miércoles, 22 de agosto de 2012

Singladuras Liberadoras (12-10-2011)


Vivir el ocaso incluye la reflexión, la languidez, y en medio de los ocres, naranjas y violetas de una puesta de sol, buscando con la única voluntad ejercida el rayo azul, ese mítico rayo que es el último sobre el horizonte que el sol emite en su despedida, sentado en las rocas, junto al mar, embargado, poseído por su movimiento y su sonido, casi sin querer vi partir en un buque de ensueño a mis preocupaciones en una singladura en busca de respuestas.

Estaba ya casi el cielo negro con incrustaciones de luz, apenas unos luceros, cuando recuperé el dominio de mi ser y al levantarme fui por primera vez consciente de que en el mar, alejándose entre las olas con el aparejo de esperanza totalmente desplegado, se alejaba de mi una parte del lastre que hacía más pesada mi vida.

Dese entonces he ido dejando en distintos mares, en distintos cielos donde vuelan con gracilidad, mis naves de dudas y esperanzas. Desde entonces siempre que tengo oportunidad y tiempo miro, me abstraigo, me dejo ir en la languidez de la mirada perdida que espera encontrar la nao deseada, esa mirada que solo conocen los que viven de la esperanza de que el mar, el cielo, les devuelva aquello que le han confiado.Rara vez mis esperanzas se confirman, pero siempre dejo alguna nueva nave en su inmensidad. De gran calado algunas, de bajura muchas, otras apenas barquichuelas que transitan por la orilla. 

Alguna ha vuelto con las respuestas esperadas, alguna sin carga, las más siguen su singladura y mi mirada las sigue esperando. Pero según avanza mi vida, según alcanzo y avanzo mi ocaso,  soy más consciente de que solo me volveré a encontrar con todas ellas, con mi totalidad, cuando yo mismo en una nave postrera me aleje de mi orilla, me adentre en el mar en busca de otros puertos, de otras rocas, cuando se acaben las preguntas, cuando deje de esperar los regresos.

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