Yo no escribo porque tenga, o
para tener, razón. Comprendo que esta es una motivación más propia de
profesionales de algún área del conocimiento que de un aplicado espontáneo,
como puede ser mi caso.
Pero, claro, cuando uno escribe
con una cierta profusión, como yo hago, inevitablemente acaba teniendo razón
alguna vez, sin tener por qué ingresar por ello en el gremio de los
insoportables profetas. Lo del chiste, vamos.
Por ello, porque acertar en una
previsión de futuro es una cuestión de número, no vale ponerse medallas y
reclamar méritos que solo son achacables a la estadística. Pero una vez hecha
esta reflexión, este acto de humildad, virtud a la que no hay por que
acostumbrarse, escribo estas letras haciendo una reflexión barra profecía que
viene avalada por palabras anteriores que abundaban en y predecían lo mismo.
Después de ver los resultados de
las últimas elecciones ya apunté que, tal como se oía expresarse a los cabezas
de lista, he estado a punto de poner de chorlito vaya usted a saber por qué, no
veía salida posible. Una vez vistas, además, las maniobras, he estado a punto
de escribir disparates sin motivo aparente, que los susodichos han perpetrado
la inevitabilidad de unas nuevas elecciones parecía clara, diáfana, solo
enturbiada por las maniobras histéricas de una izquierda irreconciliable, más
interesada en salvar las cabezas propias que en enfocar las necesidades ajenas.
En plena confusión el señor Rajoy,
don Mariano, se dedicó a recrear esa figura tan querida en las fiestas taurinas
de los pueblos que es el Don Tancredo. Al fin y al cabo la preservación de las
tradiciones es lo suyo. El señor Iglesias, Pablo -le quito el don no por
deméritos suyos si no por no incurrir en confusiones con el que por derecho
propio y trayectoria si debe de ostentarlo-, hizo lo que le correspondía hacer al
señor Sánchez, don Pedro, ofrecer un pacto de viabilidad, eso sí, con la
absoluta certeza, y regocijo, de que no podía ser aceptado. El ya mencionado
señor Sánchez, hizo lo que pudo, liarlo todo a ver si en un golpe de buena
suerte, en su caso lo de las apariciones marianas está fuera de lugar por
convicciones, le caía un gobierno que, él dixit, pedía el resultado de las
elecciones (habla, pueblo, habla, que yo ya interpreto). Ni su partido, ni él
mismo supongo, creyeron jamás en que se produjera tal hecho y solo
escenificaron una precampaña encubierta para ahora, en la no encubierta, tener
todo un catálogo de villanos que lo puedan hacer a él mejor, lo de bueno ya
sería una exageración. Y, finalmente, no podemos dejarnos al señor Rivera, don
Albert, cuya postura me pareció la de los porteros, de fútbol hablo, malos, que
se vencen antes de tiempo y le dejan todo el hueco al delantero contrario. El
señor Rivera tendría que haber llevado a cabo la misma labor que ha hecho, impecable
en su sentido práctico, pero manteniendo su neutralidad en todo momento. Eso era
difícil, pero necesario. Eso era lo que el final de un bipartidismo sin matices
necesitaba.
En fin, que yo daría los
siguientes galardones:
-
Mejor cazador al acecho a Don Mariano
-
Mejor pescador en río revuelto a Don Pablo, que
nadie piense que le niego el tratamiento.
-
Pieza más codiciada, por sus rivales y por sus
propios correligionarios, don Pedro.
-
Peor portero de la liga a don Albert
Y una vez puestas, y razonadas,
las bases de mí, hoy sí, profecía puedo anunciar y anuncio que unas elecciones
con los mismos candidatos, con los mismos programas, con los mismos sistemas,
con los mismos errores de planteamiento y, no lo olvidemos, los mismos
votantes, me voy a arriesgar mucho, nos va a llevar a los mismos resultados,
las mismas angustias y una risas, nerviosas, histéricas diría yo, semejantes.
Habrá terceras elecciones.
¿No saben ustedes aquello de dos
veces en la misma piedra? Pues yo, hoy, me conformaría con que no hubiera tres
veces. El avisador, que diría el Hermano Lobo.
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