Es fácil ignorar aquello que no
se ha vivido. Es fácil quitarle importancia a aquellas cuestiones en las que
uno no ha participado. Es fácil, demasiado fácil, repetir los errores que otros
cometieron argumentando que las razones que nos mueven son diferentes, que
nuestra base ética es suficiente para garantizar actuaciones de ética dudosa,
pero lo único que garantiza la pureza ética de una medida es que no pueda ser
usada en detrimento de los derechos fundamentales y, sobre todo, que esa
utilización no de opción a que sea lesiva para los ciudadanos según los tiempos
y las personas.
Cinco iniciativas sospechosas de
ser anticonstitucionales, tres de ellas sospechosas de ir en contra de los
derechos fundamentales, son demasiadas para asistir impertérrito a las
maniobras de un gobierno que parece decidido, desde su debilidad manifiesta, y
desde la capacidad camaleónico-discursiva de su líder, a tomar cualquier
iniciativa que asegure su permanencia en el gobierno cueste lo que cueste y le
cueste a quien le cueste.
Este discurso, éste ya
decididamente frentista, contra una forma de gobernar en contra de las
convicciones de la mayoría de los gobernados, sería menos virulento, menos
rabioso, si todo ello se produjera en un entorno normal, si no se produjera
desde una situación de indefensión de la ciudadanía provocada por una
enfermedad y las medidas excepcionales, en mi opinión abusivas, que desarman
cualquier posibilidad de respuesta por parte del tejido ciudadano.
En cualquier otro ámbito de la
vida llamaríamos a ese tipo de actuación abusiva, cobarde, intolerable. Creo
que ha llegado también el momento de llamárselo en el ámbito político. Habrá
quién leyendo estas palabras considere que obedecen a un posicionamiento
ideológico, pero seguramente a quién considere eso habrá que considerarlo, a su
vez, como cómplice necesario de un proyecto, aún proyecto, de despropósito.
Como un forofo de la política incapaz de un análisis riguroso de la realidad
más allá de las consignas de su manada. Sí, me posiciono definitiva y
radicalmente en contra de este gobierno, como me posicionaría con la misma
indignación en contra de cualquier gobierno, de cualquier color, cuyas medidas
pusieran en cuestión mis derechos y libertades y dejara asomar una deriva
totalitaria.
Curiosamente, o no tan
curiosamente, casi todas las iniciativas de las que hablo tiene un cierto
tufillo franquista, en realidad absolutista, para aquellos que hemos vivido
bajo una dictadura. Todas ellas evocan tiempos y vivencias pasados. Con otras
palabras, con otros argumentos, pero con las mismas consecuencias. Y, repito,
los fines declarados, su diferencia con aquellos, no son sí no palabras, los
medios, la realidad, son sospechosamente semejantes, preocupantemente
semejantes.
-Modificación de la norma para el
nombramiento del Consejo General del Poder Judicial. Modificación para
facilitar el nombramiento de esos jueces mediante mayoría simple en el
parlamento, lo que equivale a que el gobierno se haga un traje a medida, una
injerencia aún mayor, y ya lo era intolerablemente grave desde la última
modificación del PP, del poder ejecutivo en el poder judicial. Una degradación
grave de la calidad democrática de un país que ha supuesto, incluso, la
intervención de la Comunidad Europea.
- Solicitud de hacienda para
entrar libre y sorpresivamente en domicilios y empresas aún sin ninguna
sospecha o evidencia. Esta medida es de una degradación democrática tal que
solo sería concebible en un universo orwelliano, en un 2020 transportado a
1984. Afrenta la presunción de inocencia, destruye la inviolabilidad del
domicilio y degrada al ciudadano, cada vez menos ciudadano y más contribuyente,
a su condición medieval de siervo de la gleba. Nos retrotrae a aquellos tiempos
en los que el recaudador, acompañado de soldados irrumpía en los poblados, en
las casas y disponía sin control, ni reconocimiento de derechos, de aquello que
le conviniera.
- Reinstauración de la censura,
ahora llamada, porque lo importante es el nombre y no las funciones, “Comité de
la Verdad”. Ya el nombre asusta porque presupone que hay un grupo de personas
que es capaz de sentenciar la Verdad e imponérsela a todos los ciudadanos que,
por consiguiente, vivirían en la mentira, o fuera de la verdad oficial. Y de la
mentira al delito, y sus consecuencias penales, no hay un paso, no, hay apenas
un suspiro. Y ya estamos en el ámbito del delito ideológico, de la instauración
del delito de opinión, del pensamiento único, en el cercenamiento de la
libertad de expresión. Y ya, también, se ha puesto sobre aviso a la Comisión
Europea, tal vez, en los tiempos que corren, nuestra única garante contra
derivas de vocación absolutista.
-La decisión de eliminar el
castellano, o español, como lengua vehicular, o sea, en palabras llanas,
cooficial y predominante en cuestiones comunes, lo que supone, de facto, cesar
en la obligación de conocerla por parte de todos los ciudadanos, no se puede
considerar una medida de corte absolutista, sí, seguramente,
anticonstitucional, aunque por tales podrían
tenerse los métodos y sus consecuencias.
Las implicaciones políticas, económicas, educativas y sociales que comportan la
medida serán difíciles de percibir hasta que empiecen a pasar algunos años,
pero son de tal calado, suponen un tal empobrecimiento del entramado y la
solidez del estado, que seguramente merecen comentarios más extensos y más
expertos que este.
Y todo esto se produce en un
anormalmente largo, infructuosamente preventivo, percibiblemente deseado,
estado de alarma, que rebaja, de forma peligrosa, la capacidad de control al
gobierno, y recorta sin paliativos los derechos individuales de los ciudadanos
mientras los somete, por la propaganda a un estado de miedo pánico que los
incapacita para ningún tipo de reacción
Recuerdo aún con nitidez las
mañanas de secuestro de la revista Posible, años 70, de la que mis padres eran
accionistas, el por entonces mi cuñado, Manuel Saco, creo recordar que era
redactor jefe, y que dirigían Heriberto Quesada y Alfonso Sobrado Palomares,
ambos amigos de la familia. Recuerdo las idas y venidas, y una cierta
fatalidad, por el tema económico, divertida, por el tema político, que presidía
la familia en lo que se esperaba la llamada definitiva de la censura que, casi
indefectiblemente, comunicaba el secuestro de la publicación por sus opiniones
sobre el régimen. ¿Cómo ahora? Posiblemente como ahora, aunque no sea ahora
mismo. La semilla queda plantada. Y a nada que nos descuidemos otros vivirán esas
mañanas, y artículos no muy diferentes de este podrán provocar esas vivencias.
Parafraseando ese dicho popular,
que reza: “cuando el dinero sale por la puerta, el amor huye por la ventana”,
podríamos concluir, y ojalá no sea profeta, que cuando el absolutismo, el
populismo, se asoman por la ventana, la democracia suele salir a empellones por
la puerta. El tiempo, ese juez infinito, quitará y dará razones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario