miércoles, 25 de diciembre de 2013

Cumpliendo Años

Hace pocos días se cumplió una vez más el aniversario de mi nacimiento y una pregunta banal, casi oída a diario utilizó como detonante la cifra acumulada para replantearme toda una filosofía de vida. Es curiosa la predilección que tenemos por la cifras redondas, por los cambios de década para hacer una suerte de balance, no vital, si no de expectativas vitales. 
¿Cuántos años tienes?, siempre he dicho que las cifras no me impactan, siempre he sostenido que las cifras no son más que una forma de contar el tiempo, pero he de reconocer que todo lo acontecido en mi entorno y mi persona durante este año me ha puesto delante, por primera vez, inconscientemente, una especie de calendario inverso de la vida que me puede quedar según las estadísticas. Aún no he llegado a leer los obituarios de los diarios para analizar las edades reflejadas y compararlas con la mía. Aún no he perdido esa batalla. Pero porque aún no la he perdido y no quiero llegar a perderla es por lo que he decidido cambiar mi discurso. Por eso y como homenaje sentido, interior, dolido, a aquellos que no han llegado, que no llegarán a esta cifra. A aquellos que ni siquiera han llegado a empezar a contarla.
Yo ya no tengo años. En realidad nunca los he tenido. No he hecho una acaparación avara y vacía de mis años. He vivido intensamente cada momento. He dilapidado, dejado tras de mi, apurado hasta donde las posibilidades me lo permitían, casi cada momento de mi vida y tengo la firme intención de seguir hacia adelante con la misma o mayor intensidad si cabe de vitalidad y proyectos.
Yo ya no tengo años, los quemo, los duro, los vivo y dejo atrás su recuerdo lleno de momentos para rememorar en los escasos descansos, para recuperar en la memoria los pasos del camino recorrido. No sé cuantos años me quedan por delante pero si sé que los proyectos que tengo me ocuparán varias veces los años durados hasta este momento.
No sé que dirán las estadísticas, no sé de qué le valieron a aquellos que no llegaron a esta cifra o que llegaron a cualquier otra, no lo sé, pero sí sé que la determinación de vivir cada día, de descubrir cada día la vida propia y la que te rodea y paladear con delectación, con golosonería, con avidez cada instante de consciencia es el único objetivo que he decidido marcarme. Ser feliz, procurar, hasta donde mis fuerzas me lo permitan, la felicidad de los que me rodean y sentir como propias las legítimas necesidades ajenas.

La vida no es un saco de años vividos, la vida es una memoria de personas, lugares y sentimientos. La vida, en resumen, son vivencias.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Sobre el cerebro

Comentó en mi entorno alguien en estos días que el hombre no acabaría su evolución hasta que consiguiera que sus dos hemisferios cerebrales fueran un único cerebro. Esta división y su bajísimo aprovechamiento eran los desafíos pendientes para un hombre, para un ser humano, realmente evolucionado.
En estas andaba yo pensando que con la actual formación, que con la actual voluntad política de malformación, difícilmente llegaríamos al cerebro único, antes bien llegaríamos a la atomización neuronal que garantizara a cada partido una zona de nuestro dividido cerebro, cuando mi amigo Antonio, Antonio Zarazaga al que ya he mencionado en otras ocasiones, me explicó con esa facilidad suya para hacer comprensible lo inexplicable, que en realidad tenemos tres cerebros, hijos de la evolución –aún discutida por los creacionistas “literales”- que el ser humano ha ido sufriendo.
Resulta que tenemos un cerebro que pertenece a nuestra época de reptiles, de ahí que se le conozca como reptiliano, que es el más básico y que atiende y entiende de los instintos, de la supervivencia, de la acción-reacción, sin pararse en emociones ni conocimientos. El ataque, la huida. En este cerebro se procesan los estímulos de masas, los temores, los condicionamientos, las reacciones viscerales. El entrenamiento militar, el adoctrinamiento ciego, las conductas inducidas tienen cabida en este cerebro. Tirando un poco de maldad, poco, ya se me ocurre un alto porcentaje de personas que no han desarrollado ninguno de los otros dos.
Los otros dos cerebros, el límbico o inconsciente emocional y el neo cortex o racional consciente son, por este orden, consecuencia de la evolución del hombre hacia la supuesta inteligencia. Aquí se justifica claramente mi pequeña maldad. Y si no piense en su última junta de vecinos, pleno municipal o sesión parlamentaria. Pues eso, reptilianos puros hay a manta.
Y como soy tan dado a utilizar mi cerebro, la suma de los tres, en modo digestión de herbívoro no he podido evitar pensar que alguien nos está tocando los reptiles. Que desde hace unos años, muchos, para acá los acontecimientos, esos llamados grandes o mundiales, no son otra cosa que catástrofes para cuya solución o prevención hace falta una sistemática renuncia a los derechos individuales o a los beneficios sociales ya conseguidos. Inexplicablemente cada paso adelante conlleva dos pasos atrás. Sufrimos un ataque terrorista y toooodos entendemos que en aras de la seguridad debemos de ser más sospechosos y que se nos registre y se nos espíe para evitar que nos maten. Hay una crisis financiera, yo hablaría de un latrocinio descarado, y tooodos permitimos que nos recorten los beneficios sociales, protestando, pero lo permitimos, para poder salir mucho más pobres e indefensos ante unos estados cada día más poderosos, ladrones y prepotentes. Se me viene a la memoria el dicho: “Dame pan y llámame tonto”
¿Y como lo consiguen?, pues eso, tocándonos los reptiles. Te provoco un miedo, un problema, y a continuación te doy la solución que te tranquilice. De paso has perdido varias cosas en el camino, pero tu reptil, o más bien, tú, reptil, estás defendido y puedes dedicarte a seguir mis intereses con menos derechos.
Que conste, yo estoy ya hasta los mismísimos, reptiles, de que me toquen los ídem y hasta donde den mis fuerzas he decidido tener mi reptil desconectado.
Me niego absolutamente a creerme nada de lo que me cuentan ni a creer en la buena voluntad de mis pretendidos salvadores. Me niego con rabia, con vehemencia, desde mi neo cortex ansioso, a seguir siendo manipulado y títere de intereses que ni siquiera me interesan. A seguir siendo esclavo remunerado, peón prescindible, de una partida a cuyos jugadores sin rostro, sin rastro, sin emoción, pretenden que sirva ciegamente. Desconecto.


