Se supone, y cada vez estoy más
convencido de que no pasa de supositorio, que la profesión periodística tiene
una función que entronca con el interés común: la información. Y digo que se
supone por cada vez es más evidente la absoluta escasez, la patética inexistencia,
del periodismo, y los periodistas, que se dediquen a la información,
exclusivamente a la información.
Y si la proliferación de la
opinión, las más de las veces sesgada y agradecida, es uno de los grandes males
que aquejan a la sociedad en general y al colectivo de periodistas en
particular, lo de los periodistas deportivos raya en el forofismo más acérrimo
y deformante para aquellos que tienen la desgracia de sufrirlo.
No puedo entender que una cadena
de cobertura nacional ponga en una retransmisión de un partido de competición con
carácter nacional a un grupo de periodistas absolutamente incapaces de dar una
opinión con un mínimo de intención de ecuanimidad. La absoluta parcialidad de
los locutores que se dedicaron a poner a los pies de los caballos a un árbitro
tan absolutamente incompetente y perdido que no consiguió dar una a derechas
fue de juzgado de guardia.
No pitó un penalti evidente, pitó
otro que solo el actor profesional que se cayó y Keylor Navas sabrán si hubo
contacto o no lo hubo. Y sembró la discordia y los cimientos de todo lo que
aconteció a continuación.
Poner al frente de un partido
como el Barcelona-Madrid del pasado fin de semana en el que se sabe que hay
maestros del fingimiento por ambas partes, Luis Suarez y Busquets por el Barça
y Cristiano Ronaldo por el Madrid, a una persona incapaz de hacer cumplir las
normas, que intenta contemporizar y que, posiblemente, luego tiene afán de
compensación son ganas de desviar el
protagonismo del espectáculo.
Sergio Ramos le da una patada
clara a Luís Suarez en el área, lo derriba y el árbitro no se entera o no se
quiere enterar. Luís Suarez le tira una patada a Sergio Ramos que nadie ve y
por tanto nadie sanciona. Luís Suarez, siempre sospechoso de teatro en sus
acciones, cae ante una entrada un tanto desorbitada de Keylor y por más tomas y
repeticiones yo aún no tengo claro si se tira o lo derriban, pero esta vez el árbitro
se arranca y pita penalti. Y en pleno recital del trencilla sale el rey del
espectáculo, el tipo más ensoberbecido y
pagado se sí mismo que pisa los campos de fútbol, dispuesto a reclamar, como
habitualmente, toda la gloria para su persona. Al fin y al cabo pocos pueden
ser los que aún no se han enterado de que si existe el fútbol, el espectáculo
derivado del pretendido deporte y sus dineros, de que si existen el Real Madrid y su grandeza histórica es
gracias a este tipo de nula capacidad ética. Cuando él juega sobra el campo,
sobran sus compañeros de equipo y sobra cualquiera que no sea capaz de rendirle
abnegada pleitesía.
El más guapo, el más rico, el más
listo, a mí me parece un capullo integral, un soberbio impresentable, una
cucharada de mal gusto y carente de ética que gracias a los pretendidos
periodistas, en realidad forofos, le hacemos tragar a nuestros menores día tras
día en los mal llamados medios de comunicación.
Su desplante torso al aire, grito
tribal, escorzo hortera, de pretendido macho alfa, como persona omega, muestra
su compulsiva, enfermiza, necesidad de ser el número uno al precio que sea.
Aunque ello suponga el sistemático ninguneo de todo y todos lo que le rodean.
Sería tal vez necesario un estudio sociológico que cuantifique el daño que su
mal ejemplo supone para nuestra sociedad y sus individuos carentes de formación
o en periodo de adquirirla.
He de reconocer que cuando se
quitó la camiseta lo que deseé de inmediato es que hiciera alguna otra
estupidez que le llevara a arrepentirse de su soberbia exhibida. A veces el
duende de los deseo te escucha. A veces basta con la estulticia ajena. Lo único
por lo que me queda lamentarme es que por culpa del forofismo nadie le indique
a este personaje lo inapropiado y condenable de su actitud.
En su dislate de capacidad
informativa, en su voluntaria renuncia a ella, los, iba a decir periodistas
pero no me ha salido, forofos retransmitidores deformaron lo acontecido
relatándolo de una forma que marcaba el hilo por el que habían de mostrarse los
agravios respecto al pobre colegiado que con las amarillas de tipo este tuvo
los dos únicos aciertos de todo el partido.
Se muestra tarjeta amarilla a un
jugador, entre otras causas, por simular una falta o intentar engañar al
árbitro. ¿Lo hace Cristiano Ronaldo? Sí. Posiblemente su caída es real, claramente
el rival no tiene nada que ver con ella en el aspecto punitivo, pero en el
momento en el que se revuelve en el suelo y, con sonrisa de incontenible
soberbia, reclama un penalti inexistente intenta engañar al árbitro y es
tarjeta amarilla. Es lo que hay. Es lo que dice el reglamento y él lo debe de
saber. Es verda de que si el partido fuera contra otro equipo más humilde
posiblemente el árbitro no se hubiera dado por enterado, o sí, pero se dio por
enterado y el elemento otorgó la oportunidad para que se diera. En todo caso
hay un único culpable y yo me alegro de que esta vez, y no como en tantas otras
en las que ha agredido a rivales sin balón siempre en el punto ciego de los
trencillas, no se haya ido sin castigo. Me alegro por mí, me alegro por los
forofos que le ríen las gracias, por los que las comentan y me alegro, sobre
todo, por todos esos menores que gracias a su ejemplo creen que el fútbol es no
solo jugar bien, si no principalmente engañar, menospreciar, desafiar y ganar
mucho dinero sin tener los valores éticos más elementales para que sirva para
bien. Por todos esos menores que gracias a los personajes que como este pululan
por los ámbitos de la prensa sin moral y no son capaces de distinguir el bien
del mal.
Por cierto, el partido flojo, con
un solo equipo en el campo. Y esta noche a las 23.00 horas y por el mismo medio
supongo que tendremos otra sesión de exaltación de lo que no debe de ser el
periodismo. Abstenerse puros de corazón.
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