miércoles, 25 de febrero de 2015

Gustavito

Ayer vi a Gustavito. Hacía un montón de años que no sabía de él. Desde aquellos años en que la pandilla se reunía en la plaza de la música del Retiro para jugar a las chapas o a alguno de aquellos juegos de tecnología punta del momento como el escondite, el balón prisionero, el fútbol , el dólar o el “tula”. En uno de los barridos que las cámaras hicieron por las bancadas del congreso lo vi. Sentado en un escaño, con su gesto característico.

Gustavito era famoso entre nosotros por tres cosas: su habilidad para cambiar cromos, su capacidad para hablar mucho de nada en concreto y, sobre todo, por ese gesto suyo, tan característico, que ponía cuando alguien lo insultaba o le reprochaba algo al tiempo que soltaba su consabida respuesta “y tú más”.

La verdad es que los niños siempre hemos sido crueles y nos lo pasábamos genial metiéndonos con él simplemente por ver el gestito y corear su respuesta, tras lo que estallábamos en carcajadas para mayor coraje del susodicho. Con el tiempo Gustavito entendió que nos reíamos de su respuesta e introdujo una mayor diversidad de contestaciones: unas veces decía “y tú más” y otras “pues anda que tú” y sus plurales respectivos.

Alguien pensará que Gustavito era tonto. No. Gustavito me recuerda a un sucedido que me contaba una amiga de Tomelloso.

Parece ser que un niño con alguna carencia intelectual asistía regularmente a clase para mayor desesperación de la profesora que estaba convencida de que debería asistir a algún centro especial. Llegado un momento la profesora convocó a los padres del chaval para exponerles sus percepciones. Los padres, preocupados, decidieron llevar el tema al terreno médico y el muchacho se hizo diversas pruebas, concluidas las cuales la madre se presentó ante la profesora para comunicarle el dictamen del psicólogo: “Que ha dicho el doctor que tonto, tonto, lo que se dice tonto, no es. Que “p’a” maestro vale”

Pues eso. Gustavito tonto, tonto, lo que se dice tonto no debe de ser, que para político ha valido y su entrenamiento para el “y tú más” y el “anda que tú” es seguramente incomparable y eso es un valor en alza en la política española actual.

Pero, en fin, yo no me había puesto a escribir para contar de Gustavito y su historia, si no sobre el debate del estado de la nación y no sé porque se me ha ido la cabeza a mi viejo conocido.
Aunque ya llegado a estas alturas quisiera al menos pronunciarme sobre mi percepción de quién ha sido el ganador del debate. No sé quién ha ganado el debate, pero si se quien lo ha perdido. Todos los españoles.

domingo, 8 de febrero de 2015

Cabizbundo y meditabajo

Cabizbundo y meditabajo, sin duda, triste y confuso, así es como estoy. Y no lo estoy por mí mismo, por mi vida personal, laboral o familiar. Lo estoy porque estoy inmerso en una sociedad triste y confusa, cabreada y confundida, literalmente, desarmada y desesperanzada porque no entiende nada de lo que sucede a su alrededor y se aferra a palabras que cree que son ideas y a ideas que no son más que palabras. A líderes de trapo y a una amenaza de poder omnívoro que no da la cara.
Oigo hablar de ideologías y no doy crédito a lo que escucho. Oigo hablar de ideologías asociadas a siglas de partidos y no quepo en mí del susto, del desconcierto, del hastío. ¿De que ideologías se puede hablar cuando se intentan asociar a un grupo de señores cuyo único objetivo es alcanzar la cuota de poder máxima de la que sean capaces y seguir en el juego desde una posición privilegiada y de espaldas a quienes los han votado?  ¿Eso son ideologías? ¿O son simplemente ideas y no precisamente edificantes.
Si hago un leve recorrido por los diferentes partidos y sus propuestas tengo dos alternativas: no creerme nada y acabar con una depresión de caballo, o creer en lo que dicen y acabar con una depresión de caballo. O resumiendo todo es una cuestión de fe y una depresión de caballo.
El PP es la estabilidad, la continuidad, el triunfo sobre la crisis, los valores de siempre. Pero lo que no dicen es que el PP es la corrupción, el amiguismo, la renuncia a los derechos colectivos, la legislación de espaldas a los ciudadanos, la aristocracia moderna y mediocre. El PP actúa como una secuela avergonzada del franquismo y por tanto con complejos, ideas y renuncias emanadas de la historia reciente
El PSOE es el progresismo, la recuperación de los valores, la izquierda. Pero lo que no dicen es que el PSOE es la corrupción, la legislación contra el PP sin importar los medios ni las consecuencias, la renuncia a cualquier propuesta equilibrada porque lo que importa es ser los otros, no nosotros. El PSOE actúa como una secuela del antifranquismo en el adquirió su preponderancia y es reo de contradicción permanente, tanto externa como interna, y de sus propias palabras. Adolece de políticos de barra de bar incapaces de ser estado porque trabajan para para contentar a unos y cabrear a otros que antes que para gobernar a todos.
IU es el pueblo, dice. Pero IU es la corrupción, es la manipulación, es la atomización y es el estado férreo que todo lo controla y borra al individuo en aras de la masa. Es la secuela revanchista del franquismo que quiere recuperar tiempos pasados que según ellos fueron mejores, aunque a mí no me lo parecen. Son aquellos que hablan de honradez pero la ignoran cuando tienen la sartén por el mango, son aquellos que hablan del poder del pueblo siempre que ellos sean el `pueblo. Son la contradicción entre la prédica y la acción.
De los demás partidos no puedo hablar porque no han tenido la cuota de poder suficiente para pringarse, pero no me creo nada. Estos no son, aparentemente, secuelas del franquismo, pero todo lo que ofrecen son palabras, palabras sin soluciones concretas a los problemas concretos, ideologías que han fracasado ya varias veces, utopías no sustentadas en ningún compromiso plasmado, no sustentadas en posibilidades reales en un mundo real, no explicadas para poder ser racionalmente convincentes.
Pero nadie me habla de cómo enfrentarme a un sistema alienante, a un sistema montado para bórrame como individuo, para cercenar mis derechos individuales y recortar mis derechos colectivos. Montado para sustentar a una capa administrativa incompetente y contraria a mis necesidades. Montado para que pierda mis fuerzas, mi ilusión en un combate inútil contra inútiles oponentes. Montado para ocultar la realidad y dividir a la sociedad en banderas que no representan lo que dicen ni a los que las eligen.
Así que un montón de años después de su final sigo viviendo al hilo del franquismo. Sigo debatiendo, siendo legislado, insultado o recriminado en función de lo que hizo un señor que a estas alturas no debería ser más que una página de la historia reciente de este país. Sin rencor, sin pudor y sin influencia alguna en nuestras vidas cotidianas.

Pues eso, estamos en tiempo pre electoral y me hablan de ideologías y yo me encuentro cabizbundo y meditabajo, triste y confundido. 

lunes, 2 de febrero de 2015

Para Gustos, Colores

Dicen por ahí que nada es verdad ni es mentira, que todo depende del color del cristal con que se mira. Y debe de ser verdad, porque gente hay, desgraciadamente mucha, que es monocromática hasta el suicidio. O dicho de otro modo que solo mira en una dirección por lo que con frecuencia se ve atropellada por los que circulan en la dirección que no miran.
Tal vez al final todo sea que yo padezco de una desviación multicromática no habitual, o un defecto óptico que me obliga a mirar en todas las direcciones posibles e intentar por todos los medios, infructuosamente, que se me lleven por delante.
No sé si es la edad, la experiencia o simple debilidad mental, pero soy incapaz de asumir las consignas, los mensajes, las proclamas de los líderes de opinión que de forma sistemática y machacona llegan hasta mí por gentileza de los diferentes medios de comunicación.
Se me plantea un problema inicial, el de la veracidad. Desde que por razones educativas tuve que viajar cuatro veces al día en el metro, y dado que no existían los móviles, ni siquiera los walkman (para aquellos demasiado jóvenes, dura enfermedad, los casetes portátiles), no había mejor entretenimiento en los trayectos que escuchar las conversaciones ajenas, aprendí que todo el que cuenta algo lo cuenta porque lleva razón. Ergo en el metro solo viajan los que tienen razón o todo el mundo cree tener razón, o existen tantas razones como colores en los cristales con que lo miran.
Así que puestos en esta tesitura me pareció que era estadísticamente improbable la identidad viajero del metro = persona con razón, por lo que, y con una pizca de autoexamen, comprobé que las historias solo las cuenta el que cree, o necesita, o espera firmemente convencido, tener esa razón sin la que todo relato tendría el feo cariz de una confesión.
Pues, tal como decía, será por esto, o no, pero he comprobado que ciertas posturas me generan, desconfianza es un término excesivo, incredulidad no es la palabra, prevención. Eso es, las declaraciones de los líderes de opinión me producen prevención en casi todos los casos, y digo casi todos porque cuando lo que oigo es un mitin de lo que sufro es de bochorno, de vergüenza ajena.
Así que puestos a examinar mi razón, la del color que sea que parece ser variable, he llegado a la conclusión de que me cuesta creer a aquel que me ofrece todo lo que yo quiero, porque yo quiero tantas cosas que dudo que haya dinero para pagarlas y si no hace falta dinero, cosa que me parecería realmente apreciable, no tengo nada clara la sistemática que me proponen para pasar de esta forma inmoral de civilización a la nueva sin dejar un reguero de cadáveres por el camino o sin encontrarme a un mesías  que me arruine aún más la vida. Claro que por otra parte tampoco me creo nada de aquellos iluminados del apocalipsis que solo ven la paja en el ojo ajeno y jamás llegan a ver el ojo, sobre todo porque empiezo a dudar de si la paja estará en el ojo que ven o estará en el propio, o, incluso, en los dos.
Con desesperanza he comprobado que eliminados los anteriores nada me queda por decir de los demás, entre otras cosas porque no me quedan demás con los que poder estar de acuerdo.

Definitivamente, al fin lo he comprendido, mi color es el negro. Seguramente debido a una inexistencia de fotorrecepción, o de audiocomprensión.