Para hacer un regalo solo hace falta voluntad, para hacer un
homenaje hace falta sentimiento, memoria y voluntad. A mí me gustaría con estas
palabras hacer un homenaje a todas las madres, mujeres, del mundo, y también
que fuera un regalo para aquellas mujeres que más cerca tengo, que más
pertenecen a, o a las que pertenece, mi vida.
Quisiera hacer este homenaje, para empezar, a todas esas
mujeres que no están de moda, a todas esas madres, abuelas, que durante
generaciones fueron la lumbre, el alimento, el referente moral y el
refugio de las familias que formaban. A
todas esa madres, abuelas, mujeres que durante siglos hicieron de su
abnegación, de su imaginación, en muchos casos sin muchos más recursos, el
único remedio paliativo contra el hambre, contra el frío, contra la carencia y
la miseria de unas condiciones de vida difíciles, por no decir desesperadas,
sacando adelante más niños de los que su cuerpo y sus fuerzas podían soportar.
A las madres cocineras capaces de sacar de un puñado de
harina, un caldero de agua y lo que hubiera a mano, en un auténtico truco de
magia, sustancia y sustento para los suyos e hicieron de su ingenio, de su
eficacia, de su buen hacer, memoria e historia de los tiempos y los usos en los
que vivieron.
A las madres trabajadoras del campo que además de lo
anterior aportaban sus manos a las faenas para las que hacían falta todas las
manos, y más, sin descuidar sus otras tareas.
A las madres que ante la usencia de sus maridos, por la
emigración, por la movilidad, por las circunstancias familiares, se lanzaban a
cubrir las necesidades de los suyos con el arrojo que la desesperación proveía
y ni se quejaban, ni descuidaban, ni flaqueaban.
A las madres que sin olvidar todo esto fueron peleando por
un mundo más justo, más ecuánime, con más derechos y libertades para sus hijos
y para sus hijas.
A las madres maestras que enseñaban los rudimentos de la
educación y ejercían como referentes, como base moral para aquellos que estaban
a su cargo.
A las madres actuales del mundo en el que vivimos que, tal
vez sin esos visos de heroicidad, tal vez con un sentido más práctico, más
cómodo, más acomodado de la vida, se esfuerzan por las personas que comparten
su vida.
A las madres, en fin, por fin, que a lo largo de la historia
hicieron con abnegación, con esfuerzo, y, sobre todo, con una cantidad infinita
de amor, posible que la raza humana progresase, se expandiese, evolucionase.
Y también, como no, a todas aquellas que aún no han
comprendido la inmensa dignidad de todas las mujeres descritas. A todas
aquellas que bajo un prisma diferente de los tiempos han tomado caminos
diferentes. A todas.
Para todas ellas, sin restricción mental, racial, étnica o
intelectual alguna, mi homenaje. Mi más sentido, profundo, y admirado homenaje.
Y, nobleza obliga, con todo mi amor, mi homenaje, mi regalo
para las que más cerca tengo: Mi mujer, mi hija, mi madre, mi hermana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario