Estos días he recordado al bueno
de Boni, y hacía mucho tiempo que no me venía a la memoria. Boni era un buen
hombre, su inteligencia no era la más brillante de sus facetas y vivía en un
sobresalto permanente.
Conocí a Boni en el local de
Eridani, asociación que en los años setenta, e incluso ochenta, nos reunía a
una serie de personas que sentíamos curiosidad por el tema de los OVNIs y por
la parapsicología, lo que hoy en día se llamaría frikis. Con la mayor seriedad
a nuestro alcance y con medios muy limitados e ideas más entusiastas que
científicas nos reuníamos para debatir nuevos casos, estudiar testimonios que
nos llegaban por diferentes medios y debatir sobre nuestras ideas sobre estos
temas.
Un día llegó a nuestra puerta
Boni, era ya el ocaso de la asociación, y desde el principio lo acogimos con el
cariño y el respeto que demandaban su bonhomía y su corta inteligencia.
-
El otro día iba por la acera del cementerio y oí
un ruido muy raro y al cabo de un rato pasaron los bomberos. Que cosa tan
extraña, ¿no?
Decía Boni en medio de una
reunión. Todos nos mirábamos porque esas eran las historias de Boni. A nadie se
le ocurría reírse ni burlarse. Alguien contestaba.
-
Sí que es raro Boni.
-
Pero poco a poco todo se sabrá
Respondía Boni indefectiblemente.
Era como la firma personal de la historia. Si no se cerraba con esa frase es
que nos lo habían abducido.
He recordado a Boni en estos días
post electorales porque la teoría de la conspiración electoral contra Podemos me ha recordado a esas
historias, sin coletilla, sin firma, sin la inocencia de Boni, pero con la
misma sustancia final.
Son muchas y variadas las historias
que la frustración de los resultados para ciertos partidos ha depositado en las
redes sociales. Son muchas y todas obvian algo que todo sistema con una cierta
fiabilidad exige, la redundancia. El cruce de información que obliga a la homogeneidad
de resultados obtenidos por diferentes caminos. Todos los que hemos trabajado
en programación, en análisis de aplicaciones, sabemos que siempre que se diseña
un sistema se van poniendo etapas de control consistentes en cruzar resultados
desde diferentes tratamientos de la información con el fin de verificar su
integridad, su correcto tratamiento y que en caso de detectar un fallo solo
haya que revisar desde el anterior control hasta ese punto.
Por poner un ejemplo. Un votante
emite un voto. Ese voto, además de ser recontado en la mesa que es emitido, es
recontado por todos los interventores de los distintos partidos que los remiten
a sus propios sistemas, pero incluso dentro del sistema oficial genera cinco, o
más, puntos de información: mesa, colegio, población, provincia, comunidad y
global. Todos ellos deben de ser cruzables entre sí, y todos ellos tienen que
ser compatibles con los que los interventores han generado para sus propios
sistemas. Y nótese que digo compatibles y no idénticos, porque por mucha
fiabilidad que tenga un sistema siempre contendrá errores, asumibles, y la
identidad es un mito no alcanzable.
Pensar que se pueden trastocar
los datos en etapas intermedias sin hacer saltar las alarmas del propio
sistema, que sería retorcidamente factible, o de los sistemas ajenos, que no
son accesibles por el global, es una pura entelequia. Las únicas formas
accesibles de manipular unas elecciones es falseando el censo o creando una
conspiración en la que participen los integrantes de mesa y los interventores
de los partidos para generar actas falsas. No hay otra. Lo demás son actas erróneas,
suposiciones de salón y una muy considerable ignorancia sobre cómo funciona el
sistema y cómo funcionan los sistemas.
Respecto al tema de los insultos
y descalificaciones quiero suponer que se han realizado en un momento de
calentón, porque si no fuera así tal vez lo único que demuestran es la
incapacidad de convivencia en un sistema democrático de quienes los han
proferido. El momento culminante de una democracia no es el momento de votar si
no el momento en el que se acepta el
resultado y, sobre todo, el momento en el que el elegido se compromete a velar
por los intereses de todos, los que votaron a favor y los que votaron en contra.
Si, ya se, por eso España no es
una verdadera democracia, porque no tenemos un sistema justo de votación y
sobre todo porque vivimos una absoluta ausencia de la generosidad de los
vencedores respecto a los perdedores. El colmo es que ya tampoco haya un mínimo
respeto de los menos votados hacia quién ha demostrado tener el respaldo de la
mayoría, e incluso hacia los que han votado esa mayoría.
Yo hasta ahora creía vivir en una
democracia fallida en muchos aspectos, ahora creo que el aspecto más fallido de
nuestra democracia es el de la educación democrática. Votamos, pero parece que
lo hacemos con el único y deleznable propósito de imponerle a los demás nuestro
propio criterio, de sumir a los demás en la provocación permanente de nuestro
poder, en el frentismo más deleznable. Una especie de dictadura de cuatro años.
Como comentaba con otro amigo
hace poco, esto parece ser una especie de democracia orgánica, concretamente
del órgano reproductor del que saca más votos.
En fin amigo Boni yo confío,
parafraseándote, en que poco a poco todo se arreglará, en que los españoles
dejemos de ser esos seres ancestralmente más preocupados por el malestar ajeno
que por el bienestar propio, más preocupados por el demérito ajeno que por el
mérito propio, más preocupados por como hundir al que destaca que por averiguar
que podemos aportar a los que nos rodean.
Si, Boni, poco a poco, es verdad.
Y el camino por recorrer es tan largo que no se atisba el final, pero en algún
momento habrá que empezar. Y que mejor principio que empezar porque las nuevas
generaciones se aparten del frentismo, se aparten del odio, del revisionismo
permanente y empiecen a construir con limpieza, con espíritu democrático real,
con generosidad y fraternidad hacia los que no piensan como ellos. Aunque si
empiezan por despreciar a sus mayores, a insultarlos, a considerar que
sobrepasar una cierta edad es síntoma de caducidad vital, intelectual o ideológica,
a lo mejor es que se están retratando ellos mismos, es que vuelcan en los demás
lo que son incapaces de ver en su propio círculo.
El exterminio de los que
estorban, tan aludido en estos días, aunque sea como deseo, es una propuesta
absolutamente fascista, fascista de izquierdas y fascista de derechas. Ya lo
decía Muñoz Seca: “Los Extremeños Se Tocan”.
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