Estaba tranquilamente oyendo la radio y se vino a la cabeza
aquel viejo chiste del tonto y el sordo.
-
“¿Tres más dos?”, pregunta el sordo al tonto
-
“Cuatro”, contesta el tonto sin dudar
-
“Por el culo te la hinco”, remata el sordo
muerto de risa presuponiendo la respuesta del tonto.
¿Qué que estaba escuchando? Aquí, por seguir el guión del
chiste, yo diría que un programa de humor a lo que mi interlocutor me
reprocharía que estuviera escuchando el debate de la investidura. Y acertaría.
El concepto del diálogo de sordos es de honda raigambre en el panorama político
español, de honda raigambre y de obligado cumplimiento en cualquier debate
parlamentario que se precie, pero, sinceramente, creo que ayer sobrepasaron el
concepto tradicional para acercarse a una entrañable sección del Tiovivo, el “Diálogo
para besugos”, sección que consistía en una conversación entre dos figurados
personajes en las que cada uno hablaba de lo que le daba la gana sin tener para
nada en cuenta lo que el otro pudiera decir.
Había morbo, cierto morbo, en ver la situación del
retransmitido pacto entre el PSOE y Podemos, como lo había en saber las
posturas decididas de separatistas, independentistas y soberanistas de todo
pelaje, izquierdas, derechas, extremas y moderadas. Había curiosidad por oír argumentos, posiciones y exabruptos. Y
ninguna expectativa acabó defraudada.
El discurso del candidato, plúmbeo, falto de interés, lleno de menciones a temas menores, incluso a temas
que no son de su competencia, y absolutamente carente de ninguna mención a los
temas que a los ciudadanos le interesan: los impuestos, el tema territorial y
la política económica. ¿Sabía el Sr. Sánchez que en España hay un tema abierto,
sangrante, que afecta desde hace unos años a la estabilidad política y
económica de España? Oído el discurso se diría que no.
De lo único que no careció el discurso de Pedro Sánchez fue
de una barra libre de reproches para todos y por todo, fundamentalmente porque
no lo quieren lo suficiente para retirarse a su paso con una venia y dejarle
vía libre, si se descuidan por aclamación, a la presidencia de su gobierno. Reprochó
al PP, previsible, reprochó a Ciudadanos, inevitable, pero también reprochó a
Podemos su falta de generosidad por no
entregarle sus votos a cambio de un plato de lentejas, posiblemente sin
chorizo, ni oreja, y hasta puede que sin lentejas.
¿Estará el señor Sánchez haciendo pruebas de campo para
escribir un nuevo capítulo de su “Manual de Resistencia”? Parece.
Y una vez que Pedro Sánchez acabó su soporífera diatriba,
empezaron los otros, y las respuestas, ¿seguro que eran respuestas?, a sus intervenciones, que vista la actitud
del candidato, haciéndose el distraído, mirando para otro lado, con cara de
aburrida y ausente resignación, tampoco es raro que fueran siempre más de lo
mismo. Reproches, reproches y más reproches.
Claro que vistas las intervenciones de los diferentes
opositores, tampoco daba para mucho más
El discurso de Pablo casado es ideológicamente monocorde, es
un discurso viejuno, previsible, lleno de lugares comunes y defendido con poca,
o nula, brillantez oratoria. Se echa de menos la capacidad como parlamentario
de su predecesor, capaz de improvisar y ser brillante en los debates cara a
cara.
Rivera, en lo suyo, en la pasión, en el acoso ciego, en el
enfrentamiento, se diría que personal, con el candidato al que le niega el pan
y la sal, y el aire y la inteligencia y la posibilidad de tenerla y… acaba
negándole tantas cosas que acaba por negarse a sí mismo. Creo que Ciudadanos
está tirando por la borda una oportunidad de oro de erigirse en el partido
solución que gobierne el país por interpuesto con unos pactos y un control del
gobierno que sus votos le permitirían.
Pablo Iglesias brillante, contundente, indignado, ofendido,
y, supongo que, sabedor de que la última oportunidad de resistir su imparable caída
entrando en el gobierno se está esfumando, furioso por no conseguir ese
flotador que ha creído tener tan cerca. Se ve que no ha debido de leer el
famoso manual de Pedro Sánchez y le ha sorprendido que no le cedan ni la más mínima
oportunidad de perpetuar su partido. Es lógico, en un gobierno de coalición
pierde el PSOE, en una rendición sin condiciones pierde Podemos. En cualquier
otro escenario, como nuevas elecciones, pierden los dos, pero más Podemos.
Santiago Abascal, previsible. Sacó toda la artillería
programática y la exhibió con contundencia y con la certeza de que entre tantas
cuestiones planteadas casi todos le comprábamos alguna. No tenía nada que perder,
ni que ganar, ni que negociar, así que al menos se permitió el lujo de decir
sus verdades del barquero. Ahí quedan, para convencidos, forofos y despistados.
El problema de Vox no son sus reivindicaciones, como pasa con podemos, son los
métodos con los que las llevaría a cabo.
Con el señor Rufián me pasa como con el cilantro en la
comida, me satura y ya no puedo escucharlo más. Me recuerda a los ejercicios de
vocalización que teníamos que hacer para que los primeros sintetizadores de voz
reconocieran nuestras palabras. Re mar can do
ca da si la ba de ca
da pa la bra, y repitiéndose en una
danza patética de la anti oratoria.
Aitor Esteban tiene el mismo desparpajo y contundencia
verbal que todos sus antecesores como portavoces del PNV. Siempre son mensajes
ponderados, dialogantes, constructivos. Siempre ofrecen su colaboración y
siempre dejan claro que esa colaboración tiene precio, aunque nunca dejan claro
cuál es ese precio, ni si sería asumible por la mayoría de los ciudadanos
españoles.
Mi atención se quebró tras las primeras palabras de la
señora Borrás, la portavoz de Puigdemont en el congreso, que fueron un catálogo
del imaginario independentista catalán, sin la más mínima concesión al ritmo,
al tono o a la veracidad del contenido. Ya no pude más y mi atención se decantó
por algo más importante, no recuerdo qué, aunque tengo claro que cualquier otra
cosa era sin duda más interesante.
Pues, por resumir, el debate de la fallida investidura
podría describirse como tres más dos igual a cuatro y que cada uno le ponga la
rima que mejor le convenga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario