Es una vieja reivindicación que
los partidos sistemáticamente ignoran ya que consideran que pone en peligro, y
yo estoy de acuerdo en ello, el férreo dominio que sus cúpulas ejercen sobre la
posibilidad de medraje en sus estructuras y el control sobre el panorama
político. La listas abiertas.
Pero si es una vieja
reivindicación también es una propuesta de actualidad desde las últimas elecciones
y los ultimísimos acontecimientos en el PSOE madrileño.
¿De quién es el escaño? ¿Del
electo o del partido que lo presentó? ¿A quién votaron los electores? ¿A la
persona o a las siglas? Pues depende. Casi con toda seguridad los electores votaron
a la persona en el caso de los cabeza de lista conocidos y, porque no hay otro
remedio, al resto de desconocidos de la lista y simplemente por ir en ella,
pero también los habrá que votaron a la lista por la lista y a pesar de que
alguno de los conocidos que la encabezaban le fuera ajeno o, incluso,
antipático. Así que cuando se produce un conflicto nadie sabe a quién,
éticamente, le corresponde el dichoso escaño.
Pues bien, este dilema quedaría
resuelto con las listas abiertas ya que los electores tendrían la posibilidad
de elegir a sus representantes según su particular sensibilidad y sin necesidad
de afiliarse a unas siglas, o liarse la manta a la cabeza, temporalmente en
cada convocatoria electoral y el escaño sería sin lugar a dudas del elegido y
si renunciase pasaría al siguiente más votado fuera del partido que fuera.
Alguna de las ventajas del
sistema serían un escaño con propietario, que el ciudadano se podría al fin
sentir representado y los partidos tendrían la necesidad de buscar a los
candidatos más convenientes y conocidos para que puedieran ser votados, y no a
una nómina de anónimos componentes de una estructura férrea y casi nunca
compartible.
Pero si esto hasta ahora era
claro la irrupción de una desestructura ideológica de partido como la que
exhibe Podemos hace que sea imprescindible.
El hecho de que en una misma
lista yo esté votando a candidatos que son activistas de diferentes
convicciones, algunas contradictorias e, incluso, algunas moral o éticamente en
conflicto entre ellas, hace que no pueda votar de una forma homogénea. Eso y
que vista la experiencia hasta el momento todos consideran que por ser elegidos
en una lista en la que eran un número más tienen antes el derecho a imponer sus
activismos que la obligación de representar a todos los electores que es, al
fin y al cabo, el mandato real de todo electo.
Y debido a ello nos encontramos
que hay alguien que propone prohibir las fiestas de moros y cristianos, otros
que se niegan a asumir la representación de la institución que encabezan, y por
tanto de sus ciudadanos, según en qué eventos, otros que deciden hablar siempre
en femenino y otros que llevan su activismo personal a intentar imponerlo a
todos los ciudadanos aunque los que no lo votaron sean más que los que sí lo
hicieron.
Yo por lo de pronto, y dejando de
lado propuestas más anecdóticas y chocantes, me siento incapaz de colaborar con
mi voto a que alguien que muestra un problema moral como humanizar a los
animales y deshumanizar a las personas, que es capaz de linchar, de momento
verbalmente, a unas personas a las que tiene la obligación de representar para
demostrar que los animales le importan más, que es capaz de insultar a
ciudadanos que maltratan a un animal, a los que yo también insultaría no siendo
su representante, pero defienden con pasión la posibilidad del aborto libre,
pueda acceder a la responsabilidad de liderar a esta sociedad. Porque, me
ratifico en lo dicho, eso no demuestra otra cosa que un conflicto moral solo
posible en una sociedad decadente y débil en la que todo vale si es lo mío y
nada vale si es lo ajeno. En la que solo existen derechos personales y no
existen las obligaciones colectivas salvo las emanadas de razones personales
impuestas.
Y eso, se mire como se mire,
acaba en dictadura, es la esencia de la dictadura, y el germen de una sociedad
incapaz de formar un proyecto y consolidar una estructura.
Así que una vez más, pero con,
incluso, más argumentos, listas abiertas ya, para evitar en las instituciones
gente que sea como en el dicho de mi tía abuela: “Si es que los hay como mantas
y abrigan como cobertores”.