jueves, 31 de diciembre de 2015

Día a día

Hace tiempo ya, papá, que no te escribo. Hace tiempo que no fluyen las palabras, la tuyas hace más, las mías algo menos, y se escancian en renglones de un cuaderno. Hace tiempo, papá, que la rutina de acercarte cada día a un abismo, no pone en marcha el reflejo de contarte, de contarme, de contar a quien quiera escucharlo, que cada día estamos más cerca del abismo. Hace ya algún tiempo, papá, que el deterioro que tus actos marca , que tu carencia de palabras explica, que tu declinar físico hace patente,  un día a día de rutina que no nos sobresalta.
Es la decadencia, papá, una rutina que se va apropiando del tiempo, de la vida, del alma, no solo de la tuya, papá, que en cierta forma ha volado, si no de la de todos los que, a tu lado, somos testigos de su marcha. Día a día te miramos, te evaluamos, nos alegramos de no apreciar ninguna diferencia o nos acongojamos, se nos hace un nudo interior y férreo, porque las señales  no son más favorables. Nada llamativo, papá, un gesto, una mirada, o su ausencia, una palabra, o su ausencia, que nos ponen sobre aviso, que nos dan un toque de atención, una llamada. Pero esto como digo, papá, es día a día, como día a día te asomas a mirarte, como día a día te preguntas “¿cómo estará?” por la mañana, para por la noche no saber que responderte.
Día a día, que fatal escala de tiempo que no pasa. Que fatal medida de sopor del sentimiento, de rutina. Que cruel acumulador de espacios que no parecen transcurridos hasta que mirando para atrás, en un momento, te percatas de que el tiempo sí ha pasado, de que los males, que el día a día parece ocultarte, han sucedido ante tus ojos sin que pudieras advertirlo. Día a día el deterioro va avanzando y día a día lo aceptas sin sumarlo y, pasados muchos días, día a día, te encuentras el daño acumulado. Como el discurrir de la aguja de las horas en la esfera, como el deslizar en un tobogán que no se acaba: nada se mueve, ni se para.

Hace ya tiempo, papá, que no escribía porque la rutina del mal me amordazaba. Todos los días esperando que decirte, todos los días esperando a que contaras, todos los días observando, acechando, me volvía a casa sin palabras, sin reparar en que cada día en mi retorno acumulaba una letra más, que día a día, iban conformando esta carta.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Tirarse los trastos

Hay una frase en castellano que se utiliza para conflictos sin posibilidad de arreglo: “tirarse los trastos a la cabeza”. Y eso es lo que creo que está pasando últimamente. Hay gente que parece considerar que está en su mano forzar un cambio de la historia y, sobre todo, que ese cambio se tiene que producir ya, de su mano, en el breve periodo de un, perversamente llamado, mandato.
Tal vez sería conveniente que alguien les explicara que la historia es inamovible, pertinaz, histórica, aunque parezca una redundancia, y aquellos que pretenden cambiarla, adaptarla a sus deseos, ideologías o necesidades, reciben el cordial título de manipuladores.
Y la largada ¿a qué viene?, pues viene, y va, como el flujo y el reflujo, a la decisión de cambiar los nombres de ciertas calles de Madrid. ¿Es que me parece mal? No. Me parece que las personas implicadas en las muertes de compatriotas por motivos ideológicos no deben de ostentar ningún tipo de reconocimiento público. Ninguna persona y ningún reconocimiento. Pero  estrictamente. No me parece bien que se quite un nombre por motivos políticos y se sustituya por personajes políticos de ideología contraria. A ciertas personas el haber perdido una guerra no las exime de sus culpas antes de que se produjera el conflicto y durante su desarrollo. Eso es tirarse los muertos a la cabeza y me parece un ejercicio innoble, indigno, porque es considerar que en esa guerra, en ese nefasto momento de nuestra historia, hubo muertos de primera y muertos de segunda, y olvidar que muchos murieron donde les tocó, donde les pilló el horror, y su muerte nada tiene que ver con ideologías o valores.
¿Es que solo hubo asesinos en un bando? ¿Es que una denigrada legalidad, puesta en cuestión por muchos de los que ahora la reclaman, justifica las barbaridades cometidas? ¿Es que no todos tenemos muertos en ambos bandos? ¿Es que la historia que me han contado mis mayores, de ambos bandos, de muchas facciones, se la inventaron y solo la saben algunos iluminados de hoy en día?
Tirarse los muertos a la cabeza solo genera más frentismo, más intolerancia, más resquemor entre aquellos que, incapaces de sustraerse a la provocación de ciertas actitudes revanchistas, entran en el juego de los que caen en la tentación, la osadía, de hacer películas de buenos y malos que nunca pueden soportar el menor rigor histórico.
Yo, sinceramente, en este tema encargaría unas placas del callejero que den la opción de cambiar el nombre a voluntad del que gobierne en ese momento. Eso supondría un ahorro considerable con vistas al futuro. O eso, o poner en las calles sus nombre antiguos, o nombres de personajes universales que hayan contribuido al bienestar de la sociedad, de personajes que, el día de mañana, no puedan ser objeto del mismo sectarismo que ahora se pretende perpetrar.
¿Es que los nuevos nombres no se merecen un reconocimiento? Si, definitivamente sí. Pero lo que no se merecen es ser utilizados para un quítate tú para ponerme yo, para un uso que pueda ser cuestionado en el futuro, y en el presente. No olvidemos que entre los nombres propuestos está el de Santiago Carrillo, figura histórica y al que los españoles tenemos que agradecer su cuota parte en la actual constitución y en la construcción de la actual convivencia, cuya figura siempre arrastrará su implicación en ejecuciones colectivas por motivos ideológicos.
Todos los que vivimos tenemos fantasmas, claroscuros, pasajes de nuestra vida de los que no sentirnos orgullosos, pero no  se puede, en nombre de nada ni de nadie, intentar tapar una parte de la historia que no guste ignorando olímpicamente que existe otra parte de la población que se siente más identificada con esa parte que se pretende borrar, que se quiere reescribir. Es una inversión en problemas de convivencia en el futuro.

Es justo reivindicar a los muertos, es justo poner bajo la lupa a todos los personajes que vivieron esa atrocidad, pero lo que no es justo es considerar que todos los buenos estaban en un bando y todos los malos en el otro. Esa es otra forma de provocar en la historia un bandazo que antes o después tendrá que ser corregido, posiblemente, históricamente, con otro bandazo. Y los bandazos se dan, sobre todo, en tiempo de tormenta, y pueden acabar en un naufragio.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Una historia chusca

Hay historias que son chuscas, historias que reflejan como el exceso de celo, entusiasmo o razón, pueden llevar a la estulticia.
Asistí hace un par de años, en la ciudad portuguesa de Tomar, al primer encuentro de caballeros templarios al que acudieron grupos de toda la península y de otros países allende los Pirineos. Había agrupaciones de caballeros templarios de diversas ciudades, unas con mayor rigor histórico y otras con mayor carga tradicional y, o, turística.
Tomar, ciudad que acogió a los templarios en su persecución, ciudad que conserva aún construcciones y restos ligados a los caballeros de la Orden del temple, quería hacer un homenaje a tan controvertidos personajes reuniendo en un desfile,  y conmemorando con mercadillos y actos de aire medieval, a todas las asociaciones, cofradías o capítulos que rememoran su existencia.
Y cuento esto porque de entre todos los que se presentaron para participar hubo una agrupación española que vio como los organizadores rechazaban la inclusión de parte de sus miembros ¿Porque llevaban los uniformes equivocados? No, ni por eso, ni por ningún problema de vestimenta, acreditación o pertinencia. Los miembros rechazados eran mujeres y los organizadores portugueses, cargados de razón, no entendían que en España se admitiera la existencia de “caballeras templarias” ya que nunca habían existido. En todo caso ellos no las admitieron y las “caballeras templarias” y sus acompañantes, indignados, no participaron en el desfile.
Y es que, en España, como somos los más modernos, los más avanzados del mundo mundial, eso de las tradiciones es algo que cualquier recién llegado se siente con capacidad para eliminar, cambiar o adaptar a sus preferencias particulares alegando toda suerte de modernidades propias y oscurantismos ajenos.
Recordemos que ciertos concejales, de cierto partido por cierto ayuntamiento, decidieron que a partir de resultar electos realizarían todas sus intervenciones utilizando el femenino con objeto de reivindicar la igualdad de género, lo que, así a bote pronto, me parece una estupidez supina, y pensándolo mejor, digno de soplagaitas.
Y todo esto viene por la noticia de que alguien en el ayuntamiento de Madrid se planteó que en estas navidades sería bueno que existieran reinas magas. ¿Qué eso que es lo que es? ¿? Y yo que sé. En principio creí que el título correspondía a alguna comedia perdida de Tono o de Miura, pero al ver que no, que la cosa parecía ir en serio, me puse a repasar textos y no fui capaz de encontrar la tal figura en ninguna tradición, en ningún tratado histórico.
Yo que creí que una vez eliminado Gallardón de la vida pública las fiestas navideñas en Madrid ya no podrían empeorar, incluso que podrían mejorar, pero me he encontrado, entre esta historia, la del belén y las luces de diseño, con un todavía más moderno, triste, perverso e insulso planteamiento de las navidades en nuestra capital.
Está claro que alguna mente, de un brillo que no nos permite atisbar su brillantez, ha decidido que tiene que pasar a la historia. Él, o ella, pensará que por su capacidad de innovación, su compromiso con enseñar a todos su verdad y su lucha por la igualdad. Otros, ellos y ellas, pensaremos que por su capacidad chusca.
El caso es que sea por lo que sea lo que sufre con esta historia es la ilusión que los niños, y los no tan niños, tenemos puesta en una de las pocas fiestas que exaltan el escasísimo sentido mágico de la vida. Todos los medios de comunicación, entrando en un juego triste, se han puesto a comentar la noticia abiertamente, sin pensar en, ni penar por, el daño que se realizaba difundiendo esa noticia a los cienes y cienes de niños, y no tan niños, que aún, afortunadamente, creemos en Los Reyes Magos.

Claro que a lo mejor se trata de eso, de eliminar la ilusión, de acabar con el sentido mágico, de hacer de todos nosotros, permanentemente, unos esclavos de la razón más fría, de que todos pertenezcamos a un tipo y mentalidad única que ya se encargaran algunos, los listos, los superiores moralmente, los poseedores de las verdades absolutas, de dictar en que consiste. Peligroso verbo. Dictar. 

lunes, 21 de diciembre de 2015

Ni para ti ni para mi

Entre mi mujer y yo  hay una frase que nos ha dejado la experiencia y que sirve para recordarnos que las cosas no habladas, las cosas que no se cierran con tiempo y comunicación acaban pudiendo ser un auténtico despropósito.
Viene la frasecita de cierta vez que nos alojamos un par de días del mes de diciembre en una casa que habitualmente alquilábamos durante el mes de agosto. Avisamos a los dueños que íbamos a hacer un viaje por aquella zona y, como la casa estaba vacía, nos dijeron de usarla, cosa que aceptamos dado que después de tantos años es como nuestra casa. No preguntamos cuanto nos costaría, no nos dijeron cuanto nos costaría, la casa en agosto es barata, eran dos noches, no es una empresa… pero cuando preguntamos, casi por cortesía, lo que debíamos surgió la frasecita: “Mira, ni para ti ni para mi… “, seguida de un importe disparatado, casi de hotel de lujo. Tardamos algún tiempo en superar el estupor y una vez superado nos quedó la cartera bastante más vacía, la frase para la memoria y una amarga, pero divertida, experiencia.
Bueno, pues cuando esta mañana he leído el resultado de las elecciones lo primero que me ha venido a la cabeza ha sido la dichosa frasecita. Primero he pensado que mi cabeza se atenía solo al sentido literal de la frase, es decir, no hay ganador –ya se, ya se, todos han ganado-. Pero intentando entenderme un poco más he comprobado que no, que estaba pensando en la experiencia completa, en que de esto vamos a salir un poco, o bastante, más pobres, y al cabo de un tiempo vamos a quedarnos con una experiencia amarga -incapacidad de pactar, de llegar a acuerdos, frentismo, intolerancia- y divertida, aunque el humor sea negro y la risa nerviosa.
Ya la exhibición de incapacidad de actitudes de estado del día después es patética. Todos hablan de diálogo al tiempo que afirman rotundos que ya tienen su postura decidida. ¿De qué diálogo hablan? ¿De quedar a tomar café? ¿De comentar las anécdotas de la campaña electoral? ¿De hablar mal de los que no están presentes? ¿De comentar sobre el tiempo o el coste de la cesta de la compra?
Tengo la impresión de que los viejos partidos están dispuestos a infringir un severo castigo al pueblo por su osadía de salirse de la fila, y la aún más triste impresión de que los nuevos partidos mean agua bendita y cuando quieran darse cuenta la gente, castigada por sus incapacidades y falta de cintura, volverá desencantada a la fila. Más pobre, más triste y experimentada, pero sobre todo habiendo perdido una oportunidad y una cuantas hilachas más de libertad.

Al final ni para ti ni para mí, para ellos, para los de siempre, contra los de siempre. El juego continúa y las cartas están marcadas. 

viernes, 18 de diciembre de 2015

El Efecto Mariposa

Lo decía hace poco, hace nada. Si me llego a retrasar una semana incluiría lo de hoy en lo de entonces. La realidad es tozuda, en este país por lo menos, y se empeña en dar y quitar razones. En mi caso de dar, desgraciadamente.
España es un país de antis, mucho más de antis que de pros, y solo desde esa perspectiva podemos entender ciertos comportamientos, ciertas carencias morales y éticas, ciertas dejaciones lamentables de humanidad.
Lo decía hace demasiado poco y, aún a riesgo de repetirme, lo reafirmo. En España no somos de izquierdas ni de derechas, no somos monárquicos o republicanos, no somos religiosos o laicos, no, somos anti monárquicos o anti republicanos, somos antifascistas o anticomunistas, somos anti católicos o anti laicos, antisemitas o anti islamistas, y una vez que hemos definido contra que estamos por defecto atisbamos lo que nos queda ser, y, por ende, lo somos hasta el paroxismo, con la desesperación propia del que no quiere que lo consideren lo que anti es.
¿Qué no? ¿En que otro país un líder político sería justificado y jaleado por un ataque personal contra otro candidato? ¿En que otro país se permitiría una pertinaz, agobiante, casi exclusiva, retórica del y tú más durante décadas, sin otro argumento político positivo? ¿En que otro país habría tanta gente, además aparentemente inteligente, que se alegrara de una acto absolutamente reprobable?
La violencia se condena o no se condena. Sin matices, sin justificaciones, sin bandos ni bandas, sin sonrisas de complicidad. Y cuando la violencia se condena, se condena incluso la propia, la que en algún momento ejercemos y debemos de reconocer, la que en algún momento podemos considerar inevitable sin dejar de ser culpable.
Es posible, todo el mundo lo dice, que la salida de tono del señor Sánchez el otro día no tenga nada que ver con el acto de violencia contra el señor Rajoy. Es posible. Es claro que en ningún momento el señor Sánchez intentó, o previó, que un lunático asestara el ya famoso puñetazo. Es más, estoy convencido del rechazo absoluto por su parte de la agresión. Pero la violencia, la de los lunáticos, la de los iluminados, la de los antis más extremos, se alimenta de un clima que cuanto más denso, cuanto más sucio, más va cargando de sinrazones a los alunados.
Ninguno de nosotros, nadie en las redes sociales, parece comprender que ciertos niveles de crítica, que personalizar ciertas conductas, que nuestra incapacidad evidente de separar lo público de lo privado, que nuestra incontinencia denigradora contra determinadas personas, alimenta la enfermedad de individuos que se sienten justificados en su dolencia. Nadie parece reparar en que las palabras también están sujetas al efecto mariposa.
Hace ya algunos años, y con motivo de una elecciones, escandalizado por ciertos mensajes de todo signo que atentaban contra la dignidad más básica de personas cuyo único delito inicial era presentarse a un proceso público bajo determinadas siglas, escribí una proclama que se llamaba “A mí no” y que lo único que pedía era que no me hicieran llegar ningún tipo de mensaje, de ningún signo, o partido, o tendencia, que afectara a la dignidad de una persona. Y me costó amigos, de todos los signos, de todas las tendencias, de varios partidos.

Yo voy a empezar por reconocerlo. Yo he contribuido a que un pobre chalado le pegara al Presidente del Gobierno de mi país. Y tú. Tú también.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Y viceversa

Llevo una larga temporada dándole vueltas en mi cabeza con inquietud, con resignación, con envidia. Llevo, en realidad, toda la vida comprobando como los demás países de nuestro entorno, civilización, “mundo”, e incluso los de otros, se agrupan en torno a unos símbolos que parecen identificarlos incluso cuando se matan entre ellos. Y mientras en el nuestro la tendencia es la de que esos mismos símbolos nos separen y enfrenten.
Y no lo entendía. Y digo no lo entendía porque creo que atisbo una posible explicación. Ya la anticipaba don Machado, el señor Antonio, en su poema, pero creo que no se ha verbalizado, explicitado, expuesto, con el rigor y la claridad debidos. No sé, porque ni mi titulación, ni mi experiencia, ni mi humildad intelectual me lo permiten, aseverar que todo el problema tiene un origen histórico, que todo el problema es una consecuencia de eso que ahora llaman geopolítica, esto es, de la situación geográfica de nuestra península que ha hecho que a lo largo de la historia todo el que quisiera entrar o salir, subir o bajar, y de paso echar una siestecita de siglos, lo tuviera que hacer por este solar que es la península ibérica.
Que alguien quería salir del Mediterráneo para explorar nuevas costas, nuevos mares, nuevos horizontes, por la península Ibérica, y montamos unos puertos base para facilitar las idas y venidas, y viceversa. Que alguien en el norte de África quería expandirse hacia Europa, tres cuartas de lo mismo, y viceversa.
Y la consecuencia inmediata es que tenemos una historia en la que, por periodos, hemos sido conquistados, reconquistados y conquistadores. Es decir, que nos hemos pasado tooooda la historia con un enemigo enfrente, sin parar. Un sinvivir que, sospecho, ha sido el origen de que en España no seamos capaces de tener una visión conjunta, un objetivo compartible, la capacidad de emprender tareas comunes ni a corto, ni a medio, ni a largo plazo.
Que un gobierno promueve una ley, el primer objetivo del siguiente es derogarla o mejor hacer una contraria si es posible. Que alguien tiene una idea brillante, lo primero es ver si podemos descalificarlo personalmente, profesionalmente, humanamente. Porque, señoras y señores convenzámonos, España es un país de antis.
La gente en general no es de esto o de aquello, no, la gente es de esto o aquello porque esta contra lo otro. Voy a intentar poner algún ejemplo y seguro que lo entienden mejor.
Tomemos el reciente incidente de Rossi y Marquez, creo que hasta los que no siguen habitualmente el deporte han conocido el tema. Mientras Italia en bloque se ponía del lado del piloto de su país y negaban hasta lo evidente, el derribo intencionado de Marquez, en España había, casi, más voces a favor de Rossi que de los dos pilotos españoles implicados en el suceso, y además víctimas, uno por activa y otro por pasiva. Rossi había cometido una felonía, era italiano y recibía el apoyo de los españoles… insólito. Si, insólito si este fuera otro país.
“¿Por qué?” que preguntaría otro divisor de las afinidades patrias. Porque en España cualquiera que tenga éxito lo primero que debe de contar es cuantos detractores tiene. Si no tienes detractores es que eres un fracasado, un “mindundi”, un donnadie. Así que Márquez, el campeón del mundo más joven de la historia del motociclismo, y Lorenzo, el primer piloto español competitivo en la categoría grande de este mismo deporte, lo primero que generaron al tener éxito fue un abundante, y por supuesto feroz, club de antis, y estos antis se encontraron con un amigo común y se hicieron de Rossi, no por empatía, no por simpatía, por antipatía. ¿Y los que apoyaron a Márquez y a Lorenzo? Seguramente eran anti Rossi, bueno, y alguno habría, seguro, que fuera capaz de posicionarse sin ser anti, espero.
Es así que el primer paso para ser del Madrid es ser anti atlético y anti barcelonista, y viceversa. Que el primer paso para ser de izquierdas es ser anti derechas, y viceversa. Que el primer paso para ser catalán es ser antiespañol, y viceversa. Que el primer paso para ser progresista es ser anti taurino, anti católico y anti tradicional, y viceversa.
Por eso, desgraciadamente, para posicionar a alguien, en España, no debes de preguntarle a favor de que está, si no en contra de que, en contra de quien, en contra de cuando, solo así te podrás hacer una verdadera imagen del perfil de tú interlocutor, y, posiblemente, viceversa.
Pues eso, que mire a donde mire, use el ámbito que use, hable de lo que hable, siempre, inevitablemente, con furia vesánica, porque esta es una de sus principales características, encontraré en primera línea de trinchera, luchando con una ferocidad digna de mejores logros, toda una cohorte de antis dispuestos a oponer la sinrazón de sus descalificaciones a cualquier argumento que se intente aportar.

Eso sí, y viceversa.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Todos contra Todos

La integración en las sociedades que tienen un componente multicultural no se consigue a golpe de ley, ni a golpe de censura, ni a golpe de discriminación positiva. Solo una labor pedagógica de años, la convivencia diaria y el conocimiento del otro pueden llevar a que esa tolerancia necesaria pueda darse y no imponerse.
Somos muy dados en esta sociedad marchita, adocenada, decadente, a que aquellos que tienen voz, aquellos a los que se les ha otorgado la voz para que hablen por nosotros, en una clara dejación de sus funciones, confundan su voz con la voz de aquellos a los que representan y, lo que es peor, secuestren la voz de sus representados en una labor de sórdida censura cuando estos dicen, o lo intentan, aquello que a los excelsos representantes de sí mismos les parece inconveniente.
Posiblemente una de las abominaciones más flagrantes de un tiempo a esta parte es todo aquello que engloba, que supone, que se guarece bajo la mediocridad de la expresión “políticamente correcto”, porque cuando algo es políticamente correcto es que es solo parcialmente cierto, tendiendo el porcentaje de certeza de la expresión a cero.
No se le puede pedir a una sociedad que viva en un retroceso permanente de sus usos y costumbre solo para que aquellos que llegan se sientan más cómodos y además que calle y otorgue. No se puede acusar permanentemente a un colectivo mayoritario de intolerante o fascista porque no permita de buen grado la imposición de hábitos que chocan y agreden a los suyos propios, consecuencia de siglos de evolución y cultura. No se puede acallar a la gente que en la calle percibe una realidad, indeseada por políticos y comunicadores, llamándoles racistas, xenófobos o fachas, aunque en determinados casos lo sean, porque aquellos que son insultados por su percepción de lo que les rodea no van a cambiar esa percepción siendo vilipendiados, etiquetados, despreciados, antes bien se convertirán en unos irreductibles propagadores de su idea, en unos enemigos acérrimos y beligerantes de lo que rechazan.
Porque una cosa es lo hablado y otra cosa es lo vivido. Porque una cosa es hablar desde un barrio acomodado sin problemas de convivencia y otra es ver como tu barrio de toda la vida, tu barrio modesto y tradicional, se va convirtiendo en un gueto en el que tú eres el extraño, en el que puedes llegar a ser mal mirado por hacer tu vida de siempre. Porque una cosa es tener un empleo bien remunerado y solvente y otra cosa es ver que los nichos de trabajo no especializado te son inaccesibles por ser nativo. Y además no puedes decirlo, es políticamente incorrecto. Los que tenemos un buen trabajo, los que vivimos fuera de las zonas marginales, te vamos a llamar racista, facha, xenófobo y vamos a usar todos los medios a nuestro alcance, políticos, de difusión, legales, para hacerte comprender a ti y a los a los demás equivocados lo impropio de su conducta.
 Solo habremos conseguido fomentar el odio de los estigmatizados y, eso sí, vernos con un halo de santo apostolado, civil, laico, progresista, políticamente correcto.
Pues nada, nada, santos varones del mundo cultural, del mundo político, del mundo social, de las élites, a seguir así, a seguir vaciando nuestra equívoca conciencia sobre las espaldas de los que no tienen derecho ni siquiera a su propia conciencia. A seguir pontificando desde nuestra atalaya diciendo que no hay barro al pie de nuestra casa mientras la gente se va hundiendo en él. Mantengamos nuestros privilegios y fustiguemos, hostiguemos, insultemos y despreciemos a todo aquel que remueva la placidez de nuestra buena conciencia.
Sigamos permitiendo los guetos, los vivenciales, los educativos, los laborales, incluso los de protección social, y seguiremos teniendo marginalidad, violencia, terrorismo y, sobre todo, sobre todo, una sociedad intolerante de todos contra todos. Sigamos negando la realidad por políticamente incorrecta y seguiremos teniendo una  suerte de capas sociales, étnicas y culturales absolutamente impermeables unas con otras.

Y después nos sorprendemos de París, de Londres, de Madrid… 

jueves, 19 de noviembre de 2015

Tiempos de Silencio

Hay tiempos de silencio, papá. Hay tiempos en los que las palabras no dicen nada de lo que nos pasa por dentro. Tus palabras, papá, mis palabras. Las tuyas escasas, extrañas, imposibles ya de entresacar significados salvo por el contexto y los gestos, cuando los haces, cuando te apetece, cuando una cierta luz consciente te acompaña. Las mías escasas, lejanas, siempre pendientes de tantas cosas que a veces las importantes se quedan aparentemente enmascaradas, en realidad clavadas en lo profundo sin capacidad de brotar a la luz de las letras.

Pero el silencio no significa ausencia, física, emocional, porque esa ausencia es imposible que se produzca ni por un solo instante. Todos a tú alrededor, todos, tú el primero, somos reos de la situación y de esa evolución que nos tiene en vilo, en una situación permanente de observación y alerta. Todos siempre pendientes de tu humor, del más leve de tus gestos, de cualquier palabra, movimiento, actitud que veamos en ti. 

Pero independientemente de los silencios, de los tiempos, de los humores captas en el entorno actitudes, gestos, palabras que hasta tu enfermedad nos eran ajenos. Aún recuerdo cuando nos comentaron del padre de unos amigos que había caído enfermo y que tenía a veces comportamientos agresivos. Con cuanta distancia, con cuanta prevención lo mirábamos entonces. Con cuanta ignorancia, papá.

Ahora, cada vez más, recibes la ayuda cómplice, inesperada, reconfortante, de algún desconocido, muchos jóvenes, y cuando vas a darle las gracias escuchas sus palabras: “Si, también mi abuelo… “ , “Mi madre también… “, y se establece una suerte de solidaridad, de fraternidad en la que insospechada, sorprendentemente te ves involucrado y participando.

Maldita enfermedad, papá, maldita y extendida enfermedad que hace que te vea en tantos rostros, que me vea en tantos acompañantes, que me refleje en tantos dolientes entornos enfermos como el nuestro.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Carta abierta

Estimados Señores Bienpensantes:
Es ciertamente curioso que tenga que empezar esta carta por estar total y absolutamente de acuerdo con el planteamiento que ustedes hacen respecto al terrorismo que hoy en día asola nuestro mundo. Tienen ustedes toda la razón, esto no se soluciona definitivamente con más muertes, con venganzas, con una radicalización de la postura represiva de los países de la llamada civilización occidental contra los llamados países radicales islamistas. Es verdad, este tipo de problemas solo podrán solucionarse definitivamente con educación, con justicia, con información, con transparencia y sobre todo, con libertad, con igualdad y con fraternidad (o en francés, me da lo mismo).
El problema, muy señores míos, es que no conozco a ningún país occidental, ni oriental, ni cristiano, ni islámico, ni aconfesional, que esté dispuesto a poner en liza estos valores, porque entre otras cosas son contrarios a sus intereses últimos. Pero claro, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que la razón, ahora mismo, en este problema que nos acucia, se paga con una moneda que tiene un valor incalculable. Este problema ahora mismo se paga con vidas de inocentes.
Porque estoy dispuesto a comprarles, en realidad hace tiempo que la adquirí, la idea de que los malos en realidad son buenos engañados por los verdaderos malos. Que son víctimas de un reparto lesivo y cruel de la calidad de vida que proporciona la riqueza a lo largo y ancho del planeta, que son víctimas de la falta de armonía que producen el sectarismo, el fanatismo, la estulticia de la desigualdad más severa, en todos los órdenes vitales. ¡Comprada!
Pero el problema ahora mismo no es hacer un balance de culpabilidades, que es a lo que ustedes se meten, el problema de ahora es el pago diario, en la moneda antes mencionada, que la inacción nos reclama. Así que necesitamos una solución urgente, aunque no sea definitiva. Una solución económica en vidas y en libertad.
Podemos, claro que podemos, lo estamos haciendo, seguir pagando en sangre de inocentes, inocentes víctimas, las faltas cometidas en el pasado y en el presente y seguir pagando hasta que el futuro, o la aniquilación, nos alcancen. O pagar en sangre de inocentes, verdugos inocentes, la incapacidad pretérita de un mundo justo  y cabal y erradicar ciertas actitudes intolerantes impermeables al dialogo, a la razón, a la tolerancia y no digamos ya a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad (o en francés, me da lo mismo).
Parece ser que ustedes por el momento están por la labor de pagar en sangre de víctimas inocentes, la mía si se da la casualidad de que una víctima verdugo se cruza en mi camino, pero yo no estoy por la labor. En la ley de matar o morir, sin alternativas, como parece que es este momento, yo siempre estoy a favor de los vivos, por propio y egoísta interés, es cierto, pero lo asumo.
Permítanme por tanto que aporte una receta que va en contra de mis principios pacifistas. Primero parar la sangría en la que estamos inmersos y después hacer un mundo justo, sin vencedores ni vencidos, ese en el que desde el principio estamos de acuerdo usted y yo, pero ellos no. Un mundo pleno de liberté, egalité et fraternité (o en español, me da lo mismo)

Suyo afectísimo un bienpensante vivo que quiere seguir estándolo.

sábado, 14 de noviembre de 2015

Nosotros y Los Otros

Hoy la sangre me corre por fuera. Hoy la sangre, mi sangre, tu sangre, nuestra sangre, no obedece a cauces y se derrama a nuestros pies como una demanda asombrada, sorprendida, casi diría que inocente, de explicación a su estancia en un lugar indebido. Hoy, conmocionado, fatalista, casi incrédulo, contemplo ese inmenso charco que la humanidad va haciendo con su sangre, con nuestra sangre, con mi sangre, a los pies de unos asesinos que nunca dan la cara. Porque los que dan la cara, aunque sea tapada, porque los que dan la cara, aunque sea con su muerte, no son los verdaderos asesinos. No, esos también son víctimas, del fanatismo, de la intolerancia, de los intereses espúreos y nunca declarados de aquellos que manejan los hilos de la humanidad con una inhumanidad que los retrata.
¿Por qué hoy? Me pregunto y la respuesta es obvia pero puramente emotiva. Hoy porque toca, hoy porque me toca, hoy porque las víctimas podrían ser yo, hoy porque, desgraciada, cínica, despiadadamente las víctimas pertenecen a mi mundo, a mi nivel de conciencia y convivencia.
Sí, es cierto, la sangre de la humanidad se derrama todos los días un poco. La sangre, la nuestra, la mía, se derrama con cada ejecución, con cada conflicto tribal, racial, territorial o religioso, se derrama con cada refugiado muerto en su lucha por huir, que hace que nos desangremos colectivamente en muertes tan inútiles como provechosas solo para intereses que ni llegamos a aprehender.
Hoy la sangre, mi sangre, nuestra sangre, brota un vez más,  y otra, y otra, y otra, intentando manchar unas manos que, protegidas con guantes de inmoralidad, con guantes económicos y prepotentes, incapaces de impregnarse de la humanidad imprescindible para percibir la mancha en sus propias carnes, sigue azuzando a los demás hacia la muerte. Porque ellos, los verdugos, los auténticos asesinos, son aquellos que proporcionan los medios, las armas, las cargas ideológicas y/o teológicas para que esas víctimas, que serán ahora llamadas verdugos, extiendan su incapacidad de comprender la vida, la suya y la de los demás, como el único bien que realmente posee el ser vivo, como el único bien al alcance de la vida.
Y mientras, mientras yo reflexiono, mientras tú te indignas, mientras él clama por la justicia, mientras nosotros nos condolemos, hoy más de lo habitual, ellos simplemente limpian el charco y ponen los medios para que la sangría no pare.

