Dicen que las armas las carga el
diablo, puede que los votos también. Hace ya algún tiempo escribí una reflexión
en la que expliqué por qué nunca podría votar a PODEMOS a pesar de compartir
muchas de sus ideas. Ahora podría reescribir el mismo artículo sustituyendo PODEMOS
por VOX.
Y es que la postura radical es
muy cómoda, porque consiste en decir lo que muchos quieren oír o piensan, sin
adquirir un compromiso real de llevarlo a cabo. Es más, ¡dios nos libre de que
alguna vez pudieran llevarlo a cabo!, porque si algunas de sus ideas pueden ser
comunes a las mías, lo que no es común, en absoluto, entre ellos y yo es el
método para poder llevarlas a la práctica.
Oigo bramar contra VOX con voces
histéricas que claman anatema. Es una buena campaña para ellos cuando además
los que con voces fariseas desbarran contra VOX han sembrado el descontento y
la desconfianza entre los votantes. Y ahora se permiten, sin aportar ni una
solución, ni una actitud arrepentida, ni un solo síntoma de escuchar a los de a
pie, reclamar la complicidad de los que han ignorado, me atrevería a decir
ninguneado y humillado, para erradicar a otro partido, que se toma la licencia
de decir lo que los votantes reclaman, con la única razón de que deben de ser
considerados unos apestados, ideológicamente hablando.
Me temo que es un intento inútil,
o, para ser más exactos, un intento que se vuelve permanentemente contra ellos.
El viejo truco que usa el lobo para desviar la atención del pastor gritando que
viene el lobo, al cabo de unas cuantas veces no funciona.
Y el identificar a los votantes
de VOX como integrantes de la España más rancia, aparte de una afrenta, es una
falacia. Los votantes de VOX, en su mayor parte, son personas con deseos de
propinarle una patada en los mismísimos a un sistema que los ignora y los
descalifica según sus propios intereses. Un sistema que utiliza los grandes
problemas para enardecer a sus votantes, los de toda la vida, y luego,
confortablemente en sus despachos oficiales,
se desentienden de ellos y se ponen de perfil cuando esos problemas
afectan a la convivencia diaria de los ciudadanos, de los vecinos que los
sufren.
Hablo del garantismo que permite
que los delincuentes pongan en la calle a personas que se ven despojadas de sus
bienes, de su vivienda, por mafias perfectamente orquestadas y asesoradas para
saltarse la ley, y sus consecuencias. Y cuando al fin logran recuperarla,
aveces pagando una extorsión que el sistema no persigue, es devastada y
saqueada sin que esto suponga ningún tipo de pena para el delincuente, ni
genere ningún tipo de satisfacción para la víctima.
Hablo de esos delincuentes que se
amparan en el estatuto de los menores no acompañados para sembrar el terror en
los vecinos de los barrios, habitualmente personas humildes y mayores, y cuando
se levantan, abandonados, ignorados, reclamando su tranquilidad y su
convivencia, con llamarles fachas e insolidarios está todo arreglado. Eso sí,
desde la distancia, no vayan a darles un susto.
Hablo de esos niños bien que
orquestados por movimientos internacionales siembran el terror y la violencia
amparados en consignas políticas en las que no creen y promovidas por políticos
sin moral que no creen en ellos, ni en sus propias consignas.
Hablo de esos comerciantes que
agobiados a impuestos, vigilados por sospechosos de enriquecerse, es
fundamental desacreditar al que se queja, hasta límites de estado
recaudo-policial, ven como en cualquier lugar, incluso a la puerta de sus
negocios, se instala una competencia que no tiene obligaciones fiscales,
laborales o comerciales, y cuenta con el beneplácito de los que no aportan otra
cosa que buenismo y demagogia. Eso sí, esos mismos son los que luego,
instalados en poltronas, suben los impuestos a los que ya los pagaban, e
insultan a los que se quejan del trato discriminatorio, intentando hacerlos
sentirse culpables.
Hablo de los que sufren
persecución en razón de su propio ideario, o a los que no se les permite
expresar su discrepancia con algún tema sin ser, de inmediato, socialmente
linchados, vilipendiados, y si puede ser, desposeídos de cualquier mérito o
fama.
Hablo de los que son prejuzgados
sin causa, condenados sin ser acusados, linchados por el único delito de
discrepar en contra de colectivos que imponen su ley sobre la ley.
Hablo de una sociedad que no ve
salidas a sus demandas, que están hartos de escuchar, el día después de las
elecciones solamente, que los votados han entendido su mensaje para, a
continuación, hacer lo que les da la gana. Hartos de que se les quiera educar
con una falta de educación evidente, que se les quiera imponer un pensamiento
único en aras de una libertad solo reconocida para sí mismos y para los que
ellos consideren oportuno
Hablo de un colectivo exento de
ideología harto de ser insultado y ninguneado por el simple hecho de discrepar de
los idearios ajenos, más bien de su desfachatez, por la falta de soluciones a
sus problemas cotidianos, por la ignorancia de las situaciones que les toca
vivir, por la dificultad de las convivencias y el día a día que los políticos
crean por su interés y luego se desentienden sin preocuparse de las
consecuencias de sus actos, ni de los que las tienen que soportar.
Habrá quién inmediatamente, la
inmediatez y el insulto son lo suyo, considere que estoy en contra de la inmigración.
Soy gallego, inmigrante a los cuatro años, hijo de inmigrantes, nieto de
inmigrantes, biznieto de inmigrantes, miembro de un colectivo que viene siendo
inmigrado desde hace cientos de años, y nadie, y menos un tonto con dos o tres
banderas, me puede hablar de inmigración, pero lo intentará y además será
aplaudido. Es la sociedad que estamos creando.
Habrá quien inmediatamente, la
intolerancia contra la intolerancia y la ignorancia son sus armas favoritas, me
califique y me etiquete en base a sus propias carencias de ideas propias y de
interés por sus semejantes, o lo intentará, y será aplaudido. Es la sociedad
que estamos alimentando.
Habrá quién se sienta justificado
en su odio contra los sembradores de odio, los límites de su permisividad hacia
sí mismo y los que le aplaudan son infinitos, y justificará la violencia contra
los que él considere violentos, y actuará de una forma fascista con los que él
califique de fascistas, y se sentirá héroe de redes sociales, adalid del
insulto y abanderado de todo lo que dice combatir, pero en realidad practica y
fomenta. Y sus víctimas acabarán siendo votantes de VOX, aunque no sea porque
los confundan con semejantes piltrafas morales.
El problema, esperemos que no la
desgracia, es que los votos los carga el diablo, y como algún día gobiernen los
radicales, sean de un signo o de otro, sean los de VOX o los de PODEMOS, la
única culpa será de los partidos incapaces de una actitud democrática, pero las
primeras víctimas serán sus propios votantes, esos que hartos de estar hartos
se liaron la manta a la cabeza y votaron con las tripas, con las entrañas, con
la desesperación y el desaliento de buscar una democracia y encontrar solo lo que
tenemos.
¡Ea!, ya está dicho. Que llueva,
y me da lo mismo que sea café en el campo o basura en las redes sociales.
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