Había una expresión que hace
tiempo que no oigo, la de niño repipi. El niño repipi era un niño habitualmente
repelente que tendía a expresarse de una forma impropia de su edad y comentar
con sesuda seguridad sobre temas considerados “de mayores”.
Una de las características más
habituales del niño repipi es que, aunque en un principio podía tener cierta
gracia, al final todo el mundo le huía, porque resultaba cargante, repelente y petulante,
y el fenómeno solo le hacía gracia a sus propios allegados más incondicionales.
Yo no sé si Greta Thunberg, se dice así, ¿no?, es una niña
repipi natural o repipi de bote, es decir, un montaje familiar o político, pero
lo que si se es que a mí ya me resulta repelente, que, desde hace unas semanas,
cada vez que el telediario habla de ella
o de catamaranes, yo directamente cambio
de cadena o me levanto y me voy.
Me enerva, me enfurece, me
desespera. He dejado de ver, hace ya mucho, cualquier programa que convierte a
los niños en los nuevos enanos de corte de los espectáculos. Niños , y niñas,
que se visten de adultos, que se comportan como adultos, que se ofenden a sí
mismos y a los que les ríen las supuestas gracias para que el espectáculo pueda
continuar.
Como en el caso de los niños
repipis, primero fue la curiosidad, una niña que se sentía con fuerzas para
hacer oír su voz en un entorno que no le era propio induce inicialmente a la
simpatía. Pero lo mucho cansa y lo poco agrada, y desde que los telediarios,
las conferencias internacionales y hasta la ONU, se han convertido en una
suerte de monotema sobre la niña en cuestión, la simpatía se transformó en
incomodidad, primero, hartazgo, después, y rechazo frontal en este momento.
¿De verdad el clima, nuestro
futuro, nuestro presente, puede quedar en manos de un personaje formado
interesadamente? Creo que hay mucha gente mucho mejor preparada que esta
artista del circo mediático para, con datos, con estudios serios, con
argumentos más allá de la demagogia, liderar un movimiento que va siendo
imprescindible.
Todos tenemos que concienciarnos
porque la solución no es política, no es ideológica, no es asamblearia, la
solución es individual y cotidiana. La solución es un consumo responsable, una
utilización de materiales responsable, una conciencia hogareña del problema y
de los usos y costumbres que pueden ayudar a que la suma de actitudes suponga
un alivio.
No, ni esta niña repipi, ni su
hermana, según he leído ayer entrenada por sus padres para convertirse en una
activista feminista, ni sus padres, a los que habría que plantearse si
retirarles la custodia y la patria potestad, son los adecuados para liderar un
problema de este calibre.
No, el rechazo frontal a la
repipi no hará que me alinee climáticamente con Trump, con Bolsonaro o con Vox,
no al menos de momento, pero lo que no puedo garantizar es que llegada la fase
de las arcadas, del asco insuperable, no coja un termómetro de los antiguos, de
los de mercurio, y lo vacíe en la basura, a ver si se lo come un pez que lo
pesquen en un catamarán en el que viaje alguien insoportable.
¡Mira que cosas me hace decir la
repipi esta!
En mis tiempos también se daban los niños ripipi. Solían ser pequeños pitagorines,a los que les habían dicho que eran graciosos y repetían las gracias como loros,cuando en realidad eran estomagantes. Lo de esta cría es un crimen. Debería estar en el colegio y sus padres,por abuso infantil,en la cárcel.
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