miércoles, 2 de octubre de 2013

Veras Como Viene Alguien

Cuando el tiempo acompaña, y dependiendo de los gustos el tiempo acompaña casi siempre, hay pocas actividades tan lúdicas y económicas, en Madrid, como pasear por el madrileño parque del retiro un domingo por la mañana. Por el moderado coste del desplazamiento se puede asistir a un concierto de música popular, a un espectáculo de títeres, o disfrutar en general de múltiples actividades que diferentes personas, individual o colectivamente, nos ofrecen a cambio de alguna moneda que voluntariamente quieras intercambiar por su talento – en algunos casos te dan ganas de pedírselas en vez de dárselas pero ya se sabe que donde hay posibilidad hay picaresca-. Son tan ricos y variados los espectáculos humano, natural y artístico que al poco tiempo de estarlo disfrutando el espíritu se siente con esa sensación de felicidad intrascendente que parece llenarnos en ciertas ocasiones en las que la vida se empeña en enseñarnos su lado más positivo.
Pero ya se sabe, como en el famoso cartel de los bares “hoy es un día perfecto verás cómo viene alguno y lo …”.
Ante tanta dicha siempre surge la educación engañosa, o falta de respeto al prójimo, de los españoles dispuestos a confundir espacio público con espacio de derecho individual ilimitado. El argumento de este es un lugar público y por tanto puedo hacer lo que me de la gana no solo es falaz, y casi universal, sino una palmaria demostración de falta de civismo rayana en algunos casos en el delito. Claro que los ciudadanos son responsables solo en una cierta medida, las autoridades lo son en la absoluta desidia en el cumplimiento de sus funciones de vigilancia y, en último extremo, aplicación coercitiva a los renuentes.
Excepto en España, y países semejantes que comparten su escasa educación cívica, espacio público es aquel en que nadie impone su derecho sobre el de los demás a la hora de compartirlo y exige una gran dosis de tolerancia, de respeto hacia los demás y, lo más escaso si es que existe, cortesía. Claro que hay una frase que resume todo esto: “Anda y que le…” con varias terminaciones que al fin y al cabo significan el desprecio por el otro y la absoluta negativa a reconocer la falta de criterio en nuestra actuación. Si lo hemos hecho por algo será y la culpa es del otro, sin paliativos.
En este tema hay ciertos colectivos que hacen gala de un comportamiento especialmente incívico, llegando a la agresión verbal e incluso física si se les afea su conducta. Pero dado que son varios cada uno de ellos tal vez merezca una reflexión, por contumaces y prepotentes.
Pues eso, verás como siempre hay alguno que viene y lo…