domingo, 31 de enero de 2016

Yo, Hoy, Para Ti

Mira papá, en estos ya casi tres años en los que te nos vas alejando sin que podamos hacer nada por retenerte hay una cosa que me obsesiona, que no puedo quitar de mi cabeza: de cuanto de lo que te está pasando eres consciente ¿Cuántas veces al mirarme te estás despidiendo sin saber si será la última?¿Sin que yo pueda entenderlo?¿Qué mecanismos tiene tu mente que te permitan remontar la tortura?
Posiblemente, casi seguro, influye en esta preocupación el largo periodo de hospitalización en el que mi mente me alejaba de la realidad, en el que el exterior era una entelequia representada por la luz verde de un piso del edificio de enfrente que veía a través de la ventana, desde mi cama, ya que era incapaz de asomarme para ver la calle. Mi mente no me lo permitía, como no me permitía, engolfado en una rutina de televisión y visitas que me ayudaban a comprender el paso del tiempo más que a apreciar la compañía, leer, usar el ordenador o ninguna otra actividad que exigiera el más mínimo ejercicio de voluntad. La mente era consciente de lo que pasaba, pero no me permitía ansiedades, no me permitía voluntades, solo actuaba en modo testimonio.
También me preocupa, papá, el error que cometemos día a día en tu trato. Se nos ha comentado reiteradamente que tu comportamiento era regresivo, que cada día serías menos adulto, más niño, con lo cual hemos adaptado, de forma automática, sin recapacitar, el rol educativo, formativo.
Craso error, papá, craso error. Un niño es un ser humano con futuro y sin pasado al que hay que enseñar las reglas de convivencia, las nociones básicas del saber, el conocimiento imprescindible para progresar en el mundo que le espera. Tú no eres un niño, papá, tu eres un ser humano con pasado y sin futuro, que duro suena decirlo así aunque sea cierto, y educarte, intentar imbuirte unas reglas que te son ajenas, y, salvo por convenciones sociales que te importan un pito, innecesarias, es algo rayano en la crueldad.
Cierto, tenemos que intentar que comas, que te vistas, que descanses, tenemos que intentar mantenerte una rutina que no acreciente tú desorientación. Por supervivencia, por intentar desesperadamente contener la sangría de tu, ya poca, cabeza, por mantenerte lo más vivo, lo más sano, lo más “consciente” posible. Aunque dudo que lo consigamos, que ni siquiera estemos actuando de la forma más humana posible.
Tal vez lo más humano sería, como hacían antiguamente los japoneses con sus mayores, abandonarte a tú suerte en un lugar en el que pudieras ser quién crees ser y por el tiempo que seas capaz de serlo.
Pero también soy consciente de que soy miembro de esta sociedad, de que luchamos desesperadamente, en gran parte egoístamente, contra el deterioro, intentando negar la muerte, y eso nos lleva a someter a los enfermos a tremendas crueldades que no tienen otro objetivo que alargar innecesariamente una vida que ya no lo es en aras de una esperanza que ya no existe
Yo quiero que sigas vivo, papá, mucho tiempo. Yo quisiera que tú, que mi padre, del que solo tienes el avejentado aspecto físico y los recuerdos de una niñez inalcanzable, siguieras vivo por siempre. Por cariño, por egoísmo –como decía un amigo mío, los siguientes somos nosotros-, porque así me han educado. Pero no puedo evitar, intuyendo tú sufrimiento, viendo el sufrimiento de mamá, el de mi hermana, el mío propio, pensar que objetivo, que superior designio o criterio moral, se alimente manteniendo los visos de normalidad en las vidas que, ya quebrantadas, solo entienden la normalidad del sufrimiento, del propio y del de aquellos que los rodean.

Tal vez alguien, papá, crea leer una proclama en favor de la eutanasia. Baste decir que yo, hoy, para ti, no la firmaría. Yo, hoy, para ti. Un beso papá.

jueves, 28 de enero de 2016

De cemento armado

No hace mucho lo dije y los hechos, en realidad las personas y sus circunspectas circunstancias, han decidido darme la razón, de una forma triste y dolorosa, de una forma inconveniente y perjudicial, pero dármela. Los españoles solo sabemos trabajar, pensar y actuar como antis.
Dos españoles unidos en un momento por el destino solo se pondrán de acuerdo si tienen los mismos enemigos. Posiblemente no tengan la misma educación, no compartan los mismos principios, pero si tienen los mismos enemigos formarán una unidad de destino en lo universal, o como quiera que se diga en lenguaje de las modernas modernidades.
Y, claro, como no podía ser de otra forma, los políticos que nos quebrantan y burlan día a día, por nuestro propio bien, pertenecen a la misma caterva de individuos anclados en el antismo, permítaseme el invento del término.
Es así que el principal valor de un partido, español, de izquierdas es ser absolutamente de anti derechas, y el siguiente punto programático es ser, casi tan absolutamente, anti resto de las izquierdas. ¿Y el programa de uno de derechas? Pues lo mismo, pero sustituyendo el término derechas por izquierdas y el de izquierdas por derechas. Si ya se, recuerda a cierto baile, y yo a veces considero que nos están bailando.
Así que ante la actual situación un partido, el que sea, no puede pactar, salvo sometimiento, con otro del mismo signo por el segundo punto del programa, y no puede, ni  siquiera con sometimiento, pactar con otro de signo contrario por culpa del primer punto del programa, aunque ya a estas alturas no se ni en que programa, ni en que cadena, se encuentra sintonizado mi país.
Hombre, me tranquiliza un tanto la seguridad con la que los líderes de los diferentes partidos afirman que han entendido a la perfección el mensaje que mediante las urnas les hemos hecho llegar los ciudadanos. Yo debo de confesar que no lo entiendo, cortito que es uno. Eso sí, el mensaje que dicen haber recibido cada uno es diferente, y se parece, sospechosamente, al mensaje que más les interesa para su propio beneficio. Pero seguramente es que estoy al margen de la superior intelectualidad de nuestros líderes.

