Son muchas las noticias que
vienen y van. El tiempo libre fomenta la intervención de personas en las redes
sociales que difunden, a veces simplemente y a veces con contribuciones
propias, una avalancha de noticias ciertas y de noticias falsas que acaban, tanto
unas como otras, convirtiéndose en bulos. Tal vez las más deplorables, a mí me
lo parecen, son aquellas malintencionadas que intentan desprestigiar a personas
o entidades, y las que usan un claro cariz ideológico para sacar rédito
político de una situación de emergencia
como la que vivimos.
Las falsedades del entorno de
Podemos contra Amancio Ortega, que no son precisamente novedosas, los continuos
comentarios sobre el desmantelamiento de la sanidad pública del PP, la
ineficacia del Servicio Andaluz de Salud, heredado de los tiempos del PSOE, y,
tal vez la más grave, el linchamiento de la empresa Diseños NT causada por un
defecto de comunicación que utilizó la palabra incautación donde tenía que
haber hablado de recogida, son claros ejemplos de esta fiebre del uso ideológico,
iba a decir partidista pero no me consta, de la utilización de las redes para
fines poco constructivos. Pero tal vez una de las noticias más difundidas en las
redes, y que no se ajusta a una información veraz, ni a un análisis desinteresado,
sea la que achaca a la incompetencia del gobierno el desabastecimiento de
equipación y materiales de protección en los puntos más calientes de la crisis.
No sé, y si lo sé, o lo intuyo, no
diré nada porque no toca, si la gestión del gobierno en este tema es la ideal o
podría ser más eficaz, toda gestión siempre puede ser más eficaz, porque la
eficacia de un sistema al 100% no existe, pero antes de contribuir a difundir
rumores, antes de señalar culpables, hagamos un pequeño análisis de sistemas,
porque de lo que hablamos es de la eficacia de un sistema. De un sistema que
nada tiene que ver con una posible imprevisión anterior a su puesta en marcha
con la declaración del estado de alarma.
Partamos de la estructura general
del sistema de distribución que el gobierno ha pretendido poner en marcha para el
reparto de materiales, tanto importados como fabricados en el país. El sistema se
ha montado, de forma previsible, siguiendo las estructuras públicas, y por
tanto se ha definido con tres elementos claros: un centro de decisión, un
almacén central, y unos canales oficiales de distribución. El sistema, en
principio, adolece de dos defectos graves, pero casi inevitables dada su
estructura pública, es rígido y poco operativo. Es un sistema diseñado para controlar
y decidir, en vez de para decidir y controlar, y eso supone pérdida de tiempo,
o, lo que es lo mismo, de eficacia.
Del centro de control y decisión
solo nos consta que lo componen políticos y, seguramente, funcionarios. Un
equipo acostumbrado a los trámites burocráticos oficiales del reparto de
impresos, material de oficina y mobiliario, con cliente único, la
administración, el 99% de las veces. Un sistema que no necesita grandes
estrategias, ni prima los plazos de entrega. No me consta que haya ningún
experto en logística dirigiendo las operaciones, ni siquiera, si lo hay, que tenga capacidad de decisión y dirección, o
sea, poderes ejecutivos, y sin un experto todo el sistema toma decisiones que
no siempre son operativas por falta experiencia, y comete errores ya superados
en el mundo profesional de la logística. Y eso cuesta tiempo (eficacia) y
agilidad para variar el sistema (incremento de eficacia).
La operativa idónea Para lograr
la máxima eficacia habría sido incorporar temporalmente alguno de los equipos
logísticos más prestigiosos del país, que los hay -el del grupo Inditex, el de El
Corte Inglés, o alguno de los operadores de reparto urgente o venta por
internet, por nombrar los más potentes- y los pondría al frente con plenos
poderes. No olvidemos que lo importante en esta crisis son el tiempo y la
eficacia. Pero tampoco debemos de olvidar que hablamos de lo público, y por
tanto un valor siempre a tener en cuenta es el protagonismo, protagonismo que,
entregando el control a un equipo profesional, solo sería tolerable por un personaje
público de alto nivel, más preocupado de la gestión que de su gestión, y de
perfiles de ese tipo en nuestra trama administrativo-política andamos más bien
escasos.
