miércoles, 15 de agosto de 2012

Muerto El Perro.... (05-05-2011)


He leido tus palabras Fania desde la identidad, desde la conformidad que la pertenencia al mismo bando proporciona. “Muerto el perro se acabó la rabia”, que duda cabe que expresa perfectamente, que sirve a la perfección de válvula de escape de esa rabia que se nos instaló el 11 S y nos anegó los ojos una mañana de un 11 de marzo en Madrid.
Y sin duda yo también me alegré, al menos comedidamente pero con rabia, cuando oí que habían acabado con ese ser capaz de planear, de planificar y saborear la muerte de tantas personas que además eran mis allegados física y culturalmente.

Pero luego, aplacada la rabia fermentada durante años en mi interior, he paladeado el refrán y me ha dejado un regusto muy amargo. Odio la muerte, odio la muerte absolutamente porque es lo único irreversible, al menos de momento, en el hombre. No concibo que nadie pueda tener derecho a matar, sin excusas. NO MATARÄS. Sin condicionantes, sin excepciones, sin coartadas

Muerto el perro… recordé entonces que también me alegré, moderadamente, cuando harto de carreras y palos e imbuido de un espíritu revolucionario me enteré de la muerte de Carrero Blanco, no porque a mi me hiciera nada personalmente si no porque era el símbolo del poder que me oprimía. Después de 40 años resulta que no se ha acabado la rabia y que quienes mataron al perro son aún más perros y tienen una variedad de rabia más contagiosa y destructiva.

Muerto el perro, Fania, solo hay más perros y más rabia, incluso más perros dispuestos a contraer la rabia voluntariamente para extenderla por el mundo, porque la rabia solo se elimina con vacunas y la única vacuna conocida para la rabia humana es la formación y los valores humanos, eso que el poder se preocupa de que sea difícil de adquirir o que administra en producto placebo en sus farmacias –escuelas- para que seamos más maleables, más refraneros, y llegado el momento más perros e irremediablemente más rabiosos.

¿Y que hacemos con los que ya tienen la rabia? Habría que estudiar cada caso, pero seguramente, ya habiendo fracasado con la vacuna, matarlos, Fania, matarlos y lamentarnos por la perdida de unos posibles hermanos y por aquellos que han sucumbido a su contagio. Y hablo por supuesto de nosotros –porque en este tema no existe el ellos- capaces de alegrarnos, de justificar una muerte porque va a acabar con la rabia, con la ajena.

Desde la rabia, entre las brumas de la post-vacuna…

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