El gran reto cuando te enfrentas a un sistema, es que los sistemas aprenden, y tienen poderes y recursos que superan a los de aquellos que quieren cambiarlos. Los sistemas analizan sus debilidades y las convierten en fortalezas, y para ello se valen, habitualmente, de los mismos que han puesto sus debilidades al descubierto, de aquellos que, amparados en la ambición personal, en la mimetización de objetivos, en la búsqueda de la oportunidad, se apuntan a esa debilidad buscando su propia fortaleza.
Hoy, dieciséis de mayo del 2021,
diez años y un día después del movimiento de los indignados, podemos repasar
con resignación, con pena, con desencanto, la trayectoria de un movimiento
esperanzador reventado desde sus mismas bases por el sistema.
Hoy, diez años y un día, sí, como
las condenas, después, ya podemos señalar con cierta perspectiva los fracasos y
los protagonistas de una oportunidad que los cesarismos y las ideologías
personalistas hicieron fracasar entregando armas y bagajes al sistema a cambio
de prebendas personales y populismos inaceptables.
Hoy, diez años y un día después
de aquel movimiento cargado de sinceridad, de necesidad, de oportunidad, no
quedan más que rescoldos que los diez años y dos días, los diez años y tres
días y los días posteriores irán convirtiendo en cenizas de una oportunidad tan
perdida como necesaria para una cierta esperanza de futuro.
Al contrario que Roma, los sistemas
sí pagan traidores: les pagan, los integran y los encumbran. Yo no voy a dar
nombres, no es necesario. Creo que están en la mente de todos, en los
periódicos, en los telediarios, en las redes sociales, y que sus mismas
acciones los señalan. Pero sí que quiero señalar traiciones, quiero señalar los
dieciséis puntos de reivindicación que emanaron de la voluntad popular, en ese
caso sí popular y no populista, y por los que nadie, absolutamente nadie, ha
movido ni un dedo.
No es obra que se pueda acometer
en un solo escrito, pero sí que cada uno de esos puntos es tan importante, tan
profundamente esencial, que merece algo
más que una enumeración, que es a lo que me voy a limitar en esta primera
reflexión, pero que iré desglosando, comentando en sucesivos escritos.
Algunos de ellos serán
repetitivos, en tanto en cuanto son temas democráticos tan básicos que ya los
he tratado repetidamente en mis escritos, pero tan apasionantes, tan
necesarios, que no me importaría repetirlos una y mil veces si con ello se
consiguiera su implantación.
Estos son los dieciséis puntos
básicos de reivindicación que se acordaron en las asambleas populares de
aquellos días:
- Cambio de la Ley Electoral para que las listas sean abiertas y con circunscripción única. La obtención de escaños debe ser proporcional al número de votos.
- Atención a los derechos básicos y fundamentales recogidos en la Constitución como son:
- Derecho a una vivienda digna, articulando una reforma de la Ley Hipotecaria para que la entrega de la vivienda en caso de impago cancele la deuda (dación en pago).
- 2.2. Sanidad pública, universal, gratuita y de calidad.
- 2.3. Libre circulación de personas y refuerzo de una educación pública y laica.
- Abolición de las leyes como la Ley del Plan Bolonia y el Espacio Europeo de Educación Superior, la Ley de Extranjería y la conocida como ley Sinde.
- Reforma fiscal favorable para las rentas más bajas, una reforma de los impuestos de patrimonio e sucesiones. Implantación de la Tasa Tobin, la cual grava las transferencias financieras internacionales y supresión de los paraísos fiscales.
- Reforma de las condiciones laborales de la clase política para que se abolan sus sueldos vitalicios. Que los programas y las propuestas políticas tengan carácter vinculante.
- Rechazo y condena de la corrupción. Que sea obligatorio por la Ley Electoral presentar unas listas limpias y libres de imputados o condenados por corrupción.
- Medidas plurales con respecto a la banca y los mercados financieros en cumplimiento del artículo 128 de la Constitución, que determina que “toda la riqueza del país en sus diferentes formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”. Reducción del poder del FMI y del BCE. Nacionalización inmediata de todas aquellas entidades bancarias que hayan tenido que ser rescatadas por el Estado. Endurecimiento de los controles sobre entidades y operaciones financieras para evitar posibles abusos en cualquiera de sus formas.
- Desvinculación verdadera entre la Iglesia y el Estado, como establece el artículo 16 de la Constitución.
- Democracia participativa y directa en la que la ciudadanía tome parte activa. Acceso popular a los medios de comunicación, que deberán ser éticos y veraces.
- Verdadera regularización de las condiciones laborales y que se vigile su cumplimiento por parte de los poderes del Estado.
- Cierre gradual de todas las centrales nucleares y la promoción de energías renovables y gratuitas.
- Recuperación de las empresas públicas privatizadas.
- Efectiva separación de poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
- Reducción del gasto militar, cierre inmediato de las fábricas de armas y un mayor control de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Como movimiento pacifista creemos en el “No a la guerra”.
- Recuperación de la Memoria Histórica y de los principios fundadores de la lucha por la Democracia en nuestro Estado.
- Total transparencia de las cuentas y de la financiación de los partidos políticos como medida de contención de la corrupción política.
Tal vez, solo señalar, antes de
ponerme a la tarea, que, en su inmenso entusiasmo, se pusieron al mismo nivel
reivindicaciones nacionales, plurinacionales y universales, confundiendo tempos
que no siempre son manejables, y dando al sistema pábulo para ignorar los
primeros en base a la irrealización inmediata de los demás. Es una trampa fácilmente
desmontable desde una auténtica voluntad popular, pero un muro absolutamente
infranqueable desde las posiciones populistas que acapararon las
reivindicaciones.
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