La moda en este momento es
analizar las catastróficas consecuencias económicas y laborales que puede
producir el pacto de gobierno PSOE-PODEMOS en el futuro inmediato, y más allá,
del país. Realmente el pacto es preocupante, no por las siglas que lo firman, o por su ideología,
sino por la incapacidad de gestión de los recursos y la incapacidad de asunción
de la realidad inmediata que tiene ambas formaciones, o, por ser más exactos,
sus líderes. Hablar de subida de impuestos con una recesión asomándose, o de
una ampliación de los beneficios sociales sin antes desempantanar el problema,
es la típica apuesta populista que solo cuenta para hacer sus apuestas con el
dinero ajeno, ese que, según alguno de sus militantes, no es de nadie.
Una reforma fiscal como la que se
pretende acometer solo empieza a dar sus frutos en dos o tres años, que a ver
si los aguanta la legislatura, pero que además pueden ser francamente amargos
si la recesión se lleva por delante toda la cacareada batería de medidas contra
“los ricos”, que acaban siendo en realidad la clase media. Ya la han arruinado
una vez, y sería complicado volver a levantar la cabeza con tan poco tiempo de
recuperación.
Pero con ser la política
económica tremendamente preocupante, por el momento y por los actores, tal vez
no sea ese el caballo de batalla que sele puede encabritar a semejante
gobierno. Un gobierno dicotómico, un gobierno esquizofrénico en los temas
territoriales, un gobierno sin otra ligazón que la personal necesidad de sus
líderes de tocar poder, un gobierno cuya parte populista está arrastrando a la
que debería de poner el poso de fuerza de estado.
Cuantos más días pasan, cuantas
más declaraciones se escuchan, cuantos más discursos se apoderan de las
portadas de los diarios de opinión, más negro se vuelve el futuro, peores
consecuencias se adivinan en el horizonte.
Pero aunque la moda sea opinar
sobre esta cuestión, tal vez, es mi opinión, no sea la que mayor riesgo produce
en un futuro inmediato. Pero vamos a intentar explicarlo con números electorales
y vemos que dicen esos números.
Alianza ideológica para el
gobierno (PSOE + Podemos)
9.850.168 votos
Otros aliados ideológicos (Más
país) 554.066
Oposición constitucionalista (PP,
Ciudadnos y VOX) 10.297.472
Otros aliados ideológicos
(Navarra suma) 98.448
Ni fu/ni fa (otros partidos, en
blanco y nulos)
1.403.852
Abstenciones 10.506.203
Independentistas de izquierdas (BNG+Bildu+CUP+ERC)
1.510.804
Independentistas de derechas (PNV+JXCAT) 904.798
Pasaban por ahí (resto de
partidos con escaño) 310.705
Así que en una interpretación
simplista de lo que vemos que está sucediendo, que a lo mejor no tiene nada que
ver con lo que realmente está sucediendo, pero no nos cuentan, vamos a
limitarnos a leer los números, sin ninguna interpretación, y a eso le podremos
aplicar todos los barnices éticos que nos convengan, barnices que en muchos
casos, en la mayoría, no serán otra cosa que tintes ideológicos.
Según los números, en realidad los
que dicen representar a esos números después de filtrados, deformados y
distribuidos según criterios muy dudosos, 9.850.168 españoles se consideran con
derecho, apoyados por otros 554.066, que suman 10.404.234, a gobernar a todos
los demás, aproximadamente el doble que ellos, y no solo a gobernarlos, si no a
imponerles unos criterios contrarios a su parecer, es decir, a gobernar contra
ellos.
Bien, como esos números son
insuficientes, incluso una vez retorcidos por la distribución territorial y la
ley esa famosa, deciden que hay que sumar más apoyos, para que el disparate
pueda consumarse en ¿representantes?, por lo cual suman a otros grupos cuyo
interés es justo el contrario al invocado.
Veamos el disparate. Para poder
salir triunfantes llaman a unirse a un gobierno de progreso, o sea de
izquierdas, a 1.510.804 independentistas del mismo signo, o sea de izquierdas,
incluso a 244.754 anti sistemas confesos como son los de la CUP, es decir a
personas cuyo objetivo declarado es subvertir el sistema legal del estado para
el que están apoyando un gobierno. Me cuesta no incluir ninguna valoración,
pero aún queda mucho disparate.