A mí,  que aún las estoy pasando canutas con mi economía, mi banco y la casa que me ha prestado a un precio desorbitado, me da pánico pensar en una inestabilidad larga o incluso legislativa. Pero seguramente es que con mis años, con mis sesenta y dos años y esta tercera pubertad en plena ebullición, los miedos que me atenazan son diferentes de los que sufrí en la primera, e incluso en la segunda. Pero tengo derecho a tenerlos, y a que, incluso, mis miedos sean personales y tengan la misma cara, la misma cara dura, que la que lucen los políticos de turno. De cemento armado, oiga.

sábado, 16 de enero de 2016

Ave César

A día de hoy, y en defensa propia, de los partidos, y de los ciudadanos a los que dicen representar, no veo otra solución que la de apartar de la cabeza de ambos partidos (¿mayoritarios?) a los líderes que han llevado con sus declaraciones y firmezas a un punto de difícil retorno para unas negociaciones imprescindibles pero harto improbables.
Sin el sr. Rajoy ni el sr. Sánchez al frente de las formaciones las líneas rojas, que de puro podridas ya semejan negras, podrían difuminarse y ambos partidos tendrían una oportunidad de diálogo y mutua confianza que tras el debate cara a cara y la pertinaz “sostenella y no enmendalla” que ambos vienen practicando con todo el eco mediático a su alcance desde las elecciones hasta ahora mismo se antoja imposible.
Entiendo que el sr. Rajoy, don Mariano, tiene una suerte de necesidad histórica, casi histérica, de repetir legislatura como le ha sucedido a todos los presidentes anteriores. Por no hablar de su convencimiento de haber llevado a cabo todo lo necesario para la recuperación del país y por tanto de sus merecimientos para que tal situación se produzca naturalmente. Y no voy a ser yo quién le quite méritos, que los tiene, pero sí que alguien debería recordarle todos los cadáveres que ha dejado en la cuneta, todas las decisiones que muchos jamás podremos compartir y que aunque eficaces no han sido ni justas ni imprescindibles. Tal vez, don Mariano, debería de dejar que la historia ponga cada cosa en su sitio y a usted en su lugar y no tentar una segunda parte, que nunca fueron buenas, que pueda llevar sus aciertos al error sin lograr llevar sus errores al acierto, porque de eso sí que no se recupera nadie.
Respecto al sr. Sánchez, don Pedro, ha entrado ya desde antes de las elecciones en el capítulo de opción para incondicionales, siendo estos, cada vez de forma más evidente, pocos tanto dentro como fuera de su partido. Pretender formar un gobierno sin el respaldo de los ciudadanos, sin el respaldo, ni siquiera, de las bases y notables de su partido, es intentar ser el general Custer de la democracia española, el Guzman el Bueno de la política, antes todos muertos que él en la oposición.
En fin, que como en el dicho: “cuando un tonto pilla una linde la linde acaba, pero el tonto sigue”. Aquí las lindes se han pintado de rojo y hay gente que las ve hasta el infinito y más allá, pero además torcidas según el interés de cada uno. Y yo empiezo a pensar que las únicas lindes que son capaces de ver son las de su ambición personal.

¿Y los ciudadanos? Pues como en el circo, viendo el espectáculo y sin poder participar en él. Ave Cesar, los que van a morir en las gradas te saludan.

domingo, 10 de enero de 2016

Antes muertos

Es posible que yo esté equivocado. Incluso, desde la perspectiva egoísta y endógena de los partidos políticos, es seguro, pero tengo la impresión deque la jugada de Más haciéndose a un lado cambia no solo la perspectiva de lo que sucede en Cataluña, si no la de lo que debe de suceder en el resto de España.

Claro que siempre habrá quien considere que sus propio ombligo es el único referente real de la política patria y que es preferible, aun no entiendo cómo y con quién, un gobierno anti un partido que un gobierno que forme un frente firme y sólido ante un ataque directo a la legalidad, a la razón y al sentimiento de los que creemos que las divisiones, sean las que sean, son anacrónicas y perjudiciales. Un ataque directo a más de la mitad de los habitantes de un territorio que van a sentirse abandonados a su suerte por unos partidos pretendidamente nacionales que no son capaces de llegar a un acuerdo temporal que forme un frente común ante una maniobra hábil y ladina.

Parece ser que los independentistas catalanes son capaces de cualquier acuerdo, incluso este que se me antoja inviable en el día a día, con tal de llevar adelante su proceso, y parece que los que se consideran españolistas, o estatalistas si es que el témino les ofende, o constitucionalistas si es que también les ofende, son incapaces de apearse de unas posiciones que a día de hoy, y para este tema concreto, hace falta que estén superadas.

Claro que a lo mejor el problema es que nos ofenden tantas cosas, tantos nombres, tantas  historias de un pasado común que somos incapaces de superar y repetimos incesantemente, que lo de las dos Españas se nos queda corto y estamos dispuestos a que sean tres antes de que se nos pueda considerar algo prohibido y vergonzante.

O, a lo peor, es que el resto de los españoles, incluido el cincuenta por cierto de los catalanes no secesionistas, somos antes de derechas o de izquierdas que españoles, somos antes socialistas o liberales –risa me da solo el enunciado- que españoles, somos antes anti progres o anti fachas que pro españoles, que suena añejo y franquista ya que, como todos sabemos, España es un país inventado por Franco al igual que su historia, sus tradiciones y sus símbolos. Un país fascista necesitado de una permanente redención que los demás países del mundo han alcanzado sin que se sepa exactamente cómo, cuándo o por qué.

Ahora en cualquier otro país coherente contra el juntos por el sí tocaría el juntos por el no, pero claro, seguro, esto nunca ha sido un país, y yo no recuerdo, salvo en cierto breve periodo constitucional reciente, que haya sido coherente.Pero para eso harían falta políticos, de los de verdad, de los que hacen política, y no funcionarios del congreso con aspiraciones a asiento de color azul.

Antes muertos que perder la vida, antes matarnos que atender a razones ajenas, antes divididos que consecuentes. Antes españoles, de los de siempre, que españolistas.

miércoles, 6 de enero de 2016

Sus Majestades

Al fin es 6 de enero. Sí, me he asomado al salón de casa y he comprobado, no me cabía ninguna duda, que los Reyes han dejado un montón de regalos y estoy convencido que alguno será para mí. Porque los Reyes, Sus Majestades, siempre encuentran algo que haya hecho bien durante el año y merezca una recompensa, un empujoncito de ánimo que me ayude en el año nuevo a buscar nuevas metas y fuerzas para enfrentarlas.
¿Cuántos niños hay en mi casa? Cinco, el más pequeño tiene veintiséis años y los mayores pasamos de los sesenta, y todos, todos, sin fisuras, creemos en los Reyes Magos.
Hace ya algunos años mi hijo pequeño me dijo con cierta picardía, faltando poco para la fiesta,: “Papá, ya sé quiénes son los reyes”. Mi respuesta fue clara, rotunda, salida de lo más profundo de mi órgano de las convicciones: “Pues espero que lo tengas claro porque tu padre nunca te va a hacer un regalo”. Hoy, más de una década después, nadie en mi casa, tampoco él, habla de otra cosa que no sean Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente.
Nadie pretende, al menos en mi casa, que la historia sea real, a ninguno se nos oculta el trasfondo comercial de la celebración. Ninguno de los miembros de mi familia ha pretendido entrar en un debate sobre el rigor histórico de la celebración ni nadie se ha cuestionado su origen religioso a pesar de que casi ninguno seamos practicantes de ninguna religión. Celebramos la ilusión, celebramos la inocencia, celebramos la capacidad de recordar, una vez al año que no es tanto,  que la vida no solo es razón, no solo es “ideología”, que la vida también necesita de su toque de sentimiento, de magia.
Al fin es 6 de enero. Ahora, en un rato, toda la familia junta nos acercaremos al salón de casa y abriremos y celebraremos los regalos que los Reyes Magos nos hayan dejado a cada uno.
Es posible que esta navidad, esta fiesta de Reyes, sea una de las más tristes de mi vida. No porque me falten los regalos, la ilusión, la capacidad de sorpresa, la magia, los buenos deseos, no, si no porque no puedo olvidar los cientos de niños que han perdido su capacidad de ilusión, su momento mágico, gracias a los políticos y comunicadores que han antepuesto su “profesión”, su criterio, a la preservación del sentimiento y la inocencia.
Y es que si hay algo peor que un fanático religioso es un fanático anti religioso. Y es que si hay algo peor que un político corrupto, inútil o equivocado es un político que se considera elegido para adoctrinar al pueblo y salvarlo gracias a “su verdad revelada”.
Queridos Reyes Magos: Prometo el año que viene ser especialmente bueno si ciertos personajillos encumbrados, si ciertos detentadores de la Razón Pura, si ciertos visionarios de la Verdad Única se ocupan de dictar sus verdades desde la barra de un bar o, si son largas y complejas, desde la mesa de un café. Bueno, y que volváis, y que borréis de la memoria de tantos niños las patochadas, las bufonadas, las pantomimas que han puesto en marcha para intentar que os olvidemos.

Y aprovecho, que el año sea largo, fructífero y libre de liberadores. Incluso para ellos.