Hay una figura bastante
desconocida en las nuevas tecnologías, el analista. El encargado de analizar
una situación y proponer soluciones a los problemas y posibles evoluciones para
mejorar los rendimientos y capacidades, al tiempo que optimiza los recursos.
Hoy, como durante tantos años de
mi vida hice con la gestión de empresas, voy a ejercer de analista de la
realidad política española, no en el sentido periodístico, que maestros hay y
legión, si no desde el aspecto tecnológico.
¿Pueden contribuir las nuevas
tecnologías a mejorar el panorama político? ¿Podrían las nuevas tecnologías ayudar
a alcanzar una democracia real? ¿Pueden las nuevas tecnologías convertirse, a
día de hoy, en el instrumento que necesita la gente para participar de forma
activa y directa en el devenir político de su país? Si, rotunda y
definitivamente sí. Permítanme que me abroche el mono de analista y se lo
explico.
Todos, los partidos no, claro,
ambicionamos un parlamento compuesto por las personas elegidas por nosotros, no
por una ley estadística perversa y perniciosa que es la que gobierna
actualmente. Todos queremos que se cumpla aquella máxima tan coreada de un
hombre, un voto, que es la esencia última de la democracia. A todos, al menos a
casi todos aquellos con los que yo he hablado, nos gustaría en algún momento
votar a personas que consideráramos válidas, valiosas, que están en listas de
un partido diferente del que queremos votar y, por el contrario, eliminar de
nuestra votación a individuos que son contrarios a nuestra voluntad o
simplemente relleno de los que ignoramos todo salvo el nombre.
Porque lo primero que hace que
una democracia sea democrática, perdón por el ripio, es que las personas
elegidas representen la voluntad real de los electores. Porque lo segundo que
hace que una democracia sea democrática, claramente me ha gustado, es que todos
los votos valgan lo mismo se emitan donde se emitan. Porque lo tercero que ya
saben ustedes, aunque me haya gustado no quiero repetirme demasiado, es la
conexión y posibilidad de control del representado sobre su representante.
¿Se dan actualmente estas
circunstancias en nuestra “democracia? No, definitiva y absolutamente no, porque
esto que tan pomposamente llamamos democracia no es otra cosa que una
partidocracia, una aristocracia encubierta con siglas y votaciones periódicas
en la que lo único que nos está permitido es elegir entre unos que no nos gustan
y otros que nos disgustan, entre unos que no nos dicen la verdad y otros que
nos mienten. Entre unos que nos
perjudican por nuestro bien y otros que nos perjudican por nuestros intereses.
Entre unos y otros cuyo único fin es dividirnos y enfrentarnos para su mayor
provecho y persistencia en el machito.
¿Pueden las nuevas tecnología,
entonces, contribuir a un cambio de situación? Bueno, no, así planteado no. Pero
lo que si pueden es mostrarnos mediante un análisis de recursos, mediante un
ejercicio de política ficción, cuales son las posibilidades actuales de acceder
a una auténtica democracia, no me resisto, a una democracia auténticamente democrática.
Requisitos iniciales:
1. Libertad de elegir representantes
individuales, lo que se llaman listas abiertas.
2. Un hombre, un voto, o x votos,
tantos como se consideren necesarios, que no tendría por qué agotar. O sea lo
que se llamaría circunscripción única
3. Posibilidad de control del representado sobre
el representante elegido. O lo que es lo mismo, y que Podemos ha puesto, para mí
gusto con buen criterio, de moda, hacer convivir la democracia representativa
con la democracia asamblearia.
Imaginemos el funcionamiento, a
grandes rasgos porque esto no es una novela.
Se convocan elecciones. En una página
web especial los candidatos cuelgan sus perfiles políticos, proyectos que
quieren presentar, posicionamiento respecto a los problemas sociales más
acuciantes para los ciudadanos, afiliaciones políticas, sindicales religiosas y
sociales. Tendencia sexual. Datos laborales, datos políticos y porcentaje de
satisfacción de sus electores si ya hubiera desempeñado funciones políticas
anteriormente. Videos, fotos, certificados… todo aquello que pudiera concernir
a sus electores porque implicara su posicionamiento en temas que exigieran su
voto.
El día de la votación. El votante
provisto de su identificación segura podría desde su casa y ordenador, si ese
es su deseo y tiene algún sistema de verificación personal (lector de huellas
digitales, lector de código, escáner, … ), o desplazándose a un lugar
autorizado, en cualquier punto del planeta, introducir en una página de
votación los candidatos que desea elegir y en el orden de preferencia. Este orden
de preferencia determinaría la elección en caso de empate.
El recuento. Daría una
composición del parlamento por recuento directo y la posición personal con el
número de votos obtenidos de cada diputado, dejando un número suficiente de
suplentes que tomarían el relevo del elegido en caso de renuncia, fallecimiento
o destitución, ya que las actas serían personales y no de partido.
El gobierno. Sería propuesto,
inicialmente, por el candidato con mayor número de votos y no tendría por qué ser
monocolor introduciendo infinidad de variantes y posibilidades de elegir a los
mejores para cada puesto por sus conocimientos y trayectorias. En caso de no
conseguir la investidura se daría opción al siguiente en la lista. El candidato
sometería su investidura con su gobierno ya conformado y hecho público.
Una vez conformado el parlamento
se establecerían canales directos entre el representante y sus representados de
tal forma que estos pudieran estar al tanto de lo que este hace, sus
votaciones, las propuestas presentadas y recibir sugerencias. Es más, con este
sistema podrían, incluso, organizar plebiscitos entre sus votantes de
posiciones sobre las que le surgieran dudas o nuevas iniciativas no
contempladas en sus perfiles de candidatos.
¿Es utopía? No, no hay nada de lo
expuesto que no esté al alcance de la tecnología popular de hoy en día, ni su
aplicación supondría un coste inalcanzable, es más, supondría a corto plazo un
ahorro en mítines, en cartelería, en buzoneo y en algunos otros conceptos.
Lo que sí es utopía, y de las
gordas, es pensar que los que hoy en día se lo llevan crudo, los que hoy en día
viven de, y para, el sistema, los que hoy en día medran gracias a su inclusión
interesada en listas y prebendas, puedan estar interesados en esta idea. ¿¡¡¡Qué
digo!!!? Puedan estar interesados en la consecución de una democracia
democrática, se lograse como se lograse.