Es difícil enfocar historias como
esta, y le llamo historia y no suceso porque aunque la acción no tiene
recorrido es consecuencia de un despropósito social continuado. Y lo lamentable
es que pinta un futuro inclemente, incómodo, inhumano.
En un lugar cualquiera un anciano
va a la farmacia a por sus medicamentos y los de su esposa, enferma de
alzheimer. Camina con cierta dificultad, con ayuda de algún artilugio, y hace
el mismo recorrido por el barrio que tantas otras veces. Llega a un paso de
cebra, de esos en los que la ley obliga a los conductores a parar para que los
peatones crucen con tranquilidad, que no con parsimonia desafiante que hacen
algunos débiles mentales, ni con abstracción en el móvil desquiciante que hacen
otros, con tranquilidad. De esos en los que la educación y el respeto obligan a
los conductores a ceder el paso con comodidad a los que quieren cruzar y que exige
a ambas partes demostrar sus valores cívicos. El caso es que el anciano llega y
ejerce su derecho a utilizar con preferencia el paso. Hasta ahí la certeza.
Un coche se acerca y, seguramente
a juicio del anciano, no respeta las distancias o velocidades que le permitan
cruzar con tranquilidad. Seguramente el anciano se siente agredido y el joven,
no sé si acompañante o conductor, ni importa, considera que había espacio de
sobra para pasar y que la velocidad tampoco es cosa del viandante. El anciano
tiene, su percepción de la realidad le hace tener, un cuidado acorde con sus
mermadas facultades físicas. El joven tiene la soberbia, la suficiencia, la
estupidez propia de su edad, edad que todos hemos tenido, todos ¿verdad?, y
además va acompañado de una chica que es un factor que incrementa los
inconvenientes de la edad apuntados exponencialmente. El anciano se siente
agredido y recrimina. El joven siente que se le ha insultado a él o a su acompañante,
se mira y se ve recubierto de una armadura sin reparar en que es de color
negro. El joven y estúpido caballero, el niñato, se baja y agrede al anciano
sin mediar palabra, dicen los testigos. Y se produce el drama, y se produce la
fuga que agrava el drama. Algún cineasta haría una obra maestra con mucho
menos.
Las consecuencias son apabullantes.
Un anciano muerto. Un niñato que entrará en la cárcel siendo un imbécil y
saldrá con un doctorado en delincuencia. Una ley que intentará desvirtuar los
hechos hasta que consiga la menor pena posible sin importarle la verdad ni la
justicia. Unos padres enfrentados, si es que su capacidad de auto análisis se
lo permite, a la culpa de no haber educado a su hijo correctamente, que si
tiramos de media de asumir culpas no se lo va a permitir. Una enferma de
alzheimer privada de su sostén principal y cuya situación futura y presente los
servicios sociales correspondientes parchearán de forma burocrática, desapegada
y absolutamente insuficiente. Un drama
social. Un drama humano, o varios. Una consecuencia de la deriva en la que esta
sociedad, esta llamada civilización, está metida.
¿Alguien le enseñó al joven,
alguien les enseña a los jóvenes, que los ancianos tienen una precepción
limitada de la realidad y que por ello se sienten inseguros? ¿Alguien les ha
enseñado lo que es el respeto y la consideración? ¿Alguien les ha explicado que
la juventud es una situación transitoria, y breve, muy breve, que sirve para
aprender a ser mayor, y que las facultades que la adornan son transitorias,
perecederas, efímeras? ¿O pertenece a
ese grupo de descerebrados, de fascistas en potencia, o en ponencia, que hablan
de los putos viejos como un estorbo para un mundo esplendoroso y joven al
estilo de la Fuga de Logan?
En realidad la pregunta final es
¿Alguien está educando a las nuevas generaciones en valores? ¿Alguien está
interesado en los valores? No, gracias por su apunte, en ideologías no, en
valores. No, gracias por su apunte, adoctrinándolos no, educándolos. No, en
sistemas de intolerancia y autoritarismo no, gracias por su apunte, en
librepensamiento, en respeto, en tolerancia, en caridad, en justicia, en búsqueda
de la verdad interior y exterior.
Si, se lo juro, están palabras
están en el DRAE y siguen en vigor, aunque ni sus padres, ni su colegio, ni su
universidad se lo hayan hecho saber. Es posible, probable, válgame el cielo,
que incluso ellos las ignoren.
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