Entiendo que cuando se da un
mensaje público este tiene que ser sencillo y rotundo, pero lo que no entiendo
es que la sociedad que lo recibe no se pare a reflexionar sobre todo lo que
esos mensajes tienen detrás. Lo que no entiendo es esa especie de fe ciega que
el hombre de la calle, me niego a llamarle ciudadano que implica una conciencia
e implicación que no demuestra a día de hoy, parece poner en los líderes, y me
da igual que sean mediáticos, políticos o sociales, que sistemáticamente le
demuestran su incapacidad, su escasez de bagaje moral e incluso su desprecio
por sus derechos, traicionándolos en cada ocasión que se presenta.
Una vez más, otra vez más y las
que te rondaré morena, los muertos, el terror, los crespones negros, las
condolencias redactadas con rigor, elegancia y un toque de sentimiento. Empiezo
a pensar que las tienen guardadas a falta de poner el nombre de la ciudad y el
país. Y los asesinos preocupadísimos por la fina literatura que destilan los
escritos porque los lleva al arrepentimiento súbito, incondicional, irremisible.
Tras los últimos comunicados tan
firmes, tan elegantes, tan llenos de indignación, los activistas esparcidos por
el mundo han salido a la calle a entregarse dándose golpes de pecho y pidiendo
perdón por el daño causado. ¡¡¡Que inmensa parodia!!! Que magnífico espectáculo
si no fuera porque la sangre vertida es de verdad y no puede volver a
introducirse en los cuerpos que la han derramado y que vuelvan a la vida. A la
vida, de momento, no se vuelve. Los muertos lo son para siempre.
Y ahora, para solaz de los
beneficiados, para júbilo de los asesinos, para decepción, otra más, de los que
intentamos atisbar entre los velos que nos ponen para ofuscar nuestra razón y
estorbar nuestra vista, vienen las condolencias, vienen los discursos, vienen
una vez más, y otra, y otra, las palabras grandilocuentes, vacías, los
discursos encendidos para incendiar, los discursos enardecidos para pedir
calma, los discursos arrebatados para reclamar la inocencia de todos.
¿De todos? ¿Es que en esta historia
hay inocentes?
No son inocentes los asesinos
porque no puede haber ninguna razón en una personalidad moralmente bien formada
para matar a otro ser humano, para arrebatarle el único bien que no puede ser
devuelto. No son inocentes aquellos que con sus prédicas, con su torticera
visión de dios y la religión, envían a otros, siempre a otros, a que maten y a
que mueran prometiendo lo que no pueden garantizar. No son inocentes los que
con su permisividad, con su falsa tolerancia y su rancio progresismo han
permitido que esos ideólogos de la muerte tengan un lugar en el que adoctrinar
y engañar a esos pobres asesinos. No son inocentes los que más preocupados de
la propia poltrona y el favorecimiento de amigos, seguidores y correligionarios
se dedican a gobernar para los poderosos creando una falsa alternativa de
izquierdas y derechas con la que engañar a los gobernados. No son inocentes, en
realidad son los verdaderos culpables, aquellos que amparados en el anonimato y
el dinero dirigen al mundo con mano firme y consciente, avariciosa y funesta,
hacia una hecatombe ética, bélica, económica y ecológica.
Pero claro, contarle esto a una
sociedad pacata y amedrentada, decadente y pusilánime como es la occidental,
una sociedad que cree que los derechos son algo que se adquiere por el simple
hecho de pedirlos y que no se pueden negar, a una sociedad tan cobarde que
consiente en cambiar esos derechos por seguridad, confort y ceguera, contarle
esto es tan efectivo, o incluso menos, que leerles las condolencias a los asesinos.
Y mañana más. Mañana más muertos, más
asesinos, más guerras, más condenas, más intolerancia, más progresismo de
salón, más arrebatadas proclamas, más despotismo ilustrado y sobretodo,
sobretodo, más riqueza para los que viven de ello, para los que se amparan al
fondo de un tablero donde mueren los peones, se queman los alfiles y caballos
por unas migajas de poder, compadrean las torres y ocultos, entre todos, al
amparo del sacrificio de todos, los reyes y las reinas, los soberanos no
coronados del poder mundial, no saben ya cómo gastar lo que atesoran, aunque
sigan queriendo atesorar.
Mañana más.