sábado, 14 de diciembre de 2013

Evaluación Continua

Hace años viví un intento de robo en medio de la calle, a plena luz del día, por parte de un grupo de gitanas que me rodeó y exploró mis recónditos recovecos textiles y no textiles con unas manos ávidas y peritas. Lo peor de aquel episodio no fue que me robaran, que no lo lograron, si no la sensación de impunidad por su parte y de violación de mi intimidad y mis derechos por parte de la mía.
Hoy me pasa lo mismo con las noticias que leo en los periódicos y escucho en tertulias y noticiarios, todas tienen un tufillo recaudatorio común, todas me parecen dictadas desde una impunidad absoluta y todas atentan contra mis derechos fundamentales a tener una vida digna y contra mi intimidad de preservar solo para mí lo que tengo en mis bolsillos. Y no me vale el manido argumento de que lo hacen para preservar el bien común cuando hacen gala diaria y continua de confundir tal concepto con el de bien ajeno de uso propio.
Pero si es verdad que todas me preocupan hay un tipo de noticias que me ponen los pelos de punta por lo que de innovadoras tienen. Noticias que suponen la confesión de un nuevo camino para que sus manos ávidas y peritas se introduzcan unas cuantas veces más en nuestros bolsillos, ya muy mermados, para ver que sacan. Y estos sí que siempre sacan algo, por lo civil o por lo criminal, por la ley o por el error imposible de revertir por falta de medios. Por el uso o por el abuso.
Y en este sentido me preocupa especialmente la noticia de que se va a implantar un reexamen periódico del carnet de conducir, por supuesto pagando las tasas y derechos de examen correspondientes y unos cursillos especialmente montados a tal fin que se concederán a determinadas entidades privadas reconocidas por el gobierno de turno y que se darán por criterios única, y amigablemente, de idoneidad.
Al principio uno lee con cierta esperanza el contenido de la noticia pensando en si ese instrumento servirá para retirar el 70% de carnets concedidos a inútiles físicos o psíquicos que circulan con una bomba en sus manos. Tras una lectura cuidadosa el fin resplandece. Las tasas, los derechos de examen y los beneficios amigables son el único fin de tan innovadora iniciativa.

Y lo peor no es que lo hagan, que lo harán, lo peor es prever lo que vendrá a continuación. Yo por si acaso ya me estoy estudiando la reválida de sexto y buscando academia.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Un Cuento de Navidad

