He vivido en
la creencia nunca analizada de que cuando se habla de las dos Españas se habla
de política y por tanto de un tema en el que yo no despliego ningún interés
especial, pero una discusión sobe fútbol me hizo ver lo fútil de mi convicción.
Póngase a un
grupo de españoles con un tema a debatir y se observará sin necesidad de una
gran perspicacia que se formarán dos bandos –si son extranjeros también pasa lo
mismo-, pero si uno observa con un poco más de cuidado, con una lupa
psicológica, con un interés y perspicacia mayores observará que se marcan
perfectamente dos tipos de posturas que nada tienen que ver con el bando de la
discusión. Ahí están las dos Españas.
Intentando
reducirlo a un enunciado diría algo parecido a: “Ante cualquier evento de la
vida los españoles se significarán en dos tipos no intercambiables
independientemente de su criterio respecto al tema a abordar”.
Uno de estos
dos tipos no intercambiables se podrían definir como “los de toda la vida” que
pertenecen a un bando al que le está permitido cualquier disparate porque será
inmediatamente justificado en aras a un objetivo final, abochornar, enmudecer,
exterminar a los que tienen la osadía de
pensar de otra forma. Solo pertenecen a corrientes dominantes de opinión: “del
Madrid o del Barça, taurinos o antitaurinos, celtas o iberos, de misa o repicando…”
Al segundo
tipo no he sido capaz de denominarlo de ninguna forma concreta pero se
distingue fundamentalmente porque se les niega su propio criterio. Son reos de
pertenecer indefectiblemente al bando contrario al que pertenezca su interlocutor
–de toda la vida- del momento o tema tratado porque no comparte a pies
juntillas la totalidad de su inamovible ideario. En una misma conversación
pueden cambiar de bando, según sus interlocutores, varias veces si hay varios
fundamentalistas del pensamiento puro y la razón absoluta.
Yo me paso la
vida reivindicando que soy del atleti, nunca he ido a los toros pero me encanta
el pasodoble, soy profundamente religioso pero laico y, por diós, me repelen
por igual las izquierdas y las derechas “de toda la vida”. Pero aún no he
conseguido decirlo y que alguien considere
que es mi verdad.
En medio de
ese Madrid-Barça solo dije que en una jugada concreta un jugador de uno de los
equipos había hecho una entrada terrible y el otro había exagerado –en realidad
había hecho un curso avanzado de teatro gestual-. A partir de ese momento yo
fui alternativamente del equipo contrario al del que en ese momento opinara por todo el resto
del partido, sospechoso, por tanto, de enajenación mental y delirio conceptual.
Llegué incluso, no sé en base a qué extraño camino retórico, a ser del árbitro.
Y mientras yo
solo seguía siendo del Atleti y tampoco de “toda la vida”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario