Repasaba como tantas veces en mi
memoria el disco dedicado a la matanza de Santa María de Iquique por Quilapayún
que tanto escuché e influyó en mi adolescencia tardía o primera juventud. Y lo repasaba no sólo estéticamente si no
históricamente. Han pasado 106 años, se cumplen ahora, el veintitantos de
diciembre, desde que los trabajadores chilenos de las salitreras fueron
asesinados impunemente por intentar salir de una situación de esclavitud
encubierta a la que estaban sometidos en su propio país, por empresarios
anglosajones protegidos por sus propios políticos. Y además los trabajadores,
los muertos, fueron considerados los responsables de su propia muerte.
Y como siempre en este repaso
hago una especie de cuadro evolutivo social de la situación de los trabajadores,
como si se pudiera comparar la libertad actual con la esclavitud de aquellos
hombres que no eran esclavos porque cobraban.
Es verdad que cobraban en dinero
no convertible emitido por la empresa y que solo podía gastarse en los
establecimientos de las propias empresas donde no había ninguna garantía sobre
precios, pesos o medidas. Es verdad que los pobres ilusos vivían en casas que
eran propiedad de sus patronos, comían lo que ellos les suministraban y al
precio que ellos marcaban, pero sobre todo, astuto matiz, se les pagaba por su
trabajo.
Nada que ver con hoy en día.
Vivimos en casas que pertenecen a los bancos, nos pagan con el dinero que
manejan los bancos que invertimos en pagarles la vida entera que les debemos.
Compramos en establecimientos que son propiedad directa o indirecta de los
bancos y si tenemos algún problema recurrimos a una legalidad impuesta por la
jerarquía económico-política. Pero hay tres grandes diferencias, tres
evoluciones claras y definitivas:
1.
Antes los patrones eran personas, interpuestas o
reales pero personas, ahora los patrones se esconden tras siglas de fondos de
inversión, paraísos fiscales y anonimato recalcitrante y manejan el cotarro a
través de sus capataces bancarios: Tal vez no sea una mejora pero es una evolución
2.
Antes los políticos se imponían y superponían a
través de elecciones amañadas o directamente por golpes de estado, ahora los
elegimos, eso es libertad. Es verdad que solo podemos elegir a aquellos que los
bancos les prestan el dinero y luego se lo perdonan y se lo vuelven a dejar… y
que nunca, nunca representan lo que quisiéramos que representaran. Pero podemos
votar. No vale para nada, los resultados no son representativos, ofrecen unas
cosas y hacen otras. Pero podemos votar. Somos libres de equivocarnos
inevitablemente.
3.
Yo creo que esta es la más clara de todas las
evoluciones. En Santa María de Iquique los representantes de los trabajadores no
corrieron y fueron los primeros en caer ante las balas. Hoy en día los
sindicalistas corren, corren que se las pelan para alcanzar prebendas, puestos
liberados que pagan sus compañeros a los que llevan a huelgas inútiles que a
ellos les sufragan y viven integrados en el sistema, y piden el dinero a los
bancos que se lo prestan y luego se lo perdonan y se lo vuelven a dejar… Anda!
Como a los políticos.
Es de agradecer mucho, mucho, la
preocupación de las grandes instituciones internacionales, nacionales,
autonómicas y locales por garantizar nuestra libertad y nuestros derechos.
Tanto sin vivir merece una recompensa que el populacho desagradecido no es
capaz de reconorcerles. Aunque tampoco importa porque están más preocupados en
elegir capataces de izquierdas o capataces de derechas, representantes de
izquierdas o… bueno o de izquierdas, políticos de derechas o… bueno de centro
izquierda. Eso sí mientras tanto los patrones, los de verdad, los que no tienen
nombre, ni cara, ni salen en los papeles… un reír y no parar, de verdad, un
reír y no parar.
Ah¡, se me olvidaba, esto no es
un llamamiento a que nadie sea responsable de su propia desgracia, incluida la
muerte, es solo la solitaria reflexión de un estúpido idealista.
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