Mañana podremos ser nosotros. Mañana seremos nosotros, sin duda, los que volaremos por los aires, o zozobraremos en medio del mar y nos ahogaremos, o seremos tiroteados a la vuelta de la esquina, o mataremos, llenos de justa indignación, a otros. Mañana, insisto, podremos ser nosotros, pero el beneficio, la victoria, siempre será de los otros.

domingo, 1 de noviembre de 2015

La OMS, casi na

Dicen por ahí, prácticamente todo el mundo, que las siglas O.M.S. corresponden a la Organización Mundial de la Salud. Lo dicen tantos que tal vez sea cierto, o tal vez solo corresponden con el objetivo inicial de su fundación. A mí, que en realidad no soy nadie importante, y vista la trayectoria y hechos de tan campanuda institución, me parece que se corresponderían más con Organización de Mercadotecnia Sanitaria.
Este último y chusco episodio de las carnes rojas y las carnes tratadas parece una huida hacia adelante por la imposibilidad, incapacidad, contraindicación, de denunciar algo que muchos llevamos denunciando hace ya algún tiempo: la insana manipulación de todo tipo de alimentos que las grandes industrias de origen, tratamiento y comercialización hacen de los productos para un mayor beneficio económico.
Meter en el mismo saco una ganadería que alimenta miles de cabezas con piensos, que la pequeña explotación que alimenta a sus reses con forraje son ganas de lanzar un órdago sin sustancia. Meter en el mismo saco una salchicha envasada que una fresca, cuando ni saben igual, ni tienen el mismo aspecto, ni tienen los mismos efectos en el organismo es una forma de incapacidad de denunciar los extraños, extraños al producto natural, componentes químicos que la alimentación de las ganaderías industriales añade a la carne. Extrañeza cárnica que más tarde se ve incrementada con los conservantes, colorantes, aditivos y saborizantes utilizados sin mesura hasta convertirla, la carne que intentamos poner en nuestro plato, en esa extraña sustancia que al ponerla al fuego se ¿derrite?, ¿licúa?, ¿sublima? Y que al retirarla deja una desagradable ¿telilla?, ¿jugo?, ¿poso?.
Parece ser que esta extraña organización, extraña a los fines para los que fue ideada, no tiene más intereses que los de los laboratorios que la manejan, financian y nutren de miembros, y no tiene más sistemas de comunicación que el silencio culpable o la alarma social.
Silencio culpable cuando callan sistemáticamente ante el negocio del colesterol y las estatinas. Silencio culpable cuando revisan protocolos que indefectiblemente favorecen al nuevo fármaco patentado. Silencio culpable ante la carencia de medicamentos en los países pobres. Silencio culpable, cómplice, vergonzante y vergonzoso, ante los precios que hacen de la medicina, de los medicamentos, una trata, un comercio inhumano de la salud solo para ricos.
Alarma social que encubre las verdaderas razones, fines, causas, dimensiones de la denuncia hasta hacerla increíble, impracticable, ridícula. Y las carnes no son lo primero. Recordemos la gripe aviar, recordemos las vacas locas, recordemos… ¿Dónde están los miles de muertos?, ¿Dónde está la pandemia?
Es raro, o a mí me lo parece, que tan comprometida y preocupada institución, no haya denunciado aún el envenenamiento sistemático de las frutas con productos cuya única finalidad es darles brillo para su exhibición al consumidor, la inconveniencia de pescados, como el panga, criados y recolectados en caladeros altamente contaminados, la utilización de abonos, pesticidas, piensos y demás productos que hacen que incluso nuestro ADN pueda variar. Pero de esto nada se dice.
Pocos han oído hablar de la Epigenética y sus conclusiones. Tal vez por eso nadie, posiblemente la O.M.S. tampoco, ha oído comentar que el material con el que estaban fabricados ciertos envases alimenticios plásticos, los biberones entre otros, al calentarse, producen una sustancia, el bifenol A, que puede tener una considerable influencia en la obesidad posterior en el individuo. Tal vez por eso, porque no lo ha oído, aún no se ha pronunciado sobre la controversia de que haya estudios que lo denuncian, estudios que, como no podía ser de otra forma, los laboratorios e industrias que los fabrican desmienten categóricamente y siguen adelante con su uso.
En fin, que a mí, personalmente, lo que diga la O.M.S. me trae al pairo porque no me creo absolutamente nada de lo que dice. Lo más me sirve para preguntarme quién es el próximo que va a ver sus arcas generosamente incrementadas, o quien va a seguir haciendo caja a costa de mí salud.
Mientras tanto yo a lo mío. Seguiré comiendo la carne que considere conveniente, el pescado que me sea accesible con garantía, las frutas y hortalizas necesarias para mi dieta, y pasta, y dulces, y pan,  siempre procurando un equilibrio eficaz y siguiendo unas normas básicas, clásicas, tradicionales: procurar comer las cosas lo más cerca posible de su origen, en la temporada adecuada y recurrir lo mínimo posible a productos exóticos o tratados industrialmente.

Si, ya se, suena utópico, pero aunque no se lo crean, es posible y gratificante. Descubrir nuevamente el sabor de la fruta madurada en el campo y no en cámaras, descubrir de nuevo el sabor de la carne correctamente alimentada y engordada, descubrir de nuevo el sabor del pescado recién capturado o conservado con las técnicas ancestrales, descubrir el aroma, el sabor de los guisos tradicionales y de sus componentes, es un placer que está más al alcance de lo que creemos. Y además ganaremos en salud, casi ná.

domingo, 4 de octubre de 2015

Hasta el Rabo Todo Es Toro

Hasta el rabo todo es toro. Frase que cualquier españolito, incluidos los anti taurinos, conoce por haberla oído e interpreta correctamente, porque cuando hablamos de la tauromaquia hablamos de algo absolutamente imbricado en la cultura y las tradiciones de este país pero no olvidemos, para aquellos que lo han aprendido, para los otros un poco de saber general, que la cultura del toro, su simbolismo, ya viene de nuestros más ancestrales ancestros, de los griegos, de los babilonios, de los cretenses, o, si nos vamos por el otro lado, de los celtas. Conviene recordar que el toro raptó a Europa y desde entonces Europa busca resarcirse y burlar al toro. La inteligencia, la habilidad contra la fuerza bruta. Un encuentro lleno de simbolismo y estética al que en los tiempos actuales solo habría que ponerle el pero de la sangre, del sufrimiento, para mí, siempre innecesario.
Tendría yo seis o siete años cuando en unas vacaciones me llevaron a ver un espectáculo del torero bombero. Año arriba, año abajo, fui, acompañando a mi familia como extra, al rodaje de una película sobre el mundo del toro en la plaza de San Sebastián de los Reyes. No me gustó. No he vuelto a asistir a una corrida. Tengo que reconocer que a mí los espectáculos de riesgo no me gustan. Las corridas, el circo, me hacen pasar un mal rato.
Es verdad que la suerte del capote y la de banderillas me parecen, estética y simbólicamente, interesantes y en alguna retransmisión he apreciado la belleza de algún capotazo, la sublime habilidad de algún maestro del quiebro para banderillear, pero la sangre y la sensación de peligro no me permiten disfrutar de la lidia al completo.
Pero una vez posicionado respecto al espectáculo en sí creo que un cambio en el reglamento que evite la muerte pública de la res y la suerte de varas, para mí la más cruel, podría preservar una práctica que está profundamente arraigada en nuestro día a día. Claro que siempre puede venir algún entendido, algún purista, y objetar que lo que yo propongo es una aberración. Puede ser, pero el espectáculo público del sufrimiento, de la muerte, a día de hoy también puede considerarse como aberrante.
Porque, al fin y al cabo, a mí lo único que me molesta de la tauromaquia son ciertas suertes de la lidia, las que lastiman, las que matan, pero no entiendo parte de la cultura española sin el mundo de los toros y creo que sería importante poner en valor la riqueza aportada y poner en valores actuales su desarrollo para evitar su paulatina e inevitable desaparición.
"Dar una larga cambiada". "Poner en suerte". “Cambiar de tercio”. "Dar un capotazo". "Hasta el rabo todo es toro". "Lidiar con un problema, o con la más fea". "Meter hasta la bola". "Ponerlo en todo lo alto". “Hacer una faena”. “A golpe de clarín”. “No dar tres pases”. Son frases de uso cotidiano y origen taurino, como de origen taurino son los pasodobles, y series como Juncal, y platos como el rabo de toro. Y al imaginario popular, de origen taurino, pertenecen, Cúchares, Manolete, Marcial,  Lagartijo, y un largo etcétera que no viene al caso enumerar. Y los grabados de Goya sobre la tauromaquia, las preciosas plazas que se erigen por doquier en la geografía española, y americana, y francesa, y portuguesa, porque a estas alturas ese acervo cultural, esas terminología, música, arquitectura, gastronomía y pintura, esos poemas de toros de tantos poetas, no pertenecen ya únicamente a los españoles.
Resumiendo. Renunciar a las tradiciones es una forma contundente de convertirse en un paria, en una persona sin raíces ni poso. Reivindicar, reivindicar que no imponer, una nueva sensibilidad para aquello que nos perturba, siempre y cuando la perturbación no sea minoritaria, es una práctica loable. Pero en todo este ruido, el anti taurino, veo más un problema de intransigentes, los de un lado y los del otro, que un problema popular y real. Los unos porque apuntan a puritanismo militante con ciertos visos anti españolistas y los otros porque desde su purismo e intransigencia pueden estar alimentando las filas de los que desde distintas sensibilidades se suman a los anti, y haciéndoles el juego intentando identificar taurino y español. No, algunos españoles somos muy poco, nada, taurinos. Si, algunos anti taurinos son, básicamente, contarios a todo aquello que se pueda etiquetar como español. Si todos ellos son bastante cabestros (otra¡).