Seguramente, no estoy en su piel,
pero sé lo suficiente de sistemas ya que fue mi trabajo durante muchos años, la
primera medida que habría tomado buscando la mayor eficacia, sería la de
eliminar un almacén central. Un almacén central facilita el control, pero
perjudica gravemente la eficiencia, porque provoca redundancia (falta de
eficacia), varios pasos más en la cadena de control, y los controles suponen
tiempo (eficacia) y casi siempre coste. Vamos a intentar poner un ejemplo
básico de dos desarrollos de un sistema de distribución: con y sin almacén
central.
Con almacén central:
1. La
mercancía se cuenta y se embala en origen de producción (eficacia(0))
2. Se
envía al Almacén de referencia (coste(+) y eficacia(-))
3. Se
recepciona y almacena (eficacia(-))
4. Se
prepara orden de envío.
5. Se
traslada a muelle y se carga (eficacia(-))
6. Se
envía a destino final. (coste(+) y eficacia(-))
7. Se
recepciona y distribuye.
Sin almacén central:
1. La
mercancía se cuenta y se embala en origen de producción. (eficacia(0))
2. Se
recepciona la orden de envío.
3. Se
envía a destino final. (coste(+) y eficacia(0))
4. Se
recepciona y distribuye.
El sistema sin almacén central
penaliza el control, aunque no necesariamente si los medios de los que se
dispone son los adecuados, pero agiliza la respuesta final ahorrando los punto
3, 4 y 5, que suponen kilómetros (coste(+)) y tiempo (eficacia(-)). En el caso más
favorable se pierde el tiempo de transportar hasta el almacén central(coste y
eficacia), descargar (eficacia), almacenar (eficacia) y cargar (eficacia), eso
sin contar con los ratios de pérdidas que siempre supone la manipulación de la
mercancía, ratios que cualquier sistema eficiente tiene en cuenta por
anticipado. En el caso más desfavorable, la mercancía vuelve a un punto más próximo
al lugar de origen que el almacén central, a los valores del caso anterior hay
que sumarle más transporte innecesario (coste y eficacia), el que resulta de
calcular la diferencia de kilómetros entre origen y destino y el kilometraje
resultante de origen-almacén más almacén-destino.
Basta con comprobar, tirando de historia,
que los sistemas más ineficaces de distribución son aquéllos que han sido
intervenidos por los estados. Y prefiero no poner ejemplos porque, aparte de
estar en la mente de todos, podrían interpretarse en clave ideológica y eso
sería, parcialmente, una falsedad.
Por si a alguien le caben dudas,
las declaraciones del presidente del gobierno en su comparecencia del sábado,
reiterada el domingo, nos dan una idea sobre la eficacia del sistema: “En las
próximas horas se empezarán a entregar…”. No vale, en una emergencia no se
puede anunciar que en las próximas horas se entregarán, el único mensaje válido
es se han entregado y se están entregando, porque el mensaje primero supone
inmovilización y falta de eficacia. Porque “se van a entregar” equivale a tenemos
pero estamos decidiendo, mientras la necesidad acucia.
Pero analicemos, sin profundizar
en exceso porque no se trata de desarrollar un programa logístico puntero, si
no de esbozar problemas y soluciones, cada uno de los puntos del sistema.
A- Centro
de decisiones. Puede funcionar de dos maneras distintas:
A.1- Las
decisiones se toman personalmente pedido a pedido. En este caso las decisiones
tienen que ser elaboradas casi de forma consecutiva según las existencias en
almacén y se tomarán en función de las necesidades en el momento de la
elaboración, que al tener una demora en ejecución, seguramente acabarán yendo a
remolque de los acontecimientos, siempre tarde.
