar de un país que no es el suyo mientras en el suyo
callan. Miserables y aprovechados que contribuyen al odio buscando solo aquello
que les reporte tirada, beneficio, amarillismo. Miserables los que apoyan una
ilegalidad que en su país jamás permitirían. Miserables y dañinos.
Miserables los tibios, los
neutrales, los equidistante, “los que no toman partido hasta mancharse”.
Miserables porque contribuyen a la confusión, porque buscan una superioridad
moral que su misma posición desmiente, porque viven en la indeterminación de la
que hacen su refugio del que solo salen para ser ganadores cuando alguien gana.
Miserables los que viven en el odio y lo airean reclamando para
sus razones lo que son otras sinrazones. Miserables por manchar, por engañar,
por desvirtuar y contribuir con la confusión que esparcen a la multiplicación
de los miserables.
Miserables los manipuladores de
imágenes, de cifras, de noticias y de rumores, los que las esparcen sin
verificar su verdad, los que las jalean y toman como propias sin importarles la
verdad o el daño. Miserables, cobardes y delincuentes que alimentan con su
miseria la miseria general.
Miserables los que han amanecido
desde posiciones intolerantes, sectarias, impropias de la humanidad a la que
dicen pertenecer reclamando para sí una verdad única que jamás ha existido ni
nunca existirá porque la verdad no es algo que el hombre pueda alcanzar jamás. Manipuladores,
intransigentes y esparcidores de rencores contrarios a los ideales más básicos
de la humanidad.
Miserables todos aquellos que
desde posiciones morales que debieran de contribuir al diálogo, a la
tranquilidad, al acercamiento, contribuyen con sus posiciones a la difusión del
odio tomando parte. Miserables los sacerdotes, los historiadores, los
filósofos, los masones, los eruditos, los periodistas, los comunicadores que
defienden por interés o por miseria moral, los despropósitos de cualquiera de
las partes. Miserables indignos del lugar que ocupan o del prestigio que
reclaman.
Miserables todos los que creen
que puede haber sociedad fuera de la ey y los que creen que la ley tiene que
someter a la sociedad. Los inmovilistas y los rupturistas, los unos y los
otros.
Miserable yo, que lleno de dolor,
lleno de razones me veo obligado a defender aquello en lo que no creo y
situarme frente a los que el corazón me acerca. Miserable por no poder aportar
más que palabras, más que reproches, más que lágrimas, de frustración, de
incapacidad, de dolor por todos los miserables.
Hoy España, todas y cada una de
sus partes, es un erial, un terreno baldío y desangelado habitado por una gran
cantidad de miserables de todo signo que se creen triunfadores, y a los que lo
único que les importa es reclamar su cuota de triunfo, el sacar la mayor cuota
de beneficio, de ciegos y miserables adictos, para sus posiciones. Para sus
miserables posiciones.
Lloremos como cobardes las
miserias que hemos cometido como ciudadanos. De algún lugar nos llegarán las
carcajadas.