Y al final, como al principio, como un Ouróboros étnico y cultural, me reafirmo en lo dicho al principio: “hasta el rabo todo es toro” y hasta que no estemos más preocupados de convencer que de imponer, de educar que de multar, de formar que de legislar, los problemas serán toros difíciles de lidiar y las pretendidas soluciones, largas cambiadas.

sábado, 3 de octubre de 2015

La Memoria

Es difícil situarse, papá. Es difícil conseguir situarse en el plano en el que tú te mueves, cuando te tienes que enfrentar a la memoria, a la destrucción paulatina y regresiva de la memoria. Todo lo que has aprendido -memoria-, todo la experiencia acumulada -memoria-, todo el sistema de relaciones establecido durante la vida -memoria- se viene abajo porque tú lo estás olvidando, cada día, cada instante, cada vez que nos vemos e intento situarme lo hago respecto al que fuiste ayer, pero tú ya no eres el que fuiste ayer, eres el que fuiste hace no sé cuántos años menos un día.
Y entonces tengo que resituarme, si es que en ese momento tu estado nos lo permite. Porque a veces resituarme es aceptar con resignación, pero con rabia, que ese día te toca aislarte, que ese día no podré acceder a ti por ningún medio, con ningún argumento, con ningún lugar común que nos permita reconocernos. Si afortunadamente el día es un poco mejor entonces solo hay que saber cuál de los diferentes papeles es el mío, padre, hermano mayor... y saber en qué remoto tiempo y lugar habré de colocar ni torpe memoria (-No me acuerdo papá. - Pero si tú estabas allí. -Ya papá, esta memoria mía... ) y tú entonces te arrancas a contarme aquello que pasó y que intento entresacar de los vocablos extraños y trastocados con que me lo cuentas.
Y cada vez las historias son más lejanas en el tiempo, y más escasos los días en que te apetece, en que puedes contarlas, y más numerosos los de aislamiento o los de obsesiones.
Porque también están las obsesiones, papá, esa permanente preocupación porque te están quitando las cosas de valor. Las cosas de valor... Como las piedras preciosas de plástico de tu copa de Lord López Cid que te regalaron en aquella cena de Londres, o esos soldaditos de plomo que con tanto esmero fundías, pintabas y colocabas en cajas adornadas por ti mismo para regalar a los niños de tu alrededor, o tus monedas, esas con las que tanto disfrutabas colocándolas, clasificándolas, comparando y que ahora solo son una cuita más, otro quebradero de una cabeza que ya está bastante quebrada.
En fin, papá, que al final, al extremo de tanta apariencia resulta que solo somos agua y memoria, y si nos falta cualquiera de los dos elementos, si nos privan de cualquiera de nuestras esencias solo va quedando la decadencia, o la muerte.

Aunque, ahora que caigo, papá, aún hay un elemento más que nos identifica y hace vivir, la memoria de los demás. El amor que hayamos podido generar en los demás y que es lo único que nos trasciende. Y yo te quiero, papá, más allá de los recuerdos y los humores, los del cuerpo o los del día.

viernes, 2 de octubre de 2015

Laicos

El debate está en la calle, pero como casi siempre, exagero en el casi, hay más gente interesada en llevar la razón que en ser razonable, gente dispuesta a desvirtuar, contaminar y utilizar cualquier método para salirse con la suya.
¿Qué es un laico? Curiosamente el término es básicamente religioso y significa, desde el punto de vista católico, aquel que no ha profesado los votos, seglar o secular serían también equivalentes. Si nos vamos al budismo se refiere a monjes que practican sin necesidad de templo. Casi lo mismo. Curiosamente todos los primeros cristianos eran laicos o legos.
¿Es por tanto este el debate abierto en la sociedad actual cuando se reclama un estado laico, una escuela laica, una sociedad laica? Me temo que no. Laico en este caso se toma como al margen de la religión, no adscrito a ninguna creencia ni práctica religiosa. ¿Es por tanto este el debate? Debería de serlo pero me temo que hay más gente interesada en crear su propia acepción e imponérsela a los demás que en llevar el término a su justa medida.
Teniendo catorce años decidí, tras una experiencia traumática en un colegio religioso, abandonar la práctica religiosa. Nunca por ello se me ha ocurrido considerar a la iglesia católica, ni a ninguna otra, como un antro de perversión por la misma razón que si voy a una panadería y me venden un mal pan no condeno al gremio de los panaderos.
Pero no puedo evitar cuando veo a ciertos colectivos utilizar la palabra, el concepto, percibir un cierto tufillo, una peste hedionda, a postura anti religiosa, por no decir, o hay que decirlo, anticatólica. El anticlericalismo, la anti religiosidad, aparte de denotar una cierta falta de perspectiva histórica y una postura agraviada, es un posicionamiento no laico, ya que denota la falta de una virtud sin la que el laicismo no es posible, la tolerancia, por lo que se convierte indefectiblemente en una religión alternativa, o en una alternativa a la religión, como se prefiera, pero religión al fin y al cabo.
Aquellos que se ofenden cuando un líder religioso se pronuncia sobre un tema porque no coincide con su idea no adoptan una postura laica ya que esa persona se pronuncia para los suyos y según sus códigos morales. Utilizar esas palabras para arremeter contra la iglesia a la que pertenece es anticlerical y demagógico. Si es erróneo para su iglesia que ella y sus seguidores se lo demanden y en todo caso a mí ni me va ni me viene, ya que ni vivo en sus preceptos ni pretendo caer en la demagogia de condenar a los que me condenan.
Perseguir ciertas tradiciones porque tienen un origen religioso no es ser laico, es ser un descerebrado o un demagogo, que de todo hay, porque entonces habrá que quemar todas las pinturas de origen religioso, incluso mitológico dado que la mitología era una religión, y las esculturas y las obras de teatro que toquen el tema, todos los clásicos, y derribar las iglesias y las catedrales e incluso condenar al olvido a miles de recetas que recordarán su pasado clerical o, simplemente, de conmemoración y costumbres de ciertas fechas.
No sé, según lo escribía alguna de estas prácticas me ha traído a la cabeza al Estado Islámico y las suyas.
Yo, mientras tanto, y conserve la cabeza, seguiré convencido de que soy laico ya que no practico ninguna religión concreta. Eso sí, voy a seguir creyendo en los Reyes Magos, voy a seguir disfrutando de lo poco que queda de Navidad, voy a seguir extasiándome ante la apabullante estética de ciertos pasos de Semana Santa cuando transcurren por lugares que los realzan y voy a seguir disfrutando del impacto emocional que producen en los que lo contemplan. Y si, también seguiré asistiendo a ceremonias religiosas, de cualquier religión, sin temor a condenarme ni a faltarle al bien común cuando algún amigo o familiar demande mi compañía para festejar con él o acompañarlo en momentos de necesidad.

Porque soy laico, pero nada, nada, anti religioso. Porque esa religión, la anti religión, tampoco la practico.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Puritanos

Hace ya algunas décadas que los atónitos españolitos de entonces asistían entre extasiados y obnubilados al primer streeptease de la pacata, remisa y oficial televisión española. Si, es verdad, todo lo que se quitaba la divina Iran Eory era una cota de maya y unos guanteletes de armadura, pero la intención no era menor que la que ponía la increíble Rita en su guante y ni una ni otra escena se han borrado de las pupilas y el catecismo erótico de todos los españoles que entonces pudimos contemplarlas.
Se la habían metido doblada a la censura, se comentaba en bares, oficinas, colas oficiales y cualquier otro mentidero organizado o espontáneo que se preciara de serlo. El inexistente, virtual se diría ahora, el insinuado, intuido, ansiado y prolongado en la intimidad intelectual de los espectadores, desnudo de la actriz no podía ofender, conmover, alarmar a unos señores que solo veían la carne o la retorcida simbología de la literatura. El erotismo, esa extraña actitud intelectual capaz de rellenar, de prolongar, de culminar, una insinuación, no entraba en sus competencias, ni en sus desviadas mentes.
Pero no pretendía yo al sentarme enfrente del teclado enzarzarme en un cántico al erotismo, que le canto todo lo que haga falta, ni en un avieso estudio sobre la motivación, métodos y capacidad, o incapacidad, intelectual de la censura. No. Yo quería hablar de los puritanos, de los de entonces y de los actuales.
Porque puritano, para mí, es todo aquel que intenta imponer su criterio moral a los demás sin contemplar, ni por asomo, que pueden existir otras escalas de valores diferentes a las suyas. Porque puritano, para mí, es todo aquel que se escandaliza del que piensa o actúa diferente. Porque puritano, para mí, es el que legisla sobre cuestiones morales con ánimo redentor y profético para evitar la degradación moral, condena eterna, de esos desventurados seres que no comprenden, que no acatan, que no aprenden, que no asumen ni se suman a su cruzada.
Y con ese fin, con esa altruista voluntad de salvar a los que no quieren ser salvados, recurren incluso a la ley. Porque donde existe la posibilidad de condenar a una cuantiosa multa, a una cárcel redimente o a una pena de muerte aséptica quien necesita convencer, formar, evolucionar.
Claro que no estoy hablando de sexo, no solo, ni de la reaccionaria derecha, no solo, ni de la religión, ninguna, no solo, estoy hablando de todos esos puritanos de cualquier signo, condición o criterio que se dedican a linchar a los que no piensan como ellos hasta que, o mientras no, puedan alcanzar las cuotas de poder que les permita evangelizarnos. Estoy hablando de todos esos grupos, habitualmente radicales de cualquier signo o pertenencia, que se consideran llamados, elegidos, superiores, dententadores de la razón en base a lo cual cualquier acto, tropelía, linchamiento o difamación que perpetren lo hacen por el bien común, por la salvación de las almas, o del planeta, o de cualquier propio objetivo, que los demás no somos capaces de captar.
Así que ahora podemos condenarnos, celestial o humanamente, por toda la eternidad o durante una vida, si fornicamos, si bebemos, si fumamos, si comemos, si pisamos una hormiga o simplemente no pertenecemos a alguna minoría de superior criterio moral. Una asco de vida, vamos.

Dios, o la razón, nos asista. 

Perdón Papá

Hoy me toca pedirte perdón, papá. Hoy me toca pedirte perdón aunque no valga para nada porque tú no vas a entender, a apreciar, a enterarte de que lo hago y porque aunque vaya acompañado del dolor del pecado, de  un acto sincero de contrición, el mundo, las circunstancias, las personas no cambiamos por el simple hecho de reflexionar y percibir el error. El mundo en el que vivimos es tozudo y nuestro recibo de alquiler de confort y derecho de pertenencia a esta nueva esclavitud que nos han preparado se come el tiempo necesario para atender a empresas más loables, para atenderte.
Te pido perdón, papá, por conformista, porque a pesar de que se en que te fallo no soy capaz de darle solución. Porque eso me privaría de mis expectativas sociales y económicas, porque mi familia se resentiría y no puedo permitírmelo. Porque cuando a veces me demandas tiempo para escucharte no lo encuentro por el trabajo, por el aparcamiento, por... nada que a ti ya te afecte salvo mi ausencia.
Te pido perdón, papá, por cobarde, por pusilánime, porque aun viendo cómo eres manejado, utilizado, usado como el clicmobil del alzheimer, llevado y traído como un muñeco que no siente, que no padece, soy incapaz de traspasar el muro que se ha edificado para evitar que pueda acceder a ti y plantear las soluciones que tú realmente necesitas, porque me escudo en el miedo a males mayores para no solucionar tus males presentes como yo creo que deberían de ser solucionados.
Te pido perdón, papá, por no conseguir que a tu alrededor entiendan, entendamos, que eres un enfermo, no un incapaz, un deficiente, un niño, no, solamente un enfermo que necesita del tratamiento afectivo, ambiental, humano necesario si no para curarte, que, tú no sé si lo sabes, pero yo sí, es imposible para la enfermedad que te aqueja, pero si para conseguir que tus días sean lo más felices que podamos conseguir.

Te pido, en fin, papa, perdón porque no fui capaz de hacer lo que debía cuando tu enfermedad asomaba y a tu alrededor se negaba. Porque no soy capaz de enfrentarme a lo que haga falta para que tu cotidianeidad sea la mejor posible. Porque quisiera y no me atrevo. Porque se y me excuso. Porque temo más al futuro que al presente. Porque siendo tu hijo, tu hermano, tu padre, no soy capaz de comportarme como tu tutor, como tu amigo. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

De Mártires y Martirizados

Casi me siento culpable, casi. En todo caso cuando hablo de este tema, una vez al año y a mi pesar, suelo recibir insultos de un lado y de otro. Tal vez lo mejor sería callarme y mirar para otro lado pero, por saturación, acabo preguntándome que extraños intereses hay en radicalizar hasta la violencia un tema que: primero es local y segundo se trata de la peor manera posible.
Desde luego, y durante unos días, yo no diría en según qué sitios que soy de Tordesillas, que no lo soy, pero mi absoluta solidaridad con los habitantes de Tordesillas que estando en contra de la dichosa festividad, o por ser más exactos, de su desarrollo, tiene que aguantar ser sujetos de popular desprecio, la intrusión de ciertos personajes en su pueblo y las actitudes angelicales, según la difusión de cierta prensa, que van allí a ser mártires de su causa. Con la de sitios que hay en el mundo para ser mártires. La de sitios y la de motivos.
El ya famoso, gracias a los que quieren prohibirlo por su única voluntad e imposición, Toro de la Vega es, casi siempre, de una crueldad innecesaria – y la difusión de ciertas imágenes mal gusto rayano en el terrorismo de salón-. Y ante la crueldad innecesaria lo único que queda es la ley, una ley que nadie invoca, que nadie promueve o que nadie tiene interés en hablar de ella. Unos van a tocarle las narices a quienes quieren continuar con la tradición tal como es ahora mismo metiéndose en su casa y consiguiendo que cada vez cierren más las filas para continuarla y los otros, que se sienten agredidos en algo que es suyo, tienen a cada año que pasa una actitud más cerril.
Lo único que cabe es promover una ley que impida la celebración del dichoso festejo por cuestiones éticas, o, como mínimo, un cambio en los reglamentos que impida, que prohíba, las escenas de crueldad que nos han metido si o si en nuestra casa y que no tenemos necesidad de contemplar.
Así que señores de Tordesillas, responsables, irresponsables y ciudadanos normales, vean ustedes mismos como hacer evolucionar su reglamento, de su fiesta, que se celebra en su casa, en un público y honroso reconocimiento de que ustedes no buscan en su celebración la crueldad, la violencia o la tortura gratuitas, el ensañamiento que algunas escenas parecen dejar claro.
Señores activistas que tanto ardor combativo y reivindicativo demuestran año tras año, promuevan ustedes una ley que impida la celebración del dichoso toro, que es uno al año, y si es que lo que necesitan es acción les sugiero encadenarse en algún lugar de Siria en el que vayan a ejecutar a varios seres humanos periódicamente, o de China antes de una ejecución, o en algún país que aplique la sharia antes de una lapidación, o en algún sitio de estos donde el martirio está más justificado y además tiene muchas garantías de ser llevado a efecto.

Como decían los antiguos: “cada uno en su casa y dios en la de todos”

domingo, 6 de septiembre de 2015

Una sociedad escandalosa

Escandalizarse es una de las grandes pasiones de la sociedad actual. Lo curioso es que siempre nos escandalizamos con grandes aspavientos y rimbombantes palabras de aquello que hacen otros cuya cara debía de haberse caído hace ya tiempo de vergüenza. Nos podemos escandalizar por los actos, las palabras o, incluso, los pensamientos que unos otros perpetran sin reparar en el daño que causan a nuestra inocencia.
Escandalizarse por la foto de un niño muerto, uno más, y no por los cientos, los miles, de personas de todo sexo y edad que a diario mueren por motivos tan dispares como el hambre, la guerra, la religión, la política o la ausencia de futuro, son ganas de sentirse a gusto con la propia conciencia y barrer la basura de la nuestra hacia alfombras ajenas.
Todos, toda la sociedad occidental, toda la llamada civilización actual, todos los que día a día alquilamos con nuestro trabajo la capacidad de una vida de confort y adormecimiento moral mientras contribuimos sin rechistar al fortalecimiento de poderes que ni conocemos y manejan el mundo para su mayor provecho, somos parcial, pero absolutamente, culpables de tolerar las causas que provocan esa imágenes.
Una sociedad que asiste desde el confort de su salón a la desgracia ajena y se escandaliza, es escandalosa
Una sociedad que tolera que le cobren las necesidades básicas como el agua, el calor o la comida para mayor comodidad propia y enriquecimiento ajeno,  mientras hay gente que carece de ellas, es escandalosa
Una sociedad que permite la destrucción diaria de sobrantes de alimentos y ropas de abrigo mientras millones de seres humanos sufren de su carencia, es escandalosa
Una sociedad que fomenta la exclusividad y el lujo mientras asiste a la marginación de seres humanos sin hogar, o que son expulsados de él para beneficio de otros, o que, simplemente, carecen de oportunidades para  acceder a una vivienda digna, es escandalosa.
Una sociedad que considera la formación y la educación como un lujo solo accesible para unos cuantos, es escandalosa
Una sociedad que permite que una persona gane en un día lo que un país necesita, y no tiene, para comer en un año, es escandalosa
Una sociedad capaz de gastarse en sus mascotas el dinero que necesitan los seres humanos para sobrevivir, es escandalosa.
Una sociedad que permite que en aras de unas interesadas ideas, o de un idioma, o de una situación geográfica, se mate, se viole, se mutile, se persiga y se escarnezca a otros, es escandalosa
Una sociedad que dibuja líneas imaginarias para repartirse el mundo y crea y fomenta la animadversión de los que están a un lado y otro de esas líneas, es escandalosa
Una sociedad que busca las diferencias para defender lo que tiene en vez de buscar las semejanzas para compartirlo, es escandalosa
Una sociedad que permite que la manejen, la manipulen y le digan cuando toca escandalizarse, con qué y durante cuánto tiempo, es escandalosa.
Una sociedad que permite, admite y acata leyes solo conducentes a la discriminación, sea del signo que sea, al predominio de unos sobre otros, sean mayorías o minorías, al enriquecimiento de unos cuantos, sean industrias o caciques, o al aumento del poder de unos determinados grupos, sean políticos o económicos, es escandalosa.

Y ahora, en un ejercicio posiblemente imposible de sinceridad, repasad conmigo los motivos de escándalo que he apuntado, marcad aquellos con los que estéis conformes y decid conmigo: “la sociedad en la que vivo es escandalosa” Y después ya podéis volver a vuestra rutina diaria. Por hoy ya hemos tenido suficientes emociones.

lunes, 17 de agosto de 2015

Entre mantas y cobertores

Es una vieja reivindicación que los partidos sistemáticamente ignoran ya que consideran que pone en peligro, y yo estoy de acuerdo en ello, el férreo dominio que sus cúpulas ejercen sobre la posibilidad de medraje en sus estructuras y el control sobre el panorama político. La listas abiertas.
Pero si es una vieja reivindicación también es una propuesta de actualidad desde las últimas elecciones y los ultimísimos acontecimientos en el PSOE madrileño.
¿De quién es el escaño? ¿Del electo o del partido que lo presentó? ¿A quién votaron los electores? ¿A la persona o a las siglas? Pues depende. Casi con toda seguridad los electores votaron a la persona en el caso de los cabeza de lista conocidos y, porque no hay otro remedio, al resto de desconocidos de la lista y simplemente por ir en ella, pero también los habrá que votaron a la lista por la lista y a pesar de que alguno de los conocidos que la encabezaban le fuera ajeno o, incluso, antipático. Así que cuando se produce un conflicto nadie sabe a quién, éticamente, le corresponde el dichoso escaño.
Pues bien, este dilema quedaría resuelto con las listas abiertas ya que los electores tendrían la posibilidad de elegir a sus representantes según su particular sensibilidad y sin necesidad de afiliarse a unas siglas, o liarse la manta a la cabeza, temporalmente en cada convocatoria electoral y el escaño sería sin lugar a dudas del elegido y si renunciase pasaría al siguiente más votado fuera del partido que fuera.
Alguna de las ventajas del sistema serían un escaño con propietario, que el ciudadano se podría al fin sentir representado y los partidos tendrían la necesidad de buscar a los candidatos más convenientes y conocidos para que puedieran ser votados, y no a una nómina de anónimos componentes de una estructura férrea y casi nunca compartible.
Pero si esto hasta ahora era claro la irrupción de una desestructura ideológica de partido como la que exhibe Podemos hace que sea imprescindible.
El hecho de que en una misma lista yo esté votando a candidatos que son activistas de diferentes convicciones, algunas contradictorias e, incluso, algunas moral o éticamente en conflicto entre ellas, hace que no pueda votar de una forma homogénea. Eso y que vista la experiencia hasta el momento todos consideran que por ser elegidos en una lista en la que eran un número más tienen antes el derecho a imponer sus activismos que la obligación de representar a todos los electores que es, al fin y al cabo, el mandato real de todo electo.
Y debido a ello nos encontramos que hay alguien que propone prohibir las fiestas de moros y cristianos, otros que se niegan a asumir la representación de la institución que encabezan, y por tanto de sus ciudadanos, según en qué eventos, otros que deciden hablar siempre en femenino y otros que llevan su activismo personal a intentar imponerlo a todos los ciudadanos aunque los que no lo votaron sean más que los que sí lo hicieron.
Yo por lo de pronto, y dejando de lado propuestas más anecdóticas y chocantes, me siento incapaz de colaborar con mi voto a que alguien que muestra un problema moral como humanizar a los animales y deshumanizar a las personas, que es capaz de linchar, de momento verbalmente, a unas personas a las que tiene la obligación de representar para demostrar que los animales le importan más, que es capaz de insultar a ciudadanos que maltratan a un animal, a los que yo también insultaría no siendo su representante, pero defienden con pasión la posibilidad del aborto libre, pueda acceder a la responsabilidad de liderar a esta sociedad. Porque, me ratifico en lo dicho, eso no demuestra otra cosa que un conflicto moral solo posible en una sociedad decadente y débil en la que todo vale si es lo mío y nada vale si es lo ajeno. En la que solo existen derechos personales y no existen las obligaciones colectivas salvo las emanadas de razones personales impuestas.
Y eso, se mire como se mire, acaba en dictadura, es la esencia de la dictadura, y el germen de una sociedad incapaz de formar un proyecto y consolidar una estructura.

