miércoles, 31 de agosto de 2016

No hay dos sin cuatro

Hay una máxima en la empresa privada que es incuestionable: el que no rinde, el que no cumple con su trabajo, se va. No siempre es cierto, es verdad, el principio de Peter es inamovible y todos hemos conocido algún caso flagrante de incompetencia recompensada, pero suele ser en grandes corporaciones o a causa de la incompetencia de algún jefe que ha alcanzado su posición por el susodicho principio.
Y a mí, que no estoy en el ajo y me han convertido en un mero espectador, me parece que todos los políticos actuales, bueno, ese que se ha ofendido a lo mejor no, que casi todos los políticos actuales, la mayoría de ellos, cumplen una especie de Principio de Peter de la política.
Todo ciudadano que alcanza en el ámbito privado su nivel de incompetencia se dedica a la política, o a las subvenciones. Lo dicho, a la política.
He asistido con escepticismo inicial, con cabreo profundo durante, y con indignación de las de atraganto e insulto al final, a las comparecencias de los diferentes personajes, esos llamados líderes y los otros llamados portavoces, que han tenido a bien  ofender mi inteligencia, abusar de mi paciencia y utilizar de forma espuria el dinero de mi país.
Si esto fuera una representación teatral, que lo es, lo es, solicitaría que me devolvieran el dinero y no volvería a asistir a ningún espectáculo en el que figurara ninguno de sus nombres.
¿Nos han tomado por idiotas? ¿Lo somos? ¿Realmente esto se puede llamar democracia por el simple hecho de que votamos? ¿Cómo pueden tener la poca vergüenza, la nula dignidad, la soberbia, de ir a un debate con los discursos escritos? ¿O es que ya se habían puesto de acuerdo en lo que iba a decir cada uno? ¿O es que ni siquiera se escuchan? ¿Ni siquiera tienen la decencia de simular un verdadero debate?
Yo hubiera podido decir, hace ya meses, cada una de las palabras, cada uno de los argumentos, cada una de las estupideces, cada sinrazón expuesta en sus discursos manidos, relamidos, culpables y reprobables.
¿Y estos tipos arrogantes, pagados de sí mismos, despreciadores de la gente que ha depositado su fe en ellos, son mis representantes? No me jodas, y perdón por el exabrupto. Estos tipejos son unos sinvergüenzas, unos desahogados , unos estafadores de la peor calaña que juegan con la credulidad, con el dinero, con la esperanza de las gentes de este país.

Lo dije hace un tiempo, antes de las segundas elecciones, y no me muevo ni un pelo: No hay dos sin cuatro, y si no al tiempo. Al tiempo y a la paciencia de los ciudadanos.

miércoles, 24 de agosto de 2016

De Cuarta Categoría

Comprendo, ¿Cómo no iba a comprender?, que el paso de los años permite que la experiencia sea un elemento a incorporar en los análisis, en las reflexiones y disquisiciones que cada uno se hace sobre diferentes temas.
Y esa misma experiencia, ese mismo poso de conocimiento adquirido por el mero paso de los años, hace que todas las convicciones personales estén revestidas de una pátina de reflexión pausada que, si no es excesivamente pausada, resulta conveniente a la hora de analizar, de encarar, las situaciones que te toque vivir.
Es precisamente esa pátina, ese plus vital que los más jóvenes van adquiriendo según dejan de serlo, el que me lleva a afirmar sin pararme en simpatías, o antipatías, personales, que el principal problema que tiene en este momento este país es que los actuales líderes políticos son de cuarta categoría.
Habrá quién se pregunte que por qué digo de cuarta y no de tercera o de quinta. Bueno, en mi percepción es fácil catalogar la categoría de una persona respecto a una labor o respecto a un objetivo.
Para un político que aspira a gobernar un país el objetivo prioritario ha de ser lo mejor para ese país, lo más conveniente. Una vez establecida esa prioridad habrá de hacerlo conforme a su ideología, siempre que las circunstancias lo permitan, y con un equipo formado por personas de su confianza. De Perogrullo, vamos.
Si en esto estamos de acuerdo, y estoy convencido de que es suscribible por la mayoría de ciudadanos del mundo, la categoría de un político puede medirse en función del desplazamiento del objetivo principal dentro de sus prioridades a la hora de tomar decisiones que afectan al país a gobernar.
Establecida la fórmula solo queda aplicarla.
Nuestros actuales políticos miran en primer lugar, y de forma “ostentórea”, por su propio interés. Su personalismo, su afán de notoriedad y posteridad es digno de mejores metas. En segundo lugar, y aquí me cabe la duda de si en algunos casos el segundo y el tercer interés son intercambiables, miran por su partido. Posteriormente la mirada se les centra, o descentra según la postura a tomar, en la ideología. Y tenemos que esperar a un cuarto nivel para que el interés del candidato y el del país se encuentren.
Y aplicada la fórmula llegamos indefectiblemente a la conclusión de que, desgraciadamente, nuestros políticos no sobrepasan la cuarta categoría. Y eso siempre que consideremos, divina ilusión, que son absolutamente sinceros con nosotros y que no tienen otros intereses o prioridades en la mochila, que ya es lanzarse a la credulidad más desaforada a pecho descubierto.

