lunes, 20 de julio de 2015

La Yenka

Siempre he considerado que la vida debería de disponer de su propia banda sonora, al estilo de las películas, pero en lo que no había caído hasta ahora es que lo que tiene banda sonora perfectamente identificable es la vida política.
Después de arduos y sesudos análisis sobre el discurrir partidario, partidista, partidocrático, de este mundo en general y este país en particular he logrado encontrar el compás, el ritmo, la “particella” que dirían Tip y Coll. ¿Y cuál es? Popular como la demagogia, verbenera como ciertos candidatos del PP, pegadiza como las tonterías de los mítines. La vida pública mundial, particularmente la española, sigue a pies juntillas el ritmo de La Yenka.
¿Se acuerdan ustedes de La Yenka? Cuantas verbenas, cuantos recuerdos y, tal como se demuestra ahora, que forma de anticipar el futuro.
Bueno, claro, los más jóvenes tal vez no recuerden este baile canción, que se ejecutaba a saltitos y cuyos pasos eran el estribillo mismo: “Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante, atrás, un, dos, tres” y vuelta a empezar. En eso consistía el baile, levantabas la pierna izquierda dos veces, luego la derecha, dos veces, un saltito adelante, otro saltito atrás y tres en el lugar. Como la vida, política, misma.
Primero elegimos a la izquierda, la reelegimos, cambiamos a la derecha, la reelegimos, y avanzamos un saltito en nuestras aspiraciones. Debido a algún desastre financiero, terrorista o de otra índole damos un pasito para atrás en lo conseguido y tres saltitos sin movernos del lugar para recuperarnos del esfuerzo realizado y volvemos a empezar. Elegimos a la izquierda…
Como broma está bien, pero tal vez empiece ya a resultar pesada. Hasta de bailar la Yenka se cansaba uno entre otras cosas porque no conllevaba a roce ni facilitaba el acercamiento, y pasado un cierto tiempo uno buscaba algún otro aliciente que las risas.
Llevamos años achacando los males de nuestra sociedad a una crisis de valores de nuestra juventud sin reparar, o intentando evitar que reparemos, en que el problema de los valores perdidos solo es un síntoma, la enfermedad es la crisis de las ideologías, el imperio de las siglas vacías. El verdadero problema es una lucha de poder hueca de contenidos, interesada,  y capitalizada por unos partidos que se arrogan la representación de nuestras aspiraciones. Llevamos ya siglos consiguiendo derechos que luego se pierden , se diluyen, se perviertes, se cercenan. Con cualquier excusa, cínica, malévola, posiblemente creada, que nos sea irrenunciable: paz, seguridad, riqueza…
Y nosotros tragamos, tragamos como si la orquesta se hubiera vuelto loca y solo supiera interpretar la Yenka. Izquierda, izquierda, derecha, … una y otra vez.
Apenas han pasado unas semanas desde las últimas elecciones, las esperanzadoras, rupturistas, refrescantes elecciones con nuevos partidos, nuevas ideas, el futuro, y todo lo que oigo a unos y a otros, a los viejos y a los nuevos, a los conservadores y a los “progresistas” es más de lo mismo: La yenka. ¿Y en Grecia?, pues la Yenka también, y en USA y en el ISIS y en Japón, que decía mi bisabuelo cuando quería abarcar de un plumazo todo el orbe.
Así que estimados conciudadanos, nos quedan unos mesecitos para volver a levantar la pierna. No sé si toca la izquierda o la derecha, y me importa un pito, no sé si a consecuencia de ello daremos un saltito adelante o un saltito atrás, pero lo que si tengo claro son dos cosas: que lo siguiente es un, dos, tres y que me duelen las rodillas de tanto saltito. A tomar viento la verbena.

lunes, 13 de julio de 2015

Los Domingos Concierto

Los domingos concierto. Así era, papá, hasta hace unas semanas. Todo el año preguntando cuando empezaba eso del Retiro, todo el año contando, de aquella manera, el tiempo que en los vaivenes propios de tu enfermedad parecía no llegar nunca. Y cuando por fin era domingo de primavera, cuando por fin el tiempo y tu tiempo se conjugaban para acordar que había concierto algún velo de esos que nublan tu mente parecía descorrerse y dejar entrar algo de luz en tu mente obnubilada.

Tus manos se movían al compás de la música, tarareabas con delectación alguna letra que recordabas y contabas anécdotas del colegio, de las carmelitas en Orense, cuando las niñas habían representado alguna escena de zarzuela, y sonreías. Ya no te llevabas las manos a la cabeza mientras cierras los ojos en ese gesto que a mi tanto me atormenta. En ese gesto que me parece una búsqueda desesperada del pensamiento que no consigues aprehender, que se te escapa, no juguetón, no divertido, cruel y burlón en una carrera imposible en la que él siempre va un paso más allá de lo que tu mente alcanza.

Los domingos concierto. Y después un paseíto hasta una terraza o algún otro lugar donde tomar algo y salir de esa cueva mental que es tu casa, de romper esa rutina oscura y sin motivaciones en que se ha convertido tu vida, de burlar por un día, por un rato, ese espectáculo de un lento declinar, de una larga, amarga y traumatizante despedida en la que todos los que te rodeamos somos a un tiempo cómplices y espectadores incapaces de tener un papel en una obra que no entendemos, que no asumimos, que no queremos.

Los domingos concierto podría ser el título de un libreto en el que, en este caso sí, cualquier tiempo pasado fue mejor, o como se diría medicamente, el título de un informe secuencial sobre un paciente con una enfermedad degenerativa. 

Y ahora estamos en otro estadio, papá, ahora estamos en los domingos cantinela. Ya no es que no te acuerdes de los conciertos, que no te acuerdas, ya no es que no disfrutes de salir y tomar el sol y estar rodeado de tus hijos y tus nietos, que ya no los reconoces, es que cuando se te habla de salir, de pasear, de abandonar tu sillón reino, tus manos se aferran a sus brazos, tu cuerpo se suelda con sus telas y tu mente se zambulle el algún inaccesible, recóndito, oscuro lugar entre los cojines lleno de agravios, de agresiones, de tumultos y ladrones que hacen de tu vida, de la nuestra, un infierno en el que todos ardemos un poco en cada episodio.

Y los domingos concierto. ¡Que buenos tiempos!