Así que una vez más, pero con, incluso, más argumentos, listas abiertas ya, para evitar en las instituciones gente que sea como en el dicho de mi tía abuela: “Si es que los hay como mantas y abrigan como cobertores”.

jueves, 13 de agosto de 2015

Puente Sobreira

Ayer estuve en tu puente, papá, en ese puente de piedra, umbrío, oculto entre arboles, silvas y casas en ruinas que tanto significó en tu niñez y en la de tus hermanos. Ese puente al que te acompañé unos meses antes de que tu enfermedad empezara a alejarte de mí y acercarte a su memoria.
Cerca de Faramontaos, en Sobreira, puente que ahora transitan los peregrinos y algún vecino que ocasionalmente precisa de su concurso para cruzar un río de aguas escasas este año, tan escasas que apenas son un encadenamiento de charcos sin corriente entre ellos. Puente ante el que, más allá de flujos y reflujos de su caudal, el tiempo, el recuerdo, la memoria, que tan escasa te es de este momento presente, parecen florecer y hacerse un centro fundamental de los retazos de tu vida que aún no se han ocultado tras el traicionero velo de la enfermedad.
Recuerdo aún con emoción la visita que hicimos. Recuerdo aún tus ojos, tu sentimiento, tus palabras en el momento de visitarlo. “Mi puente”, decías, “mi puente”. Casi como un mantra, como un intento desesperanzado de retener junto a ti lo que se te escapaba, de transferirme la memoria que sentías perder para que yo pudiera perpetuar esa vida que tú tanto añoras. La abuela en su escuela dando clase, los niños de tu época, la casa en la que vivías, vuestras correrías.
Y por eso, para poder cumplir ese deseo, he ido yo ayer hasta el puente. Acompañado de mi hija para que ella sea depositaria de esa memoria que tú quisiste compartir conmigo antes de que se desvaneciera, de que se perdiera en esa maraña de tristeza, de incomprensión, de palabras extrañas con la que tu enfermedad te castiga en tus escasos momentos de lucidez.

Desde Puente Sobreira, papá, te quiero, te recuerdo, te revivo.

lunes, 20 de julio de 2015

La Yenka

Siempre he considerado que la vida debería de disponer de su propia banda sonora, al estilo de las películas, pero en lo que no había caído hasta ahora es que lo que tiene banda sonora perfectamente identificable es la vida política.
Después de arduos y sesudos análisis sobre el discurrir partidario, partidista, partidocrático, de este mundo en general y este país en particular he logrado encontrar el compás, el ritmo, la “particella” que dirían Tip y Coll. ¿Y cuál es? Popular como la demagogia, verbenera como ciertos candidatos del PP, pegadiza como las tonterías de los mítines. La vida pública mundial, particularmente la española, sigue a pies juntillas el ritmo de La Yenka.
¿Se acuerdan ustedes de La Yenka? Cuantas verbenas, cuantos recuerdos y, tal como se demuestra ahora, que forma de anticipar el futuro.
Bueno, claro, los más jóvenes tal vez no recuerden este baile canción, que se ejecutaba a saltitos y cuyos pasos eran el estribillo mismo: “Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos, tres” y vuelta a empezar. En eso consistía el baile, levantabas la pierna izquierda dos veces, luego la derecha, dos veces, un saltito adelante, otro saltito atrás y tres en el lugar. Como la vida, política, misma.
Primero elegimos a la izquierda, la reelegimos, cambiamos a la derecha, la reelegimos, y avanzamos un saltito en nuestras aspiraciones. Debido a algún desastre financiero, terrorista o de otra índole damos un pasito para atrás en lo conseguido y tres saltitos sin movernos del lugar para recuperarnos del esfuerzo realizado y volvemos a empezar. Elegimos a la izquierda…
Como broma está bien, pero tal vez empiece ya a resultar pesada. Hasta de bailar la Yenka se cansaba uno entre otras cosas porque no conllevaba a roce ni facilitaba el acercamiento, y pasado un cierto tiempo uno buscaba algún otro aliciente que las risas.
Llevamos años achacando los males de nuestra sociedad a una crisis de valores de nuestra juventud sin reparar, o intentando evitar que reparemos, en que el problema de los valores perdidos solo es un síntoma, la enfermedad es la crisis de las ideologías, el imperio de las siglas vacías. El verdadero problema es una lucha de poder hueca de contenidos, interesada,  y capitalizada por unos partidos que se arrogan la representación de nuestras aspiraciones. Llevamos ya siglos consiguiendo derechos que luego se pierden , se diluyen, se perviertes, se cercenan. Con cualquier excusa, cínica, malévola, posiblemente creada, que nos sea irrenunciable: paz, seguridad, riqueza…
Y nosotros tragamos, tragamos como si la orquesta se hubiera vuelto loca y solo supiera interpretar la Yenka. Izquierda, izquierda, derecha, … una y otra vez.
Apenas han pasado unas semanas desde las últimas elecciones, las esperanzadoras, rupturistas, refrescantes elecciones con nuevos partidos, nuevas ideas, el futuro, y todo lo que oigo a unos y a otros, a los viejos y a los nuevos, a los conservadores y a los “progresistas” es más de lo mismo: La yenka. ¿Y en Grecia?, pues la Yenka también, y en USA y en el ISIS y en Japón, que decía mi bisabuelo cuando quería abarcar de un plumazo todo el orbe.
Así que estimados conciudadanos, nos quedan unos mesecitos para volver a levantar la pierna. No sé si toca la izquierda o la derecha, y me importa un pito, no sé si a consecuencia de ello daremos un saltito adelante o un saltito atrás, pero lo que si tengo claro son dos cosas: que lo siguiente es un, dos, tres y que me duelen las rodillas de tanto saltito. A tomar viento la verbena.

lunes, 13 de julio de 2015

Los Domingos Concierto

Los domingos concierto. Así era, papá, hasta hace unas semanas. Todo el año preguntando cuando empezaba eso del Retiro, todo el año contando, de aquella manera, el tiempo que en los vaivenes propios de tu enfermedad parecía no llegar nunca. Y cuando por fin era domingo de primavera, cuando por fin el tiempo y tu tiempo se conjugaban para acordar que había concierto algún velo de esos que nublan tu mente parecía descorrerse y dejar entrar algo de luz en tu mente obnubilada.

Tus manos se movían al compás de la música, tarareabas con delectación alguna letra que recordabas y contabas anécdotas del colegio, de las carmelitas en Orense, cuando las niñas habían representado alguna escena de zarzuela, y sonreías. Ya no te llevabas las manos a la cabeza mientras cierras los ojos en ese gesto que a mi tanto me atormenta. En ese gesto que me parece una búsqueda desesperada del pensamiento que no consigues aprehender, que se te escapa, no juguetón, no divertido, cruel y burlón en una carrera imposible en la que él siempre va un paso más allá de lo que tu mente alcanza.

Los domingos concierto. Y después un paseíto hasta una terraza o algún otro lugar donde tomar algo y salir de esa cueva mental que es tu casa, de romper esa rutina oscura y sin motivaciones en que se ha convertido tu vida, de burlar por un día, por un rato, ese espectáculo de un lento declinar, de una larga, amarga y traumatizante despedida en la que todos los que te rodeamos somos a un tiempo cómplices y espectadores incapaces de tener un papel en una obra que no entendemos, que no asumimos, que no queremos.

Los domingos concierto podría ser el título de un libreto en el que, en este caso sí, cualquier tiempo pasado fue mejor, o como se diría medicamente, el título de un informe secuencial sobre un paciente con una enfermedad degenerativa. 

Y ahora estamos en otro estadio, papá, ahora estamos en los domingos cantinela. Ya no es que no te acuerdes de los conciertos, que no te acuerdas, ya no es que no disfrutes de salir y tomar el sol y estar rodeado de tus hijos y tus nietos, que ya no los reconoces, es que cuando se te habla de salir, de pasear, de abandonar tu sillón reino, tus manos se aferran a sus brazos, tu cuerpo se suelda con sus telas y tu mente se zambulle el algún inaccesible, recóndito, oscuro lugar entre los cojines lleno de agravios, de agresiones, de tumultos y ladrones que hacen de tu vida, de la nuestra, un infierno en el que todos ardemos un poco en cada episodio.

Y los domingos concierto. ¡Que buenos tiempos!

