lunes, 16 de noviembre de 2015

Carta abierta

Estimados Señores Bienpensantes:
Es ciertamente curioso que tenga que empezar esta carta por estar total y absolutamente de acuerdo con el planteamiento que ustedes hacen respecto al terrorismo que hoy en día asola nuestro mundo. Tienen ustedes toda la razón, esto no se soluciona definitivamente con más muertes, con venganzas, con una radicalización de la postura represiva de los países de la llamada civilización occidental contra los llamados países radicales islamistas. Es verdad, este tipo de problemas solo podrán solucionarse definitivamente con educación, con justicia, con información, con transparencia y sobre todo, con libertad, con igualdad y con fraternidad (o en francés, me da lo mismo).
El problema, muy señores míos, es que no conozco a ningún país occidental, ni oriental, ni cristiano, ni islámico, ni aconfesional, que esté dispuesto a poner en liza estos valores, porque entre otras cosas son contrarios a sus intereses últimos. Pero claro, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que la razón, ahora mismo, en este problema que nos acucia, se paga con una moneda que tiene un valor incalculable. Este problema ahora mismo se paga con vidas de inocentes.
Porque estoy dispuesto a comprarles, en realidad hace tiempo que la adquirí, la idea de que los malos en realidad son buenos engañados por los verdaderos malos. Que son víctimas de un reparto lesivo y cruel de la calidad de vida que proporciona la riqueza a lo largo y ancho del planeta, que son víctimas de la falta de armonía que producen el sectarismo, el fanatismo, la estulticia de la desigualdad más severa, en todos los órdenes vitales. ¡Comprada!
Pero el problema ahora mismo no es hacer un balance de culpabilidades, que es a lo que ustedes se meten, el problema de ahora es el pago diario, en la moneda antes mencionada, que la inacción nos reclama. Así que necesitamos una solución urgente, aunque no sea definitiva. Una solución económica en vidas y en libertad.
Podemos, claro que podemos, lo estamos haciendo, seguir pagando en sangre de inocentes, inocentes víctimas, las faltas cometidas en el pasado y en el presente y seguir pagando hasta que el futuro, o la aniquilación, nos alcancen. O pagar en sangre de inocentes, verdugos inocentes, la incapacidad pretérita de un mundo justo  y cabal y erradicar ciertas actitudes intolerantes impermeables al dialogo, a la razón, a la tolerancia y no digamos ya a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad (o en francés, me da lo mismo).
Parece ser que ustedes por el momento están por la labor de pagar en sangre de víctimas inocentes, la mía si se da la casualidad de que una víctima verdugo se cruza en mi camino, pero yo no estoy por la labor. En la ley de matar o morir, sin alternativas, como parece que es este momento, yo siempre estoy a favor de los vivos, por propio y egoísta interés, es cierto, pero lo asumo.
Permítanme por tanto que aporte una receta que va en contra de mis principios pacifistas. Primero parar la sangría en la que estamos inmersos y después hacer un mundo justo, sin vencedores ni vencidos, ese en el que desde el principio estamos de acuerdo usted y yo, pero ellos no. Un mundo pleno de liberté, egalité et fraternité (o en español, me da lo mismo)

Suyo afectísimo un bienpensante vivo que quiere seguir estándolo.

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