lunes, 17 de agosto de 2015

Entre mantas y cobertores

Es una vieja reivindicación que los partidos sistemáticamente ignoran ya que consideran que pone en peligro, y yo estoy de acuerdo en ello, el férreo dominio que sus cúpulas ejercen sobre la posibilidad de medraje en sus estructuras y el control sobre el panorama político. La listas abiertas.
Pero si es una vieja reivindicación también es una propuesta de actualidad desde las últimas elecciones y los ultimísimos acontecimientos en el PSOE madrileño.
¿De quién es el escaño? ¿Del electo o del partido que lo presentó? ¿A quién votaron los electores? ¿A la persona o a las siglas? Pues depende. Casi con toda seguridad los electores votaron a la persona en el caso de los cabeza de lista conocidos y, porque no hay otro remedio, al resto de desconocidos de la lista y simplemente por ir en ella, pero también los habrá que votaron a la lista por la lista y a pesar de que alguno de los conocidos que la encabezaban le fuera ajeno o, incluso, antipático. Así que cuando se produce un conflicto nadie sabe a quién, éticamente, le corresponde el dichoso escaño.
Pues bien, este dilema quedaría resuelto con las listas abiertas ya que los electores tendrían la posibilidad de elegir a sus representantes según su particular sensibilidad y sin necesidad de afiliarse a unas siglas, o liarse la manta a la cabeza, temporalmente en cada convocatoria electoral y el escaño sería sin lugar a dudas del elegido y si renunciase pasaría al siguiente más votado fuera del partido que fuera.
Alguna de las ventajas del sistema serían un escaño con propietario, que el ciudadano se podría al fin sentir representado y los partidos tendrían la necesidad de buscar a los candidatos más convenientes y conocidos para que puedieran ser votados, y no a una nómina de anónimos componentes de una estructura férrea y casi nunca compartible.
Pero si esto hasta ahora era claro la irrupción de una desestructura ideológica de partido como la que exhibe Podemos hace que sea imprescindible.
El hecho de que en una misma lista yo esté votando a candidatos que son activistas de diferentes convicciones, algunas contradictorias e, incluso, algunas moral o éticamente en conflicto entre ellas, hace que no pueda votar de una forma homogénea. Eso y que vista la experiencia hasta el momento todos consideran que por ser elegidos en una lista en la que eran un número más tienen antes el derecho a imponer sus activismos que la obligación de representar a todos los electores que es, al fin y al cabo, el mandato real de todo electo.
Y debido a ello nos encontramos que hay alguien que propone prohibir las fiestas de moros y cristianos, otros que se niegan a asumir la representación de la institución que encabezan, y por tanto de sus ciudadanos, según en qué eventos, otros que deciden hablar siempre en femenino y otros que llevan su activismo personal a intentar imponerlo a todos los ciudadanos aunque los que no lo votaron sean más que los que sí lo hicieron.
Yo por lo de pronto, y dejando de lado propuestas más anecdóticas y chocantes, me siento incapaz de colaborar con mi voto a que alguien que muestra un problema moral como humanizar a los animales y deshumanizar a las personas, que es capaz de linchar, de momento verbalmente, a unas personas a las que tiene la obligación de representar para demostrar que los animales le importan más, que es capaz de insultar a ciudadanos que maltratan a un animal, a los que yo también insultaría no siendo su representante, pero defienden con pasión la posibilidad del aborto libre, pueda acceder a la responsabilidad de liderar a esta sociedad. Porque, me ratifico en lo dicho, eso no demuestra otra cosa que un conflicto moral solo posible en una sociedad decadente y débil en la que todo vale si es lo mío y nada vale si es lo ajeno. En la que solo existen derechos personales y no existen las obligaciones colectivas salvo las emanadas de razones personales impuestas.
Y eso, se mire como se mire, acaba en dictadura, es la esencia de la dictadura, y el germen de una sociedad incapaz de formar un proyecto y consolidar una estructura.

Así que una vez más, pero con, incluso, más argumentos, listas abiertas ya, para evitar en las instituciones gente que sea como en el dicho de mi tía abuela: “Si es que los hay como mantas y abrigan como cobertores”.

jueves, 13 de agosto de 2015

Puente Sobreira

Ayer estuve en tu puente, papá, en ese puente de piedra, umbrío, oculto entre arboles, silvas y casas en ruinas que tanto significó en tu niñez y en la de tus hermanos. Ese puente al que te acompañé unos meses antes de que tu enfermedad empezara a alejarte de mí y acercarte a su memoria.
Cerca de Faramontaos, en Sobreira, puente que ahora transitan los peregrinos y algún vecino que ocasionalmente precisa de su concurso para cruzar un río de aguas escasas este año, tan escasas que apenas son un encadenamiento de charcos sin corriente entre ellos. Puente ante el que, más allá de flujos y reflujos de su caudal, el tiempo, el recuerdo, la memoria, que tan escasa te es de este momento presente, parecen florecer y hacerse un centro fundamental de los retazos de tu vida que aún no se han ocultado tras el traicionero velo de la enfermedad.
Recuerdo aún con emoción la visita que hicimos. Recuerdo aún tus ojos, tu sentimiento, tus palabras en el momento de visitarlo. “Mi puente”, decías, “mi puente”. Casi como un mantra, como un intento desesperanzado de retener junto a ti lo que se te escapaba, de transferirme la memoria que sentías perder para que yo pudiera perpetuar esa vida que tú tanto añoras. La abuela en su escuela dando clase, los niños de tu época, la casa en la que vivías, vuestras correrías.
Y por eso, para poder cumplir ese deseo, he ido yo ayer hasta el puente. Acompañado de mi hija para que ella sea depositaria de esa memoria que tú quisiste compartir conmigo antes de que se desvaneciera, de que se perdiera en esa maraña de tristeza, de incomprensión, de palabras extrañas con la que tu enfermedad te castiga en tus escasos momentos de lucidez.

Desde Puente Sobreira, papá, te quiero, te recuerdo, te revivo.