miércoles, 28 de noviembre de 2018

Los pros, los antis y los tontis


Muchas veces es más difícil desmontar una mentira evidente que refrendar una verdad palmaria. Y es que aunque el dicho diga que las mentiras tienen las patas cortas, o que se coge antes a un mentiroso que a un tonto, hay mentiras que duran siglos y mentirosos que, como la tortuga del cuento, son especialistas en carreras de relevos cortos y oponentes propicios.
De nada sirve la evidencia histórica, de nada sirve la lógica, si a quien tienes enfrente lo único que manejan es la verdad única e incontestable de un pensamiento impermeable a la razón y a los hechos. De nada sirve argumentar contra aquellos que pueden considerar un asesino en serie al primero que utilizó un útil para cazar o condenan a los Picapiedra por fomentar el mal trato animal por la escena de la costilla de brontosaurio en la entradilla de la serie.
La “postverdad”, esa mentira pacata y mojigata que permite a individuos, instituciones o grupos sociales o políticos, analizar cualquier hecho de la historia con los valores que a ellos les parecen los correctos, obviando los que imperaban en el tiempo analizado. Esa mentira mendaz y, habitualmente, puritana que sirve solo a los que tienen un pensamiento único y ni admiten ni toleran que pueda haber otro, otro matiz u otro concepto de una sociedad perfecta. Esa mentira mentirosa e ideológica que menciona a Orwell mientras lo pone en práctica con los hechos e ideas que no coinciden con su concepto de orden universal. Esa mentira fascista y antifascista que convierte en enemigo a todo el que discrepa, en discusión todo debate y en obsesión todo principio.
Porque, y pertenece al orden más elemental del universo, toda acción tiene una reacción, y eso no es solo aplicable a la física de móviles, y no hablo de teléfonos, si no que sucede en sociología, en arte y en política, sobre todo en política. No hay nada más fascista que un antifascista, y viceversa. Porque, y eso se conoce desde la más antigua antigüedad, el alfa y el omega coinciden, Ouroboros se muerde la cola y no tiene principio ni final, y viene a enseñarnos que los extremos se tocan hasta tal punto que sus objetivos, métodos y concepciones son tan intercambiables que apenas los separa un matiz difícil de explicar, de evaluar, de distinguir. Y además se necesitan, se retro alimentan, se justifican.
Todo nacionalismo es fascista, sostienen los antifascistas mientras promueven un anti nacionalismo absolutamente fascista. Todo anti nacionalismo es comunista, sostiene los fascistas amparados en un discurso de pensamiento único que habría firmado Lenin. Todos los fascistas y antifascistas, todos aquellos que promueven un ideario único y sin fisuras, todos los que pretenden educar a una sociedad a su imagen y semejanza, todos los violentos, tengan la justificación que crean tener, todos aquellos incapaces de pensar por sí mismos ni de dejar que los demás puedan hacerlo, son un peligro para la humanidad y su progreso.
Y toda esta reflexión compartida y no impuesta ni única que me sale hoy del alma se debe a… Se debe a un par de noticias apenas relevantes aparecidas en la prensa y a alguna conversación mantenida últimamente que son significativas de ese mundo intolerante, árido para el pensamiento fértil y mono neuronal en el que pretenden, bajo la excusa de una salvación o un progreso que solo ellos desean, imponernos los unos y los otros, los pros y los antis, los totalitaristas de todo cuño.
Han matado a Apu. Ese estereotipo de tendero indio que regentando “El Badulaque” nos hacía el mundo de los Simpson aún más rico, más diverso, más inteligente y más divertido. Han matado a Apu por ser un estereotipo los incapaces de entender los estereotipos, de entender el humor, de entender la inteligencia ni de, por supuesto, practicarla. Han matado a Apu unos tipos con la excusa de que ofendía al colectivo de indios. Y por el mismo motivo matemos a Peter Sellers en El Guateque, matemos al Manolito de Mafalda, matemos a Charlot y matemos a cualquiera que sea capaz de reírse con cualquier personaje de los Simpson, de los Picapiedra, con Manolo e Irene, con Pepe Gotera y Otilio o con el Botones Sacarino porque es un comic que ofende al colectivo de los botones. Hay que ser imbéciles, y me sale del alma.
Hace años leí una obra de Orson Scott Card, el del “Juego de Ender”, titulada “Observadores del Pasado: La Redención de Cristóbal Colón” en la que, en una pingareta histórica, se responsabilizaba a Cristóbal Colón del esclavismo en América y todo consistía, para evitarlo, en conseguir que fueran los portugueses los que descubrieran el continente. Y yo pensando que habían sido los portugueses, los ingleses y los holandeses, sin olvidar a ciertos árabes y norteafricanos en origen, los que se lucraron principalmente de tan execrable actividad.
Cuando el otro día leí que, a petición de un representante de una tribu norteamericana, uno de los siete u ocho que han dejado vivos los colonizadores ingleses, entre otros, en esa zona no colonizada por España, se retiraba la estatua de Colón como genocida, me pregunté, es una forma de hablar, en que está pensando el mundo. Que disparate tan… tan está recorriendo el mundo y obnubilando las mentes para que las víctimas busquen justificación a su situación, más bien a su falta de situación y casi de existencia, en alguien que lo único que hizo fue navegar y encontrar, posiblemente por casualidad, otras tierras en unas condiciones que seguramente el tal portavoz puede que hasta desconozca.
Curiosamente los auténticos verdugos de las prácticamente extintas tribus indias de Norteamérica, cuando no definitivamente extintas, siguen manteniendo sus estatuas, sus calles y su popularidad intactas. Claro que en ese caso hay toda una sociedad que no toleraría que le toquen a sus “héroes”, en tanto que en el caso de Colón hay media sociedad española dispuesta a apoyar su defenestración por el simple hecho de ser español y por no respetar los derechos humanos, esos que no existían entonces, no él, que nada tuvo que ver, si no aquellos colonizadores que a continuación fueron visitando el continente recién incorporado a las cartas de navegación y a los atlas de tierras conocidas.
Y es que no hay nada más falso, más mendaz, más irrespetuoso e intolerante que la postverdad, que la verdad interpretada fuera de ámbito y de tiempo. Y si además falsea hechos y consecuencias ya no solo es pos verdad, es mentira.
Charlaba el otro día sobre el tema con un argentino de apellido italiano, si pudiera hablar de estereotipos diría que seguramente psicólogo, que reclamaba a los españoles la devolución de las riquezas que se llevaron de su tierra. ¿?. “Su tierra”. Blanco, de origen italiano, y ¿me hablaba de su tierra refiriéndose a aquella en la que sus antepasados asentaron sus reales en tierras que antes eran de alguna tribu indígena? Bueno, ni intenté razonar esta parte de la historia, solo le comenté que ya había escrito a Change. org solicitando la devolución de las riquezas que se llevaron de la península los fenicios, los cartagineses, los griegos, los romanos, de los romanos sobre todo el oro de Las Médulas y del Miño, para poder hacer frente a la devolución del que nosotros nos trajimos de América. Podía haber ido un poco más allá y solicitar que todos los que tuvieran ascendencia celta, o íbera, o visigoda, o vetona o…  fueran expulsados de España, y que se enterraran todas las ruinas de pueblos colonizadores que llegaron y casi nunca pacíficamente ocuparon nuestro territorio para así eliminar de la memoria colectiva e histórica tan ignominiosos actos como los que cometieron: El exterminio de varias tribus luso galaicas, el genocidio de Numancia, y tantas más. Pero me he dado cuenta de que posiblemente yo también estaría entre los expulsados. En realidad yo y todos los habitantes actuales de la península.
Si no recuerdo mal, y creo que no, en un solo país de Sudamérica hay más indios que en todo Estados Unidos, sin mencionar las loas, estatuas y homenajes a auténticos exterminadores de indios americanos como el general Custer o el Gobernador Kieft. Más de trescientos setenta mil indios muertos en cuarenta años en territorio de los ahora Estados Unidos de Norteamérica. Pero esos no son españoles, y por tanto la postverdad no los revisa, ni a los amos de la postverdad les interesan.
Pues eso, que ha muerto Apu, que Colón, inventor de la esclavitud y promotor del genocidio americano, ha sido defenestrado y que si en España hemos sobrevivido a por lo perverso y retorcido de nuestra historia, es porque somos españoles. Los demás, santos. Perdón, perdón, ciudadanos defensores de los derechos humanos, sí, de aquellos que aún no existían. Mataban, saqueaban y exterminaban pensando en ellos, fijo.
Un saludo a todos los pros, a todos lo antis y a todos los tontis de este universo de personajes sin seso.

domingo, 11 de noviembre de 2018

Las elecciones imposibles


Hay muchas razones por las que no es conveniente un gobierno débil, y hay casi tantas por las que puede ser deseable. Pero las razones negativas se multiplican cuando la coyuntura es complicada, y cuando la debilidad más parece una anemia terminal que un episodio superable. Y en esas estamos.
En el momento actual el gobierno que preside Pedro Sánchez no sólo es débil e inadecuado para las circunstancias que vivimos, no, además es que su empeño de superar unas expectativas, hablo de las reales, de voto desastrosas lo hacen parecer aún más débil, rozando el esperpento con sus declaraciones que la mayoría de las veces son simples titulares populistas, cuando no inútiles para lo que dicen resolver. Y ahí está, atrapado entre lo imposible y lo que no puede ser. Preso entre la necesidad de gobernar para mejorar sus expectativas y la falta misma de expectativas que va cosechando con su inoperancia.
Pero si lo del gobierno en general es preocupante lo de la vicepresidenta portavoz seguramente es digno de espectáculo bufo y cartelera. Sus declaraciones pasan del chiste a la ocurrencia, de la ocurrencia al disparate y del disparate al “válgame dios” sin solución de continuidad.
La pirueta, o pingareta, declarativa realizada por la Vicepresidenta para justificar la flagrante contradicción respecto  a la calificación del proceso catalán como rebelión, es digna de la antología del descaro y la desvergüenza. Y encomiable por su cintura. A pocos se les habría ocurrido el argumento, pero nadie, salvo esta señora, se habría atrevido a utilizarlo.
El gobierno del señor Sánchez, como todo gobierno débil, este extremadamente débil, es reo de la búsqueda de apoyos para sacar adelante sus iniciativas, por lo que es reo, como consecuencia, de las concesiones que tiene que hacer para conseguir esos apoyos. Y esa circunstancia lo hace vivir en un permanente cuestión, porque cualquier iniciativa, por muy loable o ajustada que pueda parecer, que coincida con los planteamientos de sus posibles valedores, está sujeta a sospecha, crítica y descrédito.
Este problema se agrava cuando algunos de esos valedores tiene como objetivo prioritario, a veces parece que único, la ruptura del estado. Cualquier cambio de posición, cualquier iniciativa que pueda apuntar a su favor estará automáticamente bajo la lupa de la calle y redundará en el descrédito del presidente del gobierno.
Tampoco ayuda a fortalecer al gobierno su permanente exhibición de titulares sensacionalistas o populistas, y menos cuando con el devenir del tiempo se muestran como absolutamente inaplicables o carentes de contenido o, incluso, perjudiciales para aquellos a los que dicen querer favorecer.
Ejemplos tenemos muchos, demasiados, para considerarlos deslices o muestras entusiastas de objetivos inalcanzables. Desde la exhumación del cadáver de Franco, al que han dado una nueva preponderancia que ya no tenía, que amenaza con convertirse en una bufonada digna de las plumas de Jardiel o Tono, pasando por la permanente comunicación de subidas de impuestos que repercutirán en las costillas de los que ya las tienen laceradas, o la última ocurrencia de las hipotecas que han provocado la hilaridad de todos menos aquellos que por afinidad ideológica, y por contumacia adhesiva, consideran correcta cualquier iniciativa. O sea, esos que siempre llamo “los de toda la vida”. A nadie se le escapa, ni siquiera a estos, que el nuevo decreto ley ha abierto la vía para que ese impuesto se repercuta en los clientes y que por tanto las comisiones, que suelen funcionar por porcentajes, se incrementen. O sea un decreto ley cuya precipitación e irresponsabilidad va a suponer un encarecimiento inmediato de las hipotecas. Conseguido. Loa bancos salen indemnes y los que necesitan ayuda para lograr algo lo van a conseguir más caro. Merece aplauso. Un dos por uno.
Ya nadie cree al gobierno, salvo sus componente y sus afines incapaces de pensar por si mismos. Ya nadie cree al gobierno, ni siquiera, o tal vez menos que nadie, sus socios que solo lo soportan porque les es útil para conseguir objetivos imposibles de otra manera algunos, para conseguir su mayor desgaste en beneficio propio otros, o para evitar que en unas elecciones pueda salir un gobierno menos manejable la mayoría.
Este país necesita urgentemente unas elecciones, un gobierno fuerte y una política algo menos errática y populista. Este país merece y necesita unas elecciones para poder afrontar sus necesidades con perspectivas de estabilidad y sin sospechas de hipotecas difíciles de asumir. Este país necesita unas elecciones ya, y justo por eso no las va a tener.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Francisco I El Paseado

Me resulta difícil saber ante ciertas actitudes si se deben a una inteligencia que supera en mucho a la mía limitada o si son fruto de una estupidez soberana. También queda la opción cíclica, esa que sostiene que los extremos se confunden y que en este caso casi haría imposible discernir entre una jugada maestra y una contumaz majadería. Y el problema es que argumentos sobran para sostener ambas premisas, y ambas premisas se sostienen contemplando el bochornoso espectáculo al que nos encontramos expuestos sobre este tema.

Es difícil no pensar que la popularidad del dictador estaba tan en declive, que, salvo algunos nostálgicos de tiempos pretéritos muy entregados a la causa, muy pocos, muy de vez en cuando, nadie visitaba la tumba que en un lugar apartado de la sierra contiene los restos del personaje en cuestión. Tan en declive que seguramente era incómoda para aquellos que necesitan de muleta y engaño para hacer ver a los demás un posicionamiento político que son incapaces de desarrollar salvo con gestos que no tiene otra trascendencia que la de su exhibición pública. Ahora la semi olvidada tumba, y todo su entorno, ha reverdecido sus viejas glorias visitantes y recibe alborozada a leales de toda la vida y curiosos de la última hora que visitan por igual el enterramiento o el juzgado donde van a pasear al último popular encausado.

Mi duda, respecto a la jugada y su conveniencia, no es su eficacia para adictos a la ideología, sean de la promotora o de la contraria, ni siquiera su repercusión, previsible para los mismos, no, mis dudas están en la falta de previsión respecto al desarrollo de la historia, la falta de previsión o la eficaz planificación. Hace ya cinco meses largos que Pedro Sánchez y su gobierno tomaron las riendas, es una forma de hablar, del país. Hace ya cinco meses largos que hicieron de esta medida santo y seña de sus compromisos con “el pueblo”.

Y cinco meses más tarde aún no sabemos ni cuándo ni a donde irán a parar los restos del redivivo, al menos mediáticamente, dictador. Cinco meses más tarde lo único que han logrado es que no haya día en el que no haya algo distinto, nuevo me parece un exceso, que comentar sobre el tránsito, el pretendido tránsito, del nefasto personaje. Afortunadamente no tiene posibilidad de presentarse a las próximas elecciones, o sí, porque le estarían haciendo la campaña gratis. Removiendo sin curar, agitando sin parar, paseando sin lugar.

Malo sería que el dictador acabase en un lugar más emblemático y accesible para sus adictos, malo y casi inevitable ya que no sé cómo se podrá evitar que la familia decida hacer uso de su legítima propiedad.

Pero de lo que no cabe duda es de que mientras hablamos de la diaria y virtual, de momento, itinerancia de un cadáver de hace cuarenta años no nos preocupamos de tantos temas que nos son necesarios en la actualidad. Y eso sí que es bueno para un gobierno instalado en eludir sistemáticamente la realidad.

  • -          Nada sobre la reestructuración de la justicia.
  • -          Nada sobre una sanidad más eficaz.
  • -          Nada sobre la imprescindible reforma de la educación.
  • -     Nada sobre un reparto más justo de la riqueza salvo el consabido recurso de subir los impuestos y hacer más pobres a los más pobres
  • -          Nada sobre la reforma de la ley electoral que devuelva el control a los ciudadanos.
  • -      Nada sobre la solución a los problemas territoriales que ante la dejación gubernamental se enroca, se crece y se hace más fuerte.
  • -          Nada sobre unas elecciones que devuelvan un gobierno fuerte, eficaz y capaz.
  • -   Nada sobre la asunción inmediata de responsabilidades ante hechos que suponen el desprestigio y cuestionan la integridad de los miembros del gobierno, empezando por el propio presidente.
  • -          Nada de nada
  • -          Nada de nada de nada


Y ante esta nada tenemos una oposición ineficaz, un cadáver itinerante, unos socios de gobierno indeseados y una vicepresidenta del gobierno más digna del forofismo de un equipo de fútbol que de un equipo de gobierno.

Pero esto es España. Forges ha muerto y nos hemos quedado sin motoristas. Y para colmo nuestro ancestral apego al toreo nos hace entrar a la muleta sin pararnos a pensar que nos están toreando. Es más, seguramente somos el único toro que aplaude y jalea al torero, y olé.

De todas formas no nos preocupemos, mientras Francisco I “El Paseado”, no encuentre acomodo definitivo para sus huesos tampoco nosotros encontraremos de nuevo nuestra preocupación por las medidas necesarias. ¿Quién necesita conciencia actual pudiendo hablar de memoria histórica?

¿Y cuándo encuentre acomodo? No, claro, después tampoco. Ya encontraremos otro cadáver que pasear.

Desesperos y desesperanzas

Es… en realidad no sé cómo es, papá, no entiendo que pueda acostumbrarme a la imagen de tu deterioro, ni entiendo, ni me entiendo, cuando te beso o te llamo papá como si nada hubiera cambiado. Todo ha cambiado, papá, y seguramente mi mente se esfuerza en seguir unas costumbres que me permitan navegar entre el dolor de la pérdida, el miedo al futuro, la necesidad de convivir con lo que fue tu cuerpo y el esfuerzo físico y psicológico de renunciar a parte de mi vida para entregarla a una labor que por más humanitaria que sea no evita que pueda reconocerla como desesperanzada e, incluso, carente de otro significado que una convención social.

Que duro resulta lo que he dicho, que terrible, que despiadado, y que cierto. Esta ignominiosa enfermedad, esta condena familiar que supone, te hace enfrentarte a lo mejor y a lo peor de ti mismo. Porque lo primero que te exige es la renuncia parcial a una persona querida, la renuncia a la esencia misma de la persona mientras cuidas de lo que fue su cuerpo.

Ves como la persona se va yendo ante tus ojos mientras su progresiva ausencia te somete a un desgaste vital desesperado, y desesperanzado.

¿Dónde está el alma de mi padre? ¿Dónde está aquella persona que acompañó toda mi infancia y mi juventud? ¿Qué queda aparte de sus rasgos y su envoltura decrépita y mortecina?

Busco en tus ojos, busco desesperadamente en tu mirada, en tus gestos, la persona perdida y no encuentro más que un pobre cuerpo quebrantado, sufriente, aunque afortunadamente no doliente, cuando hay que cambiarte, que moverte, que asearte. Nada queda del pudor, de la dignidad, de esos sentimientos que determinan la relación entre padres e hijos, nada salvo ese cariño residual y tiránico que nos lleva a buscar lo mejor, lo más confortable para ese cuerpo que en otros tiempos nos abrazó, nos quiso, nos dio la mano.

Es difícil enfrentarse a la realidad, a esta realidad enferma y enfermante, sin sentirte miserable, egoísta, insensible. Pero es que la enfermedad es miserable, miserable de cuerpo, miserable de mente. Pero es que esta enfermedad es egoísta porque hay una parte que solo recibe, que ni pretende ni puede pretender dar algo a cambio, salvo dolor y sacrificio. Pero es que esta enfermedad es insensible, insensibiliza neuronalmente al enfermo y emocionalmente a los pacientes, a los cuidadores, a los familiares.

No puedes enfrentarse a la muerte día a día durante meses, a una muerte personal e irrenunciable, sin protegerse del deterioro que tan terrible convivencia puede ocasionar en tu vida y en tu mente. Y nadie puede juzgar al que lo sufre, nadie salvo el que esté o haya estado en el mismo trance.

Parece ser que tu cuerpo ha descendido un escalón más en esa escala que se va hundiendo cada día más en una tumba de rutinas de supervivencia desesperada. La disfagia ya ha hecho acto de presencia, las funciones básicas empiezan a abandonar también al cuerpo. Todo se complica un poco más en un proceso que ya era complicado.

Y a los demás, a los que asistimos por presencia y por servicio, solo nos queda la reflexión con perspectiva, la navegación firme y un poco fatalista para no confundir los deseos con los sentimientos, la piedad con la crueldad, la duración de las constantes vitales con la vida.

Y si normalmente espero, papá, que estés donde estés puedas oír, o leer, mis palabras, hoy prefiero pensar que tu mundo y el mío son estancos y distantes. Hoy, papá, y ayer, y posiblemente mañana, incluso yo preferiría no oír mis propias palabras.