sábado, 27 de septiembre de 2014

Adiós Gallardón, Adiós

Ha dimitido Gallardón. Yupi¡¡¡¡¡. Ha dimitido uno de los personajes más nefastos de la imberbe e inconsistente democracia española actual.
Es posible, casi seguramente, que haya caído por la imposibilidad de llevar adelante una nueva ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo. De aborto no me gusta ni el sonido de la palabra. Es posible, casi seguramente, que este haya sido el detonante final, pero estoy convencido de que si la historia tiene la mala idea de recordarlo no será por este fracaso si no por los desgraciados logros conseguidos a lo largo de su carrera política.
Yo, personalmente, no lo recordaré por no sacar adelante una ley sobre un tema moral y ético que como tal jamás debió de convertirse en una ley. Claro que ese disparate no es achacable a usted, y ya es raro.
No, yo jamás lo recordaré por su fracaso, pero si lloraré amargamente por todo el daño llevado a cabo por tan soberbio y nefando personaje. Lo recordaré por su logro de gravar la aplicación de la ley y alejarla de aquellos más desfavorecidos, lo recordaré por su discurso altanero y demagógico, lo recordaré por sus faraónicas obras en Madrid sin reparar en el coste que suponía para los ciudadanos. Lo recordaré cada vez que pasee por Cibeles y recuerde lo que me costó que usted trasladara su imperial despacho a ese inapropiado lugar. Lo recordaré por ser el instaurador de la caza al contribuyente que conduce y promotor de todas las artimañas recaudatorias que una administración es capaz de poner en marcha, incluidas las que bordean por la parte de fuera a la ley. Y lo recordaré, con velas negras y ritual vudú si es preciso, por ser el responsable de destrozar el ambiente navideño de Madrid.
Lo recordaré con inquina y mala baba cada mes de diciembre de mi vida cuando pasee por las mortecinas e inapropiadas iluminaciones supervivientes de la capital. Lo recordaré cada cinco de enero cuando por la televisión vea esa especie de desfile de carnaval pobre con pretensiones en que convirtió con sus decisiones la entrañable cabalgata de los Reyes Magos.
Claro que también tendré sobrada oportunidad de recordarlo  cuando usando el túnel del tiempo, ese que circula bajo la M-30, me parezca que hace dos siglos que he entrado en él y vea con espanto que todavía estoy a la altura de Pirámides y circulo despendolado a la peligrosísima velocidad de 70 KM/h por un lugar con hasta cinco carriles.

En fin señor Gallardón, adiós, que le vaya bonito y que en su vida particular no le devuelvan el daño que usted deja hecho. Eso sí, debo de reconocérselo, va a ser usted difícil de olvidar.

lunes, 22 de septiembre de 2014

El Toro de la Vega

Partamos de una premisa: la crueldad gratuita, sea con personas o animales, me produce un profundo rechazo. Pero maticemos, el intento de equiparar los derechos animales con los derechos humanos me parece una veleidad típica de sociedad decadente en proceso de descomposición. Y me produce un profundo rechazo.

Recuerdo aún, a pesar de los años transcurridos, con asombro e hilaridad la propuesta hecha en junta de comunidad de vecinos para que los niños fueran sujetos al igual que los perros porque eran mucho más molestos. Y yo estaba en aquella junta y la vecina tiene nombre y apellidos, y perro.

Y ya, dicho la anterior en un intento desesperado, y desesperanzado, de que me etiqueten por lo que digo y no por lo que creen que digo o suponen que quiero decir, paso a comentar el objeto de esta reflexión que no es otro que las lamentables imágenes que la, para mí, triste celebración del toro de la vega ha proporcionado a unos medios de comunicación ávidos de sensaciones.

He querido dejar pasar unos días desde los lamentables acontecimientos para asegurarme de que mis opiniones salen de mi cabeza –“mi segundo órgano favorito”, que dice Woody Allen- y no de ningún otro rincón consciente o inconsciente de mí mismo.

Me parece una fiesta cruel. No la conozco en profundidad y puede que haya matices étnicos, estéticos y culturales que se me escapan, pero someter a un pobre bruto, por muy bruto que sea, a la tremenda humillación de ser burlado, asaeteado, golpeado y finalmente muerto y mutilado, aunque me han dicho que no siempre por ese orden, me parece de una crueldad impropia. Hay quien inmediatamente ha pretendido establecer un paralelismo con la fiesta taurina que yo no puedo encontrar. Si, el protagonista es el toro, si, el objetivo final es la muerte del toro, si, a mi me disgustan ambas, pero en la fiesta taurina no existe  la humillación ni la indefensión, salvo que alguien me demuestre lo contrario.

Pero dicho lo anterior me pregunto, ¿Quiénes son ciertas personas para invadir la casa ajena e intentar imponerles su criterio? ¿Qué razón es esa que todos tienen que compartir salvo que sean indignos de ser llamados personas?¿Dónde están cuando en el mundo hay lugares en los que a las personas se las está sometiendo a crueldades semejantes o peores?¿O solo les preocupan los animales y las personas afines?¿Cuántos de ellos jalearon la muerte de una política del PP?¿En qué extraña escuela vital estudiaron para tener una vara de medir tan variable que solo ellos saben cómo mide?

