domingo, 4 de octubre de 2015

Hasta el Rabo Todo Es Toro

Hasta el rabo todo es toro. Frase que cualquier españolito, incluidos los anti taurinos, conoce por haberla oído e interpreta correctamente, porque cuando hablamos de la tauromaquia hablamos de algo absolutamente imbricado en la cultura y las tradiciones de este país pero no olvidemos, para aquellos que lo han aprendido, para los otros un poco de saber general, que la cultura del toro, su simbolismo, ya viene de nuestros más ancestrales ancestros, de los griegos, de los babilonios, de los cretenses, o, si nos vamos por el otro lado, de los celtas. Conviene recordar que el toro raptó a Europa y desde entonces Europa busca resarcirse y burlar al toro. La inteligencia, la habilidad contra la fuerza bruta. Un encuentro lleno de simbolismo y estética al que en los tiempos actuales solo habría que ponerle el pero de la sangre, del sufrimiento, para mí, siempre innecesario.
Tendría yo seis o siete años cuando en unas vacaciones me llevaron a ver un espectáculo del torero bombero. Año arriba, año abajo, fui, acompañando a mi familia como extra, al rodaje de una película sobre el mundo del toro en la plaza de San Sebastián de los Reyes. No me gustó. No he vuelto a asistir a una corrida. Tengo que reconocer que a mí los espectáculos de riesgo no me gustan. Las corridas, el circo, me hacen pasar un mal rato.
Es verdad que la suerte del capote y la de banderillas me parecen, estética y simbólicamente, interesantes y en alguna retransmisión he apreciado la belleza de algún capotazo, la sublime habilidad de algún maestro del quiebro para banderillear, pero la sangre y la sensación de peligro no me permiten disfrutar de la lidia al completo.
Pero una vez posicionado respecto al espectáculo en sí creo que un cambio en el reglamento que evite la muerte pública de la res y la suerte de varas, para mí la más cruel, podría preservar una práctica que está profundamente arraigada en nuestro día a día. Claro que siempre puede venir algún entendido, algún purista, y objetar que lo que yo propongo es una aberración. Puede ser, pero el espectáculo público del sufrimiento, de la muerte, a día de hoy también puede considerarse como aberrante.
Porque, al fin y al cabo, a mí lo único que me molesta de la tauromaquia son ciertas suertes de la lidia, las que lastiman, las que matan, pero no entiendo parte de la cultura española sin el mundo de los toros y creo que sería importante poner en valor la riqueza aportada y poner en valores actuales su desarrollo para evitar su paulatina e inevitable desaparición.
"Dar una larga cambiada". "Poner en suerte". “Cambiar de tercio”. "Dar un capotazo". "Hasta el rabo todo es toro". "Lidiar con un problema, o con la más fea". "Meter hasta la bola". "Ponerlo en todo lo alto". “Hacer una faena”. “A golpe de clarín”. “No dar tres pases”. Son frases de uso cotidiano y origen taurino, como de origen taurino son los pasodobles, y series como Juncal, y platos como el rabo de toro. Y al imaginario popular, de origen taurino, pertenecen, Cúchares, Manolete, Marcial,  Lagartijo, y un largo etcétera que no viene al caso enumerar. Y los grabados de Goya sobre la tauromaquia, las preciosas plazas que se erigen por doquier en la geografía española, y americana, y francesa, y portuguesa, porque a estas alturas ese acervo cultural, esas terminología, música, arquitectura, gastronomía y pintura, esos poemas de toros de tantos poetas, no pertenecen ya únicamente a los españoles.
Resumiendo. Renunciar a las tradiciones es una forma contundente de convertirse en un paria, en una persona sin raíces ni poso. Reivindicar, reivindicar que no imponer, una nueva sensibilidad para aquello que nos perturba, siempre y cuando la perturbación no sea minoritaria, es una práctica loable. Pero en todo este ruido, el anti taurino, veo más un problema de intransigentes, los de un lado y los del otro, que un problema popular y real. Los unos porque apuntan a puritanismo militante con ciertos visos anti españolistas y los otros porque desde su purismo e intransigencia pueden estar alimentando las filas de los que desde distintas sensibilidades se suman a los anti, y haciéndoles el juego intentando identificar taurino y español. No, algunos españoles somos muy poco, nada, taurinos. Si, algunos anti taurinos son, básicamente, contarios a todo aquello que se pueda etiquetar como español. Si todos ellos son bastante cabestros (otra¡).

Y al final, como al principio, como un Ouróboros étnico y cultural, me reafirmo en lo dicho al principio: “hasta el rabo todo es toro” y hasta que no estemos más preocupados de convencer que de imponer, de educar que de multar, de formar que de legislar, los problemas serán toros difíciles de lidiar y las pretendidas soluciones, largas cambiadas.

