A mí las opiniones expertas me
merecen un absoluto respeto, seguramente por mi ignorancia en el tema que se
trate, pero por eso mismo cuando decido escribir mi parecer sobre alguno de
esos muchos temas en los que mi ignorancia es supina, y después de contrastar
opiniones de diferentes expertos, cada uno con su deriva ideológica, y
procurando que esas derivas sean dispares, decido, seguramente con errores, y
seguramente inducido por mi ignorancia, ponerme manos a la obra e intento
plasmar el conocimiento recibido.
Escribo después de leer con
indignación, con estupefacción, un artículo publicado en DCLM.es y firmado por
Agustín Estrada Peña, Catedrático del Departamento de Patología Animal, Área
Sanidad Animal, Facultad de Veterinaria, de la Universidad de Zaragoza. Un
artículo escrito desde la prepotencia, desde la soberbia, de alguien que
instalado en su “cátedra”, se permite faltar tildar de entrenador de fútbol,
con claro menosprecio, a cualquiera que, presuponiendo su ignorancia, se permita
discrepar del gobierno y participar en la cacerolada convocada para manifestar
el desacuerdo con la gestión del mismo. El tono me parece vergonzoso, más
propio de aquellos catedráticos franquistas que instalados en su pedestal
repartían los aprobados y suspensos en función de los méritos políticos de sus
alumnos, antes que de sus méritos académicos. Para este señor somos un atajo de
“cuñados”, ignorantes, y únicamente opinamos porque nos dicen que tenemos que
opinar. Nuestra ignorancia, en comparación con su sabiduría, es solo culpa
nuestra y nos invalida incluso como personas capaces de pensar por sí mismas. Y
viene a decir que para opinar sobre política y capacidad de gestión hay que
tener, como mínimo, sus conocimientos sobre su especialidad.
Este impertinente artículo, por
faltón y por poco pertinente, me ha hecho ponerme a las teclas y saltarme un
día libre para explicarle, aunque no creo que mis palabras puedan llegar a su
soberbia altura, que si, independientemente de sus conocimientos, que no pongo
en duda y demuestra, toda su capacidad docente se apoya en la incapacidad de
empatía humana que traslucen sus palabras, pobres de aquellos que tengan que
poner su formación académica en semejantes manos. Yo es que al primer exabrupto
me levantaba y me iba. Claro que, también eso hay que tenerlo en cuenta, hay quién
domina grandes y complejas materias, incluso goza de una palabra fácil y
convincente, pero a la hora de escribir, o de opinar, debería de meterse las
manos en los bolsillos. Desde mi ignorancia, claro.
Desde esa misma ignorancia, que
intento paliar con conocimientos ajenos, he constatado que la mayoría de los
expertos consultados consideran que el gobierno actuó tarde y mal, que también
es posible que hubiera hecho falta un gobierno fuerte, que este no lo es, y
despreocupado de las consecuencias electorales, que este no lo está, para haber
tomado decisiones más valientes y que hubieran ahorrado muchos muertos, y sobre
todo, el lamentable honor, de ser uno de los países con mayor mortalidad del
mundo.
Decir esto no presupone, faltaría
más, que otro gobierno, de otro partido, o con otra composición, lo hubiera
hecho mejor, ni que toda la responsabilidad de la falta de medios e
infraestructuras le sea achacable, por supuesto que no, pero lo que tampoco
quiere decir es que lo haya hecho bien y que se merezca las loas que
intervención tras intervención, rueda de prensa tras rueda de prensa, parece
reclamar. No, yo no tengo ni idea sobre virus, ni he estudiado epidemiología,
como tampoco he estudiado muchas otras materias sobre las que escribo, pero sí
puedo decir que suplo mis lagunas de experto teniendo acceso al conocimiento de
gente de casi todos los saberes y con casi todas las ideologías, y que, cuando
escribo, lo hago desde la humildad de mi saber prestado, que no supone una
falta de conocimiento, pero si una aceptación de que la Verdad, no está al
alcance de los hombres, todo lo más su verdad, la de cada uno.
Efectivamente, y reitero por si
no había quedado claro, no soy un doctor en nada, ni siquiera en medicina, pero
lo que si soy es un experto en lógica y sistemas, y eso me permite, con una
ignorancia supina en materias concretas, analizar un sistema humano, comercial
o mecánico; su desarrollo, sus puntos críticos y sus debilidades por malas
decisiones, y para eso no necesito ni tirar de ideología, ni de afinidad, ni
ser maleducado y grosero con las personas que me leen.
Me recuerda usted a como retrataba Quino a un doctor en
medicina de vacaciones en la playa en una tira de Mafalda. Bueno, me voy a
permitir darle una oportunidad que usted no nos ha dado a ninguno, parece usted
padecer de la misma soberbia que el mencionado doctor.
Verá usted, desde mi puesto de
entrenador de fútbol, por ponerme en su cualificación ya que no lo he sido
nunca, cuando juzgo la labor de un gobierno, sea este o cualquier otro, no lo
hago por su dominio de un tema concreto, en ese caso juzgaría a un ministro, ni
por la erudición de sus miembros, y miembras, ni siquiera por sus declaraciones
o su voluntad de hacerlo bien, no, yo solo lo juzgo por su capacidad de gestión
y el aprovechamiento de los tiempos y recursos puestos a su disposición para la
obtención de resultados. Y, sobre todo, procuro no caer en la trampa ideológica
para forofos, de pensar que si otros lo han hecho peor, suponiendo que se dé el
caso, eso haría a este mejor. Falso, falso de toda falsedad, simplemente lo
haría menos malo que ese otro. Pero, y como ya apuntaba anteriormente, al final
lo que importan son los resultados. Al final, se diga lo que se diga, una
gestión deja unos resultados que son incuestionables, números que permiten
evaluar la gestión realizada, y algunos de los de este gobierno, sobre este
tema y expertos aparte, son: tercer país del mundo con más fallecidos, país con
más muertos por cada cien mil habitantes del mundo, país con mayor número de
profesionales sanitarios contagiados del mundo, país con mayor número de
muertos en residencias de ancianos en el mundo. De momento.
Claro que faltan un montón de
países, sobre todo países del lamentablemente llamado tercer mundo, por empezar
a incrementar estadísticas, y a lo peor alguno nos supera, y, ya sería deleznable,
alguno pueda caer en la tentación de usar esas terribles estadísticas de países
con muchos menos medios para justificar las nuestras.
En todo caso, créame, para
demostrar que uno es un experto, que cree tener razón y que sus palabras están
por encima del inculto populacho, al que pertenezco, por lo que le pido disculpas, no hace falta
faltar le al respeto a los demás insinuando su pobreza intelectual y de
espíritu. De experto, poco, a experto, muy, solo explicarle que el conocimiento
no exige la mala educación, la mala educación solo es un problema de formación
y de aplicación de valores.
Un humilde y contrito saludo.
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