domingo, 11 de marzo de 2012

Las dos españas


He vivido en la creencia nunca analizada de que cuando se habla de las dos Españas se habla de política y por tanto de un tema en el que yo no despliego ningún interés especial, pero una discusión sobe fútbol  me hizo ver lo fútil de mi convicción.

Póngase a un grupo de españoles con un tema a debatir y se observará sin necesidad de una gran perspicacia que se formarán dos bandos –si son extranjeros también pasa lo mismo-, pero si uno observa con un poco más de cuidado, con una lupa psicológica, con un interés y perspicacia mayores observará que se marcan perfectamente dos tipos de posturas que nada tienen que ver con el bando de la discusión. Ahí están las dos Españas.

Intentando reducirlo a un enunciado diría algo parecido a: “Ante cualquier evento de la vida los españoles se significarán en dos tipos no intercambiables independientemente de su criterio respecto al tema a abordar”.

Uno de estos dos tipos no intercambiables se podrían definir como “los de toda la vida” que pertenecen a un bando al que le está permitido cualquier disparate porque será inmediatamente justificado en aras a un objetivo final, abochornar, enmudecer, exterminar  a los que tienen la osadía de pensar de otra forma. Solo pertenecen a corrientes dominantes de opinión: “del Madrid o del Barça, taurinos o antitaurinos, celtas o iberos, de misa o repicando…”

Al segundo tipo no he sido capaz de denominarlo de ninguna forma concreta pero se distingue fundamentalmente porque se les niega su propio criterio. Son reos de pertenecer indefectiblemente al bando contrario al que pertenezca su interlocutor –de toda la vida- del momento o tema tratado porque no comparte a pies juntillas la totalidad de su inamovible ideario. En una misma conversación pueden cambiar de bando, según sus interlocutores, varias veces si hay varios fundamentalistas del pensamiento puro y la razón absoluta.

Yo me paso la vida reivindicando que soy del atleti, nunca he ido a los toros pero me encanta el pasodoble, soy profundamente religioso pero laico y, por diós, me repelen por igual las izquierdas y las derechas “de toda la vida”. Pero aún no he conseguido decirlo y que  alguien considere que es mi verdad.

En medio de ese Madrid-Barça solo dije que en una jugada concreta un jugador de uno de los equipos había hecho una entrada terrible y el otro había exagerado –en realidad había hecho un curso avanzado de teatro gestual-. A partir de ese momento yo fui alternativamente del equipo contrario al del  que en ese momento opinara por todo el resto del partido, sospechoso, por tanto, de enajenación mental y delirio conceptual. Llegué incluso, no sé en base a qué extraño camino retórico, a ser del árbitro.

Y mientras yo solo seguía siendo del Atleti y tampoco de “toda la vida”.

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