jueves, 21 de junio de 2012

¿Identidad Individual? (22-02-11)


Estaba yo que te estaba en el claro empeño de cumplir mi palabra de despedida de mi anterior intervención sobre lo de Internet, también conocido como ley Sinde, y su conexión con el pestazo, que no tufillo a estas alturas, intervencionista y antilibertario, y antiliberal, y antilibertades del individuo, y de adoctrinamiento moral del sujeto votante, estaba yo, como decía, en el intento de intentar razonar con claridad cuando me encontré que ya alguien había expresado, con claridad, mesura, altavoces, pantallas y una clara rectitud moral casi todo lo que yo pretendía decir, y si algo quedaba por decir, que era poco pero jugoso, lo decían claramente los rictus entre máscara y mascarada de los clanes aludidos, el gobierno, representado por dos ministras beligerantes y una de ellas juez y parte en el asunto, la oposición al brillante y en trance de dimisión autor del discurso, valedores del arte elitista y solo para los que lo puedan comprar, representados por la entrante y complaciente Iciar Bollaín, y el clan Bardem que desgraciadamente representa a esa izquierda rancia, adocenada y de salón a la que basta que se mencione la palabra izquierda o progresista para que se presten como banderín de enganche –a mi la música militar nunca me supo levantar- usando su posición privilegiada, en vez de ser llama de la imparcialidad docente de los ciudadanos, pero eso es más incómodo, exige pensar y no tener bandos.

Así que empecé a derivar hacia la presencia literaria de los estados opresores y la verdad es que encontré varios ejemplos entre los que destacaban el omnipresente “Gran Hermano”, cuya estética y métodos nos lleva a una evolución política actualmente casi extinta, pero también llamaban la atención los no menos alienantes y acomodados a la evolución de nuestro actual discurso político “Un mundo feliz” o “La Fuga de Logan”, en las que el “estado” decide moral, física y mortalmente sobre lo que conviene o no a la mayoría, o finalmente a todos.

Así que puestos a reflexionar, que hay que ver la de vueltas que algunos les damos a las cosas con tal de no ser felices, o felizmente alienados, y tirando de documentos oficiales he comprobado que para las administraciones soy: nada porque no tienen encabezamiento, contribuyente -en la mayoría-, objeto de comunicación o NIF. En ningún caso soy ciudadano, en ningún caso se ponen en contacto conmigo salvo para mandarme multas, requerimientos, citaciones… Ah! Y una que me tilda de querido amigo solicitando mi voto.

Efectivamente, ya he sido relevado mi máxima categoría dentro del entramado público, ya no soy ciudadano porque no existo individualmente para el estado salvo en el acto de sumar 1 a alguna de las masivas tendencias partidistas objeto de voto, porque si quiero disentir, si quiero expresar mi disconformidad con todos ellos, entonces soy para el estado un error que no tiene reflejo salvo en la cifra leída al final de todos los números, de todas las estadísticas oficiales e indiferentes a todo  lo que no sea el refrendo de su supremacía. Ellos son el “Ciudadano Ünico”, “El Gran Impostor”.

Rafa

Continuara, desgraciadamente.

El Gran Impostor (18-02-11)


Ya nos lo avisaron, pero la maquinaria para poner en marcha al Gran Hermano era tan evidente, tan evidentemente represiva y totalitaria, la presentación de Orwell era tan abominable que todos nos pusimos en guardia contra un enemigo de nuestra propia esencia libre y democrática.

Pero nos olvidamos de que junto al Gran Hermano había otros peligros no muy diferentes, otras advertencias de aberraciones socio-políticas no menores. Huxley, en su “Un Mundo Feliz” o Nolan y Clayton Jhonson en su “Fuga de Logan”, ya nos avisaban del Gran Impostor. Pero tal vez el formato elegido, ciencia ficción blanda, estética, de corte intelectual, de mensaje cifrado, no lograron causar el impacto, el rechazo, que el clima atosigante e inmediato del Gran Hermano si logró, o tal vez simplemente el reojo vecinal al bloque comunista donde sus dictaduras parecían representar perfectamente el peligro descrito no permitió que advirtiéramos la paja en el propio.