sábado, 3 de octubre de 2015

La Memoria

Es difícil situarse, papá. Es difícil conseguir situarse en el plano en el que tú te mueves, cuando te tienes que enfrentar a la memoria, a la destrucción paulatina y regresiva de la memoria. Todo lo que has aprendido -memoria-, todo la experiencia acumulada -memoria-, todo el sistema de relaciones establecido durante la vida -memoria- se viene abajo porque tú lo estás olvidando, cada día, cada instante, cada vez que nos vemos e intento situarme lo hago respecto al que fuiste ayer, pero tú ya no eres el que fuiste ayer, eres el que fuiste hace no sé cuántos años menos un día.
Y entonces tengo que resituarme, si es que en ese momento tu estado nos lo permite. Porque a veces resituarme es aceptar con resignación, pero con rabia, que ese día te toca aislarte, que ese día no podré acceder a ti por ningún medio, con ningún argumento, con ningún lugar común que nos permita reconocernos. Si afortunadamente el día es un poco mejor entonces solo hay que saber cuál de los diferentes papeles es el mío, padre, hermano mayor... y saber en qué remoto tiempo y lugar habré de colocar ni torpe memoria (-No me acuerdo papá. - Pero si tú estabas allí. -Ya papá, esta memoria mía... ) y tú entonces te arrancas a contarme aquello que pasó y que intento entresacar de los vocablos extraños y trastocados con que me lo cuentas.
Y cada vez las historias son más lejanas en el tiempo, y más escasos los días en que te apetece, en que puedes contarlas, y más numerosos los de aislamiento o los de obsesiones.
Porque también están las obsesiones, papá, esa permanente preocupación porque te están quitando las cosas de valor. Las cosas de valor... Como las piedras preciosas de plástico de tu copa de Lord López Cid que te regalaron en aquella cena de Londres, o esos soldaditos de plomo que con tanto esmero fundías, pintabas y colocabas en cajas adornadas por ti mismo para regalar a los niños de tu alrededor, o tus monedas, esas con las que tanto disfrutabas colocándolas, clasificándolas, comparando y que ahora solo son una cuita más, otro quebradero de una cabeza que ya está bastante quebrada.
En fin, papá, que al final, al extremo de tanta apariencia resulta que solo somos agua y memoria, y si nos falta cualquiera de los dos elementos, si nos privan de cualquiera de nuestras esencias solo va quedando la decadencia, o la muerte.

Aunque, ahora que caigo, papá, aún hay un elemento más que nos identifica y hace vivir, la memoria de los demás. El amor que hayamos podido generar en los demás y que es lo único que nos trasciende. Y yo te quiero, papá, más allá de los recuerdos y los humores, los del cuerpo o los del día.

viernes, 2 de octubre de 2015

Laicos

El debate está en la calle, pero como casi siempre, exagero en el casi, hay más gente interesada en llevar la razón que en ser razonable, gente dispuesta a desvirtuar, contaminar y utilizar cualquier método para salirse con la suya.
¿Qué es un laico? Curiosamente el término es básicamente religioso y significa, desde el punto de vista católico, aquel que no ha profesado los votos, seglar o secular serían también equivalentes. Si nos vamos al budismo se refiere a monjes que practican sin necesidad de templo. Casi lo mismo. Curiosamente todos los primeros cristianos eran laicos o legos.
¿Es por tanto este el debate abierto en la sociedad actual cuando se reclama un estado laico, una escuela laica, una sociedad laica? Me temo que no. Laico en este caso se toma como al margen de la religión, no adscrito a ninguna creencia ni práctica religiosa. ¿Es por tanto este el debate? Debería de serlo pero me temo que hay más gente interesada en crear su propia acepción e imponérsela a los demás que en llevar el término a su justa medida.
Teniendo catorce años decidí, tras una experiencia traumática en un colegio religioso, abandonar la práctica religiosa. Nunca por ello se me ha ocurrido considerar a la iglesia católica, ni a ninguna otra, como un antro de perversión por la misma razón que si voy a una panadería y me venden un mal pan no condeno al gremio de los panaderos.
Pero no puedo evitar cuando veo a ciertos colectivos utilizar la palabra, el concepto, percibir un cierto tufillo, una peste hedionda, a postura anti religiosa, por no decir, o hay que decirlo, anticatólica. El anticlericalismo, la anti religiosidad, aparte de denotar una cierta falta de perspectiva histórica y una postura agraviada, es un posicionamiento no laico, ya que denota la falta de una virtud sin la que el laicismo no es posible, la tolerancia, por lo que se convierte indefectiblemente en una religión alternativa, o en una alternativa a la religión, como se prefiera, pero religión al fin y al cabo.
Aquellos que se ofenden cuando un líder religioso se pronuncia sobre un tema porque no coincide con su idea no adoptan una postura laica ya que esa persona se pronuncia para los suyos y según sus códigos morales. Utilizar esas palabras para arremeter contra la iglesia a la que pertenece es anticlerical y demagógico. Si es erróneo para su iglesia que ella y sus seguidores se lo demanden y en todo caso a mí ni me va ni me viene, ya que ni vivo en sus preceptos ni pretendo caer en la demagogia de condenar a los que me condenan.
Perseguir ciertas tradiciones porque tienen un origen religioso no es ser laico, es ser un descerebrado o un demagogo, que de todo hay, porque entonces habrá que quemar todas las pinturas de origen religioso, incluso mitológico dado que la mitología era una religión, y las esculturas y las obras de teatro que toquen el tema, todos los clásicos, y derribar las iglesias y las catedrales e incluso condenar al olvido a miles de recetas que recordarán su pasado clerical o, simplemente, de conmemoración y costumbres de ciertas fechas.
No sé, según lo escribía alguna de estas prácticas me ha traído a la cabeza al Estado Islámico y las suyas.
Yo, mientras tanto, y conserve la cabeza, seguiré convencido de que soy laico ya que no practico ninguna religión concreta. Eso sí, voy a seguir creyendo en los Reyes Magos, voy a seguir disfrutando de lo poco que queda de Navidad, voy a seguir extasiándome ante la apabullante estética de ciertos pasos de Semana Santa cuando transcurren por lugares que los realzan y voy a seguir disfrutando del impacto emocional que producen en los que lo contemplan. Y si, también seguiré asistiendo a ceremonias religiosas, de cualquier religión, sin temor a condenarme ni a faltarle al bien común cuando algún amigo o familiar demande mi compañía para festejar con él o acompañarlo en momentos de necesidad.

Porque soy laico, pero nada, nada, anti religioso. Porque esa religión, la anti religión, tampoco la practico.