sábado, 26 de septiembre de 2015

Puritanos

Hace ya algunas décadas que los atónitos españolitos de entonces asistían entre extasiados y obnubilados al primer streeptease de la pacata, remisa y oficial televisión española. Si, es verdad, todo lo que se quitaba la divina Iran Eory era una cota de maya y unos guanteletes de armadura, pero la intención no era menor que la que ponía la increíble Rita en su guante y ni una ni otra escena se han borrado de las pupilas y el catecismo erótico de todos los españoles que entonces pudimos contemplarlas.
Se la habían metido doblada a la censura, se comentaba en bares, oficinas, colas oficiales y cualquier otro mentidero organizado o espontáneo que se preciara de serlo. El inexistente, virtual se diría ahora, el insinuado, intuido, ansiado y prolongado en la intimidad intelectual de los espectadores, desnudo de la actriz no podía ofender, conmover, alarmar a unos señores que solo veían la carne o la retorcida simbología de la literatura. El erotismo, esa extraña actitud intelectual capaz de rellenar, de prolongar, de culminar, una insinuación, no entraba en sus competencias, ni en sus desviadas mentes.
Pero no pretendía yo al sentarme enfrente del teclado enzarzarme en un cántico al erotismo, que le canto todo lo que haga falta, ni en un avieso estudio sobre la motivación, métodos y capacidad, o incapacidad, intelectual de la censura. No. Yo quería hablar de los puritanos, de los de entonces y de los actuales.
Porque puritano, para mí, es todo aquel que intenta imponer su criterio moral a los demás sin contemplar, ni por asomo, que pueden existir otras escalas de valores diferentes a las suyas. Porque puritano, para mí, es todo aquel que se escandaliza del que piensa o actúa diferente. Porque puritano, para mí, es el que legisla sobre cuestiones morales con ánimo redentor y profético para evitar la degradación moral, condena eterna, de esos desventurados seres que no comprenden, que no acatan, que no aprenden, que no asumen ni se suman a su cruzada.
Y con ese fin, con esa altruista voluntad de salvar a los que no quieren ser salvados, recurren incluso a la ley. Porque donde existe la posibilidad de condenar a una cuantiosa multa, a una cárcel redimente o a una pena de muerte aséptica quien necesita convencer, formar, evolucionar.
Claro que no estoy hablando de sexo, no solo, ni de la reaccionaria derecha, no solo, ni de la religión, ninguna, no solo, estoy hablando de todos esos puritanos de cualquier signo, condición o criterio que se dedican a linchar a los que no piensan como ellos hasta que, o mientras no, puedan alcanzar las cuotas de poder que les permita evangelizarnos. Estoy hablando de todos esos grupos, habitualmente radicales de cualquier signo o pertenencia, que se consideran llamados, elegidos, superiores, dententadores de la razón en base a lo cual cualquier acto, tropelía, linchamiento o difamación que perpetren lo hacen por el bien común, por la salvación de las almas, o del planeta, o de cualquier propio objetivo, que los demás no somos capaces de captar.
Así que ahora podemos condenarnos, celestial o humanamente, por toda la eternidad o durante una vida, si fornicamos, si bebemos, si fumamos, si comemos, si pisamos una hormiga o simplemente no pertenecemos a alguna minoría de superior criterio moral. Una asco de vida, vamos.

Dios, o la razón, nos asista. 