Salud Inquisitorial (16-02-11)


Ayer, día de fútbol, estuve en el bar que hay en la urbanización en la que vivo viendo el primer tiempo del partido. Estábamos en el local el dueño, otro vecino que es soporte y garante del buen funcionamiento económico del negocio y yo. Hacía un frío considerable en el exterior, frío húmedo porque además estaba lloviendo. En un momento determinado el dueño cogió su cazadora, se la puso, verificó que en los bolsillos tenía tabaco y mechero y se arrojó, a través de la puerta, al exterior inclemente.

Si, había tenido que salir de su propia casa, ante dos clientes a los que el humo no les molestaba –uno fuma, el otro, y yo que aunque hace ya veinticinco años que no fumo no soy  exfumador reivindicativo-. Dado que la urbanización se encuentra a las afueras del pueblo y que para venir hay que venir ex profeso, la imagen de Jose Luis humeando a la puerta de su negocio, vacío, -bueno, solo quedaba yo porque el otro salió a humear con él- me impactó.

Como me impactó la noticia de que unos actores catalanes tuvieron que justificar que lo que fumaban en escena eran hierbas aromáticas y no tabaco para evitar que les cerraran el local. ¿Qué hubiera pasado si al pasarse el funcionario inquisidor de turno se les hubieran acabado los cigarrillos, os aromáticos?¿Que va a pasar si el autor en una absoluta falta de previsión de futuro escribió que uno de los personajes encendía el cigarrillo?¿Sherlock Holmes tendrá que llenar su pipa de incienso porque Sir Arthur fue incapaz de prever el disparate ministerial?¿Se podrá seguir matando, violando, … -en escena-, eso si, sin fumar?

No se si se trasluce de mis palabras anteriores, pero estoy preocupado, perplejo, inquieto, indignado porque la inquisición –esta vez laica y laicista- asoma entre las leyes de complacencia personal de los ministros de nuevo cuño que parece que legislan  para si y para sus allegados, estéticamente, pero con un desprecio absoluto hacia las libertades individuales.

Yo, por si acaso, voy a ir esta mañana a comprarme unas bufandas, porque tengo miedo de que con la temperatura que hace humee al salir de casa, ya se sabe eso del aliento condensado, justo al abrir la puerta, y venga un inspector por detrás, o me denuncie mi vecino, y me clausuren la casa y me pongan una multa impagable por no conseguir demostrar que no era tabaco. Ya se sabe que los funcionarios y denunciantes tienen presunción de veracidad.

De lo de Internet intentaré hablar otro día, porque con la indignación que me produce se me solidifican las palabras, unas con otras, amontonadas, y no hay forma de saber lo que digo, solo se aprecia la espuma que me sale de la boca.

Y El Otro También...


Supongo que a todos nos ha sucedido alguna vez, o para ser más exactos con alguna persona. No importa lo que diga, no importa como lo diga, ni siquiera importa que lo que diga sea exactamente lo que yo pensaba hasta hace un momento, desde el momento en que él lo enuncia yo estoy radicalmente en contra, irracionalmente opuesto, furibundamente en desacuerdo porque me doy cuenta de que estoy manteniendo posiciones contrarias a mi verdadero ideario. Pero no lo puedo evitar, como no puedo evitar rascarme la picadura de un mosquito aunque sé que me va a picar más y encima se me va a hinchar. Pues exactamente eso es lo que me pasa a mí con los políticos últimamente, que digan lo que digan, lo diga quién lo diga yo me posiciono automáticamente en contra. Sin fisuras. Con la rabia propia del que se siente continuadamente estafado, proverbialmente engañado.
Me pasa un poco lo de aquel pastor que tenía dos vacas y le preguntaban ¿Cuál da mas leche?, la blanca, ¿y la negra?, también, ¿Y cual cría mejor?, la blanca, ¿Y la negra?, también, ¿Por qué siempre contesta que la blanca?, porque es mía, ¿y la negra?, también.
¿Quien miente más en esta historia?, El PSOE , ¿y el PP? También, ¿Quién trinca todo lo que puede?, el PSOE, ¿y el PP?, también y es que al fin y al cabo el PSOE representa todo lo que significa mi frustración como ciudadano, ¿Y el PP?, también.