jueves, 15 de marzo de 2012

A las víctimas razonables



Otra cosa diferente es el victimismo. Esa actitud carente de dignidad que pretende confundir el dolor con la razón y que lleva a la víctima a convertirse en su propio verdugo y azote de la paciencia de aquellos que la rodean. Es conveniente para cualquier víctima de este mundo tener muy clara la frontera entre el dolor, la indignación, la reclamación de la justicia y la reivindicación permanente de una razón sin razones, de una razón incapaz de sostenerse más allá, sin otra base, que la piedad ajena.

Hay que reivindicar el dolor, sin aspavientos. Hay que reivindicar la justicia, sin exigencia y sin súplica, como si realmente no existiera. Hay que reivindicar la dignidad de mantener la propia postura sin exigir a cambio nada más que el respeto a los actos serenamente enfocados y a las acciones conscientemente tomadas.

No se puede hacer de la situación de víctima una moneda de cambio para la obtención de prebendas. No se puede usar el dolor para forzar la mano a los demás en cuanto no estén de acuerdo, ni aflojar cuando la firmeza los confunda. No se puede demandar una piedad que conduce a la venta de la dignidad y de la integridad que son los valores que separan a la víctima del victimismo.

Reivindique cada víctima aquello que considere justo y busque la justicia consciente de que nunca es gratuita. Y evite en su camino los bandos y las banderías que siempre exigen precio.

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