miércoles, 22 de febrero de 2012

De los mediocres


Que conste que esta reflexión que comparto con vosotros ha nacido a la luz, a la retroiluminación, de un pantalla de televisión por lo que es ya de por si, de facto, sospechosa de ser basura.

Se nos ha educado en el pensamiento del “altius,citius, fortius”, en la cultura de que el mejor es el  que consigue el éxito, y no dudo que en el mundo clásico esto haya sido básicamente cierto, pero hoy por hoy el éxito no ser el mejor si no el más hábil de los mediocres.

Basta con sintonizar ciertos programas televisivos para comprobar que el éxito está en pertenecer al grupo de mediocres cuya única habilidad conocida es  destrozar a cualquiera que haya tenido la desfachatez de despuntar en alguna actividad humana, si, incluso en ser el mayor gilipollas  del mundo mundial (atlius gilipollae). No importa si está muerto, si tiene hijos que tengan que afrontar la vergüenza o ni siquiera si es cierto lo que se cuenta. La picadora de mediocres debe de funcionar para mayor regocijo de parias del mundo que se recrean en la carnaza ajena. 

Es posible que las víctimas tampoco sean inocentes, bueno, de hecho tampoco lo son, ni los consumidores tampoco, pero eso es harina de otro costal.

Y ahora que lo pienso, montar un partido político, dirigir una empresa pública, o medrar en general. Mamá, ¿Por qué nadie de habló de la facultad de mediocridad evolutiva? En esa carrera no hay crisis, y si la hubiera bastaría con ser el más mediocre de los mediocres. No no puede ser porque si es el más ya no es el… Uy¡¡, si que es complejo el mundo de la mediocridad.