Comentó en mi entorno alguien en
estos días que el hombre no acabaría su evolución hasta que consiguiera que sus
dos hemisferios cerebrales fueran un único cerebro. Esta división y su bajísimo
aprovechamiento eran los desafíos pendientes para un hombre, para un ser
humano, realmente evolucionado.
En estas andaba yo pensando que
con la actual formación, que con la actual voluntad política de malformación,
difícilmente llegaríamos al cerebro único, antes bien llegaríamos a la
atomización neuronal que garantizara a cada partido una zona de nuestro
dividido cerebro, cuando mi amigo Antonio, Antonio Zarazaga al que ya he
mencionado en otras ocasiones, me explicó con esa facilidad suya para hacer
comprensible lo inexplicable, que en realidad tenemos tres cerebros, hijos de
la evolución –aún discutida por los creacionistas “literales”- que el ser
humano ha ido sufriendo.
Resulta que tenemos un cerebro
que pertenece a nuestra época de reptiles, de ahí que se le conozca como
reptiliano, que es el más básico y que atiende y entiende de los instintos, de
la supervivencia, de la acción-reacción, sin pararse en emociones ni
conocimientos. El ataque, la huida. En este cerebro se procesan los estímulos
de masas, los temores, los condicionamientos, las reacciones viscerales. El
entrenamiento militar, el adoctrinamiento ciego, las conductas inducidas tienen
cabida en este cerebro. Tirando un poco de maldad, poco, ya se me ocurre un
alto porcentaje de personas que no han desarrollado ninguno de los otros dos.
Los otros dos cerebros, el
límbico o inconsciente emocional y el neo cortex o racional consciente son, por
este orden, consecuencia de la evolución del hombre hacia la supuesta
inteligencia. Aquí se justifica claramente mi pequeña maldad. Y si no piense en
su última junta de vecinos, pleno municipal o sesión parlamentaria. Pues eso,
reptilianos puros hay a manta.
Y como soy tan dado a utilizar mi
cerebro, la suma de los tres, en modo digestión de herbívoro no he podido
evitar pensar que alguien nos está tocando los reptiles. Que desde hace unos
años, muchos, para acá los acontecimientos, esos llamados grandes o mundiales,
no son otra cosa que catástrofes para cuya solución o prevención hace falta una
sistemática renuncia a los derechos individuales o a los beneficios sociales ya
conseguidos. Inexplicablemente cada paso adelante conlleva dos pasos atrás.
Sufrimos un ataque terrorista y toooodos entendemos que en aras de la seguridad
debemos de ser más sospechosos y que se nos registre y se nos espíe para evitar
que nos maten. Hay una crisis financiera, yo hablaría de un latrocinio
descarado, y tooodos permitimos que nos recorten los beneficios sociales,
protestando, pero lo permitimos, para poder salir mucho más pobres e indefensos
ante unos estados cada día más poderosos, ladrones y prepotentes. Se me viene a
la memoria el dicho: “Dame pan y llámame tonto”
¿Y como lo consiguen?, pues eso,
tocándonos los reptiles. Te provoco un miedo, un problema, y a continuación te
doy la solución que te tranquilice. De paso has perdido varias cosas en el
camino, pero tu reptil, o más bien, tú, reptil, estás defendido y puedes
dedicarte a seguir mis intereses con menos derechos.
Que conste, yo estoy ya hasta los
mismísimos, reptiles, de que me toquen los ídem y hasta donde den mis fuerzas he
decidido tener mi reptil desconectado.
Me niego absolutamente a creerme
nada de lo que me cuentan ni a creer en la buena voluntad de mis pretendidos
salvadores. Me niego con rabia, con vehemencia, desde mi neo cortex ansioso, a
seguir siendo manipulado y títere de intereses que ni siquiera me interesan. A
seguir siendo esclavo remunerado, peón prescindible, de una partida a cuyos
jugadores sin rostro, sin rastro, sin emoción, pretenden que sirva ciegamente.
Desconecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario