jueves, 26 de julio de 2012

De Toda la Vida, Claro


Habíamos hablado hace tiempo de los “de toda la vida”, esas personas que en aras de un posicionamiento político, religioso, futbolístico o de cualquier otro tipo son absolutos e inamovibles en sus posiciones suponiendo que son las únicas válidas, verdaderas porque son las suyas y por tanto las otras, las que no son las suyas, son falsas. Pero no solo son absolutos en sus posiciones, también lo son en la integridad del mensaje. Nadie puede compartir solo parcialmente el ideario, el ideario es íntegro y en caso contrario el que se permita dudar, intentar razonar, o no compartir una sola coma de su posiciones pasa de forma inmediata y lamentable, porque además creen lamentarlo, a las filas del enemigo ancestral. Ese pobre, lastimoso ser incoherente pasa indefectiblemente a formar parte de un bando u otro –siempre del contrario, claro- en función del interlocutor  que se conduele de su ceguera, de su desviación de la verdad que todo ser inteligente, íntegro y bienintencionado tiene que compartir.
Hay alguna característica que tal vez no apunté en su momento:
1-      Todas sus acciones son válidas porque se realizan en aras de la justicia, la verdad y el bien común. Las mismas acciones realizadas por los contrarios tienen el significado y la carga contrarias
2-      La memoria respecto a los actos de las personas pertenecientes a su círculo es portentosa, sus recuerdos caducan justo un instante antes de que sea necesario olvidarlas y retornan en el  instante en que recordarlas es útil o necesario, siempre en aras de lo que el momento demande para dañar al contrario, al enemigo.
3-      Son incapaces de reconocer ningún defecto en si mismos –salvo dialécticamente por supuesto- y por tanto cualquier insinuación de duda supone un ataque frontal y culpable hacia ellos y las inamovibles ideas que creen –o eligen por beneficio- defender.
Este pobre ser que pergeña estas palabras, y que al único color que le gustaría pertenecer es al transparente en una sociedad arco iris, en su inmenso error de intentar pensar cada vez que alguien le dice algo, pensar de verdad, analizar los pros, los contras, las implicaciones, las incoherencias, está en este momento espantado.
Internet es una herramienta y como tal es neutra, dependerá de la pericia e intenciones del operario para que su utilización sea educativa o nociva. La utilización de una herramienta con la capacidad de comunicación y la falta de censura que conlleva supone que aquellos que no utilizan una mínima autocensura en sus comunicaciones invadan nuestra intimidad con odio, con invitaciones al linchamiento, con sexo no pedido… Siempre con las mejores intenciones y la mayor ceguera –que para ellos será la mía, claro-
He recibido por varios caminos, y por tanto está circulando, una invitación a participar en un golpe de estado en el próximo mes de septiembre. Estoy convencido de que quienes lo promueven y apoyan tienen un suficiente arsenal de auto justificaciones para pensar que el suyo, su golpe de estado,  tiene razón de ser -los que dieron otros no, claro-, porque ellos son los buenos -los otros no eran los buenos, claro- y hay motivos de sobra -los otros se los inventaron, claro-. Pero si repaso la historia de la humanidad y este tipo de iniciativas no me gustan nada los resultados que veo, ni sus métodos, ni sus justificaciones, ni sus consecuencias.
Pero lo que más me preocupa es que al parecer es una convocatoria ciudadana y abierta, en contra de la clase política en general, llena de odio y de populismo. No tiene firma pero a nada que se lea con cuidado tiene rastro y si se pone un poco más de intención en la lectura tiene hasta rostros. Y los rastros y los rostros apuntan a motivos sectarios ni siquiera hábilmente enmascarados, pero está calando. Y esto sí que me acongoja, en los dos sentidos.
En este país parece ser que las palabras solo valen si sirven para atacar, dañar, insultar, desprestigiar, vilipendiar, matar, difamar, linchar, ofender o machacar. Y el contario, el enemigo, que se joda, que hubiera pensado como nosotros.

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