domingo, 22 de diciembre de 2019

El rompehielos


Yo no sé si tendré razón o no, ni siquiera sé si mis razones son razonables o no, pero ya estoy preparando la muda para ir a votar en el mes de marzo. Porque sobre a quién votar o no votar no albergo duda alguna. No voy a votar a nadie que haya faltado a la verdad, ni tan siquiera una vez, a nadie que haya cambiado de criterio en cuestiones fundamentales, a nadie cuyo programa me resulte extremista o populista. Si, exactamente, lo ha adivinado usted, voy a votar al rosario de la aurora.
El escenario actual mueve a elecciones, a nada que la cordura impere, a nada que la lógica se aplique mínimamente, a nada que los intereses de la nación se pongan por encima de los ideológicos o personales, a nada que se pretenda hacer política de estado.
Los actores del sainete no tienen otra credibilidad, a nivel de la calle, que la de los forofos militantes de sus partidos; no tienen más argumentos que sus palabras sin trasfondo ni sustancia; no tienen otro escenario posible que una huida hacia delante de consecuencias impredecibles en la cuantía, pero evidentes en la sustancia catastrófica.
Como los magos malos, a los que el atrezo les queda a la vista y tiene que evitar que el público repare en ello, los partidos protagonistas de la bufonada hablan y no paran de un pacto de investidura. ¿Y después qué? Porque se supone que la necesidad del país es un gobierno estable durante cuatro años. ¿Más concesiones cada vez que haya que sacar unos presupuestos? ¿Más negociaciones a la baja cada vez que haya que aprobar una ley? ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo?
Decía Mújica, el ex presidente uruguayo, recientemente, que a él no le apetecía hablar en las agrupaciones locales de su partido porque ahí estaban los que le iban a aplaudir dijera lo que dijera, y a él lo que le interesaba era convencer a los que pensaban diferente. Tal vez esto marca la diferencia entre un político de altura y un proyecto de líder que necesita de los baños de masas para creer en sí mismo.
Tal vez lo más preocupante, dentro de lo muy preocupante de la situación, sea la última imagen que ha dejado ERC ofreciéndose como rompehielos del bloqueo institucional que el mismo PSOE ha propiciado. Lo sugerente de la imagen de un rompehielos destrozando todo lo que encuentra por delante con el único objetivo de seguir su camino y sin reparar, o sin querer reparar, en el caos que deja detrás puede ser reveladora. Podría ser una buena imagen de lo que nos espera si finalmente se llega a un acuerdo con una fuerza política cuyo principal objetivo, declarado y confirmado, es romper el país para el que dice prestarse a  desbloquear una situación que le favorece.
Pero analicemos uno a uno a los actores de la bufonada, porque cada uno tiene su interés y sus ansias, que nada tienen que ver con las necesidades de los habitantes de este país, ni con las ideologías que se invocan, cual muleta o engaño, para justificar lo injustificable.
Viene el PSOE de unas elecciones en las que ha perdido apoyo y ha medido mal los tiempos y las consecuencias. Se vio heredero del desastre de Ciudadanos y se ha encontrado con que casi todos los votantes de centro se le han ido al PP e incluso más a la derecha como rechazo a su falta de credibilidad, a su ausencia de compromiso con unas ideas concretas, a su petulancia, la de su líder y fans adyacentes, y su permanente invocación de las culpas ajenas ante las consecuencias de sus propias decisiones y actos. Y en esta situación no hay nada mejor que compartir la isla con otro náufrago y buscar cobijo mutuo. Pedro Sánchez necesita, personalmente, egoístamente, históricamente, llegar a ser presidente electo, presidente por mor de unas elecciones. Considera que se lo deben el país y la historia y que tiene derecho a hacer cualquier cosa que esté en su mano para reivindicar ese derecho, por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo criminal. El problema son las consecuencias que su soberbia y su irresponsabilidad pueden suponer para el futuro del país y sus habitantes en los capítulos económico, fiscal, territorial y laboral. Una tremenda hipoteca que tal vez ya no estemos en situación de poder pagar. Pero no le quedaba otra, no tenía más vía que pactar con PODEMOS y echarse en manos de los independentistas para poder sacarlo adelante. Ni se ha planteado otro escenario. No le valdría otro escenario si quiere ser el protagonista de la historia, por eso ni llamó, ni escuchó, ni tuvo en ningún momento en cuenta a otras fuerzas constitucionalistas.  Solo falta ver cual de los dos escenarios posibles van a ver nuestros ojos: ceder y forzar la ley, o irnos a marzo.
