domingo, 30 de marzo de 2014

Leña al Mono

Creo que nadie me discutirá si planteo que todos hacemos las cosas pensando en que es lo mejor para el tema y las circunstancias que nos atañen.  Estoy convencido, al menos tan convencido como de que el uso del espejo de mirarse y hacer autocrítica es habitualmente incorrecto por permisivo y por poner siempre el perfil bueno. Aunque de esto la culpa es seguramente de los fabricantes que no adjuntan un libro de instrucciones advirtiendo de los peligros de no examinar todos los ángulos posibles con mirada crítica y veraz. Somos humanos, los fabricantes y los visionarios, o videntes, o mirones.
Por eso me pasmo y no paro. Por eso me asusto y no paro. Por eso digo lo que digo y no me escondo. Hacer un recorrido por las redes sociales es un ejercicio de funambulismo sobre el precipicio del odio, y a veces sin pértiga ni sombrilla, con viento racheado de costado y niebla. A veces, incluso, sin alambre.
Porque viento racheado de costado es que todos los comentarios, de extremada virulencia oratoria en algunos casos, caigan hacia el mismo lado político. Porque niebla es, al fin y a la postre, no darse cuenta de que lo mucho cansa y anestesia por lo que finalmente se pasa sobre ello de puntillas y con los dedos tapando la nariz. Porque la falta de pértiga o sombrilla nos condena a la caída por falta de apoyo para mantener el equilibrio imprescindible. Y porque falta de alambre es, para mí en todo caso, incitar al odio en las duras esperando que el viento sea calmo en las maduras.
La política de tierra quemada que se practica últimamente, en muchos casos buscando un aplauso que desgraciadamente se consigue fácil, no es más que la siembra del hambre, de la imposibilidad de conseguir  un país, una sociedad, un mundo, moderno, con capacidad de convivencia y progreso que ya no será fácil que tengamos al menos en un futuro cercano.
Claro que lo mismo no importa. Hay que fomentar el odio al contrario, aunque se lo merezca, y conculcar la legalidad y el sentido común siempre que nos favorezca, y sobre todo, saturar, insultar y aprovecharse de instrumentos que seguramente merecerían otros fines.

Leña al mono que es de trapo y lo mismo se lo merece. Y si no que le den por no pensar lo que yo pienso ni hacer lo que yo haría.  Y a nuestros hijos, a nuestros nietos, el legado imperecedero de una convivencia imposible y la ausencia de una sociedad moralmente construida en la fraternidad, el respeto y la tolerancia. Incluso hacia aquellos que se lo merecen.

martes, 11 de marzo de 2014

O las Dos

Ha pasado el día de las víctimas, el día de las conmemoraciones y actos que rememoran una acción que supuso el dolor y la perdida de seres queridos para los que los perdieron, el miedo y el recuerdo lacerante para los que se quedaron. Ha pasado el día, que en realidad para muchos son todos los días, de recordar con dolor, con añoranza, todo lo que para las víctimas, muertos, heridos, allegados, pudo ser y no fue a partir de aquella aciaga jornada del 11 de marzo.
Aunque no porque haya pasado el día pasa el recuerdo, no porque el calendario siga su curso en pos del sol y su camino, el dolor sea menos intenso. Simplemente las agujas se siguen moviendo para alcanzar tras setecientos treinta giros completos un nuevo día de recuerdo y dolor expresados.
Pero tal vez porque ya no es el día de las víctimas podamos sin remordimientos, sin reparos, con un cierto resentimiento, establecer que hoy sea el día de los damnificados, el día de los que sin ser muertos, heridos, ni allegados, llevan diez años viviendo las consecuencias de aquellas explosiones, el día en que varios millones de españoles se dejaron arrastrar  para reabrir el más amargo de los fantasmas nacionales, el día del renacimiento de la versión más feroz y descarnada de las dos Españas.
Porque al día siguiente hubo quien pretendió sacar partido de la sangre aún no coagulada, hubo quien sacó partido del espanto y del miedo, hubo quién mintió para asegurarse los votos que ya no podrían emitirse y hubo quién los buscó por otros medios. Porque al día siguiente, que digo, al minuto siguiente, esta nefanda casta de burócratas aprovechados y sin conciencia que se llaman políticos, se dedicó a mover sus fichas para asegurarse su cuota de muerte y a los demás, a los de a pié, a los que aún traumatizados contemplábamos el ir y venir de cadáveres y ambulancias y seguíamos con ansiedad las cifras cambiantes de heridos y muertos, nos dejaron una herencia aún no resuelta de frentismo, el rencor irreconciliable de las afrentas indecentes que taparon, que tapan, una reconciliación con el rigor, con el respeto, con la convivencia, que una vez más se ha demostrado inalcanzable. En España una vez más, hace ya siglos, hace ya diez años, vivimos unos contra otros, unos frente a otros, en vez de unos y otros. En España una vez más, hace ya siglos, hace ya diez años, vivimos del insulto con rabia, de la descalificación ciega y partidaria, del “y tú más” de la desmemoria, de la mediocridad, y la inutilidad. En España una vez más, hace ya siglos, hace ya diez años, vivimos de agredir con el pasado en vez de buscar con ahínco, con generosidad, con colaboración, el mejor futuro. Porque en España una vez más, hace ya siglos, hace ya diez años, hemos sustituido la convivencia por la confrontación, el debate por la algarada, el adversario por el enemigo, la razón por el insulto.

“Españolito que vienes al mundo te guarde Dios una de las dos Españas ha de helarte el corazón”, o las dos.