Érase una vez, que se era, una ciudad que como todas las ciudades importantes, y las no tanto, aprovechaba la llegada de la Navidad para engalanar sus calles con innumerables luces llenas de colorido y significado.  Las calles no solo se llenaban de luces, también se llenaban de mercadillos de objetos navideños, de música de villancicos y de viandantes que buscaban con el regocijo propio del tiempo los regalos solicitados en ilusionadas cartas o de viva voz. Y al aire de las calles los escaparates se llenaban de adornos y belenes compitiendo por atraer la atención de los que por allí pasaban. Y una vez al año, una única y mágica vez al año, los Reyes Magos concentraban a una cantidad imposible de personas de todas las edades que se hacinaban sin molestarse, con un inusual civismo, en un recorrido que parecía guardar parte de la magia de un año para otro. Los niños adelante, o subidos en las escaleras, o en cualquier sitio preferente que les permitiera ver el paso de la colorista caravana que se remataba con el paso de la carroza del Rey Baltasar que recogía los últimos y ya casi afónicos gritos de la multitud que se sentía obligada a recordar sus peticiones. Como si sus Majestades no las supieran ya sobradamente. Y así acontecía año tras año, y año tras año los habitantes de la ciudad esperaban con ilusión la llegada de esas fechas para sacar toda su alegría y sentido mágico.
Pero un día llegó a la alcaldía el más moderno, el más sabio, el más triste de los alcaldes de esa ciudad. Un señor lleno de soberbia y distancia y la dejó sin la ilusión, sin la alegría, sin la magia que la habían caracterizado. Como había que ahorrar, entre otras cosas para pagar su despacho palacio, eliminó la mayor parte de las luces. Las que no eliminó las sustituyó por otras frías y carentes de significado festivo, porque consumían menos y no ofendían a los que se ofendían. Los motivos navideños fueron sustituidos por adornos conceptuales o por guías de sofronización a base de palabras que nada tenían que ver con lo que se celebraba. Los colores chillones por paneles uniformes o, en el mejor de los casos, bicolores. Elegantísimos y sofisticados según algunos, tristes y fríos según los más. No contento con todo esto desplazó el recorrido de la cabalgata a un sitio también frío y en el que no se sabía si aquello que pasaba era el desfile de carnaval, el día del orgullo gay o la cabalgata de los Reyes Magos. Bueno ya tampoco importaba, porque muchos de los ciudadanos, de los mayores al menos, dejaron de asistir.
Finalmente el más moderno, el más sabio, el más triste de los alcaldes de la ciudad dejó el cargo para pasar sus irrenunciables atributos al ministerio de justicia del que, como primera medida, desalojó a la justicia por falta de liquidez. Pero el daño ya estaba hecho. Los ciudadanos cuando querían disfrutar de la Navidad como ellos la habían conocido se iban a París, o a Londres o a Nueva York, que no habían tenido la suerte de disfrutar del moderno y elegante alcalde al que los ciudadanos le importaban un pito. Así les iba, despilfarrando y ofendiendo a los que se ofendían.

Ah¡, que no he dicho la ciudad, pongamos que hablo de Madrid.

martes, 26 de noviembre de 2013

Santa María de Iquique

Repasaba como tantas veces en mi memoria el disco dedicado a la matanza de Santa María de Iquique por Quilapayún que tanto escuché e influyó en mi adolescencia tardía o primera juventud.  Y lo repasaba no sólo estéticamente si no históricamente. Han pasado 106 años, se cumplen ahora, el veintitantos de diciembre, desde que los trabajadores chilenos de las salitreras fueron asesinados impunemente por intentar salir de una situación de esclavitud encubierta a la que estaban sometidos en su propio país, por empresarios anglosajones protegidos por sus propios políticos. Y además los trabajadores, los muertos, fueron considerados los responsables de su propia muerte.
Y como siempre en este repaso hago una especie de cuadro evolutivo social de la situación de los trabajadores, como si se pudiera comparar la libertad actual con la esclavitud de aquellos hombres que no eran esclavos porque cobraban.
Es verdad que cobraban en dinero no convertible emitido por la empresa y que solo podía gastarse en los establecimientos de las propias empresas donde no había ninguna garantía sobre precios, pesos o medidas. Es verdad que los pobres ilusos vivían en casas que eran propiedad de sus patronos, comían lo que ellos les suministraban y al precio que ellos marcaban, pero sobre todo, astuto matiz, se les pagaba por su trabajo.
Nada que ver con hoy en día. Vivimos en casas que pertenecen a los bancos, nos pagan con el dinero que manejan los bancos que invertimos en pagarles la vida entera que les debemos. Compramos en establecimientos que son propiedad directa o indirecta de los bancos y si tenemos algún problema recurrimos a una legalidad impuesta por la jerarquía económico-política. Pero hay tres grandes diferencias, tres evoluciones claras y definitivas:
1.       Antes los patrones eran personas, interpuestas o reales pero personas, ahora los patrones se esconden tras siglas de fondos de inversión, paraísos fiscales y anonimato recalcitrante y manejan el cotarro a través de sus capataces bancarios: Tal vez no sea una mejora pero es una evolución
2.       Antes los políticos se imponían y superponían a través de elecciones amañadas o directamente por golpes de estado, ahora los elegimos, eso es libertad. Es verdad que solo podemos elegir a aquellos que los bancos les prestan el dinero y luego se lo perdonan y se lo vuelven a dejar… y que nunca, nunca representan lo que quisiéramos que representaran. Pero podemos votar. No vale para nada, los resultados no son representativos, ofrecen unas cosas y hacen otras. Pero podemos votar. Somos libres de equivocarnos inevitablemente.
3.       Yo creo que esta es la más clara de todas las evoluciones. En Santa María de Iquique los representantes de los trabajadores no corrieron y fueron los primeros en caer ante las balas. Hoy en día los sindicalistas corren, corren que se las pelan para alcanzar prebendas, puestos liberados que pagan sus compañeros a los que llevan a huelgas inútiles que a ellos les sufragan y viven integrados en el sistema, y piden el dinero a los bancos que se lo prestan y luego se lo perdonan y se lo vuelven a dejar… Anda! Como a los políticos.
Es de agradecer mucho, mucho, la preocupación de las grandes instituciones internacionales, nacionales, autonómicas y locales por garantizar nuestra libertad y nuestros derechos. Tanto sin vivir merece una recompensa que el populacho desagradecido no es capaz de reconorcerles. Aunque tampoco importa porque están más preocupados en elegir capataces de izquierdas o capataces de derechas, representantes de izquierdas o… bueno o de izquierdas, políticos de derechas o… bueno de centro izquierda. Eso sí mientras tanto los patrones, los de verdad, los que no tienen nombre, ni cara, ni salen en los papeles… un reír y no parar, de verdad, un reír y no parar.

Ah¡, se me olvidaba, esto no es un llamamiento a que nadie sea responsable de su propia desgracia, incluida la muerte, es solo la solitaria reflexión de un estúpido idealista.

viernes, 8 de noviembre de 2013

De la razón y la Sinrazón

Reflexionando  sobre acontecimientos acaecidos en los últimos tiempos me planteaba la posible relación entre la razón y la sinrazón que parece traspasar el mero enunciado antónimo  que inicialmente parece evidente.
Por ser más claro, la falta de razón no es necesariamente una sinrazón y tener razón no evita necesariamente caer en la sinrazón. Parece un lío pero no lo es. La razón se puede obtener por un criterio moral o por un criterio técnico-legal, o por ambos combinados. La sinrazón, que no la falta de razón, se obtiene por una falta de criterio moral o por un ejercicio desmedido de la pretendida razón.
Tal vez parezca un hecho nimio pero no lo es para aquellos que nos interesa la razón más allá de criterios de alineamiento. Cuando alguien evita o bordea, incluso por dentro, los criterios morales para defender la pretendida razón –esa que todos consideramos razonablemente que tenemos-, porque contra el otro que no la tiene todo vale, evita que aunque finalmente la razón sea suya yo pueda solidarizarme con él ya que convierte su acto de reivindicación justa en un acto de reivindicación alineada a la que yo me niego a unirme porque significa que tengo que solidarizarme con él en todos sus planteamientos reivindicativos dada su superioridad, superación, moral.
Voy a intentar poner algunos ejemplos con los que me he encontrado últimamente:
1.       Pretender que ya que yo soy el bueno todo lo que haga es bueno es una sinrazón
2.       Que agite mi trapito de colores menospreciando, incluso llegando a la descalificación o el insulto, a los que agitan otros con colores o dibujos diferentes por el simple hecho de ser diferentes y por tanto errados es una sinrazón
3.       Que asumamos que los políticos mienten pero que los de nuestro signo lo hacen justificablemente es una sinrazón.
4.       Que un colectivo reivindique sus derechos tomando como rehenes a los ciudadanos que no tienen por qué estar de acuerdo con ellos es una sinrazón.
5.       Que unos empleados de limpieza esparzan la basura como acto reivindicativo para demostrar que sus derechos están por encima de los de los demás es una sinrazón
6.       Que la legalidad impida que se haga justicia es una sinrazón.
7.       Que un delincuente no redimido, no arrepentido, no válido para la convivencia se pasee libre es una sinrazón.
8.       Que se llame informativo a un grupo de personas que insultan, intimidan e incluso agreden es una sinrazón.
9.       Que de la formación –esa que rimbombantemente llamamos educación- se haga una cuestión política en detrimento de aquellos que tienen derecho a recibirla es una sinrazón
10.   Que se legisle sobre criterios morales pretendiendo la superioridad moral propia por la detentación de la potestad de hacerlo es una sinrazón
11.   Que convirtamos unas reglas morales en una religión, o anti-religión, y a esta en una forma de coacción/poder es una sinrazón
12.   Que aguantemos estoicamente, y por tanto con complicidad, la actual casta política que ni hace lo que dice ni dice lo que hace es una sinrazón.
13.    Que desde cualquier tribuna se intente justificar la mentira porque los otros también han mentido es una sinrazón. Si esa tribuna se detenta por representación más que una sinrazón es un delito.
14.   Esperar que los que han estropeado algo por su propio interés lleguen a arreglarlo no solo es una sinrazón, es una estupidez.


