¿De lo dicho qué? De lo dicho ná.
Ya avisé hace no mucho tiempo que este podía ser el resultado final de unas
segundas, de unas terceras o hasta de unas cuartas elecciones. Pero,
independientemente de la copla y el gracejo, o ingenio, popular para comentar el resultado de esta
segunda vuelta, hay motivos para la preocupación en los resultados en sí mismos
y en las actitudes que ciertas personas han decidido mantener y que explican
muy a las claras peligros en el horizonte.
Es preocupante, muy preocupante,
tremendo, que un partido asolado por la corrupción, que un partido lastrado por
el ejercicio del gobierno en una época
negra, de las más negras de los últimos tiempos, no solo gane si no que amplíe
su respaldo popular respecto a las otras fuerzas partidistas. Lo que eso
significa, y es para hacérselo mirar, es que el pueblo, el bendito y
traqueteado pueblo, no confía en las alternativas que se le presentan y además
ni siquiera traga con el argumentario, por otro lado increíble y ridículo, que
los líderes de los partidos perdedores han exhibido durante estos seis
malhadados meses.
No señor Sánchez, nadie se cree
que la culpa de que usted no formara gobierno proviene de una pinza entre
Podemos y el PP, su fracaso proviene de su falta de respaldo popular y de que
la gente no se fía de sus palabras, es lo que hay. La gente entiende su
necesidad de perpetuarse y no confía en que usted no hará cualquier barbaridad
para lograrlo, y no le vota. Bueno, esto no es exacto, le vota el militante de
su partido, y no me refiero solo a los del carnet, pero no recibe ni un solo
apoyo externo.
No señor Rivera, la gente no se
cree que su alianza con el PSOE tuviera la única finalidad de evitar un pacto
Podemos PSOE, la gente opina que usted tiene una especie de fijación con el señor
Rajoy que no aporta nada positivo a la situación y que le hace tomar decisiones
que no son del agrado de la masa votante. No, usted no se ha presentado a unas
elecciones para interventor ejecutivo del PP y por tanto no está usted
legitimado por los votos recibidos para decirle a nadie lo que tiene que hacer
en su casa. Coja usted esos votos y obtenga aquellos puntos por los que ha sido
votado, por los autónomos, por la modificación de la ley electoral, por una
mayor transparencia, y olvídese de quién presida el gobierno que no es de su
competencia, no vaya a ser que al final no obtenga nada y sea usted
prescindible.
No señor Iglesias, la gente no
quiere gobiernos radicales, no en este momento al menos, no toca. La gente no
se fía del batiburrillo ideológico que se ampara bajo sus siglas y que,
experiencia a la vista, sale en cuanto ocupa alguno de su partido un puesto
público. Derivas iedeológicas de carácter personal y que nada tienen que ver ni
con su programa ni con el sentir de sus votantes. Actitudes de tipo
evangelizante y castrante de la sociedad que no son del gusto popular. Mientras
la gente no esté segura de lo que está votando su voto tiene techo, si, es
verdad, y suelo. Le podría apuntar varias, en varios lugares, pero estoy
convencido de que usted las conoce y que en la mente de cualquier lector están
algunas de ellas e incluso otras no conocidas por mí.
No señor Rajoy, la gente no le ha
dado un cheque en blanco para que usted se reafirme en sus errores, no le ha
votado para que usted saque pecho y se sienta respaldado. No, el mérito de los
resultados de su partido, de los suyos si usted quiere, en realidad son
deméritos de sus contrincantes. Estas votaciones son una especie de carrera de
cangrejos, gana el que menos retrocede y que parece, por comparación con los
otros, avanzar. Se equivoca. Los españoles no queremos corrupción, los
españoles no queremos amiguismos, ni clientelismos, ni recortes, ni sacrificios
sociales, ni económicos. Los españoles queremos un estado limpio, un estado
justo, un gobierno que trabaje por los más desfavorecidos y el suyo no es una
joya en esos aspectos. Tiene usted una oportunidad que dudo mucho que
aproveche, tiene una oportunidad de ser generoso y liderar unas reformas que
son clamor popular, territoriales, sociales, sanitarias, educativas,
legislativas, electorales, y ganar unos
méritos que ahora no tiene, ahora solo lo respaldan los deméritos ajenos.
Pero, siendo lo anterior grave,
lo más grave, lo más preocupante, es la reacción exacerbada de muchos de
aquellos que han votado opciones contrarias al PP y que, sobre todo en redes
sociales, han elevado el tono de la crítica hasta la descalificación, e incluso
el insulto, hacia aquellos que han votado opciones diferentes de las suyas.
No se puede, en sentido estrictamente
democrático, descalificar a aquellos que votan una opción diferente a la que
nosotros hemos votado, o, como es el caso, una opción concreta. No, los
votantes del PP no son tontos, no son trincones, no son viejos chochos, no son seguidores de Sálvame ni débiles
mentales, los votantes del PP no son, en su mayoría, ni siquiera militantes de
ese partido, los votantes del PP son, en gran cantidad, gente harta de los
mensajes equívocos, de la zafiedad argumentativa de ciertos líderes, de la
radicalización de ciertos mensajes, de la amenaza de un cambio de modelo social
que no quieren.
Pero, entre todo este maremágnum
docente que me ha quedado, mi gran preocupación es la absoluta falta de espíritu
democrático que deja a la vista este tipo de comentarios. La democracia es
votar y aceptar el resultado de las votaciones, sobre todo si son contrarias a
mi voto, el otro supuesto no tiene mérito. Desacreditar a los votantes por no
haber elegido al mío no cabe en la democracia, pero, y lo que es peor, no cabe
ni en la convivencia ni en el respeto.
Llevamos ya varias legislaturas
en las que las maniobras de los perdedores para desacreditar al vencedor son
anteriores, incluso, a la formación de gobierno, en las que el acoso, el todo
vale, la inquina, son la práctica habitual de la oposición. Y así nos va.
Sí, es verdad, a todos se nos
viene en algún momento a la mente la famosa frase del 68: “Cien mil millones de
moscas no pueden equivocarse”, pero la solución no es matarlas, la solución no
es prohibir la mierda, la solución pasa porque prueben, y aprueben, otro tipo
de alimentación que les acomode. Lo otro es totalitarismo y eso yo no lo
quiero, eso, la mayoría, no lo queremos, ni siquiera como moscas. Ante eso las
moscas preferimos mierda.