Revanchismo interesado

Observo con preocupación, con un cierto temor, un rebrote de revanchismo desde las últimas elecciones celebradas, y, si mi conocimiento histórico no me falla, el revanchismo de un signo precede inevitablemente al revanchismo del signo contrario y, como consecuencia final, a la incapacidad de crear una sociedad tolerante, libre y preparada para convivir con estabilidad.
Una sociedad dirigida, política e intelectualmente, por personas cuyo principal objetivo es tirar por tierra todo lo que han hecho los anteriores no puede más que generar una sociedad condenada al continuo vaivén de las urnas y, por tanto, a una sociedad empobrecida intelectualmente, arrasada formativamente y envilecida políticamente.
Leo, leo cada vez menos pero aún lo suficiente, como se promueve el cambio del nombre de calles, la iniciativa para prohibir las fiestas de moros y cristianos o la iniciativa para incautar patrimonio eclesiástico solo por serlo.
Eso se llama revanchismo, eso se llama obsesión, eso llama a que, dentro de los años que sean y ganen los otros, tengamos otro episodio -declaraciones, gastos y ofensas- semejante pero de signo contrario.
Pero vayamos por partes.
A mí que las calles se llamen de una forma u otra me resulta bastante indiferente, de hecho ignoro de una forma completa quienes fueron la mayoría de personas cuyos nombres figuran en los carteles. Los nombres de las calles sirven para saber dónde estás y, salvo casos y circunstancias, no me provocan ningún éxtasis de recreación histórica. Yo circulo por la calle Velázquez buscando el número al que voy o admirando la belleza arquitectónica de sus edificios, pero no hago un repaso mental ni de su vida ni de su obra. Que a la calle José María Pemán se le cambie el nombre porque fue franquista me parece una aberración, salvo que se haga lo mismo con la de Rafael Alberti. El uno fue literato, según los gustos, y franquista, el otro fue literato, según mi gusto malísimo, y comunista. Si es por calidad literaria quitemos los dos, y tantos otros, si es por filiación política es revanchismo y por tanto yo estoy en contra.
Admitamos que ningún nombre de torturador o asesino debe de figurar en los carteles de una calle, pero para evitar el revanchismo, para hacer algo justo y no ofensivo quitemos todos los nombres de ambos lados con el mismo criterio. Militares, fuera todos, colaboracionistas de cualquier signo, fuera todos, héroes varios, fuera todos. Seguro que a los italianos si les explican quien fue Viriato lo considerarían un asesino indigno de tener una calle. Y a Velázquez por monárquico, y a Pío XII por papa y a Alfonso XIII por rey y a Mariana Pineda porque ofende a los franceses y a mí, como alérgico, los de flores y plantas. Qué barbaridad. Revanchismo y revisionismo.
Respecto a las tradiciones ofensivas para otras gentes estoy hasta los inmencionables de “bienpensantes” que deciden que parte de la historia tiene que avergonzarnos a todos y están dispuestos a imponer su superior criterio moral y social a los pobres engañados, pervertidos e insolidarios que por el mundo circulamos sin caer en penitencias desgarradoras por la maldad intrínseca de todos nuestros antecesores.
Yo, cuando veo algo que no me gusta, que no comparto, me limito a ignorarlo en la mayor parte de los casos y, si es dañino, a explicar mis razones, a fomentar el conocimiento del daño causado, la educación de aquellos que no reparan en lo dañino de sus actos porque nadie se ha preocupado antes de equiparlos con un criterio moral suficiente. Pero lo que no hago es prohibir, imponer, agredir, soliviantar, condenar a aquellos que piensan diferente a mí, primero porque no tengo motivos para pensar que mis maldades, sí, esas que todos tenemos, sean mejores que sus maldades porque son menos públicas y segundo porque no tengo ningún interés, ni por tanto prisa, en figurar en la historia como el referente moral de nadie ni de nada.
Si alguien se siente ofendido con una tradición que se vaya a otro lado donde no se practique o que consiga su ilegalización. Yo, salvo cuestiones de violencia y sangre, soy más partidario de que se vaya a un lugar donde no le ofendan. Ejemplo: cuando hay una fiesta popular siempre hay algún vecino con balcón aledaño que se siente perjudicado. Los más listos se cogen vacaciones coincidiendo con las fiestas y se ausentan.
Había un tercer punto de revanchismo en el principio, pero ese tiene su propio recorrido y es tan complejo e intrincado que intentar desarrollarlo aquí haría esta reflexión interminable.
En fin, que como ciudadano de a pié, como sufridor de administraciones varias hay puntos que me urgen mucho más que lo de revisar los nombre de las calles o la mayoría de propuestas de corte populista que hasta este momento han hecho los “nuevos ayuntamientos”, los antiguos ni eso.  Una propuesta que creo que suscribiríamos todos los ciudadanos sin distinción de color, credo o filiación: Bloqueo inmediato de las leyes recaudatorias y revisión, o incluso anulación, de todos los expedientes con flagrante fraude de ley incoados por las policías municipales y otros entes de dudosa legalidad que los perpetran.

Ah¡, que eso es dinero y no interesa. Ya, Ya sé cómo me dicen. Primero a salvar las conciencias y luego, luego a mantener los mecanismos recaudatorios que hay que pagar muchas cosas. Ciudadanos sí, pero calladitos, engañados y exprimidos.