Me llamó hermano con ese tono… no se si me comprenden, con
ese tono con el que uno se lleva de inmediato la mano a la cartera para
comprobar que está aún en su sitio. Creía conocerlo de ya algún tiempo e
incluso estaba entre los que más apreciaba en aquella reunión habitual junto a
la barra del bar al que asistía con asiduidad a tomar un vermut y charlar un
rato.
Realmente me llevé la mano al bolsillo de la cartera y
comprobé con alivio que la cartera aún estaba en su sitio. No me quedé
conforme, aquel tono…
Solo pasado algún tiempo, cuando por casualidad llegaron a
mis oídos ciertos comentarios de cuya
autoría no tenía duda lo supe con certeza. No me había robado la cartera, me
había robado la alegría de acudir al bar a departir con los demás y sospecho
que incluso parte de la estima de los más débiles de la tertulia
Seguramente, con el tiempo, los demás se darán cuenta de
quien es y como actúa, pero que más da, ya habrá hecho un daño irreparable.
Sembrar la desconfianza y el descontento entre nosotros. Cuando ya no quede
nadie a quien dañar se irá, pero es que ya será el último.
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