Como siguen sin ser suficientes
incorporan también a unos cuantos de los que pasaban por ahí y no tienen otro
interés, ni finalidad, que preguntar que qué hay de lo suyo, en un auténtico
alarde de sentido de estado, de unos y de otros.
Pero aún no es suficiente, aún no
hay suficiente metralla, así que de repente, en una insospechada y circense
pingareta, se invita a un gobierno de izquierdas a 904.498 votantes
independentistas de derechas, para ser aún más exhaustivos, a 377.423
independentistas de derechas (PNV) y a 527.375 independentistas de extrema
derecha (JXCAT), que por mor de la necesidad de llegar al poder se trocan en
progresistas de toda la vida. O que por suerte para el pretendido gobierno su
mayor interés de sacar tajada independentista les hace alinearse con quién
parezca dispuesto a ceder más, sin importar otra ideología que la de debilitar
al estado.
10.506.203 personas no se molestaron
en acudir a un lugar donde no pueden hacer oír su voz, y lo que es peor, donde
su voz es irreconocible. 249.499 votaron con cabreo de tal forma que su voz no
sea aprovechable. 216.515 explicaron de la única forma posible que una vez
personados no hay nadie capaz de representarlos, ni un sistema que los acoja.
Un verdadero disparate.
Pero lo peor, lo más preocupante,
es que 3.640.063 españoles votaron con las tripas, con la indignación, con el
cabreo absoluto y creciente que ese Fronkonstin electoral y sus consecuencias a
medio y largo plazo pueden tener para un país en el que se sienten a gusto, y
en el que si no fuera por componendas, leyes electorales y mentiras
contrastables, podrían seguir estando a gusto. Y no hablamos de lo económico,
no solo, sino de lo que la calle ya aborrece, lo territorial, las moralinas
ideológicas de todo tipo, el garantismo llevado al esperpento, el trato
discriminatorio en ciertas materias, el trato vejatorio del que pretende
denunciar la situación, y un largo etcétera que es caldo de cultivo para
populistas y extremistas de todo signo.
El mayor problema para todos es
que el supuesto gobierno con sus actitudes elitistas y prepotentes, puede acabar logrando que el cabreo de tantos como ellos se eche a la calle por su incapacidad para controlar un país enardecido con sus tejemanejes. Y el peligro, el gran peligro, es que ahora ese cabreo tiene a quién es capaz de llevar sus reivindicaciones a
ese terreno. La calle ya no es patrimonio de la izquierda, y VOX puede moverse
en ese entorno con la misma comodidad que la izquierda de su misma tesitura. Y
luego estamos los que no le importamos a ninguno, ni a unos ni a otros, la mayoría de los españoles que una vez más sufriremos las
consecuencias de unos ambiciosos inoperantes y sin criterio ni moral para
ejercer las funciones a las que aspiran.
Urge una nueva ley electoral que
permita a los votantes elegir a las personas que desean que los representen más
allá de sus ideologías o pertenencias. Listas abiertas que obliguen a quien es
votado y hagan responsable al votante. Una ley que tenga una circunscripción
única que descargue de veleidades territoriales la elecciones para el estado,
contando los votos totales, se produzcan donde se produzcan, y que todos tengan
el mismo valor. No puede ser que 1.637.540 ciudadanos tengan menos
representantes que 869.934 porque están en distinta circunscripción. En un
estado todos los votantes deben de tener el mismo valor, y todos los ciudadanos
que ejercen el voto están en la misma circunscripción. Pero ya, no
próximamente, no en un futuro cercano, no dejarlo correr a ver si nos
olvidamos.
Solo aclarar un último concepto.
He utilizado el nombre de Fronkonstin, en vez del de Frankenstein, para
referirme a esa suerte de retales que pretenden avalar un gobierno con absoluta
intención. Frankenstein, incluso en la ficción, era un creador de vida,
Fronkonstin, protagonista del Jovencito Frankenstein, no era más que una
parodia del original y un engaño burlesco que pretendía ocultar sus famas.
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