Mi desprecio absoluto hacia la celebración de un evento, que ya no sé cómo llamarle, fiesta no, celebración no, espectáculo lamentable,  cuyo medio es la crueldad con un ser vivo.  Pero con la misma fuerza, con la misma vehemencia, mi desprecio hacia todos aquellos que se consideran con derecho a ir a casa de los demás a decirles que pueden o no pueden hacer. A los detentadores de La Razón que solo ellos poseen, a los moralistas que se permiten saber en qué puedo o no puedo creer y vienen a mi casa a imponérmelo.

Sirva esta reflexión como primera firma para la petición de la abolición del toro de la vega en su formato actual y de cualquier otra fiesta que suponga una crueldad real y demostrable. Aún recuerdo que hubo quien intento promover la prohibición de espectáculos en los que actuaran enanos, perdón, bajitos, sin parar en los perjuicios que a tales personas, que saben defenderse por sí mismas, les ocasionaban. 


Y es que si algo me horroriza y atemoriza más que un malvado, es un Justo Indignado. Porque cuando no estoy de acuerdo con el primero me siento bueno, pero cuando no estoy de acuerdo con el segundo pretende hacerme creer que soy malo, Y eso no, ni de broma. Según mi referente moral yo soy siempre, bueno casi siempre, el bueno.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Los Deseos

Me planteaban ayer por internet una cuestión que, reflexionada, me ha dejado un poso de lo que realmente soy y de lo que, me temo, somos todos los seres humanos.

El planteamiento del mensaje era: “si te dijera que hoy voy a decir si a todo lo que me pidas, ¿que sería lo primero que me pedirías?”

Nada más leerlo, sin ningún tipo de censura civilizada o consciente surge el instinto con una propuesta de la que tu ser civilizado se avergüenza y contraataca con un deseo puramente floral y totalmente alejado de lo que realmente desearías. Y a partir de ahí empiezan surgir deseos que intentan captar lo que quieres, nótese el cambio de verbo, y balancearlo con lo que pretendes ser, pero ya nada tienen que ver con el deseo íntimo, real, puede que incluso brutal.

El deseo es instintivo, es supervivencia, es preponderancia, es primitivo. Puedo desear, en el sentido descargado del término, un feliz día a los que me rodean, la paz mundial, la felicidad de todos los hombres, menos dos o tres, pero estos son deseos cargados de voluntad, no de instinto, y nunca son, nunca serán, los primeros ni los más íntimos.

Así que burla burlando si haces el ejercicio íntimo y sincero de recorrer tus deseos en busca de aquel que podrías expresar sin escandalizarte, sin obligarte, sin pretender ser otra cosa que lo que realmente eres, casi en plan arqueólogo, podrás ir descubriendo las capas de civilización que has ido acumulando a lo largo de tu, a veces enriquecedora a veces castrante, vida.

Yo solo llevo haciéndolo unas horas y preveo días antes de que pueda llegar a una falsedad aceptable o una verdad no vergonzante.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El Verbo Podar III

Si bien es verdad que los instrumentos podantes, la sierra, la tijera, el hacha incluso, han actuado con gran rigor y profusión en el bosque entero, si miro mis ramas me dan la impresión de estar aún más podadas que las de la mayoría.

Me han podado mi sentido de la justicia, me han podado mi sentido de la amistad, me han podado la economía, la familia, la confianza en el prójimo, la sinceridad e incluso me han podado una parte de la alegría.

Sé que tal como está el mundo es injusto ya que hay bosques talados, bosques quemados, bosques petrificados, pero mirando a mi bosque y en previsión de que el bosque impida ver el árbol tengo la impresión de que debo de declarar que de mi podido bosque yo soy uno de los mas podidos

El Verbo Podar IV

Y en la misma línea de intervención gramatical diferentes verbos podrían prestar algunas de sus formas  a otros verbos de raíz o sonoridad afín de tal manera que los complementase y les diese una carga insospechada en su interpretación lo cual haría más florida e incisiva la retórica sin la permanente grosería y zafiedad de caer en el insulto y la descalificación que demuestran una absoluta carencia de la inteligencia del que cae en ella.

Pero veamos algún ejemplo práctico tomado así, a volapié.

Cuando hablásemos de algún conocido con una disfunción eréctil sería conveniente utilizar la expresión “no puede”, en la que quedaría claro que no consuma el acto y que es como consecuencia de un problema médico. Esto nos evitaría la siempre malsonante utilización de un verbo con j y eliminaría cualquier elucubración sobre otro tipo de motivos para no consumar tan placentero acto.

Pero incluso llevado al terreno de la política y cogiendo nuestro socorrido verbo podar observaremos con asombro que ciertos discursos políticos de alta prolijidad y dotados de innumerables vericuetos retóricos quedarían perfectamente claros con la simple enunciación de la nueva forma verbal. Es así que en vez de “podemos salir de la crisis con sacrificio y recortes temporales que…”,  etc. bastaría con decir “podaremos salir de la crisis”, sin más. Brillante y contundente.

E incluso, se me ocurre, cierto grupo político podría pasar a llamarse Podaremos, más contundente e ilustrativo sobre objetivo y métodos, claro que en este caso sería inevitable seguir matizando.

Cuando hablamos de política ninguna forma verbal resiste un análisis exhaustivo.