A.2- Se establecen unos parámetros de distribución
con mínima intervención (de emergencia) sobre las decisiones que elabore la gestión
de los parámetros. En este caso las notas de entrega se elaboran en el mismo lugar
de la producción, o de la importación, sin necesidad de otra intervención que
la confirmación. Yo establecería tres parámetros de decisión básicos: cercanía,
lejanía y emergencia, para decidir las cuotas. Siempre reservando una cantidad
en cada partida producida para decisiones especiales del último momento, que si
no se dan incrementarían las partidas calculadas. Cercanía analizaría los
centros en necesidad de recursos con menor desplazamiento desde el punto de
origen, lo que se llama un área de influencia. Lejanía analizaría los centros
en necesidad que no tienen ningún punto de origen cercano y que nos sean
asignados por facilidad de comunicación. Emergencia establecería un ratio de
prioridad en el servicio que ajusta a los anteriores. Luego dividiría la
producción en sesiones (pueden ser horas, palés o cualquier otra cuota de
producción) y asignaría a inicio de jornada los destino según se cumplieran las
sesiones para evitar hasta el más mínimo minuto de demora en la salida de la
mercancía. Evidentemente este sistema además ayuda a la producción y agiliza
considerablemente la distribución, aunque penaliza el control.
B- Almacén
central. Tengo cierta experiencia en gestión pública de almacenes y no es
ciertamente positiva. Tanto los almacenes administrativos que he conocido, como
los militares, adolecen de una considerable falta de rigor en sus movimientos y
en su control, ya que no se tienen en cuenta los ratios de pérdidas (coste), ni
tiempos o restos muertos (coste y eficacia), porque todo lo absorbe el
presupuesto. Todo ello presupone un funcionamiento no óptimo desde el punto de
vista de la eficiencia en la gestión que no es asumible en una crisis.
Normalmente, supongo que se puede variar
en las actuales circunstancias, el protocolo de movimiento interno supone:
conteo de recepción (control de lo recibido (integridad e idoneidad)),
ubicación y conteo de salida (control de identidad entre material en documento
y material en muelle). Y todos esos pasos suponen tiempo y pueden implicar merma
de material manipulado (un envase que se rompe, un embalaje que pierde
integridad, una mala manipulación, un descuido…)
C- Canal
de distribución. Supongo que todo está preparado para la distribución “oficial”
mediante transporte del ejército y de las fuerzas de seguridad del estado. Me
parece un transporte pesado, lento, lastrado burocráticamente, aunque muy
seguro. Para una mayor agilidad, al menos en entregas menores y/o cercanas, utilizaría los servicios de transporte de
miles de autónomos acostumbrados a esos menesteres a diario que, sin duda, me
proporcionarían una mayor flexibilidad y una mayor rapidez de actuación. No
tienen que desplazarse en convoyes, lo que supone carga máxima y velocidad
controlada, y permiten flexibilizar y agilizar las entregas, incluso cambiar de
destino una vez en ruta sin las circunstancias lo aconsejan. Todo ello sin
tener en cuenta que muchos de ellos, en este momento, tendrán que acogerse a
ayudas que, de esta forma, serían en realidad servicios retribuidos.
En fin, que seguramente el
sistema utilizado por el gobierno no es el idóneo para lo que estamos viviendo,
pero el problema no es ideológico, al menos no totalmente, sino la consecuencia
de la falta de experiencia y capacidad de gestión logística de nuestras
instituciones públicas. Que a eso se le puede achacar más o menos cintura, más
o menos inteligencia... nadie nos puede garantizar que en estas mismas
circunstancias, otro gobernante, u otra composición del gobierno, nos aportara
ni mayor inteligencia ni una cintura más ágil, aunque serían de agradecer.