Llevo unos cuantos días oyendo
hablar de un debate que al parecer se ha celebrado en televisión y cuyos
debatientes eran cinco de los candidatos en las próximas elecciones. Me parece
que me lo he perdido.
En realidad no es que me lo haya
perdido, es que me han engañado. El pasado día tres, perfectamente pertrechado para
evitar el sueño que habitualmente me producen los debatientes y su, exhibido
repetidamente, encefalograma plano, tomé posesión del sillón a la hora
anunciada, conecté el canal acordado y asistí a un espectáculo televisivo.
Está claro que equivoqué la
cadena, Antena 3, o la hora, las 22:00, o ambas cosas, y en vez de un debate me
tragué un mitin a cinco absolutamente infumable. Ni un contraste de ideas, ni
una discrepancia razonada, ni el más mínimo respeto hacia los votantes, como no
fueran los de su partido.
Un horror. Un disparate. Una
tomadura de pelo solo admisible desde la soberbia de saber que pase lo que pase
alguno de ellos será el futuro presidente de un país castigado por una clase
política que solo consigue el aprobado en la soberbia actitud de ignorar a los
votantes. Un esperpento.
¿Y el debate? Pues eso me
pregunto yo, eso llevo buscando desde hace unos días en internet, en los
periódicos. Sí, hay noticias que hablan de un ganador, y todo. Así que debió de
haber debate, pero yo solo encuentro referencias al infumable espacio de
propaganda ideológica que yo presencié. Del debate ni rastro.
Lo más divertido del tema fue
cunado en el espacio posterior al mitin, un supuesto analista deba como
vencedor rotundo al Sr. Sánchez, que había estado muy en jefe del gobierno.
¡Tamaña desfachatez!
Para mí los mítines más
interesantes, más a los suyo, menos embarrados y embarrantes, fueron los de
Podemos y VOX, seguidos, ya a distancia, por el representante del PP y
absolutamente lamentables, desubicados, inoportunos, incapaces, los del PSOE y
Ciudadanos.
La inteligencia y el dominio del
medio de Pablo Iglesias, no los vamos a descubrir ahora. Como buen boxeador
siempre encuentra la guardia baja del contrario, siempre saca los temas que los
demás han ignorado y que son de preocupación popular, siempre sorprende
saliéndose de las trilladas vías que recorren los demás. Y lo hace con el
énfasis y la convicción que todo populista sabe usar cuando tiene público. Para
mí un 8 sobre diez, que promediando con el 0 de fiabilidad ideológica de las
soluciones pretendidas no da para aprobar.
Abascal, serio, circunspecto, sin
entrar en provocaciones, fue colocando sus mensajes, tan populistas como los de
PODEMOS, sin inmutarse y sabiendo perfectamente donde le duele a la gente de a
pie, donde están sus verdaderas preocupaciones, sus miedos y carencias
cotidianas. Un poco excedido en los mensajes negativos que permiten ver por la
costura el esqueleto radical y absolutista, involucionista, que lo sustenta,
pero podríamos repetir la operación matemática y evaluativa hecha con Pablo
Iglesias.
Casado. Distendido, seguro de sí
mismo, sin errores propios ni salidas de pata de banco tan practicadas en las
elecciones anteriores. No estuvo brillante, lo de la naturaleza y Salamanca,
pero sí positivo, didáctico, y muy pescador en caladero ajeno. Le faltan
tablas, le falta un poco de carisma, y tiene imagen y ganas de agradar de
sobra, el puesto le va en ello. No le daría más de un siete y en este caso la
ideología no se exhibió con lo que no hay nada que promediar. Como los
saltadores que van al límite derribó el listón con el talón del último pié.
Sánchez estuvo en Sánchez.
Soberbio, displicente, sobrado, ausente, lleno de gestos de conmiseración hacia
los demás, ensimismado en sus papeles, ignorando las intervenciones ajenas,
torpe de palabra, espeso de conceptos, confundiendo permanentemente su figura
como candidato y como presidente de gobierno en funciones, repitió en varias
ocasiones lo que iba a hacer después de las elecciones en vez de hablar de lo
que haría si era elegido. A Pedro Sánchez, y así lo hizo ver durante todo el
infumable programa, le sobran las elecciones, él va a ser el próximo presidente
del gobierno por mandato divino, y por belleza personal, y lo sabe, y si se
avino a prestar su presencia fue solo para que nosotros supiéramos que lo sabe.
Un 1 porque un menos 1 al cuadrado es lo que resulta.
Y finalmente Rivera. Previsible,
exaltado, incómodo, incomodando, lleno de tics y sin sitio. Alguien en su
equipo ha pillado la linde de los objetos e informes a enseñar y ya se sabe que
cuando la linde acaba, alguno que otro sigue. Seguramente sus mensajes eran
comprables, o lo serían si hubieran sido inteligibles, limpios, expresados en
intención positiva y no en pasado ajeno negativo. Quiso pegarse con todos y de
todos recibió sin llegar a conectar ni un solo golpe claro que le diera puntos.
Un horror. Y encima, ¡por dios que alguien se lo diga de una vez! ese histérico
y enervante latiguillo de “No se ponga usted nervioso” que lo único que logra
es granjearle las antipatías de los que escuchamos. El señor Rivera es como los
malos actores, que una vez les sale un papel apañadito y ya lo repiten toda su
vida, aunque el personaje no lo soporte.
En fin que yo debate no vi
ninguno, y si se me permite el chiste fácil, ya que el horario coincide, si
antes se oraban maitines ahora se soportan “mitines”, sí con acento en la
segunda i para que rime. Si ellos son tan malos yo no tengo por qué ser mejor.
Lo de los laudes, si eso, ya lo dejo
para otra ocasión.
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