martes, 23 de junio de 2015

Analfabetos funcionales

Uno de las grandes luchas de la humanidad en general  y de la sociedad española en particular, ha sido la erradicación del analfabetismo, y esa lucha, estadísticamente, se ha ganado. Es verdad, es una victoria puramente estética, ya no hay prácticamente personas que no sepan leer y escribir, aunque viendo ciertos mensajes de redes sociales uno se pregunta que es saber escribir, pero lo que nadie controla es cuantas de esas personas que tiene el conocimiento básico no son ahora analfabetos funcionales, no son ahora ignorantes incapaces de asimilar, analizar y cribar la información que reciben.
Uno de los grandes argumentos que te encuentras hay en día cuando hablas con ciertas personas es que lo han leído en internet, ya si además lo pone la Wikipedia es dogma de fe, sin pararse a pensar que la información que figura en internet es tan extensa, tan ingente, tan comercial, que siempre vas a encontrar lo que tú quieras, lo que no quieras y todos los matices intermedios.
Leyendo internet, las redes sociales, uno se da cuenta de que ya hemos sido invadidos por los extraterrestres, que no digo yo que no, que somos fumigados en aras de unos intereses espúreos, que no digo yo que no, que vivimos en un conflicto de conspiraciones e intrigas a las que somos ajenos, que no digo yo que no, que somos permanentemente envenenados por las industrias farmacéuticas, que no digo yo que no, que somos gobernados por oligarquías en la sombra, que no digo yo que no, que …
Que, vamos a ver, que no digo yo que no, que no digo yo que no haya motivos para reflexionar sobre ciertas cuestiones y plantearse infinidad de preguntas, pero que disponemos de tantos argumentos, de tal avalancha de información, que somos incapaces de acceder a toda e, incluso, de asimilar toda aquella a la que accedemos. Primero por cantidad, pero, y es fundamental, por falta de los conocimientos básicos imprescindibles para analizar con rigor temas concretos.
Más allá de actitudes sospechosas, que las hay, más allá de intereses comerciales, que los hay, más allá de intrigas y conspiraciones, que estoy convencido de que las hay, yo no tengo capacidad de encontrar la verdad de todas las cuestiones, en caso de que pueda encontrar la de alguna, porque mi formación y mi tiempo no me lo permiten.
Es fundamental, a la hora de documentarse sobre un tema, contrastar las fuentes, no dejarse llevar por convicciones personales y, sobre todo, medir las consecuencias de nuestra incapacidad, porque si en muchos casos podemos vivir con nuestra desinformación, o nuestra deforme información, en ciertos temas como el de la salud seguir consejos y verdades de ciertos gurús de la literatura comercial y de la cultura sanitaria alternativa, en tiempos en vez de escribir libros viajaban por las ferias en carromatos, nos pueden llevar a una pérdida de salud y de calidad de vida sin retorno posible.
Yo desconfío profundamente de la industria farmacéutica, y de la alimentaria y sus fórmulas llenas de letras y números que desconozco, pero no eso no me lleva a suicidarme en aras de unos consejos alternativos igual de, si no más, dañinos que lo que intento evitar. Procuro comer natural, procuro no tomar más medicamentos que los imprescindibles y detectar en los que tomo efectos secundarios indeseables, y me encomiendo a lo que sea para que lo que entra en mi cuerpo no empeore lo que había antes. No alcanzo a más.
¿Y a cuento de que ha venido esto? Ah¡, si, ya recuerdo. El otro día alguien compartió en su muro un chiste que al parecer era muy gracioso. Era como sigue:
Romeo le dice a Julieta:
-          ¿No es verdad angel de amor que en esta … ?
-          Romeo –interrumpe Julieta en el colmo de la gracia- ¿Quieres trepar ya de una vez por la enredadera…?
El resto, que parece ser el chiste, ya no tiene importancia. Lo realmente importante es que aparte de lo soez, previsible y poco gracioso del chiste, nadie, ab-so-lu-ta-mente nadie, reparó en que ¿Qué pintaba Romeo en Sevilla? ¿Qué hacía Julieta en el lugar de Doña Inés? ¿Hay enredaderas en la finca de Don Juan, a orillas del Guadalquivir? ¿Hay tanta gente que ignora que esa frase es del Don Juan de Zorrilla y que Romeo y Julieta son personajes de Shakespeare?

