¿Si bailar pegados es bailar,
podemos concluir que gobernar de espaldas es gobernar? La pregunta, de
primeras, puede dejar perplejo a más de un lector. De primeras. ¿Qué tiene que
ver una canción romántica con la acción política? ¿Qué tiene que ver bailar con
gobernar? Nada, absolutamente nada, pero, convengamos, dada la absoluta falta
de rigor consigo mismo que manifiesta sistemáticamente el, ya, ahora sí,
candidato ¿No tenemos los demás al menos el mismo derecho a ser igual de
dispersos, o inconsecuentes?
He hablado de gobernar de
espaldas, lo cual, inicialmente, puede significar gobernar ignorando a los
gobernados, y digo inicialmente porque, aunque este significado pueda ser
válido, me temo que no refleja la verdadera situación. En la situación actual gobernar
de espaldas es gobernar contra el criterio de la mayoría de los gobernados.
Gobernar de espaldas, llevado ya
al último término, es gobernar contra todo lo ofrecido a los votantes cuando se
les solicitaba el voto, y por tanto, y es lo más grave que se me ocurre, es
gobernar habiendo engañado a la mayoría de los que lo votaron, es gobernar,
incluso, contra parte de los suyos. ¿Y se puede gobernar así? Si la pregunta se
refiere a una cuestión ética es evidente que no, si la pregunta es puramente
técnica es evidente que sí.
Personalmente considero que todo
lo que está sucediendo, la sistemática renuncia del pretendido presidente a los
principios invocados en campaña, la sistemática necesidad personal que
demuestra de llegar al poder, invalida de forma definitiva y total, y hablamos
solo del plano ético, todo el espectáculo de engaño tolerante y tolerado, al
que la opinión pública está siendo sometida.
El problema, el gravísimo
problema, es que su falta de ética nos convierte a todos en rehenes por cuatro
años de sus tejemanejes. Rehenes unos y cómplices los que, llevados por su
posicionamiento político, están dispuestos a asumir todas las mentiras, e
incluso a aplaudirlas, los más entusiastas y entregados, cuyo único fin es
enmascarar dialécticamente lo que no tiene enmascaramiento posible con el objetivo
final de alcanzar el poder
Cuatro años en los que todo lo
que se haga va estar bajo sospecha, bajo la tristeza de poder contemplar daños
irreparables, bajo la angustia de comprobar cómo se producen movimientos
contrarios al criterio de la mayoría apoyados por una minoría de
incondicionales y con el único fin, constatable, de servir al superior ego de
un, lo ha demostrado en repetidas ocasiones, ególatra consumado.
Apenas habían pasado unas horas
desde el recuento definitivo cuando los conmilitones, Pedro y Pablo, Pablo y
Pedro, escenificaban mediante un abrazo lo que era el inicio de la puesta en
escena de la frase aquella: “Donde dije digo, digo Diego”. O Pablo, o Quim, u
Oriol. Donde dije lo que dije en realidad daba lo mismo decir otra cosa, pero
lo que dije daba más votos.
Yéndonos al mundo de la copla:
“¿de lo dicho qué?, de lo dicho ná, ¿Pero no decían qué?, decían pero ná”. Y es
que no hay nada nuevo bajo el manto celestial. Ni el descaro, ni la mentira, ni
la absoluta falta de ética, ni la adoración personal e intransferible de un
narciso del poder.
Pedro Y pablo se abrazaron para
escenificar una versión cutre de la esperanza, pero se dieron cuenta de que el
abrazo no cerraba su deseo y decidieron
pagarse una ronda de barra libre para todo el que quisiera participar en
el gesto, a cuenta de todos los votantes, la mayoría, que no estaban dispuestos
a participar en el engañoso gesto.
Un gesto necesario para formar el
gobierno que necesita la estabilidad del país. ¿En serio? ¿Nos dicen en serio
que la estabilidad del país está garantizada por las fuerzas que expresan a
diario, por activa y por pasiva, que sus principales objetivos son desmembrar
el país y romper su sistema?
Por fin un gobierno de progreso.
¿En serio? ¿Con qué programa? Ah¡, es verdad que aún no nos lo han dicho. Que
es posible que ni siquiera ellos lo sepan. De todas formas ¿un gobierno erigido
sobre la mentira a los electores, un gobierno edificado sobre un fiasco ético,
puede ser un gobierno de progreso? Y si es que sí ¿Qué tipo de progreso?
¿Progreso respecto a qué o a quienes? Desde luego, para mí, y hablo
personalmente, el progreso exige una ética impecable, salvo que hablemos de esa
suerte de progreso que se mide por los logros individuales de alguien que se
considera referente.
El gran problema, el más terrible
problema, es que ese gobierno de estabilidad solo va a generar un frentismo
feroz, un frentismo reivindicativo, un frentismo rencoroso que alimentará, para
mayor satisfacción de los que no ven más allá de la cuarta que su ideología les
permite, los peores rincones de las ideologías contrarias, y que podemos acabar
pagándolo todos, incluso ellos.
Pues sí, técnicamente, gobernar
de espaldas es gobernar, aunque sea para inferir un daño irreparable a los
gobernados, aunque sea con el aplauso ciego de los suyos, aunque sea con el
rencor ciego de los contrarios, aunque sea con la frustración y horror de la
mayoría.
Bailar pegados es bailar, sin
duda. Bailad, bailad pues malditos, bien juntos, bien pegados, hasta
confundiros, y confundirnos, y hasta que todos, confundidos o confusos, seamos
de nuevo convocados al siguiente capítulo del engaño que no cesa.
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