Pero bueno, tal vez no tenga razón. Eso sí espero no estar cayendo en ninguna sinrazón. 

sábado, 2 de noviembre de 2013

A mi padre

Fijaba sus ojos ansiosos en el paisaje que se desarrollaba a mi espalda, ávidos de sentir como sentidos los superlativos  con los que intentaba compartir conmigo el cielo que veía
. “¡Magnífico¡”, decía describiéndome unas nubes altas y oscuras que asomaban sobre los árboles. “¡Maravilloso!¡”, exclamaba cuando el sol iluminaba los bordes más endebles de la oscuridad y los bruñía. “¡Precioso¡” parecía extasiarse mirando al azul que se resistía a abandonarnos ribeteando el perfil áureo de lo magnífico. Y yo lo miraba y asentía sabiendo que cualquier otro día, cualquier otro pretérito día, no habríamos casi hablado, no hubiera apenas reparado en el cotidiano combate entre la luz y la oscuridad. Tal vez un “muy bonito” convencional que permitiera resonar el silencio que habitualmente, parcos en palabras y vivencias comunes, compartíamos.
Es cierto que los superlativos no eran en principio declarativos de sus sentimientos, no expresaban un impacto emocional ni eran reveladores de una sensibilidad excepcional. Es cierto que sus superlativos son las muletas recurrentes de un lenguaje que se le escapa, de un lenguaje que le hace burla desde, a la, memoria. “Es que ya no se hablar español” nos dice cuando trabucado la idea se le encastra en el órgano intermedio que construye las palabras.
Pero no es menos cierto que más allá de palabras, de sentimientos, de carencias y olvidos sus ojos se fijan con intensidad, ansiosos, golosos, ávidos de imágenes en el paisaje que intenta compartir conmigo y que evoluciona a mis espaldas. Una sonrisa en su cara parca en sonrisas denota la fruición con la que intenta aferrarse  a una realidad que sabe que se le escapa, que sabe que ahora es, que hace tiempo fue y que mañana dios dirá, pero que si existe habrá borrado este hoy que me cuenta con ese entusiasmo entre forzado y sentido para que yo lo guarde en nuestras memorias. Para que la mía que guarda con celo cada uno de los instantes compartidos de un tiempo a esta parte se las rememore a su vacío.
Tal vez mi magnifico, precioso, maravilloso no resuenen con el énfasis necesario. Tal vez mi falta de ausencia de memoria no consiga transmitir la grandiosidad del paisaje cotidiano ni despierte aún en los que me escuchan el eco que la falta de esperanza pone cuando él lo hace. Tal vez he de esperar algún tiempo, otros años, para que otros entiendan lo que ahora digo. Pero hay una cosa que quiero transmitir en superlativo, en superlativo bajito y quedo, sentido y vergonzoso, susurrante, que diga sin que se oiga, que exprese sin que se explaye, que sea íntimo y vigoroso, y es el sentimiento profundo, tierno, ¡magnífico¡, ¡maravilloso¡, ¡precioso¡, que me inunda cuando estoy contigo.


A mi padre. en una terraza junto a Espartero. Madrid, 2-11-2013

miércoles, 2 de octubre de 2013

Veras Como Viene Alguien

Cuando el tiempo acompaña, y dependiendo de los gustos el tiempo acompaña casi siempre, hay pocas actividades tan lúdicas y económicas, en Madrid, como pasear por el madrileño parque del retiro un domingo por la mañana. Por el moderado coste del desplazamiento se puede asistir a un concierto de música popular, a un espectáculo de títeres, o disfrutar en general de múltiples actividades que diferentes personas, individual o colectivamente, nos ofrecen a cambio de alguna moneda que voluntariamente quieras intercambiar por su talento – en algunos casos te dan ganas de pedírselas en vez de dárselas pero ya se sabe que donde hay posibilidad hay picaresca-. Son tan ricos y variados los espectáculos humano, natural y artístico que al poco tiempo de estarlo disfrutando el espíritu se siente con esa sensación de felicidad intrascendente que parece llenarnos en ciertas ocasiones en las que la vida se empeña en enseñarnos su lado más positivo.
Pero ya se sabe, como en el famoso cartel de los bares “hoy es un día perfecto verás cómo viene alguno y lo …”.
Ante tanta dicha siempre surge la educación engañosa, o falta de respeto al prójimo, de los españoles dispuestos a confundir espacio público con espacio de derecho individual ilimitado. El argumento de este es un lugar público y por tanto puedo hacer lo que me de la gana no solo es falaz, y casi universal, sino una palmaria demostración de falta de civismo rayana en algunos casos en el delito. Claro que los ciudadanos son responsables solo en una cierta medida, las autoridades lo son en la absoluta desidia en el cumplimiento de sus funciones de vigilancia y, en último extremo, aplicación coercitiva a los renuentes.
Excepto en España, y países semejantes que comparten su escasa educación cívica, espacio público es aquel en que nadie impone su derecho sobre el de los demás a la hora de compartirlo y exige una gran dosis de tolerancia, de respeto hacia los demás y, lo más escaso si es que existe, cortesía. Claro que hay una frase que resume todo esto: “Anda y que le…” con varias terminaciones que al fin y al cabo significan el desprecio por el otro y la absoluta negativa a reconocer la falta de criterio en nuestra actuación. Si lo hemos hecho por algo será y la culpa es del otro, sin paliativos.
En este tema hay ciertos colectivos que hacen gala de un comportamiento especialmente incívico, llegando a la agresión verbal e incluso física si se les afea su conducta. Pero dado que son varios cada uno de ellos tal vez merezca una reflexión, por contumaces y prepotentes.
Pues eso, verás como siempre hay alguno que viene y lo…

jueves, 15 de agosto de 2013

Haberlas Haylas

Escuchando el otro día una conferencia el ponente sostenía que la civilización llamada occidental, la nuestra, la europea, era la única que había establecido un enfrentamiento entre lo material y lo espiritual. Sostenía incluso que los racionalistas habían tomado la actitud de identificar lo espiritual con la religión y lo racional con la ciencia provocando un pretendido enfrentamiento que mirado con cierto rigor es difícilmente sostenible.
Hablaba yo últimamente de mi alma de gallego y un amigo me respondió ponderando la dificultad de encontrar el alma. Yo no hablaba del alma religiosa, hablaba de esa parte no material donde deposito coloquialmente las potencia de mi ser, la parte espiritual, moral, que no religiosa, creativa y contemplativa, que no perceptiva.
A mí la ciencia se me queda corta a la hora de explicar la totalidad de la existencia, el antes y el después del infinito, la eternidad entrevista previa al “big bang” y la posterior a la contracción del universo, o más probablemente universos. Incluso la física que habla de energías potenciales y energías cinéticas diferencia lo que es de lo que puede ser.
Así que especulando, filosofando o simplemente imaginando, consideremos que la totalidad es la suma de lo que es y lo que no es, lo que fue, lo imposible y lo que pudo ser, lo que será y lo que nunca podrá ser, lo material –que se concreta- y lo potencial – lo que nunca se concretará-En este último capítulo enmarco los sentimientos, la creación artística como búsqueda desesperada, desesperanzada, por parte del hombre de la perfección y el acercamiento especulativo a lo que no consigue aprehender, conocer y ni siquiera imaginar.
Intentar acceder al conocimiento total desde las limitadísimas condiciones de espacio, tiempo y dimensiones es una tarea que se me antoja vana. La filosofía  siempre fue el candil que marcaba a la ciencia las posibilidades  que esta debía de explorar y la religión originariamente, al menos así lo entiendo, ofrecía –y para mi aún ofrece- la posibilidad de nombrar y tratar cotidianamente lo desconocido. El trasvase de lo especulativo, potencial, a lo sistematizado, material, a lo largo de la historia ha sido continuo, pero pensar  que ese trasvase ya es total, o que lo llegará a ser, tal vez bordee la soberbia.
Por eso los gallegos en cuestión de religión, almas, ánimas, meigas y santas compañas somos eminentemente  pragmáticos, sin entrar en cuestiones de fe, de creer o no creer,  sabemos que “haberlas haylas”