PODEMOS, en plena decadencia, bajando sus resultados, sus apoyos, elecciones tras elecciones, y con una crisis interna solo encubierta por un líder que ralla lo mesiánico, ha jugado a la lotería y le ha tocado. Su perfil decididamente populista no repara en leyes, ni en cuál es su fuerza real en la sociedad, ni reconoce ninguna traba de tipo constitucional que no esté dispuesto a retorcer, o incluso a incumplir, a cambio de esta visita inesperada de la fortuna que le supone tocar poder antes de caer definitivamente en el abismo de la irrelevancia, que le espera antes o después a todas las formaciones radicales y/o populistas. Por su parte barra libre de concesiones a los independentistas porque paga la mayoría del pueblo español que, como bien saben casi todos sus militantes, es facha, o lo parece.
ERC es el gran triunfador de la feria. Pase lo que pase gana. Gana si hay acuerdo, gana si no hay acuerdo y gana mientras se decide si lo hay o no lo hay. Mientras se negocia gana porque cualquier concesión que haga el PSOE, se vista como se vista, incluso de no concesión,  es una victoria suya. Por eso y porque no está dispuesta a ofrecer otra cosa que su abstención y por tanto su diálogo no tiene otra contraprestación que la abstención misma, sin moverse ni un ápice de sus planteamientos independentistas y rupturistas. Y este escenario supone de facto la humillación consiguiente de las instituciones a las que se supone que no se opone. No a las que presta su apoyo, no a las que acata, no a las que reconoce, simplemente  a las que consiente en tolerar circunstancialmente mirando para otro lado. Si al final se abstiene habrá ganado, no sé si llegaremos a saber qué y cuanto, pero es evidente que la abstención no nos habrá salido gratis y el gobierno de Pedro Sánchez podrá pasar a la historia como pasaron otros del siglo XIX que vendieron en aras de su ambición al país mismo. Y si no hay acuerdo, pues también gana. No habrá obtenido las concesiones que pretende, pero habrá tenido en jaque al país y podrá vender en el entorno que le es afecto su compromiso ante los opresores. Y eso entre el independentismo cotiza.
ERC, del que hemos oído decir que es un partido progresista, es en realidad el partido de la contradicción. Basta con analizar su nombre o su trayectoria. Si analizamos su trayectoria veremos que durante la mayor parte del tiempo ha sido un partido más volcado en lo territorial que en lo social, más implicado en posiciones de derechas nacionalistas, que en una izquierda internacionalista y reivindicadora. Y si hablamos de su nombre la contradicción es palmaria. Izquierda Republicana. Términos en principio, y hasta mediados del siglo XX, bastante entitéticos. La república, la res pública, es una concepción de estado liberal rescatada del mundo antiguo, el moderno sueño enciclopedista, una visión alternativa a la lucha de clases en la que la izquierda sueña su mundo deseable. Eso sin pararnos a pensar que el socio habitual de ERC es el partido más de extrema derecha que hay actualmente en España, y con el que no parece incomodarle coincidir, pactar e ir de la mano.
Al final, desgraciadamente, El PSOE de Pedro Sánchez, porque parece ser que hay otro acallado, o acomplejado, o inoperante, se ha acostumbrado a aplicar la doctrina marxista, de Groucho, de cambiar los principios a conveniencia de la situación, de intentar retorcer las palabras hasta que da lo mismo lo que diga porque nunca tiene nada que ver con lo que hará, y a que sus forofos, sus palmeros, sus militantes entregados, esos que a Mújica no le interesarían, los “de toda la vida”, lo aclamen en cualquier circunstancia, sin el espíritu crítico que se supone que preside una izquierda real.
Aunque, tal vez, por ponerme a pensar, el origen de toda esta historia es la desideologización de la política actual en la que la invocación de una posición determinada en el espectro es más una declaración de oposición a la posición contraria que un conocimiento político de lo que significa ser de la posición que se invoca.
El momento político es lamentable, y la calidad humana y política  los personajes que pueblan los partidos, las listas electorales y las cámaras de representación, no augura buenos tiempos, ni para la lírica, ni para la ética.
Espero que la imagen del rompehielos solo sea una pesadilla, una ocurrencia onírico estética y no una realidad aberrante como son los CDR o el Tsunami Democrático. Nos va el país, y el futuro, en ello.

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