Pues sí. Como si de un jalogüin
cualquiera se tratase parece que las futuras primarias del PSOE, que ya han
empezado a disputarse, van a decidirse a susto o muerte.
Opinar sobre la casa ajena nunca
ha sido fácil, ni conveniente, pero el PSOE, queramos o no, es una parte
fundamental de la estabilidad institucional de este país, y ya en cuestión de
país si me siento menos violento por opinar.
Visto desde fuera, en perspectiva
que se llama, la confrontación parece una lucha entre Pedro Sánchez y Susana
Díaz. Si un corral no tiene al menos dos gallos ni es corral ni es ná. Y en
este corral parece haber dos gallos, y más. Pero la verdad es que si vas
afinando la perspectiva, si vas enfocando la imagen, esta primera apreciación
sin ser falsa no es totalmente cierta. Puede, no lo dudo, que esta apariencia
tenga un algo de realidad, pero lo que parece que vaya a dirimirse en el PSOE
es algo bastante más profundo que el simple enfrentamiento entre dos posturas,
o entre dos personajes, lo que realmente va a dirimirse en unas primarias es el
modelo de representación que el PSOE va a tener. Su peso en la política
nacional.
La verdadera disyuntiva está
entre un modelo de partido representativo de la sociedad, que adquiere
compromisos y está obligado a ejercer políticas fuera de ideologías puras para
captar los votos de los no militantes, o acercarse a un partido más
comprometido con posiciones inamovibles y militantes y que por tanto dependerá
única y exclusivamente de sus afiliados.
Tal vez esta reflexión suene un
poco radical pero está claro, y más tras su discurso de espantada, que la
política que pretende Pedro Sánchez está más cerca de Podemos que del PSOE de
estos últimos cuarenta años y que nació del proceso de modernización y unión
que realizó Felipe González tras la constitución para crear a nivel nacional un
partido fuerte y preparado para gobernar.
Desde entonces una parte de la
militancia ha ido reclamando lo que entonces se dejó para lograr su
preponderancia, el marxismo, la posición de izquierda pura, y abominando de las
posturas social-demócratas sin las cuales la historia del periodo
constitucional del PSOE no podría entenderse.
Tal vez lo que unos y otros
tendrían que reflexionar, aunque las esquizofrenias son inevitables, es si se
quiere un partido de izquierdas puras, radicalizado, de confrontación y,
posiblemente, sin opciones de gobernar salvo en coaliciones con posturas aún
más radicales, o quieren retomar el espacio que dejaron en el centro desde el
advenimiento del señor Zapatero y que ha marcado un declive imparable hasta
este momento.
Lo dicho, un partido que solo
representa a sus militantes, o un partido que representa a una sociedad que
tiene múltiples gradaciones de color, múltiples matices.
No tengo claro, salvo por las
formas, que diferencia habría entre un PSOE como el que pretende Pedro Sánchez
y Podemos. No tengo claro siquiera que haya un espacio político electoral para
que ambos pervivan más allá de tres o cuatro elecciones. No tengo claro,
tampoco aunque si tengo mis sospechas, de cual perviviría en ese caso. Habría
que sopesar qué peso tiene la historia o la falta de ella. Habría que sopesar
qué empuje tiene el populismo o cuanto lastra el apuntase a él.
Claro que tampoco tengo claro cuánto
tiempo tardaría una posición más estatalista, de corte social demócrata, en
recuperar la confianza de unos simpatizantes, de unos votantes, más pragmáticos
y que han pasado un calvario de incertidumbres, de derivas, de palabras que
luego no se correspondían con los hechos.
Lo dicho, susto o muerte. El PSOE
no puede seguir jugando a dos barajas, a la indefinición, al juego del digo y
del Diego, a la gallinita ciega o a mirar por el retrovisor como el que viene
por detrás lo adelanta.
A lo mejor, y no quieren verlo ni
militantes ni dirigentes, hay dos partidos en unas solas siglas, y mientras la
cuota de poder lo enmascaró todo fue bién. A lo mejor, o a lo peor, hay un PSOE
ideológico y un PSOE político, un PSOE de base y otro de dirigentes, cuyos
proyectos, cuyos caminos son irreconciliables.
En todo caso pronto lo sabremos,
pronto sabremos si los militantes, que son los dueños de las primarias, eligen
ideología o poder, susto o muerte.
Eso sí, estoy esperando a ver a
quién jalea el señor Iceta, (sotto vocce: se rumorea que la señora Díaz, como
buena andaluza, ha ido a verlo para evitar que grite eso de: “Por diós Susana,
libranos de…”), para tener claro quién va a perder.