Desde hace algunos meses y viendo lo que me rodea observo
con una mezcla a partes iguales de fascinación y horror la proliferación de
cargos públicos que cumplen en su grado máximo el principio de Peter –aquello
de que “todo individuo asciende hasta alzanzar su nivel de incompetencia”-.
Pero he descubierto, para mayor horror y asombro, una variante incluso más
preocupante del susodicho principio: “todo individuo corruptible medra hasta
alcanzar su nivel de corruptibilidad”. Y en muchos casos se cumplen los dos a
la vez.
Alcaldes, concejales, presidentes de comunidad autónoma, consejeros,
ministros, directores de lo general, trabajadores de la ventanilla y guardas de
bosques y desiertos. Todo individuo con posibilidades navega en el filo de la
corruptela, todo responsable de permisos y prebendas se asoma al abismo del
intercambio y parece ser que un gran porcentaje sufre de vértigo despeñante.
La solución pasa por reinventar a Los Intocables, me dije en
un primer momento, pero luego me di cuenta de que tienen un cierto toque
fascistoide y de que esto no es Chicago años 20, más bien la Sodoma y Gomorra del corte
y confección o la primitiva inmobiliaria de Pepe Gotera y Otilio, sin olvidar la Residencia de Oro de
los prejubilados con influencias, que de todo esto hay y más.
Y en esto del comic estaba cuando di con la solución
española del problema. Habría que pedirle, o pagarle, los derechos al Forges y
recuperar al motorista que armado de sobre, rasqueta, agua caliente y grúa
–para los mas pertinaces- se presente allí donde se intuya una corruptela para
dejar el cargo libre como una patena –libre por el sitio vacante y patena por
la limpieza post actuante-.
No hay comentarios:
Publicar un comentario