Pues eso, analfabetos funcionales. 

domingo, 14 de junio de 2015

No hay

Pues nada. Ahí seguimos, en el machito. Parece ser que nuestros políticos no acaban de darse cuenta de que su actitud no representa, no es capaz de representar, la idea que los ciudadanos de a pié, esos que muchas veces no votamos por hastío, esos que muchas veces votamos contra lo que hay, esos que a veces votamos en blanco para manifestar nuestro cabreo, esos a los que la ley electoral castiga con su indiferencia interesada, tenemos de lo que es el verdadero servicio a la comunidad, a los intereses del pueblo llano y no militante.
Llevamos muchos años, tantos que me da pereza contarlos, inmersos en una política autista, frentista, partidista y soez. Llevamos muchos, muchísimos, años en que gobernar es deshacer todo lo que han hecho los anteriores y oponerse es tirar por tierra cualquier proposición del que gobierna sin importar en lo más mínimo si es conveniente, razonable o incluso necesaria.
El único afán de los partidos es tener el poder, a costa de lo que sea, no importan los medios, no importan los ciudadanos, no importan, ni siquiera, las bases. Control férreo de los militantes mediante la disciplina de partido. Control férreo de los ciudadanos mediante una ley electoral que impide la representatividad directa y que favorece el mangoneo post electoral.
Todo es macro. La macroeconomía, las macroempresas, las macro estructuras. Todo menos los micro ciudadanos, su micro capacidad de control sobre los políticos y su micro interés para los que “gobiernan” y muchas veces, desgraciadamente, en los que gobiernan.
Tengo la extraña sensación de vivir en una sociedad con propietarios. Tengo la extraña sensación, el convencimiento, de estar viviendo una suerte de despotismo ilustrado con elecciones. Tengo la extraña sensación, casi la certeza, de que me paso la vida pagando un alquiler, sin opción a compra, de un sitio en una sociedad que ya alguien ha organizado para mí y en la que se me permiten ciertas libertades que se utilizan como mordaza, como coacción moral, para evitar que me dé cuenta de que no soy dueño, ni siquiera socio, de esta amalgama de realidades socio-culturales en la que cierto “poder en la sombra” ha convertido al planeta. Fronteras, himnos, banderas, religiones, doctrinas políticas, racismo, todo está perfectamente orquestado para lograr desunión y enfrentamiento

O, simplemente, hoy me he levantado con un fuerte ataque conspiranoide. Todo puede ser. Pero aquí, ahora, me declaro seguidor incondicional, devoto irredento, fanático, del primero que sea capaz de darle la razón a su oponente o de oponer un argumento en positivo. No hay… lo que tiene que haber: libertad, razones, interés, ciudadanía.

jueves, 11 de junio de 2015

¿Independientes o Incoherentes?

No sé si es bueno, o no, pero el desconcierto general preside estos días la actuación de los políticos elegidos y de los militantes de los partidos. Yo, como independiente recalcitrante, me regocijo, me asombro, me escandalizo, me indigno y me siento esperanzado según las situaciones que se van dando.
Lluvias pasadas traen estos lodos. El absoluto control que han ejercido las clases dominantes sobre lo que tiene que ser el posicionamiento de la opinión de las bases lleva, en una circunstancia como la actual, a la esquizofrenia. Todo era blanco hasta que el comité correspondiente decía que era negro y de forma unánime era ya negro para todos. Ni siquiera estaban permitidos los grises en ninguno de sus matices.
Estamos ahora, como consecuencia de ello, en que un militante aplaude a otro partido en una zona concreta porque pacta con los suyos y lo denigra como poco coherente porque en otra se niega a llegar a acuerdos o pacta con otra fuerza política. Aquí o todos o ninguno.
Pero eso no es lo que hemos elegido los votantes independientes, aquellos que no somos de una ideología de toda la vida, los que solo sabemos a dónde pertenecemos gracias a que los coherentes nos dicen generosamente a qué lado pertenecemos, siempre, casualmente, a los otros porque no estamos de acuerdo con ellos.
Todos o ninguno repito. Podemos es progresista y tiene que apoyar sin fisuras al PSOE. Ciudadanos es de derechas y tiene que alinearse indefectiblemente con el PP, bueno, o no y entonces tendrá que ser siempre un aliado fiel del PSOE, que parece haber ganado las elecciones diciéndole a cada cual lo que tiene que hacer. Siempre. En todas las zonas.
Que no, señores, que si eso es así sobran todos, que si quisiéramos que los partidos tradicionales conservaran las mayorías absolutas, la libertad de acción, los habríamos seguido votando y si no lo hemos hecho es para lograr que las mayorías relativas estén controladas, matizadas, intervenidas. Y eso es lo que muchos hemos votado. Porque somos esquizofrénicos, o simplemente independientes.
Porque si Podemos y el PSOE forman un frente común uno de los dos sobra, porque si Ciudadanos se inclina hacia un lado u otro injustificablemente también sobra. Lo lógico, lo normal, lo sano, es que en cada sitio gobierne, con el control externo y exhaustivo de los demás partidos, el que haya resultado más votado. Lo demás, cualquier otra componenda, no es más que eso, apaños con el único fin de pillar cacho o de desalojar a otros con mayor representación, y ciertos votantes volveremos a votar a la contra como hemos tenido que hacer tantos años. Y para votar a la contra con dos hay más que de sobra, sean los que sean. En realidad para eso sobran todos.
Tampoco en ese control vale todo. Oigo con cierto pasmo que hay alguna formación política que intenta inmiscuirse en la organización interna de los partidos con los que puede pactar, y eso no es tampoco. Cada quien es cada cual y la organización de cada partido es cuestión de sus órganos e injerir en ella es meterse en camisas de once varas.

Ya sé, ya sé. No existe razón más razonable que la de cada uno – en algunos casos la del partido- y todo el que opine de otra forma es que adolece de problemas mentales o de una diáfana incapacidad moral. Faltaría más.

sábado, 6 de junio de 2015

Conversaciones

Es complicado escucharte. Nuestros oídos, nuestras prisas, nuestro egoísmo no están preparados para desentrañar el mensaje que se oculta entre balbuceos de palabras intentadas, significados ocultos de palabras inteligibles y desvaríos de tiempo, edad y percepción que se intercalan en tus conversaciones.
Parece que la vida solo nos prepara para el mensaje directo, para la cabeza despejada, para atender y responder de forma contundente a un mensaje enunciado meridianamente. El simbolismo, la reinterpretación nos pone nerviosos y a la defensiva, y caemos en el riesgo de dejar pasar una idea clara envuelta en intentos fallidos.
Me contabas ayer con palabras de silabas temblorosas, movidas, con superlativos simplificadores y numerales que eran en realidad magnitudes – cien son muchos, tres varios- y situando la acción en un ayer de más de dos años, la caída de la banqueta que desencadenó la evolución definitiva de tu enfermedad. Y me la contabas a mí, tu hermano de hoy, tu hijo de ayer, como si fuera una tercera persona ausente entonces, e incluso ahora.
-Ya me dijo mi hermano mayor –yo- que no me suba, que me voy a caer y eso es muy peligroso.
Bueno, la frase fue mucho más larga e inconexa, pero lo que me llamó la atención es que me lo contaras a mí, que entonces era tu hijo, que fui el que te llamó la atención sobre el peligro, finalmente, desgraciadamente, consumado, trastocado en tu hermano mayor, que es lo que soy ahora, como si se lo contaras a una tercera persona, que es lo que debía de ser en ese momento, totalmente ajena a los hechos.
Aún recuerdo, y no puedo evitar emocionarme, condolerme, cuando sentados en la sala de urgencias del Hospital de la Princesa, escuché tu primera flagrante incoherencia. El cómo entonces con una consciencia amarga, con un miedo vergonzante e impropio, quise desesperadamente pensar que estabas bromeando. Hablábamos sobre tu edad.
-          A ver, papá, ¿Cuántos años tienes?
-          Ciento treinta y siete
-          Venga, en serio, ¿Cuántos años? – aún confiado y sonriente-
-          Ciento treinta y siete – ya serio y mirándome como si estuviera tonto-
-          Pero, papa, entonces – ya preocupado- ¿Cuántos tiene el tío Virgilio? – su hermano mayor-
-          Buff, ese tiene por lo menos trescientos diez –Sin ningún atisbo de sorna, sin ninguna concesión a la duda-
La rememoro y la tengo clavada porque es la última conversación coherente que recuerdo haber mantenido contigo, la primera que me hizo temer lo que días más tarde se convirtió en un proceso irreversible hacia el mundo de extrañas magnitudes que hoy habitas, hacia el mundo de pasado lejano, presente inconsistente y futuro incierto en el que desde entonces nos movemos, te mueves y nos mueves.

Pero aun así, aunque a veces mi cabeza se evade en medio de un torrente incontenible, incontinente, de palabras que pretenden fallidamente contar viejas memorias, mi oído permanece atento a cualquier significado interpretable, a cualquier frase coherente, a cualquier historia a girones que poder coser para alcanzar significado. Tú háblame, papá, aunque muchas veces no me digas nada.

viernes, 5 de junio de 2015

Por Ambos Lados

Por un lado ha pasado suficiente tiempo, ya dos semanas, y por otro aún hay que esperar bastante, casi cuatro años, para plantearse con cierta perspectiva el resultado electoral de la última convocatoria que hemos vivido en España.
Por un lado no ha cambiado nada, todos los partidos se consideran ganadores según el criterio que les conviene, pero por otro lado todo ha cambiado con la irrupción de nuevas fuerzas políticas (dos) y la desaparición prácticamente total de algunos partidos (dos).
Por un lado los ciudadanos han fragmentado su voto con la aparente intención de evitar la falta de control sobre el poder de la que hemos adolecido en los últimos tiempos en este país y que ha dado lugar a figuras nefastas como el Sr. Gallardón o el Sr. Zapatero, pero por otro lado la necesidad de los partidos de “pillar cacho” los lleva a buscar desesperadamente alianzas que reproduzcan en mosaico el monolito.
Por un lado, y por una vez, los ciudadanos han parecido votar en positivo y pluralidad a pesar de una ley electoral que les roba la posibilidad de elegir a las personas por las que realmente quieren ser representados en favor de ideologías fácilmente escamoteables, pero por otro lado, una vez más, los partidos han elegido el frentismo, el mensaje a la contra, de tal forma que la conclusión más escuchada, más machaconamente difundida, es la de defenestrar, expulsar de las instituciones dicen, a los representantes de más de la mitad de los votantes.
Por un lado los votantes han elegido probar nuevas vías que corrijan los errores cometidos de fondo, de forma, de prepotencia y autismo ciudadano, pero por otro los partidos están eligiendo reproducir fórmulas que ya han fracasado repetidamente y en distintos lugares, incluido este país nuestro.
Por un lado los ciudadanos han decidido que lo que fue en sus tiempos UCD, después el CDS e intentó ser UPyD, es decir un partido bisagra que evite la polarización de la política hacia un lado u otro del espectro pretendidamente ideológico, lo ocupen ahora los señores de Ciudadanos, y por otro han decidido entregar el testigo de una fuerza política instalada desde hace años en la demagogia, la acomodación y la corrupción (como todas), como era IU a una nueva fuerza política de izquierda más radical como es Podemos.
Lo que en ningún caso parecen haber votado los ciudadanos es el mercadeo, el intercambio de cromos, el frentismo, la división, la mentira, el escamoteo de sus deseos, el espectáculo del triunfo universal, la persecución, la vuelta a la tortilla, que siempre exige otra vuelta más, y otra, y otra.
Por un lado el fracaso una vez más de una ley electoral que no garantiza más que la creación de perversiones, de nichos, de mafias de poder, por otro el deseo de una ley que permita la elección directa de representantes y expresar las diferentes sensibilidades de cada votante que no tienen que corresponderse con las de ningún partido concreto.

Por un lado, como cada vez, como siempre, la voluntad de los ciudadanos de formar una sociedad libre y plural, harmoniosa en convivencia y comprometida con su futuro, por otro, como cada vez, como siempre, la voluntad de los partidos de conseguir el poder a costa de lo que sea y eliminar toda pluralidad que atente contra su predominio y el inmoral, el infecto, el desmoralizador medraje de sus mediocres cuadros.

lunes, 1 de junio de 2015

La pitada española

España es diferente. Si, ya se, esto es una frase de promoción comercial del país creada por el franquismo, pero que desgraciadamente refleja, retrata, plasma con asombrosa fidelidad una realidad ancestral que parece que últimamente está exacerbada.
Yo veo con cierta perplejidad añorante, y supongo que cualquier español con sentido crítico, como en los países del mundo más allá de nuestras fronteras la gente se pelea con la misma bandera. Es verdad que puede crear una cierta confusión a la hora de darse mamporros o tiros, pero todo sea por el bien del país. En España no.
Para que en este país nuestro podamos pegarnos lo primero es hacernos con una bandera, un himno y si es menester hasta con una historia nueva. Una vez convenientemente equipados el siguiente paso es reivindicar lo nuestro y considerar intolerable lo de los otros, aunque sea lo legal. Es conveniente que quede claro que no hay razón posible más que la nuestra y que los otros, los fachas, los rojos, los españoles, los vascos, los catalanes, los monárquicos o los republicanos, no son más que unos usurpadores de nuestra razón que no puede por más que ser la razón última de todos.
Estoy harto, hasta los mismísimos, de que ciertos personajillos vengan a recontarme la historia. Estoy harto, hasta los mismísimos de revisiones históricas desde la ética actual. Estoy harto, hasta los mismísimos, de que haya personas que se ofenden por ver una manifestación una bandera ilegal mientras ellos lucen con orgullo no disimulado otra tan ilegal como la que les ofende. Estoy harto, hasta los mismísimos, de escuchar tras unas elecciones como el fin último de las mismas es denigrar y “dejar fuera de la instituciones” a los representantes de la mitad de los votantes. Estoy harto, hasta los mismísimos, de que me mientan, de que me etiqueten, de que me escamoteen el pensamiento positivo y me ninguneen por no pertenecer a ninguna razón última y definitiva.
Lo aviso, estoy en un tris de hacerme una bandera, componer un himno y lanzarme a la calle convertido en un nacionalista patrio renunciando a mi proverbial nacionalismo galáctico. No hay nada más español que la falta de respeto hacia los demás y la falta de educación.

Por cierto, y al hilo, nunca había visto una manifestación tan profundamente española como la pitada al himno del otro día. Yo que ellos me lo haría mirar.