Y si los políticos son de cuarta el país que gobiernen será de… efectivamente, un país es de la misma categoría que los políticos que lo gobiernan y que han sido elegidos por una ciudadanía incapaz de exigir, de controlar, de hacerse escuchar, o sea de cuarta categoría.

miércoles, 17 de agosto de 2016

La Corrupción Cotidiana

Mire hacia donde mire la preocupación por la corrupción es una constante en este país, pero la mayor preocupación, en mi caso, es la capacidad que tenemos en España de mirar constantemente hacia otro lado.
Habrá quien leyendo mis primeras palabras esté pensando que esto es una reflexión, otra más, sobre el voto al PP en estas últimas elecciones. Pues no, o sí, según se mire.
De todos es sabido que entre los españoles lo más imperdonable no es el fracaso propio, si no el triunfo ajeno. Y, aunque los términos no sean homologables, si es verdad que esa característica es fundamental a la hora de analizar la corrupción, la más dañina y cotidiana corrupción que asola el solar patrio, por ponerlo en términos añejos.
Haciendo gala de nuestra idiosincrasia más contrastada podemos afirmar que en el tema de la corrupción estamos más preocupados por lo que se llevan otros que por lo que nos quitan a nosotros, al españolito de a pié, a diario y por el morro, con la mayor impunidad y descaro, y esto no sale en las noticias. Y esto no se escucha en las conversaciones, ni en los bares, ni en los despachos, ni en las colas del autobús, donde ya no se habla, cada uno pendiente de su móvil multimedia y alienante.
Seguimos hablando, escribiendo, escuchando, noticias sobre Bárcenas, sobre los ERE, sobre los Puyol, sobre… los políticos en general. Seguimos escuchando e indignándonos con las tramas corruptas que crecen al amparo del poder político y atragantando nuestras entendederas con las cifras de millones que se han llevado, tan excesivas, tan llamativas, tan idóneas para escamotear la corrupción diaria que va entregando nuestro ejercicio como ciudadanos en manos de una aristocracia, no de palacio, no de peluca y baile de salón, si no de siglas e ¿ideologías? Una aristocracia que se encarga día a día de desmantelar nuestras opciones de verdadera libertad.
Nos escandalizamos de lo que se llevan y quienes se lo llevan, e incluso nos permitimos debatir sobre quién es más corrupto, porque al parecer la corrupción se mide en euros y no en daño moral. Porque al parecer la corrupción se mide en número de casos o número de personas, según quien la cuente y lo que le interese, y no en cifras de desencanto ciudadano. Porque la corrupción solo existe si sale en los papeles, si habla de millones y si su difusión beneficia a alguna posición política, o equilibra el escándalo promovido por otra.
Y mientras tanto yo, españolito de a pié, iluso ciudadano, tonto inútil, permito la promulgación de leyes puramente recaudatorias, permito la conculcación de derechos fundamentales como la presunción de inocencia, permito que los Ayuntamientos y Comunidades promuevan normas lesivas para mí y contrarias a la ley, permito que me hurten la salud con leyes que favorecen a los grandes productores, en detrimento de los pequeños de mayor calidad, permito que me despojen, a cada cita electoral, de mis derechos de voto y representación con una ley electoral que impide ejercer plenamente como ciudadano, permito que me expolien, que me perjudiquen en mi propio nombre, permito que me cobren a precio de oro los servicios básicos de agua y energía, permito que las grandes fortunas, o las grandes corporaciones, repartan dividendos sobre la pobreza de los más desfavorecidos. Y eso no es corrupción. Eso no. Eso creo que se llama libre mercado, o descarado mercadeo.
Todos los ámbitos de la vida pública, y por ende de la privada, están sometidos a la corruptela del favor al poderoso, del ninguneo del ciudadano, del escamoteo pertinaz de los derechos en nombre de esos mismos derechos. Nos escamotean la libertad a cambio de una cuestionable seguridad, nos escamotean la salud permitiendo una cadena alimentaria basada en el beneficio y no en la calidad, permitiendo el comercio abusivo de las industrias químicas, ya sean sanitarias, energéticas o alimentarias, nos escamotean nuestros derechos y libertades en una tutela interesada, falsa, lesiva para nuestros intereses.
Pero bueno, no lo perdamos de vista, lo importante es cuanto se llevó Bárcenas, que los hijos de Puyol se dan la gran vida a costa de lo que tramó su padre o cuantos pringados hay en Andalucía a costa del paro y las subvenciones.
Y yo mientras tanto seguiré pagando multas, preventivas, de radares ocultos, o colgados en el aire, o, llegará el día, camuflados en mis propios bolsillos. Mientras tanto seguiré pagando multas por aparcar en un sitio que ya había pagado con un impuesto. Seguiré comiendo unos tomates que sé que lo son porque tienen el color y la forma que los identifica como tales, aunque no sé si resistirían una prueba de ADN. Seguiré tomando unos medicamentos que me curarán de una enfermedad cuestionable, pero amenazante, y que acabarán produciéndome algún otro daño, por efectos secundarios, claro está. Seguiré pagando a la compañía de turno diez veces más por los servicios prestados que por el agua que consumo. Seguiré siendo el imbécil que grita a la salida de los juzgados, paga religiosamente lo que le dicen que hay que pagar y va a votar obendientemente cada vez que dicen que le toca.

Y a mí me ha tocado. A mí me toca, y no es necesario que explicite la zona anatómica, indignarme con la corrupción diaria, pertinaz y alienante a la que estamos sometidos los, de momento solamente, aspirantes a ciudadanos. Y no solo de este país, que conste, no solamente de este país, aunque lo nuestro tiene tela.

http://plazabierta.com/la-cotidiana-corrupcion/          13-08-2016
http://www.dclm.es/opiniones.php?id=2650               19-08-2016

¿Anti Sexistas o Puritanos?

Hay momentos en los que el afán de la modernidad nos vuelve poco precisos en ciertos temas, cuando no nos hace caer en la insensatez o argumentar desde posiciones que analizadas con cierta lógica se adivinan absolutamente falaces.
Viene este párrafo a cuenta de la famosa foto de vóley playa femenino en la que se veían disputando un partido a las componentes de un equipo alemán y a las de otro equipo de nacionalidad egipcia y que dio la vuelta al mundo por la disparidad de sus atuendos.
Y como siempre hay gente dispuesta a coger el rábano por las hojas hubo quién, en nombre de un sexismo que seguramente estaba solo en sus ojos, o de una defensa de la libertad de atuendo que nadie discutía, escribió un artículo denunciando el sexismo que suponía el atuendo, a sus entendederas breve, de las componentes del equipo alemán y, por ende, de todas las componentes de los equipos femeninos occidentales. Y claro, para garantizar su superior neutralidad, acusaba también de sexista el atuendo de las egipcias, por el motivo contrario.
Así que, al parecer, el atuendo deportivo de esta especialidad es sexista si se tapan, porque se tapan, y si no se tapan, porque las hacen taparse.
Digo yo que el ínclito pensador, de cuyo nombre no quiero acordarme, y además no me acuerdo, debe de considerar sexista también el atuendo de las atletas y el de cualquier mujer que no se vista de una forma sobria, tal vez traje de chaqueta o falda pantalón, para poder practicar su deporte oficialmente, porque, no nos olvidemos, cada federación, y para evitar disparates y dislates, hace una descripción normativa de los atuendos admitidos por los practicantes en competiciones federadas.
Supongo, de todas formas que el preclaro adalid de los contubernios machistas, hombre por cierto, no tiene a bien ver deporte, ni pasear por la playa. Porque yo no sé cuál es la moda al uso en las playas egipcias, pero en las europeas es habitual ver mujeres practicando deportes, incluido el vóley, en atuendos semejantes, cuando no más breves, que los que portaban las deportistas alemanas. Más breves hasta el punto de utilizar, no en muchos casos es cierto, bañadores sin parte alta, lo que en castellano llano se dice “en tetas” y en inglés del imperio “top less”.
Así que así puestos resultaría que el bikini es sexista, como lo sería cualquier bañador que no fuera un calzón, por cierto incómodo y puede que hasta antihigiénico, que alcanzase las rodillas semejante al que la moda de baño ha condenado a los hombres.
Claro que, y ya puestos e hilando fino, a lo mejor lo sexista es la playa en general o el que la vista de cualquier hombre, o mujer, se pose en las formas de cualquier dama, o caballero, que las pasee por lugares públicos que sean utilizados para que el sol o el agua las bañe.
Siguiendo el razonamiento del profundo pensador lo único adecuado y no sexista tal vez sea que los hombres, no sé si las mujeres porque a veces también desvíen su mirada inadecuadamente hacia formas que les resulten atractivas, de ese artilugio que obliga a las caballerías a mantener su vista al frente. O eso, o volver, tiempos aquellos, a las piscinas separadas por sexo. Y ya siguiendo a los colegios y a las actividades públicas de cualquier índole.