Revanchismo interesado

Observo con preocupación, con un cierto temor, un rebrote de revanchismo desde las últimas elecciones celebradas, y, si mi conocimiento histórico no me falla, el revanchismo de un signo precede inevitablemente al revanchismo del signo contrario y, como consecuencia final, a la incapacidad de crear una sociedad tolerante, libre y preparada para convivir con estabilidad.
Una sociedad dirigida, política e intelectualmente, por personas cuyo principal objetivo es tirar por tierra todo lo que han hecho los anteriores no puede más que generar una sociedad condenada al continuo vaivén de las urnas y, por tanto, a una sociedad empobrecida intelectualmente, arrasada formativamente y envilecida políticamente.
Leo, leo cada vez menos pero aún lo suficiente, como se promueve el cambio del nombre de calles, la iniciativa para prohibir las fiestas de moros y cristianos o la iniciativa para incautar patrimonio eclesiástico solo por serlo.
Eso se llama revanchismo, eso se llama obsesión, eso llama a que, dentro de los años que sean y ganen los otros, tengamos otro episodio -declaraciones, gastos y ofensas- semejante pero de signo contrario.
Pero vayamos por partes.
A mí que las calles se llamen de una forma u otra me resulta bastante indiferente, de hecho ignoro de una forma completa quienes fueron la mayoría de personas cuyos nombres figuran en los carteles. Los nombres de las calles sirven para saber dónde estás y, salvo casos y circunstancias, no me provocan ningún éxtasis de recreación histórica. Yo circulo por la calle Velázquez buscando el número al que voy o admirando la belleza arquitectónica de sus edificios, pero no hago un repaso mental ni de su vida ni de su obra. Que a la calle José María Pemán se le cambie el nombre porque fue franquista me parece una aberración, salvo que se haga lo mismo con la de Rafael Alberti. El uno fue literato, según los gustos, y franquista, el otro fue literato, según mi gusto malísimo, y comunista. Si es por calidad literaria quitemos los dos, y tantos otros, si es por filiación política es revanchismo y por tanto yo estoy en contra.
Admitamos que ningún nombre de torturador o asesino debe de figurar en los carteles de una calle, pero para evitar el revanchismo, para hacer algo justo y no ofensivo quitemos todos los nombres de ambos lados con el mismo criterio. Militares, fuera todos, colaboracionistas de cualquier signo, fuera todos, héroes varios, fuera todos. Seguro que a los italianos si les explican quien fue Viriato lo considerarían un asesino indigno de tener una calle. Y a Velázquez por monárquico, y a Pío XII por papa y a Alfonso XIII por rey y a Mariana Pineda porque ofende a los franceses y a mí, como alérgico, los de flores y plantas. Qué barbaridad. Revanchismo y revisionismo.
Respecto a las tradiciones ofensivas para otras gentes estoy hasta los inmencionables de “bienpensantes” que deciden que parte de la historia tiene que avergonzarnos a todos y están dispuestos a imponer su superior criterio moral y social a los pobres engañados, pervertidos e insolidarios que por el mundo circulamos sin caer en penitencias desgarradoras por la maldad intrínseca de todos nuestros antecesores.
Yo, cuando veo algo que no me gusta, que no comparto, me limito a ignorarlo en la mayor parte de los casos y, si es dañino, a explicar mis razones, a fomentar el conocimiento del daño causado, la educación de aquellos que no reparan en lo dañino de sus actos porque nadie se ha preocupado antes de equiparlos con un criterio moral suficiente. Pero lo que no hago es prohibir, imponer, agredir, soliviantar, condenar a aquellos que piensan diferente a mí, primero porque no tengo motivos para pensar que mis maldades, sí, esas que todos tenemos, sean mejores que sus maldades porque son menos públicas y segundo porque no tengo ningún interés, ni por tanto prisa, en figurar en la historia como el referente moral de nadie ni de nada.
Si alguien se siente ofendido con una tradición que se vaya a otro lado donde no se practique o que consiga su ilegalización. Yo, salvo cuestiones de violencia y sangre, soy más partidario de que se vaya a un lugar donde no le ofendan. Ejemplo: cuando hay una fiesta popular siempre hay algún vecino con balcón aledaño que se siente perjudicado. Los más listos se cogen vacaciones coincidiendo con las fiestas y se ausentan.
Había un tercer punto de revanchismo en el principio, pero ese tiene su propio recorrido y es tan complejo e intrincado que intentar desarrollarlo aquí haría esta reflexión interminable.
En fin, que como ciudadano de a pié, como sufridor de administraciones varias hay puntos que me urgen mucho más que lo de revisar los nombre de las calles o la mayoría de propuestas de corte populista que hasta este momento han hecho los “nuevos ayuntamientos”, los antiguos ni eso.  Una propuesta que creo que suscribiríamos todos los ciudadanos sin distinción de color, credo o filiación: Bloqueo inmediato de las leyes recaudatorias y revisión, o incluso anulación, de todos los expedientes con flagrante fraude de ley incoados por las policías municipales y otros entes de dudosa legalidad que los perpetran.

Ah¡, que eso es dinero y no interesa. Ya, Ya sé cómo me dicen. Primero a salvar las conciencias y luego, luego a mantener los mecanismos recaudatorios que hay que pagar muchas cosas. Ciudadanos sí, pero calladitos, engañados y exprimidos.

martes, 23 de junio de 2015

Analfabetos funcionales

Uno de las grandes luchas de la humanidad en general  y de la sociedad española en particular, ha sido la erradicación del analfabetismo, y esa lucha, estadísticamente, se ha ganado. Es verdad, es una victoria puramente estética, ya no hay prácticamente personas que no sepan leer y escribir, aunque viendo ciertos mensajes de redes sociales uno se pregunta que es saber escribir, pero lo que nadie controla es cuantas de esas personas que tiene el conocimiento básico no son ahora analfabetos funcionales, no son ahora ignorantes incapaces de asimilar, analizar y cribar la información que reciben.
Uno de los grandes argumentos que te encuentras hay en día cuando hablas con ciertas personas es que lo han leído en internet, ya si además lo pone la Wikipedia es dogma de fe, sin pararse a pensar que la información que figura en internet es tan extensa, tan ingente, tan comercial, que siempre vas a encontrar lo que tú quieras, lo que no quieras y todos los matices intermedios.
Leyendo internet, las redes sociales, uno se da cuenta de que ya hemos sido invadidos por los extraterrestres, que no digo yo que no, que somos fumigados en aras de unos intereses espúreos, que no digo yo que no, que vivimos en un conflicto de conspiraciones e intrigas a las que somos ajenos, que no digo yo que no, que somos permanentemente envenenados por las industrias farmacéuticas, que no digo yo que no, que somos gobernados por oligarquías en la sombra, que no digo yo que no, que …
Que, vamos a ver, que no digo yo que no, que no digo yo que no haya motivos para reflexionar sobre ciertas cuestiones y plantearse infinidad de preguntas, pero que disponemos de tantos argumentos, de tal avalancha de información, que somos incapaces de acceder a toda e, incluso, de asimilar toda aquella a la que accedemos. Primero por cantidad, pero, y es fundamental, por falta de los conocimientos básicos imprescindibles para analizar con rigor temas concretos.
Más allá de actitudes sospechosas, que las hay, más allá de intereses comerciales, que los hay, más allá de intrigas y conspiraciones, que estoy convencido de que las hay, yo no tengo capacidad de encontrar la verdad de todas las cuestiones, en caso de que pueda encontrar la de alguna, porque mi formación y mi tiempo no me lo permiten.
Es fundamental, a la hora de documentarse sobre un tema, contrastar las fuentes, no dejarse llevar por convicciones personales y, sobre todo, medir las consecuencias de nuestra incapacidad, porque si en muchos casos podemos vivir con nuestra desinformación, o nuestra deforme información, en ciertos temas como el de la salud seguir consejos y verdades de ciertos gurús de la literatura comercial y de la cultura sanitaria alternativa, en tiempos en vez de escribir libros viajaban por las ferias en carromatos, nos pueden llevar a una pérdida de salud y de calidad de vida sin retorno posible.
Yo desconfío profundamente de la industria farmacéutica, y de la alimentaria y sus fórmulas llenas de letras y números que desconozco, pero no eso no me lleva a suicidarme en aras de unos consejos alternativos igual de, si no más, dañinos que lo que intento evitar. Procuro comer natural, procuro no tomar más medicamentos que los imprescindibles y detectar en los que tomo efectos secundarios indeseables, y me encomiendo a lo que sea para que lo que entra en mi cuerpo no empeore lo que había antes. No alcanzo a más.
¿Y a cuento de que ha venido esto? Ah¡, si, ya recuerdo. El otro día alguien compartió en su muro un chiste que al parecer era muy gracioso. Era como sigue:
Romeo le dice a Julieta:
-          ¿No es verdad angel de amor que en esta … ?
-          Romeo –interrumpe Julieta en el colmo de la gracia- ¿Quieres trepar ya de una vez por la enredadera…?
El resto, que parece ser el chiste, ya no tiene importancia. Lo realmente importante es que aparte de lo soez, previsible y poco gracioso del chiste, nadie, ab-so-lu-ta-mente nadie, reparó en que ¿Qué pintaba Romeo en Sevilla? ¿Qué hacía Julieta en el lugar de Doña Inés? ¿Hay enredaderas en la finca de Don Juan, a orillas del Guadalquivir? ¿Hay tanta gente que ignora que esa frase es del Don Juan de Zorrilla y que Romeo y Julieta son personajes de Shakespeare?

Pues eso, analfabetos funcionales. 

domingo, 14 de junio de 2015

No hay

Pues nada. Ahí seguimos, en el machito. Parece ser que nuestros políticos no acaban de darse cuenta de que su actitud no representa, no es capaz de representar, la idea que los ciudadanos de a pié, esos que muchas veces no votamos por hastío, esos que muchas veces votamos contra lo que hay, esos que a veces votamos en blanco para manifestar nuestro cabreo, esos a los que la ley electoral castiga con su indiferencia interesada, tenemos de lo que es el verdadero servicio a la comunidad, a los intereses del pueblo llano y no militante.
Llevamos muchos años, tantos que me da pereza contarlos, inmersos en una política autista, frentista, partidista y soez. Llevamos muchos, muchísimos, años en que gobernar es deshacer todo lo que han hecho los anteriores y oponerse es tirar por tierra cualquier proposición del que gobierna sin importar en lo más mínimo si es conveniente, razonable o incluso necesaria.
El único afán de los partidos es tener el poder, a costa de lo que sea, no importan los medios, no importan los ciudadanos, no importan, ni siquiera, las bases. Control férreo de los militantes mediante la disciplina de partido. Control férreo de los ciudadanos mediante una ley electoral que impide la representatividad directa y que favorece el mangoneo post electoral.
Todo es macro. La macroeconomía, las macroempresas, las macro estructuras. Todo menos los micro ciudadanos, su micro capacidad de control sobre los políticos y su micro interés para los que “gobiernan” y muchas veces, desgraciadamente, en los que gobiernan.
Tengo la extraña sensación de vivir en una sociedad con propietarios. Tengo la extraña sensación, el convencimiento, de estar viviendo una suerte de despotismo ilustrado con elecciones. Tengo la extraña sensación, casi la certeza, de que me paso la vida pagando un alquiler, sin opción a compra, de un sitio en una sociedad que ya alguien ha organizado para mí y en la que se me permiten ciertas libertades que se utilizan como mordaza, como coacción moral, para evitar que me dé cuenta de que no soy dueño, ni siquiera socio, de esta amalgama de realidades socio-culturales en la que cierto “poder en la sombra” ha convertido al planeta. Fronteras, himnos, banderas, religiones, doctrinas políticas, racismo, todo está perfectamente orquestado para lograr desunión y enfrentamiento

O, simplemente, hoy me he levantado con un fuerte ataque conspiranoide. Todo puede ser. Pero aquí, ahora, me declaro seguidor incondicional, devoto irredento, fanático, del primero que sea capaz de darle la razón a su oponente o de oponer un argumento en positivo. No hay… lo que tiene que haber: libertad, razones, interés, ciudadanía.