Perdón Papá

Hoy me toca pedirte perdón, papá. Hoy me toca pedirte perdón aunque no valga para nada porque tú no vas a entender, a apreciar, a enterarte de que lo hago y porque aunque vaya acompañado del dolor del pecado, de  un acto sincero de contrición, el mundo, las circunstancias, las personas no cambiamos por el simple hecho de reflexionar y percibir el error. El mundo en el que vivimos es tozudo y nuestro recibo de alquiler de confort y derecho de pertenencia a esta nueva esclavitud que nos han preparado se come el tiempo necesario para atender a empresas más loables, para atenderte.
Te pido perdón, papá, por conformista, porque a pesar de que se en que te fallo no soy capaz de darle solución. Porque eso me privaría de mis expectativas sociales y económicas, porque mi familia se resentiría y no puedo permitírmelo. Porque cuando a veces me demandas tiempo para escucharte no lo encuentro por el trabajo, por el aparcamiento, por... nada que a ti ya te afecte salvo mi ausencia.
Te pido perdón, papá, por cobarde, por pusilánime, porque aun viendo cómo eres manejado, utilizado, usado como el clicmobil del alzheimer, llevado y traído como un muñeco que no siente, que no padece, soy incapaz de traspasar el muro que se ha edificado para evitar que pueda acceder a ti y plantear las soluciones que tú realmente necesitas, porque me escudo en el miedo a males mayores para no solucionar tus males presentes como yo creo que deberían de ser solucionados.
Te pido perdón, papá, por no conseguir que a tu alrededor entiendan, entendamos, que eres un enfermo, no un incapaz, un deficiente, un niño, no, solamente un enfermo que necesita del tratamiento afectivo, ambiental, humano necesario si no para curarte, que, tú no sé si lo sabes, pero yo sí, es imposible para la enfermedad que te aqueja, pero si para conseguir que tus días sean lo más felices que podamos conseguir.

Te pido, en fin, papa, perdón porque no fui capaz de hacer lo que debía cuando tu enfermedad asomaba y a tu alrededor se negaba. Porque no soy capaz de enfrentarme a lo que haga falta para que tu cotidianeidad sea la mejor posible. Porque quisiera y no me atrevo. Porque se y me excuso. Porque temo más al futuro que al presente. Porque siendo tu hijo, tu hermano, tu padre, no soy capaz de comportarme como tu tutor, como tu amigo. 

miércoles, 16 de septiembre de 2015

De Mártires y Martirizados

Casi me siento culpable, casi. En todo caso cuando hablo de este tema, una vez al año y a mi pesar, suelo recibir insultos de un lado y de otro. Tal vez lo mejor sería callarme y mirar para otro lado pero, por saturación, acabo preguntándome que extraños intereses hay en radicalizar hasta la violencia un tema que: primero es local y segundo se trata de la peor manera posible.
Desde luego, y durante unos días, yo no diría en según qué sitios que soy de Tordesillas, que no lo soy, pero mi absoluta solidaridad con los habitantes de Tordesillas que estando en contra de la dichosa festividad, o por ser más exactos, de su desarrollo, tiene que aguantar ser sujetos de popular desprecio, la intrusión de ciertos personajes en su pueblo y las actitudes angelicales, según la difusión de cierta prensa, que van allí a ser mártires de su causa. Con la de sitios que hay en el mundo para ser mártires. La de sitios y la de motivos.
El ya famoso, gracias a los que quieren prohibirlo por su única voluntad e imposición, Toro de la Vega es, casi siempre, de una crueldad innecesaria – y la difusión de ciertas imágenes mal gusto rayano en el terrorismo de salón-. Y ante la crueldad innecesaria lo único que queda es la ley, una ley que nadie invoca, que nadie promueve o que nadie tiene interés en hablar de ella. Unos van a tocarle las narices a quienes quieren continuar con la tradición tal como es ahora mismo metiéndose en su casa y consiguiendo que cada vez cierren más las filas para continuarla y los otros, que se sienten agredidos en algo que es suyo, tienen a cada año que pasa una actitud más cerril.
Lo único que cabe es promover una ley que impida la celebración del dichoso festejo por cuestiones éticas, o, como mínimo, un cambio en los reglamentos que impida, que prohíba, las escenas de crueldad que nos han metido si o si en nuestra casa y que no tenemos necesidad de contemplar.
Así que señores de Tordesillas, responsables, irresponsables y ciudadanos normales, vean ustedes mismos como hacer evolucionar su reglamento, de su fiesta, que se celebra en su casa, en un público y honroso reconocimiento de que ustedes no buscan en su celebración la crueldad, la violencia o la tortura gratuitas, el ensañamiento que algunas escenas parecen dejar claro.
Señores activistas que tanto ardor combativo y reivindicativo demuestran año tras año, promuevan ustedes una ley que impida la celebración del dichoso toro, que es uno al año, y si es que lo que necesitan es acción les sugiero encadenarse en algún lugar de Siria en el que vayan a ejecutar a varios seres humanos periódicamente, o de China antes de una ejecución, o en algún país que aplique la sharia antes de una lapidación, o en algún sitio de estos donde el martirio está más justificado y además tiene muchas garantías de ser llevado a efecto.

Como decían los antiguos: “cada uno en su casa y dios en la de todos”

domingo, 6 de septiembre de 2015

Una sociedad escandalosa

Escandalizarse es una de las grandes pasiones de la sociedad actual. Lo curioso es que siempre nos escandalizamos con grandes aspavientos y rimbombantes palabras de aquello que hacen otros cuya cara debía de haberse caído hace ya tiempo de vergüenza. Nos podemos escandalizar por los actos, las palabras o, incluso, los pensamientos que unos otros perpetran sin reparar en el daño que causan a nuestra inocencia.
Escandalizarse por la foto de un niño muerto, uno más, y no por los cientos, los miles, de personas de todo sexo y edad que a diario mueren por motivos tan dispares como el hambre, la guerra, la religión, la política o la ausencia de futuro, son ganas de sentirse a gusto con la propia conciencia y barrer la basura de la nuestra hacia alfombras ajenas.
Todos, toda la sociedad occidental, toda la llamada civilización actual, todos los que día a día alquilamos con nuestro trabajo la capacidad de una vida de confort y adormecimiento moral mientras contribuimos sin rechistar al fortalecimiento de poderes que ni conocemos y manejan el mundo para su mayor provecho, somos parcial, pero absolutamente, culpables de tolerar las causas que provocan esa imágenes.
Una sociedad que asiste desde el confort de su salón a la desgracia ajena y se escandaliza, es escandalosa
Una sociedad que tolera que le cobren las necesidades básicas como el agua, el calor o la comida para mayor comodidad propia y enriquecimiento ajeno,  mientras hay gente que carece de ellas, es escandalosa
Una sociedad que permite la destrucción diaria de sobrantes de alimentos y ropas de abrigo mientras millones de seres humanos sufren de su carencia, es escandalosa
Una sociedad que fomenta la exclusividad y el lujo mientras asiste a la marginación de seres humanos sin hogar, o que son expulsados de él para beneficio de otros, o que, simplemente, carecen de oportunidades para  acceder a una vivienda digna, es escandalosa.
Una sociedad que considera la formación y la educación como un lujo solo accesible para unos cuantos, es escandalosa
Una sociedad que permite que una persona gane en un día lo que un país necesita, y no tiene, para comer en un año, es escandalosa
Una sociedad capaz de gastarse en sus mascotas el dinero que necesitan los seres humanos para sobrevivir, es escandalosa.
Una sociedad que permite que en aras de unas interesadas ideas, o de un idioma, o de una situación geográfica, se mate, se viole, se mutile, se persiga y se escarnezca a otros, es escandalosa
Una sociedad que dibuja líneas imaginarias para repartirse el mundo y crea y fomenta la animadversión de los que están a un lado y otro de esas líneas, es escandalosa
Una sociedad que busca las diferencias para defender lo que tiene en vez de buscar las semejanzas para compartirlo, es escandalosa
Una sociedad que permite que la manejen, la manipulen y le digan cuando toca escandalizarse, con qué y durante cuánto tiempo, es escandalosa.
Una sociedad que permite, admite y acata leyes solo conducentes a la discriminación, sea del signo que sea, al predominio de unos sobre otros, sean mayorías o minorías, al enriquecimiento de unos cuantos, sean industrias o caciques, o al aumento del poder de unos determinados grupos, sean políticos o económicos, es escandalosa.

Y ahora, en un ejercicio posiblemente imposible de sinceridad, repasad conmigo los motivos de escándalo que he apuntado, marcad aquellos con los que estéis conformes y decid conmigo: “la sociedad en la que vivo es escandalosa” Y después ya podéis volver a vuestra rutina diaria. Por hoy ya hemos tenido suficientes emociones.