En fin, en mi tierra, y por no alargarme más, a cierto tipo de pensamientos no se le llaman sexistas o anti sexistas, se les llaman puritanos.  Y como bien decía Forrest “Gaamp” tonto es el que dice tonterías.

sábado, 6 de agosto de 2016

Sólo me siento más

Bueno, ya que los partidos políticos, esos entes devoradores de democracias y generadores de corruptelas y prebendas, han decidido convertir a este país en su reino de taifas y devolvernos a lo más oscuro de los tiempos medievales, políticamente hablando, quizás sería interesante recuperar ciertas costumbres de aquel entonces que los hicieran, que nos hicieran a todos, recuperar, junto con los desafueros y las cuotas de poder, ciertas fórmulas que los hagan saber, y nos hagan recordar, en qué punto estamos.
¿Y en qué punto estamos?, se preguntan todos al votar, parafraseando la canción. Aquí hay matices. Unos piensan que estamos en un desatino monumental, otros que en una locura, otros más, entre los que me incluyo, en una exhibición intolerable de falta de representatividad y coherencia. En un punto en el que nos están tomando el pelo o, lo que es más grave, nos están castigando por haber osado votar fuera del bipartidismo institucionalizado.
¿Opciones? Yo no veo ninguna. Porque para que hubiera opciones tendría que haber interés por el país, generosidad de miras, conciencia de que los votos no son suyos ni valen para lo que les dé la gana. Porque para que esto tuviera algún atisbo de solución los partidos políticos tendrían que tener algún interés en ser conscientes de que sus votos no provienen solo de sus bases y que la mayoría de sus votantes son personas que solo comulgan parcialmente con sus postulados. No, los votos, la mayoría, provienen de ciudadanos que no son socialistas de partido, ni ciudadanos de partido, ni populares de partido, ni siquiera comunistas o radicales. La mayoría de los ciudadanos españoles votan por simpatía o, y eso es peor y más determinante, por antipatía. Votan porque ese señor les cae mal o porque ese otro hizo algo que no está dentro de lo asumible.
Porque la mayoría de los ciudadanos votantes consideran más intolerables las posturas radicales que la corrupción, la tibieza, la indecisión, la falta de integridad de mensaje que los recortes, las palabras subidas de tono y militantes de los mítines que las pensiones vitalicias y los sueldos de los diputados y senadores.
Como son intolerables una ley electoral que nos hurta el control sobre nuestros pretendidos representantes o una atomización de la representación ciudadana de un coste inasumible y que no tiene otra función que parcelar el poder para mayor disfrute y placer de los que optan a él.
“Nos, que somos tanto como Vos, pero juntos más”, decía la fórmula de toma de juramento al nuevo rey de la corona de Aragón. Preciosa frase que sirve no solo para paladear un bella construcción lingüística, si no para recordar al que la pronuncia y al que la escucha que lo que recibe no es suyo, que el que lo recibe no es otra cosa que un primus inter pares, un  representante de aquellos que lo eligen para representarlos y no para llevarlos al desastre ni para que los ningunee a partir de ese momento.
Tal vez la fórmula debería de figurar en la cabecera de las papeletas de voto. En la apertura de todos los espacios electorales y en banderolas y carteles a la entrada de los lugares de votación. Mi experiencia me hace ser escéptico y creo que ni así.
Creo que ni haciéndoselo escribir mil veces los actuales políticos españoles entenderían que son representantes de los ciudadanos que los han elegido, y de los que no, antes que representantes de una ideología o de unas siglas, porque es fundamental saber a quién, y a qué, representas para que puedas representarlo
Claro que seguramente lo tienen muy claro. Ellos representan a sus colegas en primer término, en segundo a su partido y, como mucho, a sus militantes, y si eso, y tienen un rato, a sus votantes. Los demás pasaban por ahí y encima se han equivocado.
Y mientras las fidelidades, las obligaciones, los compromisos no estén claros, o lo estén inadecuadamente, esto será una jaula de grillos, un país de figurones que se sienten respaldados por su propia falta de criterio democrático, un país de gallitos solo interesados en su propia promoción y lucimiento.

Así que vista la situación este Nos se niega a ser tanto como Vos y de juntos ni pensarlo. Tal como apunta la cosa sólo me siento más.