viernes, 3 de mayo de 2013

Legalidad Versus Justicia


Comentaba, en una de esas charlas en las que la inteligencia de tu interlocutor –y en este caso amigo- obliga a la tuya a tirar de recursos y enriquecerse, sobre la situación general del país o País S.A. –que diría el Forges-. Esta banal y desesperanzada conversación, que hoy por hoy predomina incluso sobre los debates del fútbol o la poesía –por dios, la ironía, ¿donde queda la ironía?-, nos llevó en un recorrido típico de la economía a los parados, de los parados a la política, de la política al gobierno, del gobierno a los tribunales y sin pausa a la justicia. Y llegados a este punto yo me planté: hablemos de legalidad pero de justicia hay poco que decir, espeté a mi interlocutor.
Y ahí, en ese amargo, en ese oscuro punto de dolor moral y/o ético atrincheré mis más sentidas y emotivas posiciones. Ante la acometida de mi interlocutor reclamando la identidad de ambos términos yo me negué a que equiparación sea lo mismo que identidad. Negué que pueda haber un ministro –ni un ministerio- de justicia, si de legalidad, rebatí aún con más énfasis que los jueces actuales impartan justicia, si la aplicación de la legalidad vigente, y denuncié con rigor y pasión que el uso de las palabras puede trastocar el verdadero significado, la esencia íntima de los conceptos a los que pretenden referirse.
Sea, dijo mi interlocutor, dame algunos ejemplos.
-          Que un individuo esté viviendo en la calle por no poder pagar una vivienda en tanto hay viviendas vacías con las que ciertos colectivos se lucran es legal, pero no es justo
-          Que algunas personas pasen necesidad cuando otras, individuales o colectivas, destruyen bienes para evitar fluctuaciones de precios que les perjudiquen es legal, pero no es justo
-          Que algunos nazcan con la vida resuelta y gocen oportunidades no merecidas más que por cuna  en tanto otros por su simple nacimiento tienen todas las papeletas para acabar en la miseria y la estulticia es legal, pero no es justo
-          Que alguien pueda ganar en un día lo que un continente entero  sumido en la hambruna necesita para comer ese mismo día es legal, pero no es justo.
-          Que haya personas que amasan fortunas por encima de la posibilidad de disponer, no despilfarrar, no malversar, disponer, de ellas es legal, pero no es justo.
-          Que haya un ministro que grava económicamente el acceso de los más desfavorecidos a la legalidad con artimañas verbales y técnicas es legal, ya sí, pero no es justo.
-          Que se condene a alguien a la muerte es, en algunos lugares, legal, pero no es justo
-          Que se prive a alguien de libertad a causa de sus opiniones es, en algunos lugares –en la mayoría-, legal, pero no es justo
-          Que los asesinos recalcitrantes, los ladrones contumaces, los violadores irredentos puedan pasearse en libertad entre el resto de los ciudadanos es legal, pero no es justo.
-          Que lo que hoy es legal mañana pueda ser ilegal y viceversa es legalidad, pero no es justicia.




En mi opinión, y es la mía, la legalidad es un entorno técnico en algunos casos coloreado políticamente con claros visos de la preponderancia de unos colectivos que detentan la razón del momento –el poder- sobre otros que no siempre son peores, pero  la justicia es un concepto únicamente ético o moral que debe de satisfacer la razón de un individuo, individual o colectivo insisto, sobre otro independientemente del poder que detente en ese momento o del tiempo histórico en el que se plantee el conflicto.
No me dio la razón, olvidemos imposibilidades, pero tampoco argumentó en contra de mis ejemplos. Parafraseando a Quevedo, cambiose de tema y no hubo nada, ni siquiera justicia.

viernes, 22 de marzo de 2013

Soy un Retrogrado Egoista


Llevo días esperando con ansiedad, escrutando con ilusión, leyendo y escuchando todos –todos los que el tiempo me alcanza- los medios de comunicación de un cierto rango con atención inusitada y día tras día me retiro a dormir con la frustración de no haber encontrado la noticia que tantos desvelos me produce.

Ha habido noticias relacionadas, noticias que bordean y parecen insinuar la que yo espero y desespero, pero la gran noticia, esa que pondrá a nuestro país a la cabeza de los logros científicos del siglo XXI, esa no acaba de asomarse para pasmo y envidia de detractores, descreídos y otras tribus que por el mundo pululan.

Primero fue la noticia de que la DGT tenía intención de cambiar los radares a puntos conflictivos en carreteras secundarias y señalarlos adecuadamente para atenuar la sensación puramente recaudatoria que ahora producen en el ciudadano. La excusa es perfecta, pero no es la verdad.

Después, apenas ayer, la primicia del helicóptero con radar capaz de medir la velocidad  a trescientos metros de altura y un kilómetro de distancia. La primera sensación del que escuchó la noticia, al menos la mía, fue la del cazador invisible, el predator inalcanzable incluso por los más sofisticados sistemas de detección de radares. Falso, en realidad es un elemento indispensable sin el que el proyecto final sería inviable.

La comunidad científica española está a un paso de presentar una nueva e infalible medida: el euro, no como valor monetario, no, si no como medida de aceleración o desaceleración de vehículos a motor. Este proyecto, impulsado por las mentes privilegiadas de la DGT y acogida con el entusiasmo característico de la comunidad científica española, pondrá a España en el mapa de la investigación mundial.

La definición de la nueva unidad sería: cantidad de euros de diferencia entre la sanción que habría recibido un vehículo al pasar de una velocidad inicial –de ahí el helicóptero-  a otra final a causa de la percepción de un radar –fundamental en carreteras secundarias donde la presencia inopinada es más inminente-. Por supuesto la nueva unidad iría acompañada de sus equivalentes en Km/h y m/s2.

Eso sí, la desinteresada participación del ciudadano le será comunicada por la vías normales adjuntándole una fotografía del momento y la certificación de los euros finales captados por la cámara percibida y/o la de los iniciales captada por el helicóptero.

