Muchas veces es más difícil
desmontar una mentira evidente que refrendar una verdad palmaria. Y es que
aunque el dicho diga que las mentiras tienen las patas cortas, o que se coge
antes a un mentiroso que a un tonto, hay mentiras que duran siglos y mentirosos
que, como la tortuga del cuento, son especialistas en carreras de relevos
cortos y oponentes propicios.
De nada sirve la evidencia
histórica, de nada sirve la lógica, si a quien tienes enfrente lo único que
manejan es la verdad única e incontestable de un pensamiento impermeable a la
razón y a los hechos. De nada sirve argumentar contra aquellos que pueden
considerar un asesino en serie al primero que utilizó un útil para cazar o
condenan a los Picapiedra por fomentar el mal trato animal por la escena de la
costilla de brontosaurio en la entradilla de la serie.
La “postverdad”, esa mentira
pacata y mojigata que permite a individuos, instituciones o grupos sociales o
políticos, analizar cualquier hecho de la historia con los valores que a ellos
les parecen los correctos, obviando los que imperaban en el tiempo analizado.
Esa mentira mendaz y, habitualmente, puritana que sirve solo a los que tienen
un pensamiento único y ni admiten ni toleran que pueda haber otro, otro matiz u
otro concepto de una sociedad perfecta. Esa mentira mentirosa e ideológica que
menciona a Orwell mientras lo pone en práctica con los hechos e ideas que no
coinciden con su concepto de orden universal. Esa mentira fascista y
antifascista que convierte en enemigo a todo el que discrepa, en discusión todo
debate y en obsesión todo principio.
Porque, y pertenece al orden más
elemental del universo, toda acción tiene una reacción, y eso no es solo
aplicable a la física de móviles, y no hablo de teléfonos, si no que sucede en
sociología, en arte y en política, sobre todo en política. No hay nada más
fascista que un antifascista, y viceversa. Porque, y eso se conoce desde la más
antigua antigüedad, el alfa y el omega coinciden, Ouroboros se muerde la cola y
no tiene principio ni final, y viene a enseñarnos que los extremos se tocan
hasta tal punto que sus objetivos, métodos y concepciones son tan
intercambiables que apenas los separa un matiz difícil de explicar, de evaluar,
de distinguir. Y además se necesitan, se retro alimentan, se justifican.
Todo nacionalismo es fascista,
sostienen los antifascistas mientras promueven un anti nacionalismo
absolutamente fascista. Todo anti nacionalismo es comunista, sostiene los
fascistas amparados en un discurso de pensamiento único que habría firmado
Lenin. Todos los fascistas y antifascistas, todos aquellos que promueven un
ideario único y sin fisuras, todos los que pretenden educar a una sociedad a su
imagen y semejanza, todos los violentos, tengan la justificación que crean
tener, todos aquellos incapaces de pensar por sí mismos ni de dejar que los
demás puedan hacerlo, son un peligro para la humanidad y su progreso.
Y toda esta reflexión compartida
y no impuesta ni única que me sale hoy del alma se debe a… Se debe a un par de
noticias apenas relevantes aparecidas en la prensa y a alguna conversación
mantenida últimamente que son significativas de ese mundo intolerante, árido
para el pensamiento fértil y mono neuronal en el que pretenden, bajo la excusa
de una salvación o un progreso que solo ellos desean, imponernos los unos y los
otros, los pros y los antis, los totalitaristas de todo cuño.
Han matado a Apu. Ese estereotipo
de tendero indio que regentando “El Badulaque” nos hacía el mundo de los
Simpson aún más rico, más diverso, más inteligente y más divertido. Han matado
a Apu por ser un estereotipo los incapaces de entender los estereotipos, de
entender el humor, de entender la inteligencia ni de, por supuesto,
practicarla. Han matado a Apu unos tipos con la excusa de que ofendía al
colectivo de indios. Y por el mismo motivo matemos a Peter Sellers en El
Guateque, matemos al Manolito de Mafalda, matemos a Charlot y matemos a
cualquiera que sea capaz de reírse con cualquier personaje de los Simpson, de
los Picapiedra, con Manolo e Irene, con Pepe Gotera y Otilio o con el Botones
Sacarino porque es un comic que ofende al colectivo de los botones. Hay que ser
imbéciles, y me sale del alma.
Hace años leí una obra de Orson
Scott Card, el del “Juego de Ender”, titulada “Observadores del Pasado: La
Redención de Cristóbal Colón” en la que, en una pingareta histórica, se
responsabilizaba a Cristóbal Colón del esclavismo en América y todo consistía,
para evitarlo, en conseguir que fueran los portugueses los que descubrieran el
continente. Y yo pensando que habían sido los portugueses, los ingleses y los
holandeses, sin olvidar a ciertos árabes y norteafricanos en origen, los que se
lucraron principalmente de tan execrable actividad.
Cuando el otro día leí que, a
petición de un representante de una tribu norteamericana, uno de los siete u
ocho que han dejado vivos los colonizadores ingleses, entre otros, en esa zona
no colonizada por España, se retiraba la estatua de Colón como genocida, me
pregunté, es una forma de hablar, en que está pensando el mundo. Que disparate
tan… tan está recorriendo el mundo y obnubilando las mentes para que las
víctimas busquen justificación a su situación, más bien a su falta de situación
y casi de existencia, en alguien que lo único que hizo fue navegar y encontrar,
posiblemente por casualidad, otras tierras en unas condiciones que seguramente
el tal portavoz puede que hasta desconozca.
Curiosamente los auténticos
verdugos de las prácticamente extintas tribus indias de Norteamérica, cuando no
definitivamente extintas, siguen manteniendo sus estatuas, sus calles y su
popularidad intactas. Claro que en ese caso hay toda una sociedad que no
toleraría que le toquen a sus “héroes”, en tanto que en el caso de Colón hay
media sociedad española dispuesta a apoyar su defenestración por el simple
hecho de ser español y por no respetar los derechos humanos, esos que no
existían entonces, no él, que nada tuvo que ver, si no aquellos colonizadores
que a continuación fueron visitando el continente recién incorporado a las
cartas de navegación y a los atlas de tierras conocidas.
Y es que no hay nada más falso,
más mendaz, más irrespetuoso e intolerante que la postverdad, que la verdad
interpretada fuera de ámbito y de tiempo. Y si además falsea hechos y
consecuencias ya no solo es pos verdad, es mentira.
Charlaba el otro día sobre el
tema con un argentino de apellido italiano, si pudiera hablar de estereotipos
diría que seguramente psicólogo, que reclamaba a los españoles la devolución de
las riquezas que se llevaron de su tierra. ¿?. “Su tierra”. Blanco, de origen italiano,
y ¿me hablaba de su tierra refiriéndose a aquella en la que sus antepasados
asentaron sus reales en tierras que antes eran de alguna tribu indígena? Bueno,
ni intenté razonar esta parte de la historia, solo le comenté que ya había
escrito a Change. org solicitando la devolución de las riquezas que se llevaron
de la península los fenicios, los cartagineses, los griegos, los romanos, de
los romanos sobre todo el oro de Las Médulas y del Miño, para poder hacer
frente a la devolución del que nosotros nos trajimos de América. Podía haber
ido un poco más allá y solicitar que todos los que tuvieran ascendencia celta,
o íbera, o visigoda, o vetona o… fueran
expulsados de España, y que se enterraran todas las ruinas de pueblos
colonizadores que llegaron y casi nunca pacíficamente ocuparon nuestro
territorio para así eliminar de la memoria colectiva e histórica tan
ignominiosos actos como los que cometieron: El exterminio de varias tribus luso
galaicas, el genocidio de Numancia, y tantas más. Pero me he dado cuenta de que
posiblemente yo también estaría entre los expulsados. En realidad yo y todos
los habitantes actuales de la península.
Si no recuerdo mal, y creo que
no, en un solo país de Sudamérica hay más indios que en todo Estados Unidos,
sin mencionar las loas, estatuas y homenajes a auténticos exterminadores de
indios americanos como el general Custer o el Gobernador Kieft. Más de
trescientos setenta mil indios muertos en cuarenta años en territorio de los
ahora Estados Unidos de Norteamérica. Pero esos no son españoles, y por tanto
la postverdad no los revisa, ni a los amos de la postverdad les interesan.
Pues eso, que ha muerto Apu, que
Colón, inventor de la esclavitud y promotor del genocidio americano, ha sido
defenestrado y que si en España hemos sobrevivido a por lo perverso y retorcido
de nuestra historia, es porque somos españoles. Los demás, santos. Perdón,
perdón, ciudadanos defensores de los derechos humanos, sí, de aquellos que aún
no existían. Mataban, saqueaban y exterminaban pensando en ellos, fijo.
Un saludo a todos los pros, a
todos lo antis y a todos los tontis de este universo de personajes sin seso.