Soy un retrogrado egoísta, no tengo intención ni deseo de colaborar.

domingo, 10 de febrero de 2013

El Héroe del Trabajo


Yo estaba sentado sin nada especifico que poder hacer salvo contemplar lo que me rodeaba y dormitar a ratos. Tampoco era una actitud particular si no la habitual en todos los que me rodeaban. No es que se pueda elegir mucho en una sala de urgencias leves de un gran hospital. Bueno, el caso es que estaba allí en el momento y tiempo justo para observar  y deleitarme en la primorosa y chocante actitud.

Llegó con sus útiles de trabajo y se enfrentó a su tarea con una mirada larga –casi longeva- y perita. Cambió su posición varias veces para poder observar desde varios ángulos y con varias luces la mejor forma de acometer la tarea. Finalmente, con una pausada determinación desplegó profesionalmente los útiles, empezando por los menores y acabando por la escalera que recolocó con mimo un par de veces para encaramarse finalmente a ella, abrió el doble ventanal y se introdujo entre las dos caras.

En ese momento concreto me reclamaron para hacerme unas pruebas y no pude seguir el transcurso de los acontecimientos, pero sí sé que al volver un cuarto de hora más tarde la escena parecía haberse congelado a la espera de la supervisión de mi mirada. Todo estaba igual, al menos aparentemente. La escena se animó con mi presencia y con mimo y cuidado exquisito, el paño de enjabonar y el útil de retirar el jabón pasaron y repasaron con reiteración las dos caras internas del ventanal hasta que yo no estuve seguro de si aquel profesional, aquel héroe del trabajo bien hecho, estaba limpiando o puliendo el cristal. En un momento dado salió de aquel espacio entre cristales y acometió la cara interior de aquel inmenso ventanal que tendría al menos metro y medio de alto por otro tanto de ancho.

Se bajó al fin de la escalera y con esa ciencia, con ese conocimiento, con esa perseverancia que solo la pericia y la experiencia pueden aportar observó su obra milimétricamente desde todos los ángulos posibles en busca del rebañón, de la mancha rebelde, del rielar de la espuma no recogida resbalando cristal abajo. Pareció encontrarla y acometió de nuevo la tarea, desde el principio, sin desaliento, sin prestar pábulo a dimes o diretes, a premuras o productividades.

Finalmente, una larga hora larga más tarde, pareció dar por acabada la tarea. Recogió, con igual parsimonia a la que había empleado en desplegarlos, sus útiles. Comentó con algún admirador cercano fuera de mi vista la tarea y se dispuso a enfrentarse a otro nuevo desafío, a otro nuevo ventanal que algo más a la derecha imploraba con sus cristales manchados la atención, el mimo del artista que lograba cambiar la luz y la transparencia.

Reclamo desde esta tribuna con la convicción y la admiración del observador embobado la medalla al mérito artístico para tan exquisito operario. La medalla al mérito del trabajo tal vez sea más discutible –cuestiones de productividad y tal- y además hablamos de un trabajador público, ¿quién va a apreciarlo? ¿Y a supervisarlo?.

domingo, 27 de enero de 2013

Realidades


Me encontré con la plena sensación de llegar a la realidad, tal como había hecho al sumirme en el sueño, tal como hice cuando el termómetro predeterminaba el universo en el que habría de moverme.

¿Cuántas realidades podría manejar sin extrañar en cada una de ellas las otras que dejaba atrás? Solo una parecía tener una continuidad, pero esa era aquella en la que me encontraba. ¿Acaso cuando estaba en las otras no tenía la misma sensación de retomar lo cotidiano?

Mi mundo oscilaba sin que mi voluntad contara para nada ante el implacable reclamo de la fiebre o de la noche, fiebre tras fiebre, noche tras noche. Viajero interior sin posibilidad de elegir destino, ni momento.

miércoles, 16 de enero de 2013

Tiempo Atrás


Tantas veces he pensado en el tiempo. Tantas veces. Tanto tiempo. Tanta palabra baldía sospechando, sopesando, definiendo. Lineal, implacable, indiferente. Palabras, conceptos, reflexiones intelectuales sobre la variabilidad de su percepción en un mismo periodo. Breve si es para la felicidad, insoportablemente larga si es para la desgracia o la impaciencia.

Tantas palabras. Tantos momentos. ¿Qué puedo decir ahora que visto pararse al tiempo?, ¿Qué puedo decir ahora que lo he visto andar en sentido inverso? ¿Qué palabras me quedan? ¿Qué podría decir ahora sobre su esencia?

No creo que vuelva atreverme a usar un solo segundo de mi vida en pensar en el tiempo. Solo apurarlo con ansia, solo hacer de cada uno de ellos el más importante de mi vida, porque cuando la aguja del segundero invirtió su camino la mano de la muerte